Aportes del sitio peñas chicas 1.3 a la arqueología de fines del holoceno medio de Antofagasta de la Sierra (página 2)
Enviado por César Agustín Flores
En relación con la puesta en marcha de opciones productivas, las muestras arqueofaunísticas recuperadas en el alero bajo roca no han suministrado información osteométrica que avale un proceso domesticatorio local. No obstante, se han postulado para el área instancias de experimentación en base a análisis de fibra, con características de control intencional hacia los 4500 años AP (Reigadas 2000-2002) y la posible ocurrencia de protective herding (Yacobaccio 2001). Con respecto a los datos sobre cultígenos como microfósiles en artefactos de molienda, los sitios relativamente sincrónicos Peñas Chicas 1.3, Peñas Chicas 1.1 y Punta de la Peña 4 proporcionan evidencias en este sentido. Interesan particularmente registros de recursos microtérmicos tales como Oxalis tuberosa "oca" y Solanum tuberosum "papa blanca" (Babot 2005), debiéndose evaluar la situación de Chenopodium sp aff. C. quinoa.
En este marco, considerar al proceso de cambio socio-económico local como transicional, implica sostener que los cazadores-recolectores incorporaron prácticas agrícolas y/o ganaderas en su estrategia de vida y no la ocurrencia de un reemplazo de cazadores-recolectores por grupos productores. Al respecto, pueden señalarse distintas posibilidades:
1º) inicio de prácticas domesticatorias en el seno de las sociedades cazadoras- recolectoras.
2º) incorporación de prácticas agrícolas y/o ganaderas por contacto con grupos productores.
3º) obtención de recursos comestibles domesticados por interacción con grupos productores.
Evidentemente, una situación de transición requeriría de la ocurrencia de por lo menos uno de los dos primeros casos. No obstante, debe resaltarse el papel del intercambio entre cazadores-recolectores y grupos agrícolas y/o pastoriles.
En efecto, la información etnográfica, etnoarqueológica y arqueológica (Harris 1996, Lee y Daly 1999, Bodley 1999) señala que los grupos cazadores- recolectores han vivido con distinto grado de contacto e integración con sociedades productoras. En general, se parte de la idea de una interdependencia funcional (Spielmann y Eder 1994), dado que en ciertas situaciones los cazadores- recolectores necesitan de esta interrelación para obtener carbohidratos, así como proteínas los agricultores. De esta forma, pueden conformarse extensas redes de intercambio con el objeto de obtener elementos vitales (Bodley 1999).
Se debe remarcar, entonces, que la presencia de cultígenos, por ejemplo, no es sinónimo de práctica agrícola (Gil 1997/1998), ya que pueden obtenerse por interacción. Esto tiene importantes connotaciones en función de cómo se interpreta el registro arqueológico, por lo que es necesario dilucidar qué es lo que ocurre en cada caso.
Desde el punto de vista arqueológico y etnográfico, está claro que los grupos cazadores-recolectores han mantenido contactos regulares con grupos productores en diversas partes del mundo (Bodley 1999, Lee y Daly 1999). Esta interacción ha sido planteada, por ejemplo, a nivel microrregional, por Cornejo y Sanhueza (2003) y Planella et al. (2005) para el valle del Río Maipo (Chile Central), a partir de indicadores del patrón de asentamiento, la movilidad, la tecnología cerámica y lítica y la arqueobotánica. Por otra parte, Gil (1997/1998) considera como muy probable, en el Sur de Mendoza, la adquisición de cultígenos por parte de grupos cazadores-recolectores de grupos agricultores vecinos a nivel regional. En Antofagasta de la Sierra, puntualmente, no parecería haber diferencias en la organización del asentamiento, la movilidad, la ergología o la tecnología que permitan aseverar la coexistencia a nivel microrregional de grupos cazadores- recolectores y agro-pastoriles, por lo que se considera que la interacción, si es que el proceso se dio de esa forma, implicó una escala regional. Los datos sobre extensión de las redes de obtención de recursos bióticos y abióticos alóctonos avalan esta idea (Hocsman 2006).
Un punto clave, entonces, es contar con datos que impliquen que los recursos señalados no fueron "introducidos" a la microrregión vía interacción. Efectivamente, tales recursos pudieron provenir también de otras áreas de la Puna, o bien de la Prepuna, obtenidos por intercambio o reciprocidad mediante acceso directo o indirecto. No obstante, si se acepta la presencia de cultígenos en otras áreas de la Puna con la cronología señalada y que los mismos fueron producidos allí, no debería ser un problema considerar que ciertas especies domesticadas fueron cultivadas en Antofagasta de la Sierra, como parte integrante del altiplano. Al respecto, resulta sugerente que buena parte de los recursos vegetales domesticados sean de tipo microtérmico, por lo que están adaptados concretamente a las condiciones ambientales de los desiertos del altura, y que las fechas radiocarbónicas disponibles entre 4000 y 3500 AP están en consonancia con las de cultígenos de otros contextos transicionales de la porción meridional de los Andes Centro- Sur (Núñez 1994, 2000; Hastorf 1999;
Aldenderfer 2002; Fernández et al. 2002; Aldenderfer y Barreto 2004; Perry et al. 2006; entre otros).
En suma, la identificación de plantas domesticadas que, por tratarse de especies microtérmicas plantean por si mismas la posibilidad de su cultivo local, lleva inmediatamente a postular la ocurrencia de una producción a pequeña escala en la microrregión hacia el 3600 AP. Un punto pendiente que por el estado de la cuestión no es posible dilucidar en este momento es si tales tareas productivas, en caso de haberse presentado, refieren a procesos de experimentación y domesticación de recursos vegetales o bien a una práctica consolidada.
El abordaje de la puesta en práctica de actividades de producción vegetal requeriría, entre otras opciones posibles, establecer fehacientemente que los tallos de quenopodiáceas corresponden a una variedad doméstica denotando, por ende, la ocurrencia de siembra, o bien identificar algún campo de cultivo que pueda ser correlacionado con las ocupaciones de fines del Holoceno medio. Se tiene plena conciencia de las dificultades de localizar terrenosempleados para prácticas agrícolas de baja envergadura, siendo esperable que sean de pequeño tamaño y que no cuenten con inversión de arquitectura en piedra. Al respecto, puede resultar significativo describir las características de una parcela cultivada actualmente por la Familia Morales, propietaria de Punta de la Peña y Peñas Chicas. La misma, realizada sobre la terraza baja del Río las Pitas, cuenta con un área aproximada de 50 m2, su forma es rectangular, estando definido su perímetro por una barrera de arbustos espinosos. Asimismo, contaba con una acequia que le proveía de agua, aunque no había sufrido ningún tratamiento particular en las paredes y en fondo.
Evidentemente, las expectativas arqueológicas de localizar un sitio de este tipo, en vista de los procesos de deterioro orgánico (seto de arbustos), son muy bajas. Al respecto, una posibilidad podría ser realizar muestreos sistemáticos de microfósiles en sedimentos en las terrazas próximas a los sitios, tratando de identificar sectores de dichas terrazas con concentración diferencial de silico- fitolitos, almidones y cristales de calcio, entre otros, adscribibles a cultígenos. Sería esperable que dichos campos antiguos se encuentren relativamente próximos a PCh1.3, en función de la presencia de los tallos de quenopodiaceas recuperados en el sitio, ya que el transporte de los fardos no debería haber implicado grandes distancias.
Un elemento a tener en cuenta son las condiciones ambientales generales en la microrregión hacia los 3500-3000 AP, momento de la ocupación del alero bajo roca. De acuerdo a información sedimentológica, edáfica, geomorfológica y biológica generada por Olivera y equipo, a partir de los 8700 años AP aproximadamente se produce un proceso hacia un clima más cálido durante el Holoceno medio, alcanzando condiciones marcadamente áridas y secas, con altas temperaturas, ca. 6000 años AP. Hacia los 5000 AP se iniciaría una mejora climática involucrando mayor humedad y descenso de la temperatura. A partir de los 3500/3000 años AP, comienza un nuevo ciclo de mejoramiento climático, con mayor humedad ambiental y disponibilidad de agua, que se extiende hasta los 1600 AP (Olivera et al. 2004, Olivera et al. 2006). En función de lo reseñado, el alero habría sido ocupado coincidiendo aproximadamente con el inicio del momento húmedo, a fines del Holoceno medio.
Ahora bien, se ha señalado que este mejoramiento climático podría haber propiciado el inicio y/o la consolidación de prácticas agrícolas y pastoriles en el área (Olivera et al. 2006). Desde la información suministrada por PCh1.3, todavía preliminar, no hay evidencias suficientes que permitan apoyar o rechazar tal propuesta. No obstante, plantea una serie de interesantes cuestiones que deberían ser exploradas a futuro en cuanto a la vinculación entre los cambios paleoambientales y el desarrollo de prácticas agrícolas en la Puna Meridional. Por ejemplo, es indudable que el mejoramiento ambiental general hacia el 3500 AP, implicó un aumento de la productividad y densidad de recursos bióticos e, inclusive, de las áreas factibles de ser cultivadas -léase terrazas- (Olivera et al. 2006), pero la pregunta es si este cambio positivo influenció de alguna forma sobre la productividad de recursos microtérmicos adaptados al frío y a la sequía, con períodos libres de heladas cortos (para el caso de la quinoa ver, por ejemplo, Tagle y Planella 2002).
Desde la cultura material y sin considerar los datos sobre cultígenos, tanto el alero bajo roca de Peñas Chicas
1.3 como las restantes bases residenciales de fines del Holoceno medio Peñas Chicas 1.1 y Punta de la Peña 4, podrían ser considerados ocupaciones cazadoras- recolectoras típicas. Sin embargo, tales ecofactos están denotando una situación sin correlato previo (Pintar 1996, 2004b; Martínez 2003, 2005) que, se plantea, habría implicado una "economía productiva de bajo nivel, con domesticados" (Smith 2001) en el marco de una "estrategia predominante" (Yacobaccio et al. 1997/1998) de caza- recolección.
Cabe destacar que en el alero bajo roca no se han recuperado hasta el momento vestigios cerámicos o instrumentos factibles de ser vinculados con actividades agrícolas, como palas y/o azadas, lo que pone de manifiesto la variabilidad de situaciones previsible en contextos transicionales, como el aquí considerado.
Desde diferentes líneas de evidencia ya se mencionó que es posible sostener que el "nudo" del proceso transicional se presenta localmente ca. 3500 años AP. Más allá de las convergencias con otras áreas puneñas, por ejemplo, en cuanto a cronología o a la disminución de la movilidad residencial, son significativas las particularidades de la secuencia de Antofagasta de la Sierra. Entre éstas, se pueden mencionar la importancia de los recursos vegetales comestibles en la subsistencia o el hecho de carecer, hasta el momento, de evidencias de utilización de cerámica, que si está presente en otros contextos puneños, con cronología entre 3600 y 2900 años AP. Así, en la Puna jujeña se encuentran, por ejemplo, Tomayoc, Inca Cueva alero 1 y Cueva de Cristóbal, con fechados entre 3000 y 2800 años AP aproximadamente (García 1995, 1997; Fernández 1988-89); en la Puna salteña, por su parte, es el caso del sitio Ramadas (Estructura 1), fechado hacia los 3600 años AP (Muscio 2004); finalmente, en la Quebrada de Tulán, en la cuenca del Salar de Atacama (Chile), en los sitios Tulán 54 y Tulán 85, fechados entre 3200
y 2900 AP (Núñez 1992, 1994). Todo esto estaría manifestando una situación de marcada heterogeneidad en la transición de cazadores-recolectores a sociedades agro-pastoriles a nivel macro-areal, la cual ya fue señalada por diferentes autores (por ejemplo, Aschero 1994; Yacobaccio et al. 1997/1998; Muscio 2001).
Agradecimientos
ACarlosAschero por su apoyo en estos fascinantes años. A quienes participaron en las excavaciones de PCh1.3 con tanto interés y dedicación: Carlos Aschero, María del Pilar Babot, Alfredo Calisaya, Marisa Contreras, Aldo Gerónimo, Cecilia Haros, Sebastián Mamaní Segura y Ezequiel "Cequi" Milena. A Jorge Funes por el dibujo de las piezas. A Luis
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Autor:
Hocsman, Salomón
CONICET. Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e I.M.L., Universidad Nacional de Tucumán – Instituto Superior de Ciencias Sociales, CONICET.
Revista de Arqueología Cazadores-Recolectores del Cono Sur.
Enviado por:
César Agustín Flores
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