Biografía del autor
Agustín De Hipona conocido como San Agustín cuyo nombre era Aurelius Augustinus Hipponensis nacido el 13 de noviembre del 354 en Tagaste (pequeña ciudad del norte de África, que en la actualidad se llama Souk Ahras, en Argelia) fue el máximo pensador del cristianismo del primer milenio, dedicado gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y teología.
Su padre Patricio, un pequeño burgués de escasos recursos que pertenecía al concejo municipal de Tagaste. Su madre Mónica, había nacido en una familia católica y tenía unos 23 años cuando nació Agustín. Ella misma lo crio, fue una mujer muy devota entregada a su familia, quien le encamino a su cercanía al Señor. Agustín desde niño dio muestras de vivo ingenio. Destacaba como un líder entre sus compañeros. Su madre le instruía en la fe y él aceptaba sus enseñanzas con la sencillez de la niñez, tuvo dos hermanos Navigio y Perpetua.
Estudió en Tagaste hasta los 11 años. Allí aprendió a leer, escribir y contar. Aplicado en el latín, pero no en el griego; su padre, viendo que tenía futuro, le dio todas las facilidades y en el año 365, fue enviado a Madaura a estudiar, pero ahí a la vez que estudiaba, descubrió el mundo de los vicios, debido a que la mayor parte de la población era pagana y el cristianismo era considerado como religión de pueblos bárbaros. En ese ambiente se fue olvidando de las lecciones de su madre y se contagió de las costumbres paganas.
Por falta de dinero tuvo que regresar a Tagaste a los 16 años, durante ese tiempo se juntó con algunos amigos que lo llevaron por mal camino. Felizmente, ante la falta de recursos para poder seguir estudiando en Cartago, Romaniano que era un hombre muy rico le ofreció ayuda, volviéndose su principal bienhechor y gran amigo. Aquí en Cartago conoce una joven concubina de baja condición social (con la que convivió durante 15 años) y tomo sus estudios con seriedad, al año siguiente de su llegada a Cartago (372) nació su hijo Adeodato, que significa dado por Dios o regalo de Dios, a quien llegó a querer mucho, aunque no lo había deseado. A sus 18 años su padre murió y para el año 373 al leer el libro de Hortensio de Cicerón, descubrió un camino para encontrar la verdad y la felicidad que tanto anhelaba proponiéndose así su primera conversión. En este año se dedicó a la lectura y encontró a los maniqueos, una secta fundada por Manes, que, en aquel tiempo, estaba muy extendida en el norte de África, de los que después se diera cuenta que eran hombres sumamente orgullosos, superficiales y charlatanes.
El año 374, terminados sus estudios en Cartago, regresó a su pueblo natal para enseñar. Se hallaba en todo su entusiasmo por la secta maniquea. Convirtió al maniqueísmo a sus amigos Alipio, Romaniano y Honorato entre otros. Al poco tiempo Agustín sufrió una gran perdida y tremendamente apenado por la muerte de un amigo, huyo de su pueblo y, con la ayuda de Romaniano, se estableció en Cartago, donde abrió una escuela de retórica. Estuvo metido en la secta de los maniqueos, buscando la verdad y la felicidad desde los diecinueve hasta los veintiocho años, dándose cuenta al final que todo lo que había aprendido no tenía buenos sustentos y nada de verdad.
Para el año 383 decidió ir de profesor a Roma, en donde experimento un cambio entre estos nuevos alumnos que era mucho más dedicados, el problema era que al terminar los cursos no pagaban. Después de casi dos años en Roma, decidió ir a Milán, en donde después de un examen y con la influencia de sus amigos maniqueos, consiguió que el prefecto de Roma, Símaco, le apoyara para conseguir un puesto en una vacante como profesor de retórica. Así pasaba de profesor privado a profesor oficial.
Para este tiempo su madre que pedía por su conversión con incansable fe, fue a vivir con él y para el año 386, lo convenció para que contrajera matrimonio para lo que encontró una niña de una familia rica ya que con su concubina no podía contraer nupcias por la diferencia de estatus; ambas familias acordaron el matrimonio, cuando la muchacha llegara a la edad de doce años. Agustín tomó la decisión de despedir a su conviviente y quedarse con su hijo Adeodato. Lo que fue una decisión difícil pero lo vio como una necesidad ya que él, en ese momento, aspiraba a ser gobernador u conseguir otro alto cargo público. Y entre su espera de dos años para casarse consiguió una pareja hasta que llegara el momento.
Al no conseguir llenar el vacío que sentía en su alma se dedicó a la lectura de libros neoplatónicos que provocaron que conciba por primera vez a Dios como un ser absoluto, entonces comenzó a leer las cartas de San Pablo y se dio cuenta de que todo lo que había aprendido de los neoplatónicos era lo mismo con la autoridad de las Sagradas Escrituras. La conversión intelectual de San Agustín, fruto de la lectura de las obras neoplatónicas, fue paralela a su conversión moral, producto de los sermones de San Ambrosio y las palabras de Simpliciano -un anciano sacerdote- ; Agustín en su camino de búsqueda de Dios, seguía atado a los deseos carnales y convivía con la segunda mujer, pero el Señor le hizo sentir deseo de dejar todo para seguirlo a tiempo completo y para siempre en una vida de castidad en un monasterio. (PEÑA, 2011)
Enfermo de pulmón, se retiró del profesorado y en Cassiciaco se esforzó, mediante la lectura, la reflexión y las conversaciones con sus amigos, en lograr una mejor comprensión del cristianismo. Allí escribió Contra Académicos, De Beata Vita y De Ordine; de vuelta a Milán escribió: De Immortalitate Animae, probablemente los Soliloquios y comenzó De Música. El 25 de abril de 387, sábado santo, fue bautizado por San Ambrosio. Poco después regresó a África, tras la repentina muerte de su madre acaecida mientras esperaban embarcar en el puerto Ostia. Aplazando su regreso a África, en Roma escribió el: De libero arbitrio, el De quantitate animae y De moribus ecclesiae Catholicae et de moribus Manichaeorum, pasando a África en otoño de 388. Ya en Tagaste, estableció una pequeña comunidad monástica y escribió, entre otros, el De vera religione y el final de Música. Aunque en Cassiciaco el joven Agustín resolvió no casarse nunca, probablemente no aspiraba al sacerdocio, que, sin embargo, recibió al ser ordenado por el obispo de Hipona, que deseaba su ayuda, en 391.
Nombrado obispo auxiliar de Hipona en 395-396, tras la muerte de Valerio —obispo de Hipona— le sucedió en el cargo el 396, ocupándose de la tarea de luchar frente al cisma donatista cuando sus deseos quizás hubieran ido encaminados a una tranquila vida de oración y estudio, pese a lo cual encontró tiempo para comenzar sus Confesiones terminadas en 400 y para escribir parte de su De Doctrina Cristiana cuyo cuarto libro fue añadido en 426. Pero es que el ímpetu con que San Agustín llevó a cabo su conversión no tenía nada que ver con el que, siglos más tarde, evidenciaría Scheler. En el año 400 comenzó uno de sus grandes tratados, De Trinitate, finalizado en 417, donde se recoge su teoría del conocimiento; en el 401 empezó los doce libros de: De Genesi ad litteram finalizados en 415, donde se encuentra una teoría de las rationes seminales.
Tras la promulgación de diversos edictos imperiales contra los donatistas, San Agustín tuvo que dirigir su mirada esta vez contra otra herejía, la pelagiana, que utilizando textos de: De libero arbitrio había llegado a negar el pecado original, minimizando el papel de la gracia divina y exagerando el de la voluntad humana. Así, escribió diversas obras a partir de 412, lo que no impidió que comenzara en 413 los veintidós libros de: De civitate Dei, que completó en 426, sobre el trasfondo de la invasión bárbara. En 418 es condenado el pelagianismo por un concilio de obispos africanos, por el emperador Honorio y el Papa Zósimo, prosiguiendo su obra polémica anti pelagiana en diversos escritos. En 426 nombró sucesor de su diócesis al obispo Eraclio, y publicó, en 426-427 De Gratia et libero arbitrio, ad Valentinum, De correctione et gratia y los dos libros de las Retractationes, revisión crítica de sus escritos de gran valor para conocer su cronología.
San Agustín continuó escribiendo también durante los últimos años de su vida, tomando contacto incluso con el arrianismo y dedicándoles en 428 su Contra Maximinum haereticum y Collatio cum Maximino Arianorum episcopo. (ROMÁN)
Sus obras más destacadas son: Confesiones y La Ciudad de Dios.
Falleció en la primavera-verano de 430 cuando los vándalos sitiaron Hipona, murió el 28 de agosto de 430, mientras recitaba los salmos penitenciales el 28 de agosto de 430 en Hippo Regius (Imperio Romano de occidente) a sus 76 años.
Después de su muerte San Agustín quedó como la única autoridad teológica de referencia indiscutible.
En una serie de libros en total 22 bajo el titulo original en latín es "De civitate Dei contra paganos", San Agustín se dedica a dar enseñanza sobre las tribulaciones que sufre el pueblo y el accionar de cristianos e impíos de manera detallada respecto al cristianismo naciente cada uno titulado de manera concreta al tema y refiriéndose siempre los unos libros con los otros.
Libro 1. En defensa de la religión Cristiana.
Libro 2. Los dioses y la degradación de Roma.
Libro 3. Los dioses y los males físicos de Roma.
Libro 4. La grandeza de Roma como Don Divino.
Libro 5. El destino y la providencia.
Libro 6. La teología mítica según Varrón.
Libro 7. La teología civil y sus dioses.
Libro 8. Teología natural y Filosofía.
Libro 9. Cristo, mediador.
Libro 10. El culto del verdadero Dios.
Libro 11. Origen de las dos ciudades.
Libro 12. Los ángeles y la creación del hombre.
Libro 13. La muerte como pena del pecado.
Libro 14. El pecado y las pasiones.
Libro 15. Las dos ciudades en la tierra.
Libro 16. De Noé a los profetas.
Libro 17. De los profetas a Cristo.
Libro 18. Paralelismo entre las dos Ciudades.
Libro 19. Fines de las dos Ciudades.
Libro 20. El juicio final.
Libro 21. El Infierno, fin de la ciudad terrena.
Libro 22. El Cielo, fin de la Ciudad de Dios.
Libro 1. En defensa de la religión Cristiana.
Dentro de este libro se establece como en muchas de las ocasiones se utilizó el nombre de Cristo como tabla de salvación por gentiles y cristianos, este fue el caso en el momento de la devastación sucedida en Roma en donde a muchos se les fue perdonada la vida por dar reverencia al Redentor, aun siendo perseguidores a todos aquellos que propagaban el nombre de Cristo; las vidas de muchos de los que infamaban y murmuraban de los tiempos cristianos fue perdonada en esta época, estos se dedicaron a acreditar a Cristo los trabajos y penalidades que Roma padeció a pesar de que su vida fue defendida en templos, capillas de los mártires y las basílicas de los Apóstoles. Si se reflexiona con madurez indica el autor que se deberían atribuir las molestias y penalidades que sufrieron por disposiciones de la Providencia divina, que acostumbra a corregir y aniquilar con los funestos efectos que presagia una guerra cruel los vicios y las corrompidas costumbres de los hombres; gracias a Dios y a su santo nombre, se libraron de las perpetuas penas y tormentos; porque muchos de los que hacian escarnio de los siervos de Jesucristo no hubieran huido de su ruina y muerte si no hubiesen fingido que eran católicos; para después mostrar desagradecimiento, soberbia y sacrílega demencia, oponiendose a aquel santo nombre.
el autor pide que alguien indique una sola batalla en donde los vencedores perdonasen a los vencidos por respeto y amor a los dioses de éstos, estableciendo varios ejemplos en donde en lugares de adoración a falsos dioses se habían guarnecido y habían hallado la muerte, preguntando cómo adoraban y daban culto a aquella deidad que no pudo guardar a sus mismos centinelas ni a su patria. Presenta una objeción a todos aquellos que encomendaron a falsos dioses la protección de la patria y su propia vida porque todos aquellos dioses ya habían sido vencidos antes así iba a ser una vez más, aclarando que reverenciar y dar culto a dioses humillados, abatidos y vencidos, no es solo tener falsos dioses, sino malos demonios. Un texto en el que habla sobre los ingratos moradores de la saqueada Roma.
También hace una comparación del proceder de las naciones de Troya y Roma frente a los problemas indicando como con la obediencia de falsos dioses se dedicaban a la maldad mientras que al servir a un Dios verdadero su forma de actuar era diferente y misericordiosa. Según lo refiere Salustio, historiador tan verídico como sabio. Se cita un dictamen dado por Julio Cesar "Es ordinario, dice, en la guerra, el forzar las doncellas, robar los muchachos, arrancar los tiernos hijos de los pechos de sus madres, ser violentadas las casadas y madres de familia, y practicar todo cuanto se le antoja a la insolencia de los vencedores; saquear los templos y casas, llevándolo todo a sangre y fuego, y, finalmente, ver las calles, las plazas… Todo lleno de armas, cuerpos muertos, sangre vertida, confusión y lamentos." Si César no mencionara en este lugar los templos, acaso pensaríamos que los enemigos solían respetar los lugares sagrados. Indicando así que ni los lugares sagrados eran respetados.
Indica la manera de actuar de Roma frente a los saqueos donde el proceder principal era que tenían que perdonar a los rendidos y abatir a los soberbios; y que siendo ofendidos quisieron más perdonar a sus enemigos que ejecutar en sus cervices la venganza. En si se pone como ejemplo a Marcelo un general tan casto y clemente que al ser vencedor mandase en lugar de mandar a cometer y dar el asalto a la ciudad, hizo publicar que nadie hiciese fuerza a todo el que fuese libre igualmente el proceder de Quinto Fabio Máximo que pidió respeto a los dioses de las ciudades saqueadas.
Establece respecto a esos tiempos que la destrucción de Roma sucedió según el estilo de la guerra, y la clemencia provino del poder del nombre de Cristo por un caso extraordinario, donde la crueldad bárbara del vencedor se tornara mansa y benigna, que eligiese y señalase templos para que se acoja y salven en ellas el pueblo, donde no se quitase la vida; éstos son, ciertamente, efectos de la misericordia divina, que muchos no toman en cuenta y son ingratos a estos beneficios. Explica la razón de que aunque los buenos y malos juntamente hayan sido afligidos con tribulaciones "El mismo que hace que cada día salga el sol para los buenos y para los malos, y que llueva sobre los justos y los pecadores" una misma adversidad prueba, purifica y afina a los buenos, y a los malos los reprueba, destruye y aniquila pero también se muestra a los impíos en busca de su conversión. Explica porque juntamente los buenos y los malos pasan calamidades, ya que con imparcialidad les ha valido para aprovechamiento de cada uno, reflexionando que indignado Dios ha enviado al mundo para buenos aunque ellos estén distantes de ser pecaminosos, viciosos e impíos, no se tienen por exentos de toda culpa, ya que a veces la humanidad se deja arrastrar por la carnal concupiscencia, y aunque no se dilate hasta llegar a lo sumo, sin embargo, degeneran en pecados tanto más ordinarios. Hay cierta culpa en los que viven bien y disimulan los pecados de aquellos a quienes debieran reprender, procurando no ofenderlos porque no les acusen.
Al mismo tiempo consuela y reprende a todos aquellos que recriminaron por las pérdidas temporales, dando a conocer lo importante de la riqueza interior y de agradecer al ser que ha sido el que brinda la vida y la posibilidad de obtener las cosas materiales, porque sin nada venimos y sin nada nos vamos. Asi también continua hablando de la muerte, de la cual indica que no hay que temer, la muerte del cuerpo no tiene que preocupar más que la muerte del alma hablando de la reencarnación para la vida eterna y que para sus familias es Dios mismo el que da el consuelo ante las perdidas con la promesa para quienes cumplieron fieles en la fe, el compartir la presencia del Señor.
En cuanto habla sobre la muerte, habla de quienes la causan no siendo lícito matar a otro, porque ni la ley divina ni la humana da facultad para quitar la vida; sin duda que el que se mata a sí mismo también es homicida, siendo así también un pecado. Ya que no hay autoridad que permita en ningún caso a los cristianos el quitarse a sí propios la vida. Habla de la santidad del cuerpo que no deja de serlo por más daños que hayan sufrido, indicando casos de violencia más en el caso de las doncellas, ya que un cuerpo incluso con heridas sigue siendo digno para Dios.
Libro 2. Los dioses y la degradación de Roma.
Libro 3. Los dioses y los males físicos de Roma.
Libro 4. La grandeza de Roma como Don Divino.
Libro 5. El destino y la providencia.
Libro 6. La teología mítica según Varrón.
Libro 7. La teología civil y sus dioses.
Libro 8. Teología natural y Filosofía.
Libro 9. Cristo, mediador.
Libro 10. El culto del verdadero Dios.
Libro 11. Origen de las dos ciudades.
Libro 12. Los ángeles y la creación del hombre.
Libro 13. La muerte como pena del pecado.
Libro 14. El pecado y las pasiones.
Libro 15. Las dos ciudades en la tierra.
Libro 16. De Noé a los profetas.
Libro 17. De los profetas a Cristo.
Libro 18. Paralelismo entre las dos Ciudades.
Libro 19. Fines de las dos Ciudades.
Libro 20. El juicio final.
Libro 21. El Infierno, fin de la ciudad terrena.
Libro 22. El Cielo, fin de la Ciudad de Dios.
Después de saber de la vida de San Agustín y el amplio alcance de su Obra, se puede decir que su búsqueda de ser luz para el mundo lo ha convertido en el más importante Padre de la Iglesia y como algunos lo conocen "El más santo de los sabios y el más sabio de los santos". Su filosofía como un proceso de aprendizaje, era la continua búsqueda de la verdad que nos guía en la práctica del bien para conseguir la felicidad.
San Agustín, entendió que las verdades que descubrimos en nuestro interior no pueden ser producidas por el alma humana, sino que es preciso, la intervención especial de Dios, una iluminación divina que proporcione estas ideas.
San Agustín fue un hombre que busco incansablemente la verdad para poder saciar la sed de su alma, de gran inteligencia, su principal motor fue descubrir las bondades del Señor y hacer que muchas personas siguieran el camino de la fe. A través de sus obras consiguió mostrarse como ser humano, que a pesar de una vida en la que tuvo varios conflictos supo sobresalir y colocarse como ejemplo para muchos cristianos, vivió su experiencia y solo en donde encontró a Dios pudo encontrar la verdad.
San Agustín, escribió De civitate Dei para hacer conscientes a los hombres de la lucha humana que se estaba llevando a cabo. Frente al conflicto espiritual proveniente del mismo Pecado Original que apartó a los hombres de la Plena gracia de Dios.
Esta obra es el reflejo de varios años de búsqueda de la verdad en donde San Agustín busca dar respuesta tanto a católicos de poca fe, como también a paganos de la época en primer lugar y para de alguna manera dejar enseñanza para el resto de generaciones.
Se basa como principal fuente en las Sagradas Escrituras y al mismo tiempo hace varias citaciones en un proyecto largamente pensado. Es un gran estudio donde no solo se busca una enseñanza al presente sino también sentar bases para el futuro.
Al existir gran cantidad de católicos que llevaban vida de paganos tuvo que luchar y sufrir para hacerles caer en cuenta de sus pecados y tratar de llevarlos a una conversión dejando a un lado el materialismo y las cosas vanas de la carne.
Su principal preocupación como líder de la fe, era inculcar a ser verdaderos católicos, cumplidores de su fe, personas que no se dejen llevar por la obra del mal, sintiéndose orgullosos de sus buenas obras y de llamarse cristianos.
En "De civitate Dei contra paganos" demuestra que Roma no había caído por culpa del Cristianismo ni del mismo Dios, sino por tantos vicios y perjuicios cometidos por la misma gente. Resaltando el papel de la Providencia y señalando que el Dios Único y Verdadero había permitido el saqueo de Roma como manera de corrección para educar a su pueblo y también como por su propia mano los efectos de estas tribulaciones no fueron desastrosos y se permitió el perdón de muchos.
En sus libros defiende la religión verdadera frente al paganismo y muestra sus falsedades frente a las verdades cristianas
Las dos se refieren a los principios opuestos que rigen la conducta de los seres humanos sobre la Tierra: 1) La ciudad de Dios: el amor de Dios y la ley moral que nos conduce a Él, 2) La ciudad terrena: la aversión a Dios y el rechazo de su ley
Dentro de esta Obra con gran contenido Bíblico y también profético. Habla de una Segunda Venida haciendo referencia a las dos ciudades y la separación de estas, que será eterna.
PEÑA, P. Á. (30 de mayo de 2011). San Agustín de Hipona EL BUSCADOR DE LA VERDAD. Recuperado el 23 de marzo de 2017, de San Agustín de Hipona EL BUSCADOR DE LA VERDAD: www.libroscatolicos.org/libros/mariaysantos/agustin_hipona.pdf
ROMÁN, U. F. (s.f.). San Agustín de Hipona. Recuperado el 24 de marzo de 2017, de San Agustín de Hipona: www.um.es/urbanoferrer/documentos/Agustin.pdf
"¿Quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿Acaso no lo es el que se sienta a la mesa? En cambio Yo estoy entre ustedes como el que sirve" (Lucas 22,27)
Dedicamos este trabajo en primer lugar a Dios que nos ha dado la vida permitiendo nuestro desarrollo a lo largo de estos años y llegar a este punto dejándonos lograr muchos de nuestros objetivos por su infinita bondad y amor; a nuestros Padres por estar presentes en todo momento con su constante ayuda y apoyo haciendo de nosotras personas de bien; a la Unidad Educativa Nuestra Señora de Fátima por ser el lugar donde desenvolvemos nuestras aptitudes, destrezas e inteligencia y a todos aquellos que participaron directa o indirectamente en la elaboración de este trabajo.
¡Gracias a Ustedes!
UNIDAD EDUCATIVA
NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
Filosofía
Curso: Segundo B.G.U. Paralelo "A".
Responsable: Padre Alejandro Godoy.
Año: 2016-2017
Autor:
Aileen Cascante.
Heidy Pazmiño.
Isley Torres.