Osvaldo aparece
Una tarde llegamos a la playa cuando los últimos rayos del sol se extinguían bajo la línea rojiza del horizonte. Ese día a William no le tocaba trabajar. Osvaldo caminó con nosotros y añadió a la historia clínica de su amigo el hecho importantísimo de que William había estado muy triste desde la partida de su esposa (hecho éste que coincidiría exactamente con la fecha cuando la aflicción comenzara). Ella, por mutuo acuerdo, se había ido a Puerto Rico (vía yola "first class"), isla donde los prados son de más verdor que los de Quisqueya, para que con sus ganancias de "doméstica" poder ayudar a su joven familia y a sus hijos, quienes quedaran atrás.
Ahora, la solución del problema estaba finalmente en nuestras manos. No, no era un asunto de la psiquiatría ni de la de un trastorno afectivo formal. Este era el problema de una persona acongojada por una "pérdida" de gran significado en su vida, necesitando ser renutrida en su vida emocional. Con ello la gordura y la tristeza de William cesaron. Nos tomó, simplemente, muchas caminatas largas de terapia, con el amigo del semblante triste y del apodo anglosajón.
Corolario
Los nombres de nuestros amigos se han cambiados para preservar sus derechos a la confidencialidad — aunque William, por ser pobre, a nadie le importa. Ellos nos otorgaron permiso para compartir estos datos.
Aquéllos quienes pretendan "tratar" los trastornos del peso (sobre y bajo), los del comer y los de las emociones humanas; tienen el solemne y grave deber, ética y compasivamente, de tratar a la persona en su totalidad —- y no solamente tratarle su peso (el que se refleja en la balanza) —- objetivo, a menudo, que se acostumbra "tratar", en el comercio, utilitario e indiferente, de las industrias dietéticas.
Prosigamos
La comida y la bebida: ¿Convergencia o Divergencia?
Dr. Félix E. F. Larocca
Muchas de las personas quienes me hayan oído referirme a los asuntos del comer, de la gordura y de la flacura; han sido sometidas a escuchar el chiste (ya muy repetido) de cuando Boris Yeltsin estaba compartiendo con su esposa las resoluciones que él había hecho para el año nuevo (decía):
"[Yo] llevaré a cabo el desarmamiento total, traeré la paz global, eliminaré la pobreza, y perderé unas libras…" a lo que la esposa respondió: "Boris, tú sabes bien que el perder el peso es imposible…"
La comida y la bebida, partes de todos los rituales religiosos humanos. La cornucopia, las siete vacas gordas y las siete vacas flacas. Los ayunos de Cristo, de la Cuaresma y del Ramadán. Del modo característico como se revisten las bodas, los cumpleaños y aun el duelo. De las cocinas (cuisines) étnicas y de las industrias dietéticas y de comidas del hambre — Esta última la más horrorosa de las torturas a la cual están sometidas tantos millones de personas en este mundo, que dietan para rebajar.
En los Estados Unidos, ha mucho tiempo que se ha entendido, el hecho básico, de que el líder de esa nación próspera, debe de evitar la apariencia incongruente de la gordura ostensible. Por ello, durante las campañas presidenciales tanto las esposas, como los candidatos hacen todo lo posible para perder de peso. Como se le atribuía a Mr. Clinton "uno no puede encabezar el gobierno de una nación, ostentando la gordura o la riqueza". Es ésta una metáfora muy poderosa.
Helmut Kohl
En la psicología de C. G. Jung, se expresa que además de los fenómenos, esenciales del Inconsciente Colectivo, de los arquetipos, de los arcanos y de la persona; que, además de éstos, existen otros principios, que modifican nuestras vidas, los cuales Jung solía categorizar como las Convergencias y las Divergencias.
Las Convergencias se refieren, brevemente, a la tendencia a que nos ocurran hechos fortuitos (que suceden más que por coincidencia) que afectan el curso y el derrotero de nuestras vidas. Las Divergencias, que no son necesariamente lo opuesto a las convergencias, se refieren a las acciones volitivas que pudiésemos tomar libremente para modificar el curso de nuestro Destino, afectando la dirección dada a éste por la presencia de Convergencias.
La gordura, apareció por Convergencia en nuestro cuerpo. El ser humano fue dotado, de modo homeostático con la capacidad innata e intrínseca de ganar de peso. Esta capacidad era (y aun lo es) esencialmente necesaria para sobrevivir los ciclos periódicos de hambre y de abundancia que se sucedían en el orden natural de las cosas. El aumento de peso al cual me refiero, no era ni extremo, ni duraba mucho tiempo, ya que se esparcía con la llegada periódica de la escasez, y con la necesidad de movilizarse, a veces muy lejos, para adquirir alimentos. Esta capacidad de acumular la grasa, también poseía características regionales; siendo diferente para un habitante del desierto, de lo que fuera para un habitante del Círculo Ártico. (Véase al respecto el libro: The Tangled Wing: Biological Contraints on the Human Spirit por M. Konner).
El Nuevo traje del emperador
La Divergencia apareció, entonces, cuando nos comenzáramos a percatar del hecho de que la gordura, no sólo era indeseable, sino que también estaba asociada con la incidencia de enfermedades crónicas y debilitantes que acortaban y que menoscababan la calidad de nuestras vidas. Con ello comenzaran los estudios que prometían (insensatamente) que se descubrirían la "razones" por las que los seres humanos engordan, seguidos por el desarrollo rápido de métodos efectivos para eliminar esta condición. Pero, la Divergencia fue que esto nunca ha podido lograrse, ni aun remotamente… como lo "expresaba" la señora de Yeltsin.
¿Por qué la gordura desafía tan tenazmente nuestros ataques y los esfuerzos increíbles que se llevan a cabo en su contra? ¿Cómo es posible, que una industria (cual lo es la dietética, en los EE.UU.) que se embolsica anualmente miles de millones de dólares, no ha podido, tan siquiera justificar su existencia proveyéndonos con un (solamente un) método para perder el peso que sea durable y que no resulte en incrementos de libras ulteriores, a menudo, por encima del peso que se tenía inicialmente?
¿Por qué el Congreso de los Estados Unidos ha decidido que es necesario investigar la industria dietética para eliminar las afirmaciones falsas con las cuales se les hacen publicidad a los métodos diversos [y siempre decepcionantes] por medio de los cuales se promete a los incautos que perderán las libras aborrecidas?
La razón es tan simple, que por ello puede que sea que eluda la detección.
La razón es: Que los investigadores aun no han podido localizar la causa (etiología) de la gordura, permaneciendo confusos; y confundiéndonos a todos con sus propias ignorancias. Si esto que digo es verdad; ¿porqué, entonces, los investigadores no admiten sus limitaciones?
La respuesta, también es simple: Siendo humanos, los investigadores, cual lo fuese con el Emperador de la fábula famosa, no quieren confesar que ellos están desnudos.
Prosigamos
Para Mantener el Peso Perdido: La Lección Derivada de un Experimento Informal y Empírico
Dr. Félix E. F. Larocca
Muy a menudo se tropieza uno con el hecho de que, por lo menos en círculos de orientación académica y científicas, el tratamiento y la cura de la gordura se visualizan con escepticismo.
A pesar de que los programas dietarios en Norteamérica han proliferado enormemente, a pesar de que la educación del público se ha intensificado por medio de campañas de educación muy ambiciosas, y, a pesar de que la industria de comidas "Lite" (dietéticas) nos proporcionan una selección tremenda de comidas alternativas, la obesidad en los EE.UU. ha comenzado a afectar a un 63% de la población adulta. La República Dominicana, blanco de tiro para las industrias Norteamericanas que ofrecen "fast food", muy pronto tendrá que considerar y confrontar el mismo problema que confronta nuestro vecino norteño en este respecto.
El problema más serio que confrontaran los profesionales, quienes bajo la dirección del rimbombante y vistoso ex-Cirujano General de los EE.UU., C. Everett Kopp, hace diez años cuando lanzaron una campaña ambiciosa para erradicar este problema, fue que cómo no se conoce a ciencia cierta la(s) causa(s) del acertijo, nadie sabe por dónde se debía de empezar. De modo que, como pasa con tantas cruzadas bien intencionadas, nosotros predijimos que esta campaña fracasaría — como lo hiciera.
Respondiendo al aprieto en que se encontraba una paciente, quien se quejaba de que estaba "atascada" en su progreso para perder el peso que aún le restaba, ciertas observaciones y experimentos nos proveyeron con alguna penetración en este dilema.
Hace mucho tiempo que nuestra cocinera-ama de llave se ha ocupado de cocinar la comida propia, la del jardinero y la del celador guachimán de nuestra casa. Ella cocina almuerzo para ellos de lunes a viernes, para ella de lunes a jueves y, para el guachimán, sábado, domingo y todas las comidas que consume si se queda en la casa cuando estamos fuera. El ama de llaves ni duerme en la casa, ni cocina para nosotros. La comida que prepara para los empleados, para los días que ella no trabaja, se la guarda en su nevera y ellos se la calientan. Nosotros les proveemos, entre otras cosas: arroz, víveres, carnes, aceite vegetal, "sopita", vinagre, salsas, pero no azúcar (ellos compran ésta y la sal con el dinero que se les proporciona para lo que necesiten adicionalmente).
En esta situación empírica tenemos un 66% de aumento de peso. La cocinera (la única de los tres que se ha pesado) en trece meses ha aumentado 49 libras consumiendo la comida del mediodía solamente y, eso ha sido, consumiéndola solamente cuatro veces a la semana. El "guachimán" ha tenido que reemplazar sus uniformes tres veces por otros más amplios. Y, el jardinero, éste no ha ganado ni una onza perceptible.
Ramón, el jardinero, trabaja constantemente y come comida haitiana, bacalao salado y muchos vegetales. Filosóficamente, en voz alta, admite: "Es que a mis mujeres no les gustan los gordos…"
Desde el mes de febrero, nosotros nos alojamos de lunes a miércoles en un hotel de la Capital el cual suministra el desayuno y unos bocadillos por la noche como parte del precio de la habitación. Creyendo, que si uno le añade una cantidad pequeña de comida a la dieta usual, que ello se reflejaría en un aumento de peso a largo plazo, aunque uno no cambie nada más, enlistamos la colaboración de unos empleados del sitio a tres de los cuales les ofrecimos 5 rebanadas delgadas del jamón del desayuno los días martes y miércoles. A otros tres voluntarios se les proporcionaron frutas frescas en cantidades mayores de las del jamón, y a otras tres personas se les pidió que, simplemente, estuvieran conscientes de su peso por los próximos diez meses. Los voluntarios eran dos jóvenes varones, y una hembra en cada grupo de edades correspondientes.
Los resultados fueron los siguientes: Los que consumieron el jamón durante los diez meses, reportaron un incremento de peso de por lo menos 6 libras, los que comieron fruta, perdieron un promedio de dos libras y cuarta cada uno, el tercer grupo, no permaneció estable: un voluntario ganó seis libras desde la celebración de la fiesta de Thanksgiving (ello en preparación para ganar más en las pascuas futuras), otro voluntario ganó tres libras y media (sin saber porqué), y, la tercera, acumuló once libras en tres semanas que pasara de vacaciones. Ella dijo que sabía por qué, pero no quiso discutirlo.
En resumen, parece ser obvio que este experimento de diseño aficionado, corrobora los experimentos más rigurosos que ha reportado el Dr. William I. Bennett, los cuales demuestran que los métodos por los cuales se ganan y se pierden las libras no están supeditados a un control "fiduciario". Como si fuésemos un banco. (Véase mi artículo al respecto).
A mi amiga quien está estancada, yo la aliento a localizar el eslabón débil en el sistema que sigue, y a nuestros lectores, quienes anticipen las fiestas navideñas con salivación abundante, que celebren dentro de la paz familiar, que honren a un Dios, cuya Última Cena fuese un modelo de escueta discreción.
Y aquí, finalmente, concluimos
¡Estoy demasiado gorda!
La dieta para adelgazar: Una injerencia inaceptable
Dr. Félix E. F. Larocca
Hace unos treinta años que se lanzara en los Estados Unidos de Norteamérica la campaña más ambiciosa para alertar al público de los peligros inherentes a la obesidad, que entonces se estimaba clamar como víctimas a un 25% de la población adulta.
Simultáneamente, dos epifenómenos adquirieron visibilidad, durante ese período histórico: La proliferación de "métodos" dietéticos que "aseguraban" resultados quiméricos y el adviento de las disorexias con sus resultados deletéreos para sus víctimas y para los familiares de ellas. Las disorexias, por supuesto siendo: La anorexia nervosa, la bulimia nervosa, la obesidad, y la dieta para adelgazar.
Hace unos meses que se reportaran hallazgos sorprendentes en su naturaleza en ese país norteamericano. Los ciudadanos habían abandonado al unísono, y sin preámbulo el consumo de las comidas dietéticas (las que habían adoptado por necesidad), tornándose en consumidores conspicuos de las comidas grasosas, las comidas sabrosas, las comidas engordadoras y de todo aquello que hasta hacían unos pocos meses sería considerado tabú.
Más sorprendente fue, que simultáneamente, la industria dietética norteamericana estaba siendo objetivo de investigaciones por miembros del congreso por el fallo que había logrado en cumplir sus promesas, y por haber estado envuelta en actividades fraudulentas, decepcionantes y negativas para la salud (y el bolsillo) de las "víctimas" (palabras de un congresista) a quiénes pretendían servir… en lugar de servirse de ellos.
La semana pasada, un reporte apareció en varios periódicos estadounidenses describiendo el hecho paradójico, de que el americano, yéndose a las dietas, no sólo no perdió peso alguno, sino que el porcentaje de los obesos saltó del 25% al 65.4% en los últimos diez años. Muchos de los programas dietéticos, los cuales el año pasado ganaron más de 80 mil millones de U.S. dólares han comenzado a sentir la presión pública de sus críticos en el congreso de los Estados Unidos y en la clase médica responsable.
La pregunta es: ¿porqué un plan tan ambicioso como lo fuera el de eliminar la obesidad universal en Norteamérica resultó en un porcentaje mayor en la incidencia y en la frecuencia con que se detectaría la obesidad? ¿Por qué contribuyó a la epidemia de la anorexia y de la bulimia nervosa que le costaran las vidas a tantas mujeres jóvenes, o que les arrebatara la felicidad a tantas otras?
Como ya habrán aprendido quienes sigan esta columna regularmente; el acto de "irse" (o de ponerse) a la dieta crea un estado conflictivo en nuestro cuerpo, en centros los cuales no están sujetos a nuestro control volitivo. Consecuentemente, el cuerpo "interpreta" la restricción alimenticia como evidencia de una crisis inminente. Preparándose para ello, efectúa cambios fundamentales, como es mejorando el metabolismo, tornándolo más eficiente, resultando en la acumulación más rápida en forma de grasa de los alimentos consumidos. Esto puede resultar en la obesidad.
En las anoréxicas, el cuerpo, no tiene la oportunidad de vencer las defensas estoicas y espartanas erectas por mujeres cadavéricas y ascéticas, cuyas distorsiones psíquicas son controladas por la inanición presente en ellas; resultando en su caso, en un estancamiento físico que puede repercutirles en daños permanentes y aún en la muerte.
En las bulímicas, el hambre socava la decisión a no comer y sus víctimas se encuentran atrapadas en un círculo vicioso que se puede encapsular mejor en las palabras de una paciente joven: "Jartura-purgar-jartura-purgar… para siempre". Pero esto también puede resultar en detrimentos a una variedad de órganos y, también, puede resultar en la muerte.
En resumen:
La dieta para adelgazar no es ni buena ni es saludable. Sus resultados positivos no son ni permanentes ni han sido comprobados por el uso del método científico.
Duden a quien que les prometa que les puede "ayudar" a perder unas libras, eliminando lo que se come, mientras se padece del hambre.
Las pastillas de dieta, y las comidas dietéticas son malas para la salud.
Los gordos no sufren de hipotiroidismo… los gordos sufren de una autoestima disminuida por el hecho de que nadie les ha podido ayudar a perder la gordura — ya que sufren de los efectos de esa cuarta disorexia: La dieta para adelgazar…
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Dr. Félix E. F. Larocca
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