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Reflexiones para una eventual motivación
Las reflexiones que siguen a continuación, constituyen parte de una experiencia cognitiva del autor en un curso de psicología profunda.
Están contadas como en un diario personal; los tópicos de reflexión son diversos y van variando a medida que se desarrolla el curso y pasan los días, sin embargo, hay un hilo conductor que permite darle sentido al texto y compartir los temas con las propias vivencias.
Por su estructura, la presentación de conclusiones carecería de significado; éstas devienen en procesos personales, íntimos.
Hemos entrado a este último curso con el cansancio propio de un año agotador y con los primeros calores del verano santiaguino, que ya se anuncia tórrido y seco por las nieves últimas. De sopetón, el doctor nos manda unos párrafos de Maturana, de su libro "El árbol del conocimiento", y el interés se conecta rápidamente con el sentido primero. Lo contingente desaparece y deja su lugar al pensamiento que fluye y asocia las palabras del profesor con imágenes, recuerdos e ideas escondidas por no sé cuanto tiempo y nunca concretadas en la expresión libre, fuertes en el gozo del discurrir y siempre ubicadas en la frontera difuminada que produce la tensión entre el interés, la emoción y el deseo de escuchar un lenguaje que a uno lo introduzca en un mundo nuevo.
Creo que el día en que ya nada me sorprenda ni nada me maraville, adoptaré decididamente las posturas del hombre mediático – incluso la tendencia al fundamentalismo – y me sentaré frente al televisor; le creeré a los periódicos – porque como decía Wilde, sólo lo ilegible es verdadero – y esperaré la muerte, como hacen muchos y muy respetados ciudadanos en el descanso que no es ocio.
Recuerdo que Byron alguna vez dijo que el Árbol del Conocimiento no es el de la vida. Maturana emplea el concepto en otro sentido. Mientras se me venían las imágenes de Porto Venere, el castillo derruido donde Lord Byron escribía sus poemas, en el norte de Italia, y la pequeña iglesia medieval dominando desde la colina el mar ligure, pensaba sobre lo frecuente que es hoy en día la sinonimia entre Conocimiento, Vida e información. A los computadores se les ha atribuido poderes casi humanos. Son los nuevos fetiches, ídolos y tótems de un siglo que mueve y controla la información a niveles insospechados.
La segunda idea presentada en este día, fue la tríada que se refería a las estructuraciones sociales que se han producido a lo largo de la historia – que no le pongo el apellido "del hombre", porque toda la historia es humana – y que de algún modo se manifiestan en forma cíclica.
Desde un mundo mítico, que es en sí mismo creativo, soteriológico y escatológico, el hombre produce el mundo organizacional, el de las ideologías, la revolución industrial y las relaciones de poder entre naciones y grupos, y de aquí, el mundo del individualismo donde la coherencia grupal ya no existe, ni en el sentido de nación ni en el de raza, donde las relaciones de poder son más individuales – en el sentido de los grupos de poder – que nacionales. La pregunta que surge es si este mundo del individualismo generará un nuevo mundo mítico, escatológico, en el siglo que viene. Pensaba en este momento en el intento de Hitler, el mago negro de Nuremberg, por restaurar un mundo mítico, pangermanista, basado en la mitología nórdica y en la supremacía de la raza aria; un mundo impuesto por la violencia – el bárbaro primigenio que se oponía al racionalismo Cartesiano – y que produjo tanta violencia. Y en contraste, a miles de kilómetros de distancia, un hombre, un Mahatma – tres veces grande -, destrozaba un imperio con la sola fuerza de la no violencia, acostándose casi desnudo sobre los durmientes de la línea férrea donde circulaban los convoyes ingleses. Gandhi tuvo éxito donde Hitler fracasó. Tal vez porque la doctrina de la no violencia es más mediata que inmediata, construye antes que destruye. India generó su cambio social y estructural desde un mundo mítico preservado por las religiones –que no desdeñaba el uso de la tecnología occidental- mientras que el Reichstag intentó un cambio desde un punto de vista positivista y tecnológico –que no evitaba la incorporación de elementos mitológicos ancestrales en su inconsciente colectivo- mediante la destrucción y la inmediatez.
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