Por supuesto que en la inercia y cohesión de un paradigma interviene una red de factores subyacentes entrelazados entre los que hay que contar el principio de autoridad científica, la confianza irreflexiva en los conceptos asimilados con esfuerzo, el hecho de que en general se trata del trabajo del cual se subsiste, la seguridad que inspira el consenso, indiferencia, costumbre y todos sus sinónimos. Pero la más importante de estas subyacencias es mucho más antigua y tiene raíces harto profundas, tanto que parece formar parte del fundamento de nuestra percepción (como muchos "programas" que traemos de fábrica y que es necesario inhibir para vivir civilizadamente). En este caso debemos soslayar un atavismo que nos dificulta comprender la realidad. Tan poderoso es dicho presupuesto, tan arraigado en la mente, que Kant estaba convencido de que no existía fuera de ella, sino que nacíamos con esta "condición a priori de la intuición": el espacio, un marco psíquico donde se ubicarían organizadamente los datos de captan nuestros sentidos.
La verdad es que, aunque exterior a nosotros, el espacio no existe como ente real, es lo que no existe entre las cosas que existen, pero está tan incorporado como existente en nuestro modo de percibir la realidad que nos es dificultoso definirlo sin caer en contradicciones, acabo de escribir: "es lo que no existe" o "es lo que no es".
Esta dificultad para entender el espacio como "nada" no es solo retórica, viene ocasionando inmensos problemas desde quién sabe cuándo, "desde la noche de los tiempos", los primeros registros de estas dificultades nos llegan a través de Zenón de Elea y sus aporías, contradicciones que surgen por referir el movimiento a la nada sin considerarla lo que es: nada. La nada no es un referente de movimiento, todo movimiento es relativo entre cosas existentes. Por referir el movimiento a un espacio inexistente se llegó a la conclusión de que Aquiles, velocísimo personaje, nunca podría alcanzar una triste tortuga, no solo Aquiles, tampoco un "fórmula uno" ni un misil, mientras que si el espacio no es otra cosa que lo que existe entre Aquiles y la tortuga las aporías se esfuman.
No nos extenderemos en las especulaciones de otros filósofos que se han ocupado de "lo que no existe entre lo que existe" pero mencionaremos al más notorio, el presocrático Parménides, que cortó por lo sano y dijo algo así como "no hay lo que no existe, por lo tanto no hay lugar para que se puedan mover las cosas, y si las vemos moverse se trata de una ilusión, la razón no valida el movimiento".
Volvamos otra vez unos dos mil cien años hasta Newton : Aunque este haya sido, posiblemente, el mayor físico que haya existido, más que físico era alquimista y astrólogo, y lamentablemente tuvo que decir que existe el espacio absoluto referente universal de movimiento, sin que pudiera nunca, ni él ni nadie, referir algo a tal espacio. Sus ecuaciones son irremediablemente relativistas, por eso funcionan, pero él, en su mundo esotérico, consideraba la relatividad como lo que podíamos manejar para resolver nuestros problemas mundanos, que el espacio absoluto existía y era la residencia de Dios, desde donde monitoreaba el Universo. Newton, finalmente, tampoco pudo deshacerse del referente absoluto de movimiento (o no quiso ¿dónde residiría Dios entonces?) y los que lo siguieron tampoco.
A pesar de que el espacio absoluto no es más que una anécdota en la física de Newton, sin que esta indique el más mínimo criterio para su determinación —y también que su teoría corpuscular de la luz prescinde de tal espacio—, los textos y artículos de esta ciencia pregonan irresponsablemente que el espacio absoluto (el después espacio propagador de la onda luminosa) es inherente a la física clásica, que no se entiende sin él.
Con Huygens, Young y Fresnel el espacio ya no era el existente pero intangible de Newton, ahora era un ente manifiesto que transmitía la onda luminosa: Es indudable que la luz provoca fenómenos solo explicables por su naturaleza ondulatoria y que sus ondas deben propagarse en algún medio, pero ¿es imprescindible que ese medio sea único y universal? Porque si lo es, todos los cuerpos existentes están sumergidos en él, se mueven en él, y como la luz se mueve mediante él podríamos realizar un experimento utilizando la luz para medir la velocidad de la Tierra respecto del espacio- éter, entonces adiós el principio de relatividad. Por supuesto que el hecho de aventurar esa hipótesis es excluir dicho principio.
La decisión de optar por el espacio referente de movimiento, en lugar de la relatividad, fue evidenciada como pésima por muchos experimentos, y así mismo tal contundente realidad nunca fue asumida, tal es así que la relatividad einsteiniana no es la relatividad sino un compromiso absurdo entre dos ideas que se excluyen mutuamente: la relatividad y el espacio-éter, la relatividad y la no relatividad: la teoría de Einstein es entonces "la relatividad adulterada".
A la sazón: si la luz, tal que onda, no se propaga en un medio universal tal cual lo indican los experimentos ¿cómo se propaga la luz?
Creí haber sido el primero, dado que los textos de Física no lo mencionan, en ocurrírseme la solución, pero acabo de enterarme de que hubo antes al menos uno, Carlos Lugo, que claramente la expresara —como a la mayoría de sus argumentos—, en su ignorado libro "Los rayos simultáneos" (Editorial Americalee, 1968). Por mi parte llegué a esta conclusión en Agosto del año 1990, lo comuniqué por correo a físicos y universidades de varios países, sin repercusión obviamente.
Para entender cuál es el medio en el que se propaga la luz sin contradecir la relatividad, es primordial no perder de vista la misma, es nuestra guía para ubicarnos en la realidad. Ya sabemos a lo que llevó el haber optado, en su lugar, por el "sistema universal de referencia": todos los experimentos fallaron a favor del descubrimiento de Galileo (aunque no se admita).
Imaginemos un imán, o un cuerpo cargado eléctricamente: los campos que portan ¿Dónde existen? ¿En un sistema universal o en el sistema de los cuerpos que lo generan? Ahora sabemos, por una cantidad de experiencias, que el sistema universal no existe, y aunque esos experimentos no se hubieran hecho, es inmediata la deducción —mediante la relatividad—, que los campos pertenecen al sistema de los cuerpos que lo manifiestan, porque si existieran en un medio ajeno y único —habiendo velocidad relativa entre tal sistema y los cuerpos— el campo no sería isotrópico, y menos isotrópico cuanto mayor esa velocidad relativa. Mediante la medición de dicha anisotropía alguien en el espacio diferenciaría entre el reposo y el movimiento rectilíneo uniforme impugnando el principio de relatividad, nada de eso ha sucedido.
Finalmente: ¿Cuál es el medio que propaga la luz tal que onda electromagnética?
Dado un cuerpo cargado eléctricamente, o un electroimán por el que circule corriente, poseen un campo respectivo. Las modificaciones en la intensidad de esos campos se propagan desde los cuerpos hacia el infinito a la velocidad de la luz, entonces las ondas electromagnéticas se propagan en su propio medio, no en uno universal. De modo que las ecuaciones de Maxwell, dado que su autor suponía la existencia de un sistema universal como asiento de los campos y para la propagación de sus ondas, en realidad describen la electrodinámica en un solo sistema. Para describir las interacciones electromagnéticas con otros sistemas debe aplicárseles la mecánica newtoniana, con la cual no hay contradicciones si los campos y ondas no son eventos que ocurren en un sistema único. Pero sabemos que el sistema único nunca fue abandonado, de otro modo estaríamos viviendo en un mundo galileano.
En cambio Einstein, para explicar el resultado del experimento de Michelson-Morley sin abandonar el éter —en lugar de advertir que la luz se comportó como lo hizo por participar de la inercia del sistema del interferómetro (esto es, que los espejos y cristales actuaron como retransmisores de luz), instituyó que la velocidad de la luz era independiente del estado de movimiento de la fuente y/o del observador. El único modo de que esto suceda es que todo sistema inercial esté inmóvil en el éter a pesar de sus velocidades relativas, y para colmo ese éter insólito debe ser el de Lorentz, el que contrae los cuerpos que se mueven en él, para que la contracción de Lorentz y la dilatación del tiempo ocurra en sistemas ajenos y no en el propio.
Las pruebas de que la luz participa de la inercia del sistema donde inicia su trayectoria son múltiples, en ellas la luz recorre quilómetros, cientos en algunos experimentos de Michelson entre lentes y espejos, sin que su trayectoria se vea afectada, en lo más mínimo, por la velocidad de la Tierra alrededor del Sol ni la mucho mayor respecto de la Vía Láctea; sin que el fenómeno de aberración se manifieste cuando la luz tiene origen terrestre ("Los rayos simultáneos").
El éter y la relatividad se excluyen lógicamente y una teoría que contenga a ambos es ilógica y una teoría absurda solo tiene consecuencias absurdas: dilatación del tiempo, contracción de longitudes, aumento de la masa con la velocidad, relatividad de la simultaneidad… todos estos supuestos fenómenos son refutables sin apelación, como puede verificarse en las páginas de físicos disidentes. Con respecto a la equivalencia entre masa y energía, habiendo hechos que al parecer la evidencian, cabe decir que no es consecuencia del segundo postulado de la relatividad de Einstein ya que este es falso.
Una teoría falsa no puede explicar nada y sus contradicciones saltan a la vista. En el experimento de Michelson-Morley por ejemplo, sus ecuaciones indican que hubo una contracción de longitudes en el sistema del interferómetro, cuando el propio fundamento de la teoría dice que no hay contracciones en el propio sistema. Y así todas sus consecuencias.
Si no perdemos de vista la verdadera relatividad, veremos que los fenómenos cuya explicación mal se le atribuye a la teoría de Einstein, encuentran explicación racional con las leyes de Newton. El aparente aumento de la masa con la velocidad por ejemplo, cuya real explicación, coincidente con la que defiendo desde el año 1990, puede leerse en el siguiente artículo de Xu Shaozhi & Xu Xiangqun: "A Neo Explanation of the "Mass-Velocity" Relation".
En este trabajo se demuestra claramente que la fuerza de interacción entre campos no depende únicamente de su intensidad y distancia, sino también de su velocidad. Las partículas que interaccionan a la velocidad de la luz no sufren modificación en su trayectoria, no porque su masa se haya vuelto infinita sino porque la fuerza de interacción es nula.
Quién quiera leer más acerca del tema lo invito a buscar en la red mis trabajos: "Restauración de la Física Clásica" y "Paradojas en la relatividad" y si la mención del libro "Los rayos simultáneos" despertó la curiosidad de alguien y quiere leerlo, con mucho gusto se lo enviaré adjunto por Email con mis comentarios. Contiene el mejor análisis del experimento de Michelson-Morley que he visto.
Autor:
José Miguel Ledesma
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