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Doctrina Espiritista Racional -Proclama (página 2)

Enviado por Pedro Sandrea


Partes: 1, 2

Hizo Moisés el símbolo del Arca de Noé y no debió explicarlo porque no era tiempo; pero los hizo a base de la creación descripta por Seth en el Sánscrito, porque aquella doctrina era y es la verdad, por lo cual aun no ha sido comprendida; no había suficiente progreso en la mayoría de los hombres: había aun muchos instintos sin saciarse y había que esperar que hubiera mayoría de instintos dominados, hechos conciencia y entonces se aclararía el huevo de seth y el Arca de Noé y todos los símbolos, como el de Caín y Abel, el Diluvio Universal y los 7 días de la Creación, con todos los misterios que estos encierran como el nacimiento del Satélite (la luna), que tanto papel manchó inútilmente y tantas horas malgastaron los antes Científicos, Intelectuales y Literatos.

Hay que retirar ya de las bibliotecas tantos tomos inútiles y errados, o conservarlos como novela de risa de todo lo que haya tratado el alma humana y de los símbolos subrayados y asentar bien lo que sigue: que hombre, ni espíritu maestro, dirá otra verdad.

El fin de la creación de los mundos es sólo para dar cabida a una familia espiritual y no puede tomar posesión de un mundo esa familia sino bajo la forma humana, hombre y mujer.

El espíritu viene del Creador y debe encontrar materiales adecuados para formar su primer cuerpo, naciendo como todos los demás seres, porque "La ley es una y la substancia una".

En la creación nada hay muerto; todo es vivo, porque todo es vida natural. Lo cual dice (dejando aquí un inmenso abismo de estudio) que todo es espíritu vivo y cada uno de su grados, por lo cual todo lo que se cree tierra o materia, cada molécula es un espíritu natural que son regidos por un maestro encargado de toda la naturaleza de ese mundo, y los elementos todos son igualmente espíritus de sus grado, llamados espíritus elementales, con su Maestro Jefe, que obedece al Maestro Espíritu de la Naturaleza, que conoce todo el destino de ese mundo, desde su nacimiento (123 millones de siglo que nació éste) hasta su perfección, lo disgregará; cuyo maestro, obra todas las evoluciones en el instante exacto, marcado en el rol de la vida de ese mundo y de cada individuo, animal u hombre, como igualmente los movimientos del planeta, para que cada molécula cumpla su fin, sin mirar más que a su fin y no a la concupiscencia de hombres, dioses, ni ciencias, religiones o ideas, pero que, con el tiempo preciso, previene todas la cosas.

El instante terrible de este Maestro Espíritu, es el en que debe aparecer el hombre, último producto de la naturaleza, en el cual deben estar todas las especies de los tres reinos, que se les va a entregar en dote y patrimonio. ¿Cómo efectúa la maravilla? Para ese momento tremendo todos los gérmenes de especies vegetales y animales que el mundo recibiera al nacer, han debido aparecer y fructificar en muchas generaciones purificando materia y creando esas esencias de los cuerpos animales y de sus almas, elaborándolas con la más alta química.

En ese momento en que la tierra contaba 68 millones de siglos de existencia, el espíritu maestro necesita recoger esas esencias con las que se forman los cuerpos y sus almas, una familia espiritual, que ascendía de un mundo inferior y reclamaba otro, donde era destina por el Creador, para expiar los hechos de tres mundos anteriores, de todos los cuales cada espíritu traía en su alma, la esencia de sus naturalezas obscuras y pesadas, embrionarias.

Ese espíritu Maestro tiene en sí toda la fuerza de ese mundo y cumpliendo la ley abre sus válvulas y hunde todos los continentes, envolviendo todo cuanto existe en sus mismos escombros y lo baña con las aguas, descubriendo como nueva tierra, los lechos de los mares.

Ya queda fundida toda la naturaleza en una sola masa y obra la alta química, pudriendo todas las especies de las que extrae todas las esencias que va depositando en los puntos adecuados para la vida primera de los primeros hombres, en todos los continentes a la vez.

Ya queda extraída la esencia de todo lo existente; el alma de todas las Criaturas reunidas en una sola, en la que están todos a lo absoluto los instintos de todos los seres y ha de esperar el momento propicio en que la familia espiritual la utilice como Alma en los cuerpos que se han de crear con figura de hombres.

Se inicia en ese instante la aparición de nuevo de todas las especies que sucumbieron para entregar sus esencias más depuradas, para la formación del alma, de aquel que ha de llegar a organizar todo y embellecer la tierra con inteligencia.

Sabe el espíritu Maestro que el ser que llega no puede tener noche plena y de las escorias acumuladas en la parte norte, tira al vacío una parte medida matemáticamente y la ley de gravedad la lleva hasta el punto que el magnetismo de la tierra permite y allí estabiliza aquella parte de la tierra sin gérmenes de seres que ya dejó y esa es la luna o satélite, destinado a reflejar la luz del sol, con dos fines necesarios principales; alumbrar al hombre para alegrarlo y defenderlo de las fieras que huyen de la luz y también para que sea la página imborrable del hecho tremendo, del nacimiento del hombre. ¿Se habrá de repetir esa escena? ¿Es más importante el nacimiento de los cuerpos que el descubrimiento del espíritu, que representa la mayoría de edad del hombre y sus desposorios con la ley máxima? Es cierto que, sin nacer no se puede llegar a la mayoría de edad, pero también es cierto que hasta que el hombre no es mayor, no es libre en su acción ni se le cuenta en el número de ciudadano responsable. Entonces, llegar a la meta para lo cual se nace, es por lo menos tanto que el nacimiento, porque en verdad nace el hombre de respeto. Y como el hombre quiere señalar esas epopeyas con algo que inmortalice el hecho, ahora la tierra, el maestro espíritu que rige sus destinos, en nombre del hombre, hará la demostración conveniente y… aparecerá en breve un segundo satélite para que ya el hombre mayor no tenga noche y será otra firma del Creador.

55 millones siglos atrás del siglo presente. En ese momento que el parto primero de la tierra, en el que parió el satélite, la vegetación era abrupta y lujuriosa más en leña y frondosidad que en frutos y las especies animales gigantescas e inadecuadas para el servicio del hombre que había de llegar.

La fusión de las almas todas en una sola alma, metamorfosearía la fiereza con la mansedumbre y la exuberancia perdería, ya entonces necesaria para la nutrición del más delicado ser, en sus largos primeros días o infancia de la humanidad.

Brotaron, pues, de nuevo todas las especies vegetales que habían existido, más pequeñas, pero más finas y cargadas de frutos, absorbiendo de de nuevo cada especie todo lo que le es afín en instintos y especies, de aquella inmensa masa enterrada con tanta sabiduría.

Cada especie vegetal creó antes un animal y lo vuelve a crear segunda vez, modificado con arreglo a las metamorfosis sufridas en la fusión de "almas, esencias e instintos".

El hombre no había vivido aun en la tierra; no había por consiguiente existidos El Árbol que debiera producir al hombre y aparece el árbol nuevo que acapare, que extraiga la "quinta esencia del alma fundida en una sola alma" y ese árbol es el Quina, que el hombre le dio ese nombre y no por casualidad. Cuyo árbol le sigue siendo su casi única medicina, lo que afianzará científicamente esta historia de la creación del alma humana. Dejemos camino a la Química, para que ahonde en ese punto con ayuda del espiritismo.

Ascendía una familia de espíritus de un mundo "primitivo" habiendo pasado por el de "prueba" y a éste venía del "embrionario", de cuyos tres tría cada espíritu las esencias burdas de aquellos "infiernos" que el Dante describió.

Salidos esos espíritus del mundo "primitivo", sólo con conciencia de la vida adquirida de tremendas luchas por la existencia, todo lo salvaje que la mente puede imaginar, estaban rendidos de tantos miles de millones de siglos, y los encargados, guías, espíritus de luz, los llevan al descanso, a las grutas secas de la luna, donde nada les puede herir ni molestar en su letargo profundo.

El descanso y los toques de los guías van despertando a los más progresados y los transportan a mundos de expiación, donde ven el trabajo que necesitan aprender.

Cuando ya todos han despertado, son ilustrados por los espíritus maestros de la vida que les espera en el nuevo mundo, donde deben expiar todo lo anterior y graduarse de bachilleres, aprendices de la creación, adquiriendo el sentimiento, primer grado de amor.

Mientras esto espíritus despiertan y son ilustrados en la vida del trabajo, por el que han de llevar el mundo que van a tomar al progreso, va cubriéndose el mundo de todo lo necesario en la vida y los árboles nuevos, los quinos llegan a su desarrollo perfecto, teniendo ya en sí todas las esencias destinadas al alma y cuerpo humanos, procedentes del reino animal, como de las otras especies del reino vegetal, tomará la cuarta esencias con la que habrá de producir el cuerpo y alma de los irracionales que, producidas, cada especie llevo todos los gérmenes de la especie, despojándose la tierra de ese depósito que llevó el tiempo necesario para la iniciación de la vida individual de cada especie, que se perpetuarán por sí mismas, no pudiendo ya la tierra producirlos otra vez, porque entregó su germen.

Estando pues, los Quinos en el desarrollo suficiente, y en todas las partes de la tierra a la vez, son conducidos aquellos espíritus más despiertos y se encierran en los troncos de los Quino, donde de su savia, que es la esencia quinta de la materia, extraída por sus raíces, cada espíritu toma la cantidad que es capaz y "la agrega a su antigua alma embrionaria, quedando engendrado el hombre".

La forma humana ya la tienen de mundos anteriores; el espíritu maestro cuida y ayuda a sus nuevos huéspedes en su gestación y allí, individualizándose cada espíritu, que se envuelve de la savia, creándose una envoltura verde como la bienza del huevo, pasando su gestación, como cualquier otro animal, porque "la ley es una".

En esa mágicas bolsitas existe un espíritu, ha siso el maestro mismo, que recoge uno a uno los instintos quintaesénciales para su alma, del alma de cada especie existente en la naturaleza; y otro instinto de cuarta esencia de las mismas especies con las que formará su cuerpo.

Cuando han reconocido, cada uno de los encerrados en aquel tronco, todos los instintos, siguen su gestación muy paulatina, hasta que los grados de calor necesarios a esa función fisiológica ha dado la vida necesaria para el nacimiento: el espíritu ha ido modelando sus miembros y sistemas orgánicos comiendo la savia del árbol, su matriz, el que al fin, al empuje inteligente de un viento, dirigido por el maestro de los espíritus elementales, "cae el Quino", quedando al descubierto un número considerables de bolsitas, que el sol y el aire reanimaron.

El Maestro Espíritu llama en ley y dirigió al "gorrión" (del que habla en su artículo en Selecciones del Reader´s Digest Mike Tomkies así: Leal, impertinente, es quizá el más "humano" de todos los pájaros), que con su pico rasgó aquellas placentas, estirando sus miembros el "hombrecillo" de unos 4 centímetros y somos nosotros mismos; nuestros espíritus; los que obraron esa tremenda y sabia labor, dirigidos por ley, que el placer de la materia nos hizo olvidar.

Hemos asistido a la maravillosa, pero natural y espontánea aparición del hombre en la tierra, que nació siendo hombre y no procede por evolución de ninguna otra especie animal, sino en la forma metafísica expuesta; y es así el hombre la verdadera ALCA de Noé, ideada por Moisés para explicarla ahora, lo que quedó hecho.

Hay necesidad de concretar y decir la "primera formación del alma individual", antes de que un espíritu haya encarnado en ningún mundo, pues cuando se considera entrando al mundo de expiación, eleva cada espíritu su alma y ya muy agrandada y enriquecida, aunque todo lo debe, porque nada pagó a la creación, ni se han pagado ninguno uno al otro, los daños que causaron en los mundos anteriores, porque tampoco eran para eso, sino para iniciarse en la vida humana, en la que deben mostrar los espíritus la creación en formas, llegando en la armonía en el más alto progreso, en el que mostrarán a su padre, el Creador, del cual, todos heredamos.

El Padre lanza, por su querer una partida de "partículas de su mismo ser"; son luz; son inteligencia; son potencia; son sabiduría, porque han convivido en Él, Eternamente y en su amor, les dice "Id hijos míos a agrandar y continuar la creación, y cuando seáis maestros de la creación, volved a mí y siempre os espero".

Mandato Omnímodo; sentencia inflexible que todos en el tiempo, más tarde unos, más tempranos otros, son maestros de la creación y a su padre vuelven; lo mismo que sean ángeles o demonios: a todos los reconoce por sus hijos en el testamento de Abraham.

Así, pues, saca de sí el Creador esas partículas que son "nuestros espíritus sabios pero sencillos; inteligentes pero sin forma" Pululan entre la vida universal estudiando las leyes establecidas por su padre y van alejándose del centro de las vibraciones y tomando el éter materia, la materia necesaria con la que se envuelve para poder ser lo necesariamente densos para vencer la gravedad de cada plano que cruzan. Esa su alma del alma universal Éter, del que cada corpúsculo es un instinto, el cual produce una especie, en infinitas evoluciones.

Ya, aquella familia de espíritus hermanos han tomado cada uno su alma, parte del alma universal, y dominados por el mandato recibido "Id a continuar la creación", llaman a la ley y un maestro consejero los recibe a su cargo, llevándolos a iniciar la vida en un mundo preparado al efecto, embrionario, donde caen y se envuelven del alma animal, en la misma forma descripta, para la tierra y para todos los mundos.

De aquel mundo experimentaran las esencia que agregaran a su alma, con la que entraran en otro "mundo de prueba" del que igualmente extraerán su esencia que llevará agregada a las anteriores, que se fundirán igualmente con la del mundo primitivo", donde ya los instintos luchan con la vida animada; pero al fin aquel mártir creador de formas triunfará allí también y habrá extraído la esencia del mundo "Primitivo", pero se habrá creado grandísimas dudas por causa y la sencillez y la ferocidad de los instintos brutales, que dentro de sí lleva, por que ya es un universo completo.

En ese estado y con esa riqueza y terrible carga con que se encuentran todos los espíritus de aquella familia que se encerraron en los troncos de los quinos, en la tierra, mundo quizás el más crudo, resistente y rebelde de todo el infinito, pero que aunque sea por la fuerza de la justicia que quita los aberrados, la inmensa mayoría se gradúa de bachiller, aprendiz de maestro de la creación, por lo cual se celebró el Juicio de Mayoría, el 5 de Abril de 1912 estableciéndose, decretándose la "Comuna de Amor y Ley", bajo cuyo régimen de paz, Justicia y Amor, el espíritu se descubre a su plena luz, rico, con una alma que lleva la esencia de cuatro mundos perfeccionados, pasando a su tiempo, cuando ya la tierra no tendrá más secretos que descubrir, a mundo feliz; y ya todos los terrestres que hayan reconocido esa ley serán Maestros.

La tierra será escorias, saldrá de su órbita, enriquecerá a otros mundos, pero ella vivirá en el índice de los mundos y en el alma de cada espíritu que lleva su esencia, computado su peso en luz. "Esto es y así se forma el alma humana y no dirá otra forma ni verdad el Creador o sus espíritus maestros".

¿Qué dicen las religiones? ¿Qué piensan los materialistas? ¿Y las ciencias? Estas no dirán más que "! Gracias, porque el camino está abierto!".

¿Es el cerebro la causa del pensamiento? ¿Es diferente el cuerpo como materia? ¿Hay otra doctrina más pura, más sabia, que el Espiritismo?

Si yo, Joaquín Trincado, debía esta página a la humanidad, por deuda o mandato, en este momento me siento aliviado, pero rendido por el esfuerzo y voy a tomar mi descanso al uso del Gran Quijote: "Mis arreos son las armas; mi descanso el pelear".

Sí; mi escalpelo va a clavarse en las teorías de los hombres nuevamente, en la parte que el estudiante necesita recorrer para aprender la lógica de las cosas.

 

 

 

Autor:

Pedro Sandrea

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