Simbiosis de Fe y Razón
A lo largo de la historia de la humanidad el hombre en sus diversas manifestaciones culturales ha tratado de buscar explicaciones emocionales, racionales y de fe, de sus problemas existenciales que tienen que ver con todo su entorno cultural, la relación consigo mismo, con los demás y con Dios.
Hay que puntualizar que en diferentes etapas del pensamiento de la humanidad han existido contradicciones muy radicales sobre los conceptos de fe y razón. No pueden vivir desconectados totalmente en la vida de cada persona, así sea cual fuere las creencias religiosas, costumbres y tradiciones culturales. Pero es necesario establecer las diferencias respectivas para establecer parámetros que sean convenientes para su forma de vida[1]
Para establecer la relación de ambos términos es necesario expresar que la razón es la facultad que poseemos como seres pensantes, que nos permite descubrir permanentemente certezas ó desaciertos en la actividad pensante. "Cuanto más coherente sea la situación, más razonable será y viceversa"[2].
Desde el plano filosófico, la razón como facultad y como quehacer, fue descubierta por los griegos; a ellos les permitió la interacción mediante la argumentación, la discusión y el diálogo en las acciones necesarias para el desarrollo intelectual, en la constante búsqueda del conocimiento y del saber; en el establecimiento de relaciones políticas, humanas y sociales.
Desde el plano etimológico la palabra fe proviene del latín fides que significa creer; es aceptar la palabra de la otra persona, entendiéndola y confiando que es honesto, por lo tanto, su palabra será veraz. Cuando se habla de fe divina se refiere a la relación intima con Dios (en cualquier religión) a quien se cree. Existe fe humana y divina, pero en jerarquías diferentes.
La fe divina que tiene el hombre, lo compromete totalmente con Dios y su obra; los personajes que estuvieron con nuestros antepasados nos transmitieron la esencia y hábitos a través de los tiempos.
Desde la antigüedad, las culturas de oriente y de occidente, dentro de sus cosmovisiones, han aportado al mundo contemporáneo conocimientos y saberes que vierten elementos que proporcionan explicaciones de su propia existencia.
Desde que el hombre apareció en la faz de tierra, en la modalidad de vida que posee, ha convivido siempre con la fe y la razón, no como se entiende desde la filosofía y la teología de nuestro tiempo, sino como saberes mitológicos, ritos, ceremonias, verdades basadas en costumbres y tradiciones, que proporcionan principios de identidad y pertenencias.
Nuestros antepasados no se complicaron la vida y la existencia con lo concerniente a la relación de fe y razón, porque no poseían las formaciones doctrinales e ideológicas que la modernidad creó al separar sistemáticamente las unidades de luz y del todo; porque la tendencia de la modernidad positivista se radicalizó sistemáticamente en algunas posturas que dieron origen a otras formas de pensar y de actuar en la vida del hombre; dándole supremacía a lo medible y a lo cuantificable. Todo lo que tuviese principios y fundamentos metafísicos no podrían ser elementos de verdad, por lo tanto deberían ser desechados.
En la Edad Media Santo Tomás prestó atención al tema, presente a lo largo de la época. Hasta ese momento lo más característico, "era subordinar los conocimientos racionales al ámbito de la fe, puesto que ésta por sí misma no es suficiente para alcanzar la verdad, que es Dios (agustinísmo filosófico). Entre algunos de los pensadores cristianos más representativos de esta concepción podemos citar a: San Agustín, San Anselmo de Canterbury, San Buenaventura"[3]. Para todos ellos no hay ningún tipo de separación entre el dominio filosófico (razón) y la teología (fe), estos dos tipos de conocimiento colaboran entre ellos para alcanzar la verdad divina, ahora bien, en esta mutua colaboración siempre tendrá prioridad cognoscitiva la teología sobre la razón.
Es importante señar que Santo Tomás mantiene la tesis de que las verdades teológicas y las filosóficas, son completamente distintas. El saber de la filosofía verifica sus presupuestos a partir de los datos del mundo sensible, sin necesidad de recurrir a la presencia divina, mientras que la teología construye su sistema gnoseológico a partir de la revelación divina.
Fe y razón ambos tipos conocimientos independientes (teología y filosofía) no existe conflicto entre ellas, porque ambas proceden de Dios. Para santo Tomás de Aquino, tanto la creación del mundo natural como el sobrenatural son obra de la divinidad y por tanto considerar a ambos mundos y formas de conocimiento separadas sería ilógico, pues todo procede de Dios."Las verdades mismas, a las que por sí sola puede llegar la razón, no son alcanzables por todas las personas y el camino que a ellas conduce no está libre de errores. Por ello se hace necesaria la instrucción del hombre mediante la revelación divina. Ahora bien, cuando una proposición está en conflicto con un presupuesto revelado"[4], Santo Tomás de Aquino se inclina a pensar que la equivocación es siempre de la razón o de la filosofía, porque la fe al provenir de la revelación es verdadera. Así, en caso de error habrá que revisar los pasos de la deducción filosófica para descubrir sus aparentes fallos.Santo Tomás de Aquino demuestra que la razón como forma de conocimiento no puede demostrar lo que pertenece a la fe, pero puede servir para demostrar los preámbulos de la fe, las verdades cuya demostración es necesaria a la fe misma. Por lo tanto la fe se sustenta sobre presupuestos racionales previos, pues no podríamos conocer que Dios es eterno o inmortal si nuestro entendimiento no poseyera las nociones de Dios y de eternidad. Por otro lado la razón puede rebatir las objeciones contra la fe demostrando que son falsas o que no tienen fuerza demostrativa[5]
Sin embargo, en el siglo Xll, Averroes rompe esta concepción, al considerar que el dominio filosófico, es completamente independiente al de la fe. Defiende la concepción de que filosóficamente puede ser verdadero lo contrario de lo que teológicamente se acepta como verdad de fe. Así por ejemplo, tomando como referencia a la teología podríamos aceptar como verdadero la inmortalidad del alma, y por el contrario si nuestras argumentaciones estuviesen apoyadas en presupuestos racionales a la conclusión, de que el alma es mortal.
Tanto las ideas de Averroes corno la de sus seguidores cristianos de la escuela de París tuvieron muchas dificultades con la iglesia, al admitir presupuestos como la eternidad del mundo, la mortalidad del alma o la teoría de la doble verdad, puntos centrales e incompatibles para la teología cristiana
La fe y la razón son luces que iluminan la conciencia de toda persona humana, para ver adecuadamente la realidad donde viven, conviven y transforman, en las diversas circunstancias de su vida. Son elementos que están en función de la búsqueda de la verdad y de la trascendencia de la persona. "son las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad"[6]
La verdad es y será siempre el punto fundamental de la búsqueda de la actividad científica que desarrolla la ciencia en todos sus campos, pero hay que puntualizar que solamente encontrará aspectos de verdad, que se complementarán de manera armónica y equilibrada. Como aspectos de verdad lo visualizará la inteligencia humana por ser producto de sus procedimientos y métodos utilizados. El método siempre tendrá límites porque es diseñado para un fin, pero la fe como realidad complementará los actos de la inteligencia para descubrir, alcanzar y trascender a la verdad absoluta.
Dado a las situaciones y circunstancias de pérdida de sentido de la vida; la descomposición social que ha generado el hombre en sus instituciones y la creación de la cultura de valores globalizantes ha convertido la existencia en que todo debe usarse y desecharse cuando no sirva o no se necesite. De esta manera se crea una modalidad de función en la vida social de los pueblos: el reciclaje humano como moda y estilo que le dan utilidad al desarrollo y progreso de los que conducen los destinos de las naciones.
De manera oportuna y atinada la Iglesia como institución, Esposa de Cristo, formadora y orientadora de conciencia ha sabido leer, estudiar y analizar críticamente los signos de los tiempos. Signos que se convierten en indicadores vivientes de la fe y de la razón.
Ante la importancia de la relación de los dos elementos que nos llevan a la búsqueda de la Verdad, el Papa Juan Pablo II, durante su pontificado crea y ofrece la encíclica Fides et ratio, a la comunidad científica de filósofos y teólogos con la finalidad de orientar e iluminar la gran tarea que tienen para la humanidad.
El documento pontificio sobre la relación de Fe y razón tiene como finalidad de ser luz en la mente y en la conciencia de los que hacen ciencia en los campos del saber e indicar que el espíritu humano puede elevarse a la contemplación de la Verdad[7]
"La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad", resume a la encíclica y la Verdad es su contenido central. Juan Pablo II defiende la capacidad de la razón humana para conocer la verdad, y pide que la fe y la filosofía vuelvan a encontrar su unidad profunda.
Ante la necesidad de tener puntos de equilibro y de referencia Juan Pablo II plantea el problema que tendrá impacto entre los hombres de cultura: ¿por qué los movimientos filosóficos contemporáneos insisten en puntualizar la debilidad de la razón y la difusión de un escepticismo generalizado? Con la Fides et ratio plantea la verdad misma y su fundamento en relación con la fe. Además considera a la filosofía como una ayuda indispensable para profundizar en la inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio a cuantos aún no la conocen[8]
Es de vital importancia para los estudiosos de la filosofía y la teología dejarse iluminar de esta fuente del saber que el Sumo Pontífice ha puesto en mano de los creyentes y de la humanidad, por lo cual creo necesario indicar las ideas centrales que aborda los siete capítulos del documento.
La filosofía cuando se estudia el ser, no es aprehendido de manera inmediata por la concepción humana, porque la acción de conciencia intenciona lo real, aunque no alcance lo real en sí mismo, sólo puede dar explicación de su complejidad. La génesis del conocimiento y saber se da mediante el ejercicio de la intuición simbólica. Cuando interviene el concepto, va precedido por un saber en sí mismo que hace posible la reflexión. Además, el juicio comprende su objeto mediante un objeto distinto que funciona como signo.
La Encíclica de Juan Pablo II, actualiza la gran tradición del magisterio, porque abre un nuevo punto de partida para la reflexión entre filosofía, verdad revelada y las relaciones supeditadas a ella (fe-razón, filosofía-teología). Se confirma que se ha tenido aceptación extraordinaria de la Encíclica en todo el orbe, en creyentes y no creyentes.
Este punto de partida, ha sido posible por la capacidad y habilidad, que ha tenido Iglesia, en fundamentar las intervenciones a lo largo de la historia, porque lejos de poner límites, ha fijado su postura equilibrada y sensata.
Juan Pablo II, con su obra, ha dado luz para desarrollar la investigación filosófico-teológica. Por lo que hay que indicar que la Encíclica Fides et ratio no representa un fin, sino un comienzo del conocimiento y saber.
El primer capítulo aborda que el conocimiento viene de la fe y la Revelación como conocimiento, es Dios mismo quien ofrece al hombre. El conocimiento propio de la razón humana es capaz, por su naturaleza, de llegar hasta el Creador; existe un conocimiento que es peculiar de la fe. Son dos verdades que no se confunden, ni una hace superflua a la otra.
El segundo capítulo señala que hay una profunda e inseparable unidad entre el conocimiento de la razón y el de la fe. Se demuestra cómo el pensamiento bíblico, basado en esta unidad, había ya descubierto una vía maestra hacia el conocimiento de la verdad.
El tercer capítulo expresa que, en la expresión: hay que entender para creer y parte de la experiencia de que todo hombre desea saber, que la verdad es el objeto propio de ese deseo. El hombre busca la verdad, hacia una verdad ulterior que pueda explicar el sentido de la vida. La verdad que nos llega por la Revelación es, al mismo tiempo, una verdad que debe ser comprendida a la luz de la razón, es muy importante el papel de la filosofía.
El capítulo cuarto realiza una síntesis histórica, filosófica y teológica de cómo el cristianismo entró en relación con el pensamiento filosófico antiguo. Presenta el ejemplo de los Padres de la Iglesia, los cuales, con la aportación de la riqueza de la fe. En la Edad Media se pone el esfuerzo en encontrar las razones que permitan a todos entender los contenidos de la fe. La época moderna señala la progresiva separación entre fe y razón, con el consiguiente cambio del papel desempeñado por la filosofía: de sabiduría y saber universal, se fue empequeñeciendo hasta considerarse una más de las tantas parcelas del saber humano.
En el capítulo quinto se dan diversos pronunciamientos del Magisterio sobre la filosofía. Afirma que la Iglesia no propone una filosofía propia ni canoniza una filosofía particular con menoscabo de otras, pero tiene el deber de indicar lo que en un sistema filosófico puede ser incompatible con su fe.
Ninguna forma histórica y sistema filosófico puede legítimamente pretender abarcar toda la verdad, ni ser la explicación plena del ser humano, del mundo y de la relación del hombre con Dios. Además, se recorren las censuras del Magisterio a propósito de doctrinas como el fideísmo, el tradicionalismo radical, el racionalismo. A pesar de que la Iglesia ha animado a la filosofía a recuperar su misión, el Papa que entre teólogos existe un desinterés por el estudio de la filosofía. De ahí que haya querido proponer algunos puntos de referencia para instaurar una relación armoniosa y eficaz entre la filosofía y la teología.
El capítulo sexto está dedicado a que las diversas disciplinas teológicas deben mantener relación con el saber filosófico. La idea central es que sin la aportación de la filosofía no se podrían ilustrar determinados contenidos teológicos. El Papa precisa que, el patrimonio filosófico asumido por la Iglesia tiene valor universal, y ve en el término circularidad la vía que conviene seguir en la relación entre fe y razón: El punto de partida y la fuente original debe ser siempre la palabra de Dios revelada en la historia, mientras que el objetivo final no puede ser otro que la inteligencia de ésta, profundizada progresivamente a través de las generaciones. La gran fecundidad de esta vía se pone de manifiesto en tantos autores cristianos que han combinado una búsqueda filosófica y los datos de la fe. El Papa cita, a título de ejemplo, a J. H. Newman, A. Rosmini, J. Maritain, E. Gilson, E. Stein, V. Solovev, P. A. Florenskij, P.J. Caadaev, V. Losskij.
El capítulo séptimo como tema central aborda la revelación como el punto de referencia y de confrontación entre filosofía y fe. La Sagrada Escritura contiene elementos que permiten obtener una visión del hombre y del mundo de gran valor filosófico.
Precisamente la crisis de sentido, es uno de los elementos más importantes del pensamiento actual. La fragmentación del saber hace difícil una búsqueda de sentido. El Papa precisa firmemente la convicción de que el hombre es capaz de llegar a una visión unitaria y orgánica del saber. Este es uno de los cometidos que el pensamiento cristiano deberá afrontar a lo largo del próximo milenio de la era cristiana.
Para estar en consonancia con la palabra de Dios es necesario, ante todo, que la filosofía encuentre de nuevo su dimensión sapiencial de búsqueda del sentido último y global de la vida. Una teología sin un horizonte metafísico no conseguirá ir más allá del análisis de la experiencia religiosa y será incapaz de expresar con coherencia el valor universal y trascendente de la verdad revelada.
Fe y razón serán las luces para caminar hacia el encuentro de la Verdad, por lo tanto es necesario estar siempre en una constante búsqueda a lo largo de la vida. No perder la capacidad de asombro que tenemos como seres pensantes porque es la chispa de la inteligencia y de la fe.
Autor:
Dr. Feliciano Hernández Cruz
(Licenciado, Maestro y Doctor en Filosofía)
[1] http://pensardenuevo.org/la-razon-y-la-fe/
[2] Idem
[3] http://cibernous.com/autores/taquino/teoria/conocimiento/razfe.html
[4] Idem
[5] Idem
[6] Encíclica Fides et ratio de Juan Pablo II. Con esta frase inicia el documento.
[7] Idem; www.almudi.org
[8] Idem