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La epidemia vampírica del siglo XVIII y el imaginario del vampiro en Europa (página 2)


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"Cuando se nos preguntó acerca de lo que pensábamos de este muerto, respondimos que le creíamos bien muerto (…); les dijimos que no era sorprendente que el carnicero hubiera sentido cierto calor escarbando entre entrañas que estaba pudriéndose; que no era extraordinario que hubieran surgido algunos vapores ya que era como remover un vertedero; que la pretendida sangre roja que aún permanecía en las manos del carnicero no era más que una especie de cieno hediondo".

Tras la morbosa extirpación, cuenta el testigo francés, llevaron el corazón hasta una playa, donde lo quemaron y tiraron sus cenizas al mar. Pero el vampiro no cesó con sus tropelías. De hecho, parecía que se había despertado con más fuerza que antes, produciendo un terror aún mayor en la población.

"Yo no veía nada más lamentable que el estado en el que se encontraba la isla; las gentes más razonables parecían tan afligidas como las demás; aquello se convirtió en una verdadera enfermedad de cerebro, tan peligrosa como la manía o la rabia. Uno podía ver como familias enteras abandonaban sus casas, llevándose sus bártulos a la plaza para pasar la noche allí. Cada cual se quejaba de haber sufrido una nueva vejación. Con la entrada de la noche no se oían más que lamentos. Los más sensatos se retiraron al campo".

La fuerza de las creencias tradicionales en Míconos era enorme y poderosa. Las certezas del pasado moldearon el modo de interpretar lo que sucedía. Y en donde Tournefort veía un cuerpo pudriéndose naturalmente, los "Otros" distinguían los rasgos propios de un vampiro.

"Por precaución –escribe el botánico– decidimos no decir nada. No sólo se nos habría tratado de ridículos, también de infieles. ¡Cómo oponerse a todo un pueblo! Aquellos que sospechaban que dudábamos de la veracidad de los hechos venían a nosotros para reprocharnos nuestra incredulidad y pretendían probar que existían los Vroucolacas citando la autoridad de la obra del Padre Richard, misionero jesuita".

Así pues, las procesiones, los rezos, incluso las huidas de la isla en busca de seguridad, continuaron hasta que en cierto momento a alguien se le ocurrió que había que quemar el cuerpo entero. Cosa que ocurrió (contrariando las disposiciones religiosas) el 1 de enero de 1701 en la diminuta isla de Saint George, frente Míconos.

"Después de todo esto – concluye Tournefort– no hará falta manifestar que los griegos de la actualidad no son los grandes griegos de antaño, y que no hay entre ellos más que ignorancia y superstición".

No hay duda de que estamos ante miradas muy distintas.

Interpretaciones contrapuestas.

Dos mundos diferentes, frente a frente, ante un cadáver considerado vampiro. Ciencia versus tradición. Tal vez en esta pulseada, y en la larga persistencia de la tradición, esté la fuerza que todavía tienen los resucitados. Porque a pesar del tiempo transcurrido, en numerosos pueblos y aldeas de Europa Oriental e islas del Egeo, se siguen practicando subrepticiamente rituales semejantes a los que Tournefort describiera en 1701.[29]

Con el mismo fanatismo, credulidad y temor que antes.

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Es bien conocida la enorme fuerza que tienen los rumores y la inclinación que existe en creer en cuestiones sobrenaturales.[30] Por eso, cuando ambos fenómenos se dan juntos, no es extraño que del estatuto del "se dice" se pase, sin demasiado problema, al de la confirmación acrítica de los fenómenos en cuestión.[31]

Como si fuera una enorme bola de nieve, que va creciendo a medida que rueda, el rumor (en ciertas condiciones, especialmente de crisis, inseguridad y de miedo) arrasa con todo. Incluso con los juicios más equilibrados y fríos. Tournefort fue testigo de ello. Pero hay otros casos históricos que tuvieron gran difusión en la Europa del XVIII y que contribuyeron a crear la leyenda del vampiro que llega a nuestros días.

El año 1725 es clave en la historia documentada de la creencia en vampiros.

En esa fecha, dos casos oficialmente consignados en archivos, terminaron impactando en la opinión pública dando origen a un debate en el que neófitos y académicos se trenzaron hasta el día de hoy.

Desde entonces, y por influencia de los medios de información (¿o desinformación?), las creencias, rituales y tradiciones del Este fueron puestas en consideración del gran público y así, dos realidades cosmovisionales diferentes (la oriental y la occidental) entraron en contacto difundiendo una temática que, al menos en Europa del Oeste, había sido exclusiva de un reducido número de escritores, viajeros y diplomáticos.

Fue por intermedio de los periódicos que se conocieron términos exóticos e historias inverosímiles que sacudieron la imaginación y el miedo en igual medida. La sombra de los "revenidos" (revenans) se espesó. Sus contornos se delinearon y una palabra nueva, "Vampiro", terminó imponiéndose en casi todas las lenguas europeas. Término que alcanzó su momento de mayor éxito con la novela que Bram Stoker publicara a fines del siglo XIX (1897).

Pero mucho antes de que Drácula se levantara de su tumba, hubo otros chupa-sangres, no tan famosos, que hicieron lo mismo.

Kisilova, Serbia, 1725.

Un oficial imperial austrohúngaro de apellido Frombald, destacado en territorio de la actual Hungría, escribe, con fecha 31 de julio, un informe a sus superiores en Viena en el que da cuenta de su participación directa en la ejecución postmortem de un "Vampiry"; aludiendo una situación muy similar a que Tournefort describe en su libro.

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"Tras la muerte de un sujeto de nombre Peter Plogojowitz diez semanas antes (…) y después de haber sido enterrado conforme a las costumbres de las gentes (…) se reveló que en transcurso de una semana, nueve personas jóvenes y viejas, también habían fallecido tras sufrir una enfermedad de 24 horas. Y habían manifestado, mientras aún estaban con vida, que el mencionado (…) las había visitado durante el sueño. (…) La esposa del difunto dijo que su marido se le había presentado ente ella para pedirle sus zapatos. Y ya que estos seres (que ellos llaman vampiry) muestran signos reconocibles como que su cuerpo no se descompone (…) resolvieron de modo unánime abrir su tumba (…). Con este objeto acudieron a mi (…) para solicitar mi presencia y la del (…) sacerdote local. Y a pesar de que en un principio expresé mi desaprobación (…) me respondieron que yo podría hacer lo que quisiera, pero que si no recibían permiso para proceder al examen del cuerpo como era su costumbre, se verían obligados a dejar sus casas y hogares, ya que si tenían que esperar la autorización desde Belgrado todo el pueblo sería destruido. Puesto que no podía hacerles cambiar de opinión (…) he decidido ir hasta el pueblo de Kisilova (…) y ver el cuerpo de Peter Plogojowitz que estaba recién desenterrado. (…) No expedía el hedor que es característico de los muertos, y que el cuerpo estaba perfectamente fresco. (…) El cabello y la barba (…) le habían crecido de nuevo. (…) La piel se había desprendido y una nueva había surgido. La cara, las manos y los pies (…) estaban bien conservados. No sin asombro observé que había sangre fresca en su boca, la cual según el parecer de todos, había chupado de la gente a la que le había dado muerte. Después, la gente (…) tomaron una estaca (…) y tras traspasarle el corazón fue causa de que brotara mucha sangre fresca de sus orejas y boca. Por último, siguiendo las costumbres, han quemado al susodicho cuerpo".[32]

Este documento, descubierto en 1993 en un archivo de la ciudad de Viena, es el primero en hacer alusión a los monstruos que nos convocan utilizando concretamente la palabra "vampiro". Al poco tiempo de su redacción, un prestigioso periódico, Das Wienerisches Diarium, lo transcribe casi en su totalidad, iniciando así la fiebre vampírica condenada a mantenerse en los siglos precedentes.

Por otro lado, en ese mismo año, otro libro de enorme difusión, De Masticatione Mortuorun in Tumulus (1725), escrito por Michaël Ranft (quien atribuye todo a una enfermedad y sus efectos contagiosos), popularizó aún más el caso de Kisilova; el cual terminó convirtiéndose en un verdadero clásico del tema.[33]

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Medvedja, Serbia, 1725.

Muy pocos kilómetros al norte de la aldea de Kisilova se levantaba otra pequeña población llamada Medvedja ("Lugar de los Osos") que fuera el escenario del segundo caso que vamos a referir; y que tiene por protagonista a un personaje conocido bajo el nombre de Arnold Paole, considerado vampiro por sus vecinos, tras la muerte. Este caso es uno de los más famosos dentro de la historia de la creencia en vampiros y existe una profusa documentación, directa e indirecta, que hace referencia al mismo.

Entre los años 1718 y 1739, Serbia dependía, desde un punto de vista administrativo, del Imperio Austrohúngaro. Previamente había sido un territorio que había estado bajo la influencia de los turcos otomanos. En el primer año referido, el gobierno de Viena hizo todo lo posible por poblar la región con colonos, muchos de ellos provenientes de la zona turca y que pasaron a formar parte de milicias encargadas de custodiar la frontera. A estos colonos se los llamó hayduk, y Arnold Paole fue uno de ellos.

Paole, antes de morir, había comentado a sus familiares y allegados, que había sido atacado en la localidad de Cosowa (Kosovo) por un vampiro; y que para evitar convertirse en uno de ellos tras la muerte, había practicado un ritual, aparentemente extendido en la región, que consistía en comer tierra de la tumba del monstruo y después, tras hacerse de la sangre de su agresor, frotársela por todo el cuerpo.

Todo parece indicar que el procedimiento no funcionó, porque, años después, tras su muerte en 1725 (acaecida en un accidente, al caer de un carro con heno), mucha gente, 20 días después de haber sido enterrado, comentaron que Paole los visitaba en sus casas con frecuencia. Mucho afirmaron que habían sido atacados por este murto-vivo; y a raíz del pánico que se desató en la región, el jefe militar ordenó desenterrar el cuerpo para confirmar si el susodicho hayduk era o no un chupasangre.

Tras sacarlo de ataúd, encontraron que el cadáver estaba intacto, incorrupto. Que la piel y las uñas le habían crecido y que la sangre era roja y fresca, hallando rastros del vital elemento en boca, oídos y nariz, claro indicio de que Paole era un vampiro. Razón por la cual se procedió a clavarle una estaca en el corazón y, posteriormente, su cuerpo quemado.

Unos años después, hacia 1731, la gente de Medvedja empezó a morir sin causa aparente alguna. Trece personas en menos de una semana. Todo indicaba que se estaba desatando una segunda epidemia vampírica. En esa ocasión, los habitantes de la aldea solicitaron al teniente coronel a cargo del pueblo que tome cartas en el asunto y éste, temiendo que se estuviera por desatar la peste, convocó en diciembre de ese año, a un médico de apellido Glaser, quien tras realizar un estudio de la villa concluyó de que no había indicios de epidemia alguna. Pero entre la gente ya se había instalado la idea de que varios vampiros merodeaban la aldea. Una vez más, la psicosis colectiva se convirtió en pánico y los vecinos amenazaron con retirarse de la ciudad si el gobierno local no solucionaba el tema. Ante el ultimátum, el médico accedió a desenterrar los cuerpos de aquellas personas que habían sido atacadas por Paole años atrás (una diez en total). De esa operación salió un informe que Glaser envió a sus superiores, quienes a su vez decidieron mandar una segunda comisión investigadora a cargo de otro médico militar llamado Johann Flückinger que, a la postre, sería el autor de uno de los documentos oficiales más interesantes y conocidos, titulado Visum et Repertum (Visto y Descubierto), con fecha 7 de enero 1732.[34]

El caso Paole tampoco quedó circunscripto a la aldea Serbia: la noticia llegó a los periódicos, en este caso de la mano del padre el doctor Glaser, quien resultó ser corresponsal de un semanario muy conocido llamado Commertium Litterarium de la ciudad de Nuremberg. El artículo del galeno devenido en reportero, relató las experiencias que había tenido su hijo y utilizó la palabra vampiro. Término que, junto con los artículos más arriba nombrados popularizaron aún más el vocablo.

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El caso Paole fue citado dos años después en la obra de un tal Johann Christoph Harenberg (1733) y en otro artículo, escrito por Juan Gómez Alonso, de abril del mismo año, en el que concluyen que todas estas historias vampíricas no son más que productos de la fantasía desatada por la ignorancia.

Claro que de muy poco valieron estas referencias científicas. La creencia, instalada ya en Europa Occidental, saltó del debate académico a la literatura; y de ésta a la cotidianeidad de los rumores populares que, en muchas ocasiones, volvieron a estos casos sin considerar el lado crítico-racional de los documentos que los nombraban.

Los "re-editaron" en virtud de la necesidad misteriosa de creer.

Parte 3

Comarcas lejanas

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"Debo partir al país de los fantasmas y

de los ladrones. Un lugar maravilloso y

un poco sombrío, pero emocionante, donde

la gente todavía cree en monstruos".

Diálogo entre el protagonista y su esposa en el

film Nosferatu, Fantasma de la Noche (1979)

de Werner Herzog.

"La mente humana se resiste a la extrañeza que genera

el desconocimiento (…). Para ello asimila los estereotipos

como mecanismo de ayuda a superar la ansiedad de la ignorancia".

Charnon-Deutsch (2004)

Los muertos-vivos, revenans o vampiros europeos, son típicas bestias de frontera.

Nacieron al imaginario en los límites de la cristiandad, en la línea divisoria que la separaba del Imperio Otomano; en una Europa del Este que, por simple capilaridad, absorbió los peligros y prejuicios que todas las fronteras tienen de suyo, arrastrando una imagen siempre negativa que se mantiene hasta hoy y que los medios de comunicación masivos se encargan de seguir difundiendo.[35]

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Transilvania ("La Tierra detrás de los Bosques"), Valaquia, Moldavia y Silesia, Hungría, Rumania, Serbia, y Bohemia (incluso Grecia y sus islas egeas) son todos nombres que despiertan la fantasía y la imaginación. Toponimias que nos llevan a un universo que se nos antoja exótico, misterioso y lejano. Tierras de montañas y bosques espesísimos. Primitivos. Últimos fragmentos de una foresta medieval que se ha venido talando sistemáticamente desde el siglo XI.[36]

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Tierra de lobos y de osos. De cruces y encrucijadas de caminos repletos de historias sobrenaturales. Tierra de iglesias solitarias, acosadas por mil pecados nunca expresados. Comarca de los Balcanes, de los Cárpatos, del Paso de Borgo. Tierras condenadas. Sufrientes. Escenarios aislados donde la tradición parecería mantenerse inalterable. Comarcas donde la cordura es fagocitada por la superstición y en las que el sentido de lo posible ya no es el nuestro.

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Frontera con el enemigo. Escenario de sospechas y suspicacias, enfrentamientos, violencia y crueldad. Tierra de miedos y traiciones. Pasaje a un oriente siempre despreciado por pagano, hereje o musulmán. Un oriente sólo conocido a medias, epidérmicamente, de forma superficial; cuyos códigos son diferentes y la cosmovisión dominante se parece muy poco a la que tenemos.

Una tierra siempre lejana. Apartada del Progreso. Origen de invasiones, epidemias y muerte. Comarca fría y de penumbras constantes; pero, al mismo tiempo, nexo geográfico con la riqueza, los metales preciosos, las especias, los objetos de lujos, la seda y las historias que seguimos contando en los fogones nocturnos.

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Comarca de castillos y fortalezas, donde la literatura gótica y romántica abrevó para exagerar e inventar su llamativo exotismo, difundiéndolo por todos los rincones del orbe. Nido de estereotipos que el cine del siglo XX, desde muy temprano, explotó por medio de una iconografía tan efectista como bella.

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Tierra de gitanos, esoterismo y maldiciones. De licántropos, brujas y vampiros; resabios todos de una Europa presentada como arcaica y detenida en el tiempo.

Comarca de magia y sortilegios, amenazas, racismo y horror.

En este escenario es de donde el Padre Agustín Calmet sacó sus legiones de atemorizadores vampiros y de los cuales dieron cuenta algunos periódicos del siglo XVIII desatando un interés no carente de morbo.

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Mucho antes de que Winston Churchill impusiera su metáfora "Cortina de Hierro", Europa oriental estuvo separada del resto del continente por otro telón. Uno menos contaminante, biodegradable, hecho por un bosque inmenso, húmedo, frondoso, lleno de bruma e invadido de silencio. Un bosque primigenio que selló la suerte de esa región, contribuyendo a difundir un cuadro estereotipado, cuyas principales características fueron el atraso, la superstición y el anti-progreso. Por otra parte, más allá de esa foresta, se abría un universo desconocido y temido. Adverso a la cristiandad. Un mundo que, entendían, pretendía dominarlo todo, destruyendo lo que se le pusiera en el camino. Ese era el Imperio Otomano. El mundo del Islam. Un cosmos que, sólo muchísimo más tarde, adquiriría el aspecto de un renovado monstruo: el del comunismo soviético.

La literatura primero, los medios de comunicación después (en especial los periódicos) y por último el cine y la televisión, fueron los responsables del modo en que hemos percibido a Europa oriental; y es sintomático observar cómo esa representación bipolar, llena de prejuicios, creó, a partir de la distancia y la fragmentación informativa, un estereotipo negativo de larga duración que estigmatizó y homogeneizó a esa otra mitad del viejo mundo. El vampiro es uno de sus símbolos.[37]

Hemos conocido el Este más por descripciones literarias que por observaciones científicas. Lo colonizamos con la imaginación. Completamos el cuadro con nuestros propios miedos y prejuicios. Lo volvimos cruel, primitivo y pintoresco; salvaje, bonito y poco cultivado. Lo convertimos en una especie de "Mundo Perdido", como el de Arthur Conan Doyle, y pretendimos conquistarlo a través de los textos de aventuras y de terror, en un intento por controlar el horror a ser controlado, antes, por "El Otro".

¿De qué otras comarcas podía provenir un vampiro? ¿De qué otra región inculta, supersticiosa y cercana, podía ser puesto en peligro el desarrollado mundo del Progreso del siglo XVIII?

Porque los vampiros encarnan eso: la amenaza al Progreso ilustrado.

Una sombra anticipada a todo lo que vendría mucho después, en el "breve y cruel" siglo XX.

FJSR

Buenos Aires, Argentina

Julio 2014

 

 

Autor:

Fernando Jorge Soto Roland*

 

[1] Un claro ejemplo de esto lo constituyen los modernos cazadores de monstruos y espectros que salen por televisión, empeñados en descubrir los secretos del universo y de la muerte usando tecnología de punta. Además, llama la atención el profundo interés de la gente por esos temas y el gran número de programas televisivos que, ya sea desde la ficción más pura a los pseudo-documentales científicos, apuntan a estas cuestiones (ejemplo de ello son Monster Quest y Ghost Hunters, por citar sólo dos de ellos).

[2] Extraído de un reportaje realizado al alcalde por un diario local. Véase en Web: http://www.diariolasamericas.com/mundo/serbia-revive-leyenda-vampiro-sava-savanovic-dracula-serbio.html

[3] Véase: Cuellar Alejandro, Carlos, El Molino como espacio gótico del cine fantástico, disponible en Web: https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/660445/HYB2_4.pdf?sequence=1

[4] Véase: Leptirica (1973). Disponible en Web: http://www.youtube.com/watch?v=nzHznku1OnA

[5] Véase: Soto Roland, Fernando J., El Bosque, la Imaginación y el miedo. Disponible en WEB: http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/bosque.htm

[6] Denominaciones varias: varcolak , moroi (Rumania), wurdalak, upier (Rusia), vrykolakas (Grecia), brucolaco en castellano, vurdalak (ruso moderno), vrolok (eslovaco), strigoï o strigoiul (rumano moderno), vampir (búlgaro), vukodlak (serbio), upiór (polaco), upir (ruso antiguo) , nosferatu (del griego nosophoro (??s?f????), portador de enfermedad) vampyrus (latín) y Kyuuketsuki (???) o Kuei-jin en japonés.

[7] Estas “epidemias” siguieron causando estragos hasta bien entrado el siglo XIX. Rosell Hope Robbins, en Enciclopedia de la brujería y demonología (Ed. Debate, 1988), excelente libro de consulta que sintetiza la problemática a partir de un corpus bibliográfico enorme, afirma que “las epidemias fueron especialmente virulentas en Ouíos en 1708, en Meduegya y Belgrado en 1725 y 1732, en Servia en 1825, en Hungría en 1832, y en Danzig en 1855” (pág. 585).

[8] La arqueología ha confirmado esto, excavando tumbas en las que el cuerpo aparece atravesado por estacas y demás objetos mágicos. Véase el sitio Web mejor documentado sobre el tema que tratamos: http://www.arries.es/la_cripta/varios/cadaveres_vampiros_8.html

[9] Delumeau, Jean, El Miedo en Occidente, Editorial Taurus, Madrid, 1989, pp. 133 y 134.

[10] Ibídem, pág. 218.

[11] Calmet, Don Agustín, Tratado sobre los Vampiros, Editorial Reino de Cordelia, España, 2009.

[12] Voltaire, Diccionario Filosófico, www.librodot.com, pág. 819.

[13] Ibídem, pág. 819.

[14] Ibídem, pág. 819.

[15] Véase: Gómez castellano, Irene, Benito Jerónimo Feijoo y la controversia europea en torno a los vampiros. Disponible en Web: http://www.academia.edu/3576277/_Benito_Jeronimo_Feijoo_y_la_controversia_europea_en_torno_a_los_vampiros_._Salina_21_2007_91-100

[16] Disponible en Web. http://www.filosofia.org/feijoo.htm

[17] Feijoo, Benito Jerónimo, Carta XX, Pág. 287. Texto completo disponible en Web. http://www.filosofia.org/bjf/bjfc420.htm . Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), tomo cuarto (1753). Texto tomado de la edición de Madrid 1774 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo cuarto (nueva impresión), páginas 266-293

[18] Y esto se aprecia en muchos textos esotéricos actuales, que desdeñan los comentarios racionales del benedictino y se quedan únicamente con la historia que relata, como si fuera ésta una verdad histórica probada por el solo hecho de haber sido escrita hace unos trescientos años.

[19] Feijoo, op.cit. pág. 278.

[20] Ibídem, pág. 278.

[21] Ibídem, pág. 279.

[22] Ibídem, pág. 279.

[23] Ibídem, pág. 279.

[24] Ibídem, pág. 287.

[25] Ibídem, pág.289.

[26] Ibídem, pág. 294.

[27] Crespo MacLennan, Julio, Imperios. Auge y declive de Europa, 1492-2012, Galaxia Gutemberg Círculo de Lectores, España, 2012, pp. 11-12.

[28] Todas las citas textuales de la obra de Tournefort son tomadas de la traducción realizada por Javier Arries disponible en Web: http://www.arries.es/la_cripta/casos/mykonos.html

[29] Véase noticia periodística de Craiova, Rumania. Disponible en Web: http://escalofrios.org/caceria-de-un-vampiro-en-rumania/ y en http://www.taringa.net/posts/paranormal/9876843/El-Vampiro-Petre-Toma-en-Rumania-2003.html

[30] Sunstein, Cass R., Rumores. Cómo se difunden las falsedades, por qué nos las creemos y qué se puede hacer contra ellas, Editorial Debate, Uruguay, 2009.

[31] Hood, Bruce M., Sobrenatural. Por qué creemos en lo imposible, Editorial Sefirá, Colombia, 2009.

[32] Traducción del documento realizado por Javier Arries. Disponible en Web: http://www.arries.es/la_cripta/casos/pedro_plogojowitz.html

[33] Véase: http://www.arries.es/la_cripta/vampirologos/michael_ranft.html

[34] Documento disponible en Web: http://es.scribd.com/doc/37195086/Visum-et-Repertum

[35] Esparza, Daniel, La creación de un monstruo llamado Europa del Este. Disponible en Web: http://e-spacio.uned.es/fez/view.php?pid=bibliuned:ETFSerieVI-2009-2050

[36] Weisman, Alan, El Mundo sin Nosotros, Editorial Debate, Argentina, 2007, pp.21-26.

[37] Por otra parte, es bueno aclarar que, a pesar del tiempo transcurrido, los países del Este europeo arrastran todavía una pesada herencia de desprestigio cuyo origen lo encontramos a fines de la Edad Media, cuando el Gran Turco se instaló en la frontera del catolicismo, y se perpetuó reverdecido durante toda la Guerra Fría (1945-1991).

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