La palabra sirve para unir. Sin embargo, muchas veces se utiliza para declamaciones, para un mostrar estar de acuerdo.
Esto es lo que se siente al escuchar desde hace un tiempo ya, la dedicación y preocupación por el tema de la explotación sexual de los niños.
Dicho con estos términos, parecería no haber dudas ni contradicciones en lo que estas palabras encierran y significan.
Desde acá, todos postulamos lo mismo, luchamos por lo mismo. Sin embargo, cuando el concepto se traduce en lo concreto, en la experiencia dolorosa y humillante, es allí donde la contradicción aparece en la forma más cruda y descarnada entre quienes nos encontramos en la misma vereda en la postulación de objetivos. Y es allí donde uno encuentra las diferencias, se coloca enfrente y en contra del otro, llegando a entender que en éste, como en tantos otros temas que involucran a los chicos, una cosa es lo que se dice y otra lo que se vive, lo que se siente, lo que realmente es.
Desde la vivencia concreta, de poder acompañar a un grupo de niñas por su dolorosa experiencia, es desde donde se debe analizar cómo se van posicionando todos los actores sociales que interactúan en esta problemática, quedando la protección de los chicos reducida a un mero discurso, si se lo mira con ingenuidad o benevolencia, para evitar profundizar sobre la verdadera hipocresía, intencionalidad o intereses que asume la sociedad.
Esto va a permitir comenzar un duro camino de lucha por la defensa de estas niñas víctimas, partiendo de la necesidad de una norma jurídica que instrumente la protección necesaria, buscando el sinceramiento social que permita una toma de posiciones firme para no encontrar el adormecimiento, negación e indiferencia social con los riesgos que esto acarrea y que lleva a que cuando sale en las páginas de un diario el crimen de una precoz prostituta, nos espantemos por la violencia del hecho, y no por los quince años de la misma. O que se permita, al hablar de una adolescente víctima, usar términos justificativos tales como "chinita". O que al referirnos a la explotación sexual, lo hagamos con espanto por los niños de 8, 9 hasta 11 años, sin tener la misma postura cuando la niña tiene 13 años y su cuerpo formado de mujer le permite ingresar a la categoría de prostituta y por lo tanto, ser considerada "absolutamente responsable de sus actos".
Mientras no sinceremos los términos, mientras no acordemos los verdaderos alcances de las palabras, mientras no contemos con el resguardo legal que acompañe nuestro trabajo, seguirán los congresos, las declaraciones, los estudios estadísticos, pero las chicas seguirán también siendo víctimas de la explotación sexual.
La verdadera historia. "Quien quiera oír que oiga"
…Tenía trece años llenos de recuerdos de una madre muy joven y siempre sola, con muchos hermanitos a quienes cuidar, sin imagen paterna dentro de sus recuerdos, por no existir como figura integrante del grupo familiar, sino sólo como referente de origen.
Estaba acostumbrada desde pequeña a una modalidad de relación con el hombre como proveedor de favores, de alimentos, de dinero y, ¿por qué no?, de hermanos. Era común que al mencionar a uno de ellos, lo hiciera con una mezcla de orgullo ingenuo: "no, ese… es hijo del ingeniero".
Había visto a su madre siempre sola, saliendo adelante con la ayuda de los amigos políticos, que le consiguieron una casa, luego otra, luego el cambio de barrio.
Había aprendido el modo de conseguir la atención y los favores de ellos, y, por la poca diferencia de edad con su propia madre, pronto había comenzado a compartir las reuniones, los asados, las fiestas, y también pronto había comenzado a darse cuenta de que a medida que iba creciendo y su cuerpo surgía en la belleza de un cuerpo formado, de un cuerpo de mujer, también ella tenía algo de valor.
Ver, a sus trece años su glúteo tatuado, y que se refiriera a ello como a algo que se lo había hecho un marinero cuando era chica, es atestiguar la dimensión del daño de la prostitución realizada por los adultos. Los mismos adultos que la eligieron para la comparsa, ya que daba plata y status, la eligieron en el boliche bailable para "trabajar"… y esto también daba dinero… Le dieron poder a cambio de sus favores. El hombre-dueño la eligió como novia. Por eso, podía elegir sus clientes. Por eso, era la que más trabajaba. Era la favorecida.
¿No es esto engaño, en una personalidad que se está formando y que por lo tanto está en la búsqueda no sólo de ideales, sino de modelos y de un lugar dentro de la sociedad?…
La otra, con sus quince años, no puede recordar a su madre, ya que murió cuando ella nacía, la menor de un grupo de hermanos. De su padre sólo recuerda el alcoholismo y su muerte y el haber quedado sola con todos sus hermanos mayores.
Hubo un tío del campo que se ocupó de los tres más pequeños. Sus recuerdos se refieren a cómo trabajaban de sol a sol en la cosecha, recolectando el algodón. Recuerda el temor a ese tío grande y poderoso, que no dudaba en colgarlos de un árbol cuando no cosechaban y se ponían a descansar. Ese tío que la echó de su casa, por no creerle cuando, a los doce años, y por no aguantar más, le contó las continuas violaciones por parte de sus primos, desde que ella tenía siete. Total, ¡era huérfana!, le decían…
Fue a vivir con una hermana, allí comenzó a salir, a tener amigas del barrio, del boliche. Iba a bailar todas las noches. Esa vida la fascinaba, y a pesar de tener un novio y de que la familia de éste la quería mucho, lo otro la atraía mucho más…
Quería ingresar a ese grupo, y poco a poco lo fue logrando, conquistando la atención del dueño-amigo, quien al enterarse de su vida, por fin se acercó y le ofreció trabajo, dejando bien en claro que lo hacía para ayudarla y que por lo tanto, debía retribuirle con la misma moneda…
Empezó a frecuentar esa vida, empezó a tener ropa, empezó a sentirse elegida. Pronto se fue a vivir con el hombre-viejo. Era tan bueno,… la trataba como un padre,…le hacía regalos, la paseaba en su moto Yamaha,… aunque todo esto incluyera acostarse con él…
Hubo otra hermosa niña-mujer de trece años que vivió con su madre y sus hermanitas. Que pudo estar con ellas mientras no aparecía el padrastro, que les pegaba fuerte a todos cuando estaba alcoholizado. Cuando ocurría esto, ella se iba con sus amigos. Así conoció la calle, las amigas, su novio y quedó embarazada.
En el boliche trabajaba su amiga mayor, que mantenía a sus hijos trabajando nada más que de noche, ganando cincuenta o sesenta pesos por noche.
Cuando se enteró de su embarazo, no lo dudó, le pidió trabajo a su amiga, fue presentada y aceptada de inmediato. Así ella podría pagar el aborto.
Al principio todo fue bien. Ella compraba cosas para su mamá y sus hermanitas, vestidos, juguetes. Podían vivir sin el padrastro. Eso sí, para trabajar se tenía que fajar fuerte. Pero cuando se dio cuenta y no quiso hacerlo más porque había vuelto con su novio, la buscaron por todos lados, la amenazaron, pero ella los enfrentó, poniendo como escudo su embarazo.
Hubo también una hermosa muchacha rubia. Sus padres vivían en la extrema pobreza. Él jubilado. Ella enferma con un tumor en la cabeza. De niña fue llevada por su tía a Buenos Aires. Allí conoció el estar bien, pudo hacer la escuela secundaria y no pasar necesidades. Pero… extrañaban mucho a su madre y pidió volver a su ciudad, pensando en trabajar y ayudarlos.
No fue fácil conseguir empleo, quiso seguir los estudios pero los abandonó. Consiguió trabajo en la política, entregando remeras, recorriendo barrios, afiliando. Así conoció a sus nuevos y poderosos amigos. Así conoció a las chicas que compartían el mismo círculo, así empezó a ir al boliche, donde trabajaba su amiga mayor, que le insistió sobre la conveniencia de ese trabajo,…y así empezó.
Pronto comenzó a tener ropa, a vestirse de onda, a ayudar a su mamá y a sus hermanos. Todos estaban contentos con su trabajo y -sobretodo- ¡con el novio con auto que la traía de regreso todas las noches!
En la casa no faltaba nada.
En algún momento tuvo miedo. Quiso dejar, pero la amenazaron con contárselo todo a la mamá. Y siguió.
Todas sabían lo que hacían. Ninguna se sentía explotada; por el contrario, se sentían favorecidas, elegidas y reconocidas. Muchas otras querían alcanzar lo mismo que ellas… También aprendieron a manejarse en este negocio… la competencia… los favores del dueño… cómo conseguirlos,… el cuidado de sus clientes,…la reserva, la relación con la policía amiga,… las formas de retribución de ese cuidado de la policía,… en poco tiempo aprendieron a cuidarse, a unirse como grupo, a defender ese "privilegio"…
Por eso, cuando les dijeron que había problemas, que no fueran porque algo había salido en los diarios, todas se quedaron obedientemente en sus casas, hasta que pasara, total, no estaban solas, ¡el dueño era tan importante y conocía a tantos!. ¡Sus amigos no las iban a abandonar!.
Sin embargo, cuando cada una fue buscada por un patrullero, lleno de policías que entraron en el barrio preguntando por ellas, sintieron miedo.
La mayoría fue sola a declarar. No querían que sus madres se enterasen.
Más miedo tuvieron cuando en el juzgado les dijeron que tenían que declarar, puesto que las otras ya lo habían hecho… ¡Estaban solas, sin padres, sin amigos, con su adolescencia y nada más… y dijeron la verdad.
Y más miedo cuando, después de declarar, convencidas de que ya estaba y de que podrían volver a sus casas, las mandaron al instituto de mujeres, con guardia policial y sin poder tener contacto con nadie de afuera.
Los familiares se enteraron por una celadora que, apiadándose de tanto verlas llorar, les avisó y así pudieron enviarles ropa y buscar rápidamente a sus amigos políticos para que las ayudaran. Sin embargo, estos amigos se ocuparon de ellas solamente por dos días, hasta tomar contacto con la causa, luego, cuando la causa adquirió estado público, ellos también desaparecieron.
La intervención del Consejo Nacional del Menor y la Familia. El cumplimiento de un deber indelegable. La protección. Estos hechos ocurrieron en el interior de la República Argentina. En ese entonces, el Consejo Nacional del Menor y la Familia, disponía de representación a través de sus Delegaciones.
El Juzgado Provincial interviniente, que asumió la protección de estas menores de edad, solicitó, a través de una de estas Delegaciones, al Consejo Nacional, la cooperación para el traslado de las niñas a un lugar fuera de la provincia, entendiéndolo como una medida transitoria de resguardo físico hacia ellas. Si bien en principio no se tenía la certeza de que se estuviera transitando por una situación de riesgo, el Consejo entendió que era necesario proporcionar a estas menores, como así también a las otras niñas internadas en la misma institución, un espacio liberado de intromisiones a la intimidad, cosa que la prensa local no respetaba, como así también, al hacer extensivo el traslado transitorio a toda la población de ese instituto, se evitaba la discriminación. Por ello, se ofreció un plan vacacional para todas. El lugar elegido fue Mar del Plata. Un sitio, el mar, que ninguna de ellas había podido conocer hasta ese momento.
La propuesta fue aceptada tanto por el Juzgado como por el Organismo Provincial del Menor, y el Consejo Nacional inició los preparativos del viaje. Hubo que acelerar la partida y abandonar la provincia en el término de seis horas, con amenazas de bomba hacia la sede de la Delegación. Y así, en una noche en la que más que una salida de vacaciones, parecía una huída, las conocí: mezcla de prepotencia defensiva, de susto, de bronca altanera que encubría su miedo, su dolor, su desengaño. Todos las habían engañado: el dueño – amigo – protector, la policía que siempre les había "dado una mano", los políticos y hasta el Juzgado que les había prometido que hacía todo esto por ellas, y ellas así lo creyeron. ¡Qué soledad agobiante la de aquella madrugada en la que tuve que explicarles quiénes éramos y cuál era nuestra propuesta! ¡Qué dolor en sus caras cuando juntas leíamos en las páginas centrales del diario local todo lo que ellas habían testimoniado en forma confidencial a quienes les habían prometido la protección total!
¡Qué sensación de jugadas, pequeñas víctimas! ¡Qué bronca y qué tristeza en sus rostros ajados de niñas -"mujer de la calle"! Quince días antes, cuando un diario había publicado en su página de quejas, un comentario de vecinos sobre lo que sucedía en ese boliche -cosa que todos ya sabían-, un funcionario accionó la protección legal de las menores involucradas.
Desde la instancia judicial se ordenó la averiguación de paradero, localización y retención de las niñas para poder tomarles declaración. Cuando por fin el caso llegó al estrato legal correspondiente, ya había trascendido a la prensa y ya las chicas no estaban allí. Por supuesto, el local había dejado de funcionar y los dueños habían desaparecido. El contingente de niñas había iniciado su plan vacacional pasando primero por Buenos Aires, donde, desde diversas áreas del Consejo Nacional del Menor y la Familia, habían comenzado a recibir la atención a sus necesidades. Por ejemplo, desde el Departamento de Recreación se les proveyó de un equipamiento mínimo de enseres personales y ropas, mientras que desde el Departamento de Salud se les realizaba un exhaustivo chequeo médico, mediante el cual se pudo detectar y comenzar a tratar las E.T.S. (enfermedades de transmisión sexual), y, especialmente con las dos menores embarazadas, comenzar un acompañamiento y los controles estrictos, -que la situación requería-, sobre todo en aquella que había estado varios meses fajada ajustadamente para ocultar su preñez y cuyo feto presentaba debilidad en la frecuencia cardíaca. Ante la posibilidad de que la resolución de la situación llevase algún tiempo más largo que el previsto inicialmente, se dio intervención al Programa de Prevención del Abandono y Atención de la Menor Madre en Riesgo y a los operadores que prestaban sus servicios en una Residencia para Menores Madres de la que el Consejo podía disponer, a través de un Convenio con el Ministerio de Justicia de la Nación.
Todos estos soportes institucionales que el Consejo podía ofrecer, nos permitió, a los operadores sociales, comenzar a transitar con estas chicas un nuevo camino: conocernos mutuamente, compartir, escucharnos, para poder por fin, empezar a operar sobre una realidad tan cruda como la que les había tocado padecer. A partir de una valentía armada por el miedo, la soledad, el fraude y el engaño, desde una desconfianza traducida en un porte altivo y miradas torvas, empezaron a descubrir y a poder aceptar una nueva forma de quererlas y de cuidarlas. A diferencia, pudieron entender cuál era el "cuidado" que les había proporcionado su antiguo "patrón-novio"; cuánta plata ganaba con cada una de ellas. Todavía hoy me estremece el recuerdo de aquel día que, con una máquina de calcular entre sus manos, llegaron a tener real noción de que habían sido partes claves de un negocio, del cual ellas no habían tenido conciencia. Por eso su ingenua frase …"con razón en su casa tenían aire acondicionado"… Llegado a este punto, ellas ya se daban cuenta de la realidad del negocio, pero aún confiaban en el poder de sus amigos y de sus madres, y no entendían por qué se las alejaba de su familia, de sus hermanos, de su medio. Y fue entonces el momento del inicio de una segunda etapa del camino, a fin de que una protección legal no se transformara, o no lo fuera sentida así por sus protagonistas, en una sanción legal. Los largos meses de angustia, tristeza y llanto esperando volver con sus mamás, sólo los conocen quienes convivieron con ellas y compartieron ese sufrimiento. Su aceptación, colaboración disposición para tratar de estar bien, se confrontaban con el deseo de volver a sus casas. No alcanzaron todos los pedidos técnicos de reintegro a su grupo de origen.
La respuesta era que "había que rehabilitarlas, sacarles el mal, para que después de un año volvieran, desconectándolas de sus familias, que eran las culpables de todo". Tanta insistencia desde el Consejo Nacional del Menor y la Familia tuvo como resultado que el Juzgado estipulara un tiempo de permanencia fuera de sus casas. Los requerimientos de las niñas no fueron escuchados. El interés y las promesas fueron sólo hasta lograr su declaración. A medida que pasaba el tiempo, la desilusión, la confusión, era mayor. ¿A quiénes estaban protegiendo, si los culpables estaban libres y ellas no? Sentimientos compartidos entre quienes se ocupaban de su cuidado y atención y las mismas protagonistas. Desde el Consejo, se trató de mantener la vinculación familiar, a más de mil km. de distancia, con fotos, mensajes, visitas, cartas, largas llamadas telefónicas, que facilitaron la contención y la espera. Los informes técnicos al juzgado, las entrevistas periódicas a los Sres. Jueces, tratando de hacerles comprender desde qué lugar había que protegerlas, que no era precisamente el del desarraigo, dieron por resultado, al cabo de tres meses, unos fríos Oficios de Egreso, con la salvedad de que "debían realizar trabajos comunitarios en hospitales o en alguna orden religiosa". Esto sucedía en 1997, luego del Congreso de Estocolmo, ¡pasados siete años de la puesta en vigencia de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño! La causa penal siguió su curso.
De la carátula "corrupción de menores y facilitación a la prostitución agravada por amenazas" dictaminada por el Juez de Instrucción que a instancias del Consejo Nacional del Menor y la Familia, constituyó su despacho en Buenos Aires, para conocer, escuchar y atender los testimonios de las chicas, la Cámara rechazó los términos de "agravadas por amenazas o engaño" por entender que "en señoritas de esa edad, resultaba ingenuo pensar que hubieran sido engañadas". Así fue como, el único detenido pudo recuperar su libertad, por tratarse de un delito excarcelable. El proyecto de vida de esas chicas, sus cuerpos enfermos, sus bebés, sólo valieron cuatro mil pesos de una fianza. Las chicas volvieron a su provincia luego de cinco meses de insistir y de pedir, con sus voluminosas panzas, llenas de ilusiones y proyectos de volver a empezar con sus bebés.
El que el caso hubiera trascendido a nivel nacional fue el motivo emergente y suficiente para que la comunidad pasara del espanto y asombro al silencio y defensa ante lo que se consideró una intromisión de los de afuera, para "mancillar el honor de un pueblo tranquilo, solidario y trabajador como éste". Frases como "y qué, como si no pasara en otros lados"… "quieren hacernos conocer como el antro de la prostitución y no muestran las cosas buenas"… "nuestra juventud no es así, otros trabajan, estudian, misionan. ¡Están exagerando!"…son muestras de la actitud social que se iba adoptando. Esto le permitió a la comunidad replegarse y callar. Los funcionarios también callaron, justificando su actitud en que lo sucedido era producto de cierta intencionalidad partidaria. Callaron las organizaciones religiosas; las comunitarias, las de Defensa de los Derechos Humanos, las que trabajan para divulgar el conocimiento y hacer cumplir la Convención. Nadie se acercó a preguntar por las chicas, a ofrecer alguna alternativa. Nadie, salvo el Consejo Nacional del Menor y la Familia, salió en su defensa. La prensa fue la que más insistió sobre el tema, sin embargo, nadie ponía el acento en quiénes las habían prostituído, en aquellos dueños de prostíbulos o aquellos "habitues", de quienes en corrillos y en forma tibia en un primer momento, se supo de sus responsabilidades.
Luego vino el silencio del "aquí no ha pasado nada". Reflexiones finales: Cuando hablamos de prostitución infantil deberíamos precisar que siempre se está refiriendo a explotación sexual de niños, formas más o menos sutiles, más o menos encubiertas, pero que encierran los que la ley define como "promoción y facilitación de la prostitución o corrupción de menores", en el art. 126 del Código Penal. "el que con ánimo de lucro o para satisfacer deseos propios o ajenos facilitare la prostitución o corrupción de menores"…, explotación sexual que se visualiza en las esquinas, en las terminales de ómnibus, en las estaciones de servicio, en los paradores de camiones en las rutas, prostitución que encubre una verdadera red adulta, que quizás no por medios violentos o amenazas, o rapto, pero sí a través de todo tipo de engaño, mostrándoles un papel de elegidas, de modelo exitoso de vida, llevan a estas niñas víctimas a aportar al negocio amplias ganancias, sin ningún costo de inversión o riesgo por parte de los adultos, y con un costo-vida por parte de las niñas. Este tipo de explotación solapada, lamentablemente cuenta muchas veces con la aceptación implícita de la sociedad que conoce qué tipo de actividades se realizan en determinados lugares, incluso conocen a quiénes los frecuentan y calla y no se mete; con autoridades que ponen el acento en la niña, resultando éstas culpables de la situación; con la impunidad que gozan los que se amparan en el "no se puede hacer nada" de los demás que impide enfrentar la problemática como se debiera. Es necesario avanzar en el tema desde una mirada firme y definida que nos permita articular una red de protección eficaz que incluya la prevención mediante la información y el esclarecimiento, la coordinación de todas las áreas de los que trabajamos en la problemática, ya que cuando se intenta trasponer las "situaciones dadas" es donde se siente el vacío de la soledad y el no compartir todos el mismo concepto.
Una reciente investigación sobre el tema, financiada por un Fondo Internacional no tuvo en cuenta a esa provincia en su diseño de investigación.
Maria Elena Despouy