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Variaciones sobre un mismo rollo (página 2)

Enviado por Mayela RUIZ MURILLO


Partes: 1, 2

Detengámonos un momento y sin pretensiones de hacer historia recordemos que, en la época del feudalismo por ejemplo, sólo eran "señores" los señores feudales y "señora" su esposa; sus hijos eran "señorito" y "señorita" porque estaban en vías de llegar a ser un "señor" o una "señora", igual que su padre o que su madre. Excepto las personas con títulos nobiliarios, todas las demás eran simplemente vasallos, siervos o esclavos -a pesar de su edad-. Posteriormente y con los títulos académicos y los cargos públicos de relevancia en manos de personas que no pertenecían a la nobleza, quienes los ostentaban también eran "señores". El alcalde del lugar era el "Señor Alcalde" y "Señora Alcaldesa" su esposa.

Como ni el tiempo ni la historia se detienen, las mujeres conseguimos estudiar y obtuvimos -al igual que los hombres-, títulos académicos primero y cargos públicos después. La "Señora Alcaldesa" lo es ahora por mérito propio y no porque un "señor" le da tal dignidad mediante el matrimonio. La alcaldesa, la jueza, la ministra, la diputada, la contralora, la procuradora, etcétera, es una "señora" por sí misma. Estos son simples cargos y no es precisamente por ello que la mujer acreditó ser una "señora". Tan "señora" es ésta que ostenta un cargo público, como aquella otra mujer que obtiene un título académico -con sus escasos veinte o veintitrés años, edad promedio para egresar con una licenciatura en cualquier carrera universitaria-, momentos en los cuales será también "doña".

Pero vamos más allá y estas señoras serán tan "señoras" -con su cargo público o su título académico o ambos a la vez-, como aquella otra mujer mayor sin ostentar cargo ni título alguno. Es decir, será una "señora" tanto una profesional con o sin cargo de veinte años, como una mujer no profesional con o sin cargo de veinticinco años. Todo ello es totalmente independiente de que esta señora esté o no casada, divorciada o bínuba. Dicho de otro modo, con el sólo transcurso del tiempo una mujer será una "señora" -sin marido, sin título y sin cargo algunos-. Se obtiene simplemente dejando que el tiempo haga lo suyo y dejando que llegue la edad oportuna.

Como vemos, una "señora" no lo es necesariamente mediante el matrimonio. Digámoslo así: en la época de nuestras bisabuelas la edad para contraer matrimonio fue los trece años, la de nuestras abuelas los quince, la de nuestras madres los dieciocho, la nuestra los veinticinco y la de nuestras hijas los treinta -y estos son datos tan verídicos como que el número de hijos descendió de doce a ocho a cinco a tres y ahora o dentro de muy pronto a uno-. Pasada la edad promedio que marca la estadística actual como edad para el matrimonio de la mujer -ya que la edad del hombre es mayor y de todas formas pasado lo que el tiempo hace será siempre un señor, esté o no casado (nadie se atreve a decirle hoy por hoy señorito a un "cuarentón" no casado!, sin embargo volveremos con esto más adelante)-.

Retomando, digo categóricamente que pasados los veinticinco años, una mujer es una "señora". Y lo es -como repito- sin título, sin cargo y sin marido … lo es por sólo dejar que el transcurso temporal haga lo propio y la edad se encargue de ello. Sea, se lo ha ganado sin hacer otra cosa más que esperar su cumpleaños número veinticinco.

Me quedé de una sola pieza cuando después de escuchar que el orador dijo: "Señor Presidente Don Fulano de Tal" agregó "Señorita Ministra de Justicia Fulanita de Tal"?. Dos cosas pasaron por mi cabeza: no es una Señorita -es un "Señora"- y si es una Doña -tan doña como todos ellos son "Dones"-.

En resumida cuenta, la mujer tiene una edad para ser niña, una para ser adolecente y otra adulta. La niña será "niña" cuando niña, la adolecente será "señorita" cuando adolecente y la adulta será "señora" cuando adulta. En otras latitudes la mujer es "Doña" una vez que termina la secundaria, simplemente por ser una mujer adulta será una "Señora". Mayor razón encontramos cuando esta señora pasó con holgura los veinticinco, certifica varios títulos y grados académicos y ostenta cargos públicos de verdadera importancia.

No seamos necios y reconozcamos a una "Señora" cuando la tengamos delante. Pero mucho cuidado con esto: si llamamos a una señora "señora" y ella nos advierte que es "señorita", ella es feliz creyéndolo y nosotros la haremos aun más respetándola. Al final nosotros hemos cumplido con lo que ya sabemos y es ella la feliz -aunque a todas luces ilógica e incluso muy inculta-.

Es importante que tengamos presente que en tratándose de los hombres el detalle del estado civil no es relevante para llamarles "Señor-Don",… ellos después de adultos son siempre "señores", lo has notado?. Es curioso, pero en nuestro medio los señores nunca son "señoritos", en ellos pasa inadvertido los detalles que hemos mencionado y sobre todo si es o no casado. Mejor estaría que se calificara el señoría de conformidad con lo que Don Antonio CARALPS RIVERA nos ha apuntado líneas atrás.

Pues tengamos la misma consideración que tenemos con los señores para con las señoras y hagamos práctica de la igualdad real y social entre ellos y nosotras.

¿Soltera o solterona?

Hace bastante tiempo unos familiares se marcharon a buscar mejor vida en otro país. Con el transcurrir de los años los tíos tuvieron más primos y los primos tuvieron a muchos primitos.

Recientemente se les ocurrió la feliz idea de venir a nuestro país y conocer a sus abuelos, tíos, primos y primitos. Mejor idea fue la de los parientes lugareños, quienes organizaron una "carne asada-musical" del tipo "cada quien lleva lo que bebe más la cuota para lo de comer". Gracioso acontecimiento reconocer a los chavales con quien en la infancia jugué al escondite, cromos, quedó y el juego clásico de todos los clásicos: a la casita. Pero fue más gracioso conocer a sus respectivas parejas, hijos y nietos.

Pasados los saludos informales de rigor -y ya entrados en el calor de la música, de toda clase de mezclas etílicas y de los gallos de carne cubiertos de chimichurri-, en algún momento uno de los primos mayores tomó el micrófono. La música se detuvo y todos le pusieron la debida atención y empezó a presentar formalmente a cada cual: "…ella es hija de Fulano y Mengana, está casada con Zutanito y éste es su hijo Perencejo…" y así por un buen rato hasta que llegó mi turno.

Me tocó pasar la presentación como todos los demás. Arturo dijo quien es mi padre y mi madre, profesión etcétera y con mis notorios cuarenta años agregó: "todavía soltera!". Mi Tía Fabiola -quien no deja pasar ocasión para recordármelo y enfatizar mi estado civil-, gritó jocosamente desde el otro extremo del salón: "…dirás solterona!".

Es algo que casi siempre pasa. Quienes están debidamente matrimoniados suelen llamar a quienes -pasada cierta edad- no lo estamos, con el calificativo de "solterona" o solterón. Enfadarse no va, aunque es verdaderamente molesto. Te hacen notar un deber social que para ciertas mentes chicas no cumpliste. Replicar tampoco es del caso, porque no todos están en capacidad de comprender. Ante la simpaticona de la Tía Fabiola sólo atiné decir una tontería repleta de verdad: "…yo soy solamente soltera y lo soy por naturaleza. Nací soltera, escogí ser soltera, continúo siéndolo y espero conservarme así!".

Es bueno entender que la cuestión de matrimonio se nos presenta hoy como una opción en nuestros planes de vida. Ya no sólo no es un deber social, sino que tampoco es una necesidad en si misma.

Soltera es la persona quien -como en mi caso- tiene la suerte de proyectar desde temprana edad el vivir fuera del matrimonio y opta por esta forma de vida como autorrealización personal. Solterona es quien muy a su pesar siempre quiso, quiere y deseará el resto de su existencia llevar una vida dentro del estado civil del matrimonio. Como no lo estuvo, no lo está y posiblemente jamás estará dentro del matrimonio y dado que lo deseó, lo desea y lo deseará hasta la tumba, entonces la persona solterona es frustrada, acomplejada, traumada, amargada y cosas por el estilo.

La semejanza entre quien es soltera y una solterona es el estado civil y quizá la edad; la gran diferencia radica en que la soltería para la persona soltera es edificante, realizante, motivo de satisfacción personal, en tanto que para la solterona es auto frustración, inmovilización, inedificación y motivo insatisfacción. La persona soltera eligió ser y vivir soltera o lo que es lo mismo, optó vivir sin la unión civil del matrimonio; esta unión no le hace falta ni la añora. El soltero vive su vida -desde este ángulo- en absoluta plenitud y puede que tenga o que no tenga pareja para compartir; eso no es lo importante, lo importante es su propia realización personal con su estado civil y la forma de vida que lleva.

Los cumpleaños no perdonan y no en vano conforme pasan, se torna más difícil que caigas en las redes del matrimonio. Es cierto que la belleza física de la juventud se termina para dar lugar al atractivo de la edad madura, pero no estoy hablando de eso. Ello es verdad como lo es que cualquier edad es buena para el matrimonio, cuando eso es lo que se quiere. Lo que digo es que con los años maduros se piensa mejor cuanto se hace o deja de hacerse. Por ejemplo se decide conocer íntimamente a la pareja y ya no es importante lo que la familia o la sociedad piense o deje de pensar respecto de una unión libre. La persona se transforma en autosuficiente -en lo económico, en la manutención, en fin en todas sus responsabilidades-, piensa con realismo, en una palabra: sabe escoger.

El término "solterona" por sí mismo y de toda suerte y desde donde quiera que lo veamos denota desprecio por una situación: la de estar soltero cuando es obligación social estar "casado", está totalmente cargado de una valoración peyorativa. Fíjense sólo en la terminación de la palabra y pongámosla junto a otras que son usadas por igual estilo: tontona, culona, gordiflona, grandulona, tetona, mamulona… solterona. Todas estas palabras están teñidas de una connotación despectiva, o no? De ahí que es en verdad molesto cuando a un soltero-soltera se le llama solterón-solterona. La sola palabra va cargada de una afectividad lingüística muy "mala nota". No es que un soltero niegue su condición, es que la palabra es ofensiva por sí misma. A un soltero que es "soltero" se le dice soltero y no pasa nada, a un soltero que es "soltero" le llamas "solterón" y sólo siente que es necio tratar de explicarte los atributos de la condición. Pero a un soltero que es "solterón" -de aquellos que siempre quisieron estar en matrimonio y nunca pudieron ni podrán, recuerdas?- le dices "solterón" y exactamente le caes en la mitad del hígado, porque la palabra va cargada con esa mala idea y es en ese caso doblemente ofensiva.

Un voto por la solteria

De todas maneras y aunque el matrimonio se quisiera, pasada cierta edad ya sólo se presentan dos tipos de pareja: 1. de más edad que una, panzoncitos, casados o divorciados con hijos -en ambos casos con la carga de la manutención-, o 2. mucho más jóvenes que una, apretaditos, solteros y sin hijos en cuyo caso no tienen carrera pero si un lejano por/venir. De veras que ninguno de los prototipos son matrimoniables!. Si ha de tenerse a alguno de estos dos como compañero, como pareja o como "novio", indudablemente que son mejor los de la segunda categoría -ojalá que además contara con 1.78 metros de estatura, levantador de pesas y bien bronceado-. A este tipo le ayudo a terminar la carrera, le pago el gimnasio, le doy días libres para que vaya a su propio aire, le presto el carro -y si puedo se lo regalo- para que vaya por ahí con sus amigotes, hasta me quedo sirviéndole el café y tomándole las lecciones en las madrugadas de la víspera de los exámenes de la "U."… Por el contrario, a los de la primera especie le exijo necesariamente en matrimonio, que me de el lugar de ama de mi casa -para atender correctamente a mi marido, el hogar y a los niños-, que pague al menos una asistenta doméstica, que tenga un carro a mi disposición -para las compras, llevar los niños a la escuela y esas cosas-, que me de una pequeña mensualidad solamente para mi -mis pelos, mis uñas, mis medias, mis caprichos-, tener una vez al año vacaciones -vacaciones!, no de esas en las que hay que trabajar el triple, que sólo se pueden comprender porque son sobre una verde pradera bajo la carpa de una linda tienda junto a un frondoso árbol cerca del río-, y suficiente tiempo libre para ir a mi aire a estudiar cualquier cosa o ver a las egresadas del colegio.

Está claro que cuando fue el momento de optar por el matrimonio hice bien en pasar de él. El matrimonio está hecho para una cierta clase de gente -de la que precisamente no soy yo- El matrimonio es la excusa perfecta para las personas que son dependientes, de esas que son temerosas de caminar solos por la vida, de las que necesitan autorización para salir de casa a las nueve con sus dieciocho, de las que hay que darle la mitad de las cosas hechas y la otra mitad bien encaminadas. Dicho de otro modo, el matrimonio está hecho para: 1. esos hombres que no saben hacer una cama, cocinar un arroz o freír un huevo, fregar un plato, lavar un calzoncillo, planchar una camisa, barrer y limpiar el lugar donde viven, pegar un botón y hacer la compra del supermercado -si nos fijamos bien, todo esto suele hacerlo una ama de su casa o una asistenta-; 2. para esas mujeres que no saben cómo salir de casa -al cine, a bailar, el teatro o de copas- si no es del brazo de un hombre, cómo pegar un clavo o recortar una tabla, como arreglar una lámpara o el aspirador, cómo cambiar el neumático o las bujías del vehículo, cómo pasar la cegadora o podar una planta, cómo decir "hoy no me apetece hacer el amor". A este tipo de personas les cuadra bien el matrimonio porque piensan encontrar en él la solución a sus limitaciones y flojeras.

Es curioso, si nos detenemos un momento a mirar bien, nos encontramos con que a ellos -los hombres- les va muchísimo mejor que a nosotras -las mujeres- vivir dentro de la relación matrimonial. Por qué?, porque a ellos se les soluciona el asunto del aporte doméstico trabajando fuera de casa y llevando dinero para pagar una asistenta doméstica que es precisamente su pareja. En tanto que nosotras, no sólo tenemos que trabajar fuera de casa para llevar parte del sustento, sino que también tenemos que trabajar dentro de casa atendiéndolo casi que absolutamente todo -eso a las que gracias a Dios nos va bien y podemos hacerlo, ya que hay desempleo y muchas ni siquiera pueden conseguir un trabajo mal remunerado-. Además, parte del dinero que ganamos y llevamos a casa para la manutención del hogar, se gasta en pagar al electricista, al mecánico, al fontanero, al carpintero, al jardinero, etcétera. Por qué?, porque resulta ser que ellos sólo saben y pueden hacer lo que su profesión dice que son …-y nada de nada en casa, o no saben o no les corresponde-. Si, nada de hacer la cama o el desayuno, lavar la ropa o limpiar el piso, arreglar el jardín o el fregadero… para eso está ella o la asistenta o el jardinero, el mecánico o el fontanero, para eso "él paga" -en el mejor de los casos-. Nosotras además de ir a fuera a trabajar, volvemos a casa a los quehaceres cotidianos como si tal nos correspondiera por derecho divino… Ellos son especialistas -en lo que sea- y no pueden hacer lo del jardinero, el fontanero y todos los demás; nosotras también somos especialistas en algo y hacemos eso y también hacemos lo de la niñera, la cocinera, la planchadora, la enfermera, la administradora, etcétera, etcétera, etcétera y no pagamos ni cobramos por eso.

Quienes vamos por la vida con el mismo estado civil en el que nacimos, pecamos de suficientes y quizá así sea. No es nada negativo, todo lo contrario… es muy edificante, realizante, satisfactorio. Es autosuficiencia y en todo caso autorrealización personal saberse independiente, suficiente, libre, solvente…

Oh! maravilla del amor si el matrimonio ocurriera siempre en igualdad de condiciones -ventajas y desventajas, derechos y deberes-, oh! maravilla del amor si efectivamente el matrimonio ocurriera por amor y no por conveniencia, oh! maravilla del amor que el matrimonio fuera el sendero del crecimiento y evolución física mental y espiritual del ser humano…

El problema es que una gran mayoría de los matrimoniados lo son sin desearlo auténticamente, lo mismo que la gran mayoría de los solteros de otras épocas -y algunos que quedaron por ahí, que lo son sin desearlo-. Los solteros de la modernidad son más auténticos que los matrimoniados. Hoy día las personas solteras son verdaderos solteros y no los solterones de antaño. Dicho de otro modo, en la actualidad la gente -personas de ambos sexos- opta por llevar una vida de soltero o de casado, independientemente de los convencionalismos sociales. Ahora las chicas se hacen profesionales y ganan tanto dinero o escalan tantas posiciones sociales como un chico y en algunos muchos casos diría que más; en cuyo caso ya las chicas no están esperando que llegue ese chico a "sacarlas" de los hogares paternos con vestido y velo blanco. Ahora ella hace su propia vida y opta tarde o temprano por ser o no casada bajo otras reglas de juego. Son ellas quienes hoy por hoy tienen la definición. En esta materia los chicos se han quedado atrás, siguen "sentados en sus laureles" y no superan sus limitaciones y flojeras, no les interesa saber más allá de su profesión y cuando llegan a casa quieren ser atendidos y mimados igual o más que los niños chicos. Su mejor excusa es que hacer cosas que en el pasado estaban reservadas a las mujeres les hace afeminados, poco hombres y nada viriles. Confunden, confunden, confunden otros esquemas con la virilidad y la hacen a su conveniencia como sinónimo de brutalidad -de "Brutus" el amigo de Popeye el Marino- y de "machos" -no de rubios sino de "hijo de burro y yegua"-.

Soltera o solterona?, te aseguro que soy "soltera" por naturaleza y por opción, por convicción y por elección, …como una forma de vida saludable de crecimiento personal en el plano físico, mental y espiritual.

"Sra. y Srta.vs. Doña igual a 'Sa'"

Hay que ver esas cartas que van dirigidas a alguna persona en esta forma "Señora, Licenciada, Doña Fulana de Tal"…! Qué horror!, qué cargado…. Se usa uno u otro -pero no dos y menos los tres calificativos a la vez- antes de escribir el nombre de la persona a quienes le estamos enviando correspondencia. Eso es lo apropiado, lo inapropiado es anteponerle al nombre de las personas todo ese montón de ante/nombres o en el peor de los casos sobrenombres!. Ahora, el sobre puede bien decir Licenciada -eso si la palabra completa- o bien Señora -también la palabra completa- pero jamás Doña -que debe reservarse tan sólo para el interior de la carta-. Tanto el grado académico como la palabra señora, se usan ya sea con el nombre más los dos apellidos o ya con uno o con ambos apellidos, nunca con el nombre solo. Recuerdo lo chistoso que se escucha el uso del don con el apellido y es el caso de un conserje de la institución donde trabajo que le decía a mi jefe "Don Villa". Tenemos entonces que la palabra Doña únicamente se usa con el nombre y algunas pocas veces con el nombre completo y nunca con los o el apellido únicamente. Sin embargo de todo lo que hemos dicho, lo que de verdad está correcto es precisamente no anteponer nada, absolutamente nada al nombre de la persona y es mucho mejor aun ocuparse de poner el nombre completo, es decir el nombre de pila y ambos apellidos. Debajo del nombre si que debemos poner la calidad con la que le enviamos la carta -esto porque existen personas que ostentan varios grados, títulos, cargos o-y posiciones dentro de la sociedad-. Así por ejemplo, alguien bien puede ser: Alcaldesa del cantón, Profesora del colegio, Presidenta de la asociación, Directora de la fundación y además tener un grado académico por ejemplo de licenciada en algo, etcétera. Que ostente lo que se quiera, pero que se destaque en calidad de qué y lo ponga debajo de su nombre, nunca -insisto- anteponiéndolo. Esta regla vale tanto en el caso cuando una le escribe una carta a esta persona como en el otro caso cuando es una la que escribe una carta, un artículo, en ensayo, etcétera.

En nuestro medio el uso del Doña -o Don- se da siempre frente a alguien que está entrados en sus años ó-y ostenta alguna posición social. Es para la mayoría de quienes lo usan -y exige su uso para con ellos-, también sinónimo de respeto y buena educación. En otras latitudes es sinónimo de otras cosas muy diversas: Quizá porque en realidad DON significa "de origen noble" es que en España por ejemplo, se usa en situaciones extremas cuando existe una barrera infranqueable entre dos personas: a) cuando quieres poner la barrera a una persona o b) cuando de hecho ya existe -lo aberrante es que se le haya dado traducción femenina en el DOÑA!…-. En el primer caso se da por ejemplo de parte de la "Señora" con la chica de la limpieza o con el botones del portal… -e indica ni más ni menos algo así como: "Tu ahí que yo aquí"-, en cuyo caso se dirige a la chica o al botones por Doña o Don fulano de tal. En el segundo de los casos se usa para por ejemplo con el Presidente de la Corte Constitucional, con el Rey Juan Carlos, la Marquesa de Logroño, etcétera… -e indica algo similar, pero al revés-. En este segundo caso normalmente sucede que es esa otra persona a quien si le apetece te pide que le llames por su nombre. Es curioso pero en la cotidianeidad observas que todo el mundo se trata por su nombre y punto. Me pasó siempre, con los caseros -dueños de la casa que alquilé mientras viví allá-, con los que me emplearon en oficios del hogar, con los que me pagaron por cuidar de sus niños, con los que me contrataron para servir copas. La primera vez me dirigí hacia ellos anteponiendo el Doña a por ejemplo Pilar mi buena amiga la casera. Ella me dijo "Pero bueno hija, es que acaso no deseas ser mi amiga?" y a la siguiente "es que acaso no soy tu igual, pero bueno mujer que no me digas Doña que soy tu casera y no la portera… "y fue cuando entendí. Lo ves diariamente en los programas de televisión entre los periodistas y los entrevistados por ejemplo, entre ellos mismos entre los iguales se llaman por su nombre a secas. Todos los que se consideran iguales se llaman por su nombre de pila y dado que todos son iguales -menos los que no lo son- todos se tratan con el simple nombre de pila. Sin embargo, cosa interesante: recibe una chavala de colegio una carta del director de la institución donde le comunican sus calificaciones y se dirigen por escrito en el sobre siempre con el Doña por delante de su nombre. Para esos efectos todo el mundo es Doña, independientemente de cualquier otra cosa. Por escrito la regla de los iguales no juega, o no te anteponen absolutamente nada o te anteponen -delante- de tu nombre "Doña" -o Don-, pero ninguna otra cosa. Me gusta mucho, sobre todo el que no te antepongan absolutamente nada -delante- de tu nombre y todavía esto se repite dentro del texto. Fulana de Tal. Estimada Doña Fulana -a quien le tienes recelo de distancia- o simplemente Estimada Fulana de Tal. Así, Estimada Fulana se usa con quien te es más igual y significa de suyo propio que te es más personal e íntimo.

Es muy rico esto de no anteponerle nada al nombre. Lo contrario le resta fuerza a tu nombre… Porque lo que no sabes es que tu nombre tiene una carga energética determinada por la vibración del sonido de las letras que la componen. Si le antepones cualquier cosa, ello le resta la energía que tu nombre posee. Pero obviando todos estos detalles, si le vamos a anteponer algo, que ese algo sea algo lógico por ejemplo: Señora Ministra de Justicia -… y no señorita Ministra o señorita Diputada o señorita Procuradora, lo que a todas luces es además de ilógico, carente de respeto y hasta ridículo!- . Sin embargo, es más rico lo que las feministas estadounidenses se han inventado para suprimir todo aquello de "señora y señorita". Las mujeres feministas estadounidenses simplemente usan "Sa", las letras del principio y del final de cualesquiera de las palabras señora o señorita y sanseacabó, eliminando del todo el aberrante "doña"… como debe ser, digo yo. Y veremos por ejemplo que un sobre dirá simplemente el nombre completo pelado o a lo sumo le anteponen el Sa que indica igualmente -o ninguna de las dos- señora o señorita.

"Licda. Mengana DE DONFULANO"

Lo veo cada día. Lo raro es no verlo. Mujeres que se auto -denominan con un sobrenombre y al mismo tiempo usan el apellido de otra persona…

El uso del apellido de otra persona, no me sorprende y hasta me parece perfectamente justificable en los casos de nuestras bisabuelas, abuelas e incluso en el caso de nuestras madres. La mujer de esas épocas una vez que contrajeran matrimonio adoptaban el apellido del hombre con el que casó se. Optaba por firmarse con su nombre de pila, su primer apellido y éste seguido del "de" y el apellido de su marido. Es justificable que así lo hiciera porque nuestra ancestra encontró que esa era casi la única forma de ser una señora. Su marido le ofrecía el señorío. La forma externa de expresar al mundo que era una señora, era firmándose y haciéndose llamar con el apellido de su marido. Sólo a ese nivel era el uso válido, no a nivel civil. Lo usaba con ese único propósito: decirle a los demás que se había casado con "Don Fulano" y que ella por tanto era "una Señora de Don Fulano". No me sorprende porque la verdad es que nuestras viejas no tenían mayores posibilidades de conseguir el señorío mediante otra manera. No sólo no me sorprende sino que lo encuentro perfectamente justificable y verdaderamente respetable.

Lo que me sorprende sobremanera es ver este uso en las señoras profesionales. No sólo me sorprende sino que me escandaliza cuando quien usa el sobrenombre y el apellido de otra persona es una señora abogada -que de suyo sabe que el uso de nombre falso constituye un delito, que existe legalmente el divorcio, que si la firma no corresponde al nombre, etcétera-.

Me dirán que el asunto de la firma es una cuestión antojadiza, que una persona puede firmar como le apetezca y que incluso hasta la huella digital vale como tal… en fin que la firma en todo caso no pasa de ser una "chayotera", que la firma bien puede componerse sólo de rasgos o dibujos y que ésta no necesariamente corresponde al nombre. Digo que tienen razón -y de hecho conozco a un señor que dibuja un ratoncito hasta con sus bigotes… y eso es su firma-. Pero cuando una abogada escoge como firma -no unos rasgos o un dibujo sino- algo cuyo contenido corresponde a letras, letras que unidas entre sí dicen algo y ese algo no es justamente su nombre, en ese caso estamos ante una persona que usa el apellido de otra persona, usa un nombre falso. Más grave me parece aun cuando esa abogada usa su distintivo profesional anteponiéndolo a su nombre y peor aun a su firma. Es mal visto que debajo de su firma ponga con la máquina de escribir el distintivo "Licda", es peor todavía que con su propia letra y puño anteponga a su nombre de pila el "Licda" y más horrible es que de seguido agrega el "de" y el apellido de su marido.

Dicho de otro modo, el uso de un sobrenombre o antenombre -como en el caso de las Licdas y la Dras- y el uso del apellido de otra persona equivaldría a llamarse algo así como María Josefa RAMIREZ PICADO y firmarse "Pradera DE CONEJO BLANCO", ¿o no?. Lo que digo es que si una mujer cuyo nombre es Maria Ana ALFARO ESQUIVEL, que por ejemplo es abogada y al mismo tiempo está casada con un señor cuyo nombre es Enrique CORRALES ARTAVIA, debe firmarse siguiendo las indicaciones de la "chayotera" -que su firma sea sólo rasgos que en definitiva no dice nada-, o firmarse siguiendo la regla del buen decir, en cuyo caso su firma debe corresponder correctamente con su nombre. No tiene por qué firmar con los detalles de ser una abogada ligada en matrimonio con el señor CORRALES. Su nombre es Maria Ana ALFARO ESQUIVEL, así debería firmar. ¿Por qué entonces va a firmar "Licda Ana ALFARO DE CORRALES"?. Hay una distancia abismal entre su verdadero nombre y la firma. Tal diferencia salta a la vista rompiendo la pupila. Siguiendo las reglas internacionales del buen entender, imaginemos que nos ponemos dentro de los zapatos de una alemana y que observamos ambos nombres escritos juntos y me dicen que se trata de la misma persona… Jamás lo podría creer! si lo único que tienen de común es como quizá le conozcamos los amigos: Ana ALFARO.

Hay cosas peores y también lo he visto. Esas mismas mujeres que usan todavía el distintivo profesional, muchas veces incurren en el uso del "Lic." -masculino- en lugar del "Licda." -femenino. Sin ir muy lejos, tenemos que hasta hace muy poco tiempo, por ejemplo el Colegio de Abogados tenía un sólo de tipo de carné-machote que decía "El Lic. (espacio para llenarlo con el nombre de la persona, independientemente de su sexo) es abogado incorporado a este Colegio…". Ya esto se solucionó y ahora las Licdas incorporadas al Colegio de Abogados, es decir las abogadas tenemos un carné que en forma adecuada lo indica. El problema es que vivimos en una sociedad eminentemente machista y las mismas mujeres son las que más y así tenemos que por ejemplo muchas colegas continúan llamándose a sí mismas con el término masculino, en todos los grados académicos, en todos los cargos públicos e incluso en casi todos los oficios … Qué inapropiado, qué mal gusto denotan estas señoras!

"Grado, título, profesión, oficio, cargo"

No es lo mismo el grado académico que obtienes, que el título de los estudios realizados, que la profesión que desempeñas, que el oficio que ejerces, o que el cargo que ocupas.

Hay momentos en los que las diferencias entre uno y otro son muy sutiles porque la mayoría de las veces van a caballo los unos con los otros. Vayamos por partes. Qué es cada cuál?.

1.- En cuanto al grado académico diré que el diploma universitario -es decir, el papel o cartón que entrega la Universidad en el acto de graduación- suele tener uno de los diversos grados académicos que ofrece. Los grados académicos son los distintos escalones que se obtienen por calidad y profundización en determinada disciplina y por la cantidad de años de estudio. A saber, los grados académicos son: de bachiller, de licenciado, de diplomado, de máster, de doctor…

2.- Cosa distinta es el título. El título académico es la parte del diploma universitario que especifica la disciplina -o área del saber humano- en la que se obtuvo el grado académico. Así por ejemplo un diploma universitario bien puede decir que: Fulano o Zutana es, diplomado en educación física, o bachiller en educación, o licenciado en medicina, o doctor en derecho administrativo. La primera parte indica el grado y la segunda la disciplina o área del saber en la que Fulano o Zutana se han quemado las pestañas durante unos cuantos años.

3.- La profesión viene a caballo entre lo que te ofrece el diploma universitario y el oficio y eventualmente el cargo que se pueda ocupar. Da lo mismo el grado académico que se haya alcanzado, es tan abogado o es tan médico la persona que haya obtenido el grado de licenciado como el de máster o el de doctor. Tiene más que ver con el oficio que con el grado y títulos universitarios. Está más relacionado y cercano con hacer bien las cosas o con el que sabe bien lo que hace. Así bien podría decirse que una persona es abogada de otra o que es su médico y no implica necesariamente que lo sea porque aquél esté colegiado -en ese sentido una persona es la abogada de otra cuando aboga en su defensa por ella y es el médico cuando le diagnostica y le receta-. Lo que pasa es que el término profesión quedó reducido casi exclusivamente con la idea de estar colegiado o incorporado a un colegio profesional, o dicho de otra manera tiene la licencia o permiso para ejercer el oficio que aprendió y por el cual le otorgaron un diploma universitario. De manera tal que médico es aquel con el grado académico de licenciado que está debidamente incorporado al Colegio de médicos y abogado aquel otro que lo está al suyo. En cuyo caso está muy mal visto -pero por ignorancia se hizo tan popular que se tornó de uso generalizado-, cuando por ejemplo a un médico se le llama doctor y a un abogado se le llama licenciado y nada que ver una cosa con la otra. Quienes lo usan así, no tienen la conciencia de que el abogado bien puede ser dos veces doctor y que el médico sólo es quizá una vez licenciado… como en realidad muchas veces sucede.

4.- El oficio es la ocupación habitual, la labor que se desempeña, el quehacer común, los menesteres a los que se dedica, la actividad que se realiza. Igual que la profesión, el oficio está absolutamente relacionado con los otros pero no es lo mismo. Así por ejemplo el oficio de una ama de casa son los propios de su hogar y los de un agricultor son los del campo. Otro ejemplo puede ser el de una persona con grado académico de licenciado con el título en agronomía, que se dedique a las labores del campo sembrando y criando cerdos y por tanto tenga como oficio el ser agricultor y criador. Otro ejemplo sería el de alguien que tiene como grado académico de licenciado con el título en derecho, se incorporó al colegio y tiene como profesión el ser abogado y por todo ello tiene como oficio el ser defensor -o acusador-.

5.- El cargo está estrechamente relacionado con lo anterior pero igual que los anteriores es total y absolutamente independiente. El cargo está relacionado con el puesto, la categoría o el número de empleo, que conlleva algún grado en el escalafón de la escala en jerarquía institucional -pública o privada-. Por ejemplo el cargo de secretario 1, 2 o 3. Juez de primera o de segunda instancia o juez superior o magistrado; procurador adjunto, procurador específico o procurador asesor, etcétera, etcétera. Como vemos, está relacionado con todo lo que venimos hablando y sobre todo con el oficio, pero no es lo mismo. Lo normal es que una persona que obstante un cargo tenga como oficio la actividad inherente a ese cargo, de igual modo que lo habitual es que una persona tenga como profesión algo relacionado con el grado académico -con lo que estudió-. Dicho de otra manera, el cargo está relacionado con el grado académico y con título en que lo obtuvo, pero tampoco es lo mismo. Lo normal es que quien ostenta un cargo, éste sea acorde y armonioso con el grado académico y el título obtenidos, pero no necesariamente…

"Tú-vos-usted…"

Curioso, no?, ésta es la segunda persona gramatical.

Tan lejos que nos queda Argentina y sin embargo, que parecido que hablamos a ellos… -o ellos a los ticos?- Fíjense bien en lo siguiente: ellos son los más notorios "voceadores" del continente ibero parlante, luego le seguimos nosotros -eso si no le ganamos nosotros-. Ellos tienen un acento muy particular e internacionalmente reconocido, nosotros también. Ellos dicen "ché", nosotros decimos "maje" en exactamente iguales circunstancias. A que nos parecemos? Aunque quisiéramos no parecernos a nadie… veamos lo siguiente: ese acentillo tan singular que tienen los argentinos, también nosotros lo tenemos sobre todo a la hora de pronunciar la TR y la RR.

No digas que no y ponte a prueba. Escúchate o escucha a alguien que pongas a leer, pronunciar por ejemplo la siguiente lectura: "Aunque la carretera estaba estropeada, me fui a Charrara en carro, porque quedé de encontrar ahí a cuatro amigos a las tres. Pero como no había pasado el tren y CARRANZA me esperaba en la entrada hasta las cuatro y treinta, decidí renunciar al trato y regresé muy triste". Esto es más nuestro cuanto más nos metemos en centro de la metrópoli, es decir de la meseta central. Los provincianos no hablan así, los que hablan así son los de la "capital"

Eso en cuanto a la pronunciación y en cuanto al voseo, vosear casi que sólo ellos y nosotros lo tenemos en todo el continente de habla castellana. No sería de ninguna importancia como no la tiene el pronunciar la TR y la RR así de "rrrico" como nosotros lo decimos. Pero es que esto del vosear si tiene sus dificultades e inconvenientes. Veamos la conjugación de las personas en castellano. Digo castellano porque no es lo mismo que hablar en español que hablar en castellano, nosotros y los argentinos hablamos en castellano. Observa esto, en España se habla español en toda España, es decir se habla tanto el vasco, el gallego, el valenciano y el catalán cuanto se habla el castellano y todos ellos hablan en español!, entiendes la diferencia?.

A lo que vamos, veamos la conjugación de las personas gramaticales en nuestro "argen-tico" (argen de Argentina y tico de tiquicia):

CASTELLANO ARGEN-TICO

yo yo

tu-usted vos-usted

él-ella él-ella

nosotros nosotros

vosotros-ustedes ustedes

ellos-ellas ellos-ellas

Son sólo dos personas las que cambian y sin embargo se las trae en lo complicado, tan complicado que únicamente nosotros sabemos cómo es que hablamos. En castellano el usted es un término muy arcaico, totalmente de la usanza del castellano antiguo, tan antiguo que es el que Colón nos trajo, hoy únicamente utilizable en circunstancias tales como hablar con el Rey Juan Carlos y preguntarle si desea algo. A nadie se le ocurre decirle "Juancarlos, -tu- quieres? o menos aún Juancarlos -vos-querés?". No, lo apropiado es "Don Juan Carlos, -usted- quiere?.

Es increíble!, somos tan especiales a la hora de hablar que nos expresamos con tanta naturalidad diciendo inconsistencias. Notémoslo en la primera reunión de amigos que tengamos. Veámoslo por ejemplo cuando le ofrecemos algo a un amigo y luego le ofrecemos al resto de ellos: "Querés -vos-?. Quieren -ustedes-?", pasamos del vos al usted sin parpadear. No es más armonioso por ejemplo decir: "Quieres -tu-?. Queréis -vosotros-?, claro que lo es!.

Pero ya que nosotros (los ticos) no usamos ni el tu ni el vosotros, pero si usamos el usted. Entonces por qué no somos más consecuentes y coherentes con nosotros mismos y decimos por ejemplo: "Quiere -usted-?. Quieren -ustedes-?.

Así se escriben los nombres

Como en todo, trabajar para otros tiene, sus ventajas y sus desventajas. No viene al caso y por ello no hablaremos de las desventajas. Sobre las ventajas anoto una y es que no tengo que ocuparme de pagar la luz, el agua, la secretaria y esas cosas y además me llega al escritorio todos cada día La Gaceta -y quizá sea éste el único periódico que me molesto en leer-

Resulta ser que es muy entretenido que en el periódico oficial aparezca tanta información acerca de proyectos, leyes, reglamentos, acuerdos, nombramientos, ceses, marcas, naturalizaciones, etcétera… pero sobre todo me resulta interesante que precisamente en este periódico aparezcan tantísimas faltas de formato.

Únicamente señalaré lo relacionado con los nombres propios de los seres humanos, sea la forma como somos llamadas las personas físicas. Me voy a tomar una molestia mayor: Voy a buscar el periódico de hoy (viernes 17 de junio de 1.994, N( 116), voy a recortar algunos ejemplos y los pegaré con pegamento en este mismo papel (para demostrar que no me lo estoy inventando) y posteriormente le haré un breve comentario a cada uno.

George Albert Webb Choiseul (pág.15)…

¿Cual o cuáles es el nombre de pila y cuál o cuales son sus apellidos?, definitivamente no tengo cómo saberlo, pero mi intuición me dice que probablemente se llama lo que en castellano solemos conocer por Jorge Alberto en cuyo caso sus apellidos son los dos restantes pero no tengo la posibilidad de saber si se trata de uno o de dos aunque intuyo que se trata de dos apellidos ya que de lo contrario quizá estarían separados por un guión.

Dennis Alvarado Bonilla, divorciado, licenciado, cédula…

Denise Garnier Acuña, abogada, cédula… (Ambos en pág. 15)

En este caso no tengo mayores problemas porque conozco los cuatro apellidos en los dos ejemplos precedentes, sin embargo el problema aparece por el nombre de pila -y con otro detalle que anotaré-. ¿Quién pertenece al sexo femenino y quién al masculino?. Porque continúo leyendo y en uno dice que es licenciado y en otro que es abogada deduzco que Dennis es el varón en tanto que el nombre de la otra persona es de una mujer. Por cierto, notemos cómo al primero de estos ejemplos le ponen que es divorciado y que es licenciado y ni siquiera se nos dice en qué -cómo si para estos efectos a alguien le importara-, aquí lo que realmente importa es que se diga su profesión, no su grado académico, deduzco que en realidad es abogado porque normalmente los apoderados generalísimos lo son y porque en nuestro medio existe la aberrante costumbre de decirle licenciados a los abogados -tan aberrante como decirle doctores a los médicos-.

Serge François Lorenzin, divorciado… (pág. 16)

¡Aquí definitivamente quedé lista!, ¿cómo hago para saber cuál es el nombre y cuáles los apellidos?, no tengo modo alguno aunque la intuición me dice que es probable que sea Lorenzin porque es muy semejante al nombre castellano Lorenzo… luego no es propio en un periódico oficial que le llamen por el nombre de cariño entre los amigos (de Carlos Carlín, de Pepe Pepín vg.), de ahí que deduzco que no, que definitivamente el nombre de pila ha de ser Serge…además porque en todos los casos anteriores el nombre de pila aparece el primero en tanto que los apellidos en segundo lugar y asunto resuelto. Pero bueno, todavía me queda una duda: es éste un nombre de hombre o de mujer?, continúo leyendo y porque dice que es divorciado -lo que para estos efectos a nadie le importa, ya que lo que en verdad importa es su número de cédula a efecto de identificarle- es que sé que se trata de un señor.

Manuel de Oña Ferre… (pág. 17)

En este caso no tengo problema alguno en saber que se trata de un señor y que su nombre es Manuel en tanto que el resto se trata de sus apellidos. El asunto está en que si en este caso su nombre fuera Manuela ¡sí que tendría problemas con sus apellidos!. Tendría problemas porque en primer lugar los apellidos que tienen antepuesto un de normalmente se escribe ese De así con mayúscula y por otra parte existe la fea costumbre en nuestro medio de que las señores se poner el apellido de sus maridos… Es decir, si en el periódico apareciera Manuela De Oña Ferre yo no tendría manera de saber si esos son sus verdaderos apellidos, o si es que ella está usando el apellido de su marido.

Lucila de Pedro Fernández… (pág. 27)

¿Lo ven?, aquí hay un ejemplo del que veníamos hablando, sólo que no lo tengo tan difícil porque deduzco lo siguiente: Esta señora es de primer apellido de Pedro, porque si fuera que está poniéndose que ella es de su marido, posiblemente haya escrito un apellido y no un nombre de pila (conozco a las mujeres que se ponen por ejemplo "María de FONSECA" porque su marido se llama "José FONSECA" o "Ana de RUIZ" porque su marido es "Luis RUIZ", pero nunca jamás he sabido que se pongan por ejemplo "María de José" o "Ana de Luis"). Ergo, posiblemente el primer apellido de Lucila sea efectivamente "De PEDRO".

Grijalva Acosta Floribeth… (pág. 18)

Vean que no es cuento. En el caso de Serge supe que éste es su nombre de pila básicamente porque ese es el orden que en los casos precedentes se presentaban… pero ahora con el caso de Grijalva si que lo tengo complicado!, se llama esta persona así?, la verdad es que no suena mal, sin embargo al final aparece Floribeth que reconozco que es nombre de pila y no un apellido. Pero qué hubiera pasado si dijera Lorenzín?, no tendría más remedio que deducir que se llama definitivamente Grijalva y que posiblemente se trata de una señora, o que se llama Lorenzín -así entre amigos- y que se trata de un señor.

Gholomabas Malek Mohammadi… (pág.22)

Repito: no es cuento!, véanlo de nuevo. En este caso definitivamente no tengo manera alguna de saber cuál es cuál. Quizá porque recuerdo a Mohamed debo suponer que ese sea su nombre de pila, eso además porque como no es claro que siempre aparezca al principio -como en el caso inmediato anterior de Floribeth- puede ser que en este caso también hayan puesto los apellidos primero y al final el nombre de pila.

… y es que el claro que no existe ningún orden. Veamos dos casos seguidos

Andrés Duchesnay,

Cordero Monge Cindy,

En el primero de estos dos casos aparece primero lo que aparenta ser el nombre de pila en tanto que el segundo será necesariamente el apellido, porque en este caso en particular ni siquiera tiene dos apellidos y si los tiene igual lo omitieron sin ningún reparo. En el segundo de los casos se repite la incongruencia de poner una vez más el nombre de pila Cindy, al final -como en el ejemplo de Floribth-.

Bernardus Víctor María van Heeswijk… (pág. 25)

Es dramático encontrarse con estas situaciones que a simple vista a nadie le ocupa. Pero vean este último ejemplo… yo por lo menos sólo conozco lo que está en medio: Víctor -nombre de hombre- y María -nombre de mujer-. Pero esto está fuera de toda regla ya que no sé de poner los nombres de pila en el medio. Sé de ponerlo al principio, en cuyo caso este sería el caso de un señor que en castellano se llama Bernardo. Sé también de ponerlo al final, pero no me suena para nada eso último de Heeswijk como nombre de pila, además de que va precedido de "van" -y lo mismo que el von se usan en los apellidos de los países arios-. Así que es eso, o es que se trata de un señor que se llama Víctor María (necesariamente porque por lo general en el caso de los hombres el María va de segundo vg. José María y no María José que se trata de una mujer). Pero insisto, o se llama Bernardo de primer apellido Víctor María, o se llama van Heeswijk se primer apellido Bernardus y de segundo Víctor María, ya que en ningún caso conocido el nombre se use poner en medio de ambos apellidos.

Creo que con estos ejemplos es suficiente para advertir la importancia y la necesidad que existe de ponerle remedio a este caos. Caos que reviste el hecho de este desorden tan hiriente en todos los medios de comunicación escrita (escritos legales, cartas gerenciales, periódicos y revistas en general), que no atienden a una norma mínima de orden. Orden que ni siquiera cumplen en el periódico del que acabamos de ver algunos ejemplos del día de hoy.

Si señores y señoras: Hay una regla internacional que dice que los nombres de pila siempre se escriben con minúscula y que los apellidos siempre se escriben con mayúscula. Esta regla es total y absolutamente lógica ya que todo el mundo de cualquier latitud que fuere, sabrá cuál es el nombre de pila y cuál o cuáles los apellidos. Imaginemos que estamos en un congreso internacional y que pasan tarjetas de presentación, artículos publicados, boletines y esa serie de cosas que suele llevar los nombres de las personas. Pues bien, aunque estemos reunidos en un congreso internacional tanto, rusos, japoneses, ingleses, franceses, italianos españoles, costarricense y demás ciudadanos del planeta todos sabríamos exactamente y con toda claridad cómo nombrarnos con propiedad a cada uno de nosotros.

Para terminar este apartado y completar el "colage", voy a ponerle un poco de pegamento a un recorte de revista internacional en donde queda plasmado lo que vengo exponiendo: Es indispensable que adoptemos la regla de escribir siempre los nombres de pila con minúscula y los apellidos con mayúscula de la manera que como a continuación aparece:

Vemos que aunque se llame "Jo FOX" o "Jette SOERENSEN" o "Leonor VASQUEZ" o "Raúl FLORES", estoy siempre clara cuál es el nombre de pila y cuál sus apellidos.

Redondeando ideas

Volviendo a nuestro tema original sobre las variaciones sobre un mismo rollo tenemos que poner otro ejemplo:

Ser humano del sexo femenino y mayor de edad -señora-, soltera -por opción-, doctora -grado académico-, énfasis en derechos humanos -título-, incorporada al colegio -abogada-, procuradora -cargo-, en defensas penales -oficio-, profesora de derecho público -oficio-.

Entonces, también podría ser así: una señora puede ser doctora en derecho administrativo (y por tanto abogada que significa que está incorporada al Colegio de abogados, porque de lo contrario no podría ejercer su profesión y ser además notaria -notaria, no notario-) con el cargo de jueza superiora de lo contencioso administrativo. En este caso tiene como grado académico el de doctora, con el título en derecho y el énfasis en derecho administrativo, ostenta el cargo de jueza en la escala jerárquica número tres de la materia contenciosa administrativa. En este caso su profesión y oficio es el mismo: el de abogada y su cargo el de jueza.

Y ya que estamos hablando de esto y aunque haya resistencia para aceptarlo porque se oye diferente, se bien dice: abogada, jueza, doctora, médica, alcaldesa, procuradora, ministra, presidenta, notaria, contralora, ingeniera, licenciada, agrónoma, sicóloga, reina, ciudadana, autora, etcétera pero siempre siempre en femenino… sólo hay una excepción y es cuando alguna de ellas es "medio tonta"… sí, se dice "medio tonta" y no "media tonta"… y continúa por la vida utilizando la jerga patriarcal.

 

 

 

 

 

Autor:

Mayela Ruiz Murillo

Responsable del Gabinete de Búsqueda

2005

Partes: 1, 2
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