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El androcentrismo a la luz de los clásicos de la Sociología

Enviado por nelak


     

    La Sociología como ciencia no ha estado excenta de una percepción androcéntrica en su discurso, muchos de sus cultivadores clásicos han contribuido con sus ideologías a legitimar desde una postura científica la brecha entre lo femenino y lo masculino como caras de una moneda que actúan en ámbitos diferentes, encasillados en funciones contrapuestas; rol expresivo para las mujeres y rol experimental para los hombres, las primeras destinadas para intervenir en el mundo privado mientras que los segundos ejercerán en el mundo público, considerados ambos como esferas opuestas de la vida social.

    La Sociología esencialmente se ha caracterizado desde sus inicios como ciencia y hasta su contemporaneidad por ser androcéntrica, mayoritariamente ha sido construida por hombres( es importante destacar que a pesar de que la figura femenina ha estado presente tanto en la teoría clásica como contemporánea, esta presencia ha sido en extremo subvalorada y poco visible) y las teorías han llevado ese sello.

    La marginación de los estudios de la mujer en este sentido, puede estar dada por el deseo de los hombres de mantener su posición de superioridad.

    De ahí que muchos sociólogos al abordar el orden social existente legitimen las diferencias entre hombres y mujeres, por supuesto en beneficio de los primeros.

    Característica de la mayoría de las sociedades y que ha primado también en el discurso de esta ciencia, ha sido la preponderancia del hombre sobre la mujer, esto ha traído consigo que se lleve a cabo una caracterización de la mujer que la discrimina, marginándola del ámbito público, asignándole los roles de madre y esposa, confinándola a las labores domésticas y atribuyéndole una serie de características como sumisión, ternura, delicadeza.

    Desde que el hombre obtuvo el control total sobre las riquezas de la comunidad en las sociedades más antiguas, la mujer tuvo que supeditarse a él. Comenzó a depender de las actividades que el hombre realizaba y éste a su vez aprovechó la desventaja femenina para hacerse cada vez más poderoso en todos los sentidos.

    El hombre le hizo creer a la mujer que su intelecto era inferior, que las funciones para las que estaba destinada era las de madre, esposa y "sirvienta" aún en su propio hogar. Le hizo creer que el mundo público estaba vedado para ella, que su voz no debía escucharse, que su opinión era menos que nada, que no tenia capacidad de raciocinio, que debían contar hasta para las mayores simplezas con una figura masculina, ya fuera el padre, el hermano, el esposo; daba igual siempre que un hombre tomara la ultima decisión.

    De esta forma, el hombre fue expropiando a la mujer de toda riqueza , tanto material como espiritual. Se convirtió en el centro de la sociedad, se situó a sí mismo en el lugar más ventajoso, se encargó de impartir justicia(justa o no) de castigar y perdonar según su deseo. Se concedió derechos y virtudes y privó a la mujer de otros que en igual medida podrían haber compartido.

    El género: una cuestión inminente

    El tema de género ha sido tratado superficialmente por la mayoría de lo sociólogos, lo que ha traído aparejado ese marcado androcentrismo al que ya hemos hecho referencia y que ha caracterizado a la sociología. Dentro de los principales representantes de esta tendencia se encuentran: Comte, Spencer, Weber, Tönnies, Parsons y otros.

    Las teorías sociológicas desarrolladas por los representantes iniciales de esta ciencia a mediados del siglo XIX, conciben el equilibrio y el progreso social como resultado de la unidad familiar basada en una desigual distribución de roles, para ambos sexos, al interior de la familia.

    Comte17 ubica a la mujer en el espacio privado del hogar en su función de madre y esposa sumisa, como una garantía para alcanzar el orden y el progreso social.

    Para éste, quien fue fundador de la sociología y del positivismo, las desigualdades son necesarias para la sociedad y orden y progreso de ésta, se logran a través de la cohesión de la familia, la cual a su vez es posible gracias a la desigualdad entre hombres y mujeres en su interior.

    Según expresa: "la igualdad de los sexos es contraria a la naturaleza18". Se refiere además a que uno de los elementos que mantiene unidas a las personas en la sociedad es la división del trabajo. O sea, cuando todos los individuos realizaban las mismas actividades eran más independientes, pero al producirse una especialización todos dependen de todos para satisfacer sus necesidades.

    Según Comte, la división del trabajo es propia de la sociedad cuando ha llegado a su estado positivo y no solo consiste en la escisión entre el trabajo intelectual, sino también en la división de funciones al interior de la familia y como para él, el escenario fundamental de la mujer es la familia, se logrará una mayor cohesión social en la medida en que hombres y mujeres dividan sus funciones en el interior de ésta y la mujer se especialice más en la parte doméstica de la misma.

    Al hombre le toca entonces el mantenimiento económico, lo que equivale a que se desarrolle en el mundo público. Al respecto Comte plantea: "Los hombres debían mantener a las mujeres19".

    Con tal frase este desconoce la necesidad y capacidad de la mujer de ser independiente económicamente.

    Más adelante plantea: "Las mentes de las mujeres son indudablemente menos capacitadas que las nuestras para realizar generalizaciones de amplio alcance o para llevar a cabo largos procesos de deducción(…) menos capaces que nosotros para realizar un esfuerzo intelectual abstracto20".

    Es evidente la subordinación que expresa Comte respecto a las mujeres en esta frase, en la que sitúa a los hombres muy por encima intelectualmente y pone de manifiesto además su enfoque claramente androcéntrico.

    Spencer21por su parte en sintonía con estas ideas, intenta legitimar como óptimo las diferentes posiciones en un orden estructural como la familia que ocupan mujeres y hombres, en la que la presencia de este último es vital, para que la familia pueda subsistir, ya que considera al hombre como el puente fundamental entre la familia y otras instituciones sociales, mientras las mujeres se desempeñan en roles de madres y esposas, así como en funciones reproductoras a las que deben dedicar todas sus energías.

    Este autor solamente concibe a las mujeres en sus roles de esposa, madre, lo cual la limita totalmente al espacio doméstico.

    Por supuesto, para él, el hombre se mueve en el espacio público, desarrolla las actividades intelectuales y es el puente que une a la institución familiar con el resto de las instituciones sociales. La función de la mujer para Spencer es la reproductora, quedando así marginada de toda actividad intelectual o pública.

    Las ideas de estos clásicos están enmarcadas en una corriente de pensamiento positivista, fuertemente influenciada por los descubrimientos emanados de ciencias "exactas" como la Biología, y la Física, que los condujeron a establecer una identidad entre ciencias naturales y ciencias sociales, por lo que asumían y explicaban las diferencias de género con un enfoque naturalista.

    Esta tendencia fue cuestionada posteriormente por otras corrientes sociológicas, sin embargo en lo referente a las relaciones hombre-mujer, muchos mantuvieron las diferencias anatómicas entre los sexos, como la base generadora de las diferencias, en cuanto a las funciones que debían desempeñar hombres y mujeres en la familia y en la sociedad moderna.

    Tal es el caso de Durkheim que criticó duramente el biologicismo de Spencer a la vez que ubicó a la mujer en el espacio privado en el cumplimiento de los roles domésticos, justificándolo a través de las diferencias morfológicas e intelectuales entre los sexos, de cuya lógica de pensamiento resulta una posición ventajosa para el hombre al expresar:

    " Actualmente en los pueblos cultos, la mujer lleva una existencia totalmente distinta de la del hombre, se diría que las dos grandes funciones de la vida psíquica se ha disociado, que uno de los sexos, acaparó las funciones afectivas y el otro las funciones intelectuales, por lo demás, esas diferencias morfológicas que la determinaron, no solo la talla, los pesos, las formas generales son muy desemejantes en el hombre y en la mujer, sino que como lo demostró el Dr. Lebón y lo hemos visto, con el progreso de la civilización, el cerebro de los dos sexos se diferencia cada vez más 22".

    Otro planteamiento de Durkheim similar a este y con el que resulta difícil coincidir es el referido a que la mujer posee rasgos de naturaleza primitiva. Al parecer, para el autor el proceso civilizatorio ha transformado solamente a los hombres mientras que las mujeres han quedado al margen de dicha transformación.

    Es visible aquí la marginación de la mujer por parte de Durkheim. Lo que ha ocurrido con la composición física del hombre y la mujer, es que producto de la división sexual del trabajo, la mujer se vio relegada al ámbito familiar y alejada de cualquier forma de trabajo forzado, por lo que su cuerpo se desarrolló menos en lo referido.

    Sin embargo , esta diferencia física nada tiene que ver con el intelecto y la capacidad racional de la mujer y si ha existido poca participación femenina en la ciencia, esto no se debe a que la capacidad intelectual femenina sea más baja a la del hombre.

    Además para él "La mujer háyase menos metida que el hombre en el movimiento civilizador, participa menos, saca menos provecho, recuerda ciertos rasgos de naturaleza primitiva.23". Resulta evidente que Durkheim no reconoce la capacidad transformadora de la mujer, y es cierto que tal vez la representación femenina en los principales hechos que han transformado la sociedad ha estado por debajo de la masculina, pero esto no se debe para nada a que las mujeres tengan menos capacidad que los hombres para revolucionar el mundo, sino simplemente a que la mujer ha estado confinada durante siglos al espacio doméstico, mientras que al hombre se le ha dado pleno derecho y libertad para disponer del mundo público.

    Weber por su parte consideraba que los hombres debían ocuparse de la política, la economía y la cultura en el mundo público, mientras que las mujeres debían limitar su desempeño al quehacer doméstico en el cuidado de la familia.24

    En Ferdinand Tönnies el androcentrismo también está presente ya que se refiere a las mujeres del siguiente modo: "… las mujeres suelen dejarse guiar por sus sentimientos, mientras que los hombres siguen su entendimiento. Los hombres son más prudentes. Solo ellos son capaces de calcular, de pensar, de reflexionar (…) por lo regular, las mujeres se mueven defectuosamente en esta senda25".

    No cabe dudas de que al igual que los pensadores anteriormente analizados, Tönnies también discrimina a la mujer y desconoce que en ella existan una serie de cualidades que sin embargo atribuye al hombre casi de forma inherente.

    Niega la posibilidad de que la mujer sea capaz de pensar y con ello prácticamente la asume como un ser irracional y que actúa guiada por instintos o sentimientos y no por reflexiones.

    Esta visión es totalmente errónea e injusta ya que la mujer es tan capaz como el hombre de reflexionar, de arribar a buenas conclusiones y de actuar totalmente conscientemente de sus actos.

    Parsons en consonancia con los anteriores, le asigna al hombre el rol instrumental y a la mujer el rol expresivo y con ello limita los espacios de participación de ambos sexos: el hombre se haya determinado para lo público y la mujer para lo doméstico.26 Con estas ideas se sitúa como un representante más del androcentrismo de la Sociología.

    Parsons afirma que la funcionalidad de la familia moderna conyugal radica en la diferencia entre el rol masculino instrumental y el rol femenino expresivo. La reproducción de tales roles, sobre los cuales descansa la estructura conyugal se produce a través del proceso interactivo de socialización del niño, durante el cual se crea el sistema cultural que facilita la integración familiar. En este proceso recae en el padre el lazo instrumental con la sociedad y es proveedor de los bienes materiales de la familia a través del ejercicio de su profesión. Su participación en las tareas domésticas es mínima, estas recaen en el rol femenino, además la mujer es la que mejor expresa la vida afectiva de la familia y está más próxima a los hijos. Según Parsons, este proceso tendrá un papel determinante en la formación de la personalidad del niño.34

    Por tanto esta concepción dual del mundo para justificar los roles sociales que deben jugar hombres y mujeres dentro de la sociedad, se encuentra cada vez más lejana de la realidad y no constituye un instrumento para comprender y conocer cabalmente la relación entre las personas en cuanto a seres sexuados, en las diferentes etapas y momentos históricos, ya que es un fenómeno social complejo que va más allá de ser hembra o varón. Es la manera en que el individuo se relaciona consigo mismo y con los demás, a partir de su corporalidad y sus sentimientos.

    Es la forma en que los sujetos sexuados se apropian de asignaciones sociales que le son transmitidas objetivamente a través de los medios de comunicación, patrones de actividad, mitos, imágenes.

    Todas estas concepciones sostenidas por estos teóricos referente a la división sexual del trabajo en función de que el actor social que llevara a cabo la tarea fuera hombre o mujer, no constituyen más que manipulaciones ideológicas que relegan a la mujer a un plano de subordinación en el ámbito social, bajo el supuesto de que cada cual debe hacer aquello para lo que esté más capacitado.

    Asumir tal postura como algo veraz significa admitir que cualidades como la destreza, la inteligencia, la astucia, la responsabilidad, la prudencia, la organización, la habilidad manual y la suavidad, son capacidades que se encuentran distribuidas de forma desigual entre hombres y mujeres, sin tomar en cuenta que la sociedad y los procesos de socialización que en ella se llevan a cabo, a través de la múltiples interacciones entre los individuos y con el medio social inmediato en que se desenvuelven van a influir en las cualidades que desarrollamos.

    Marianela Padrón Zayas