MIGUEL ÁNGEL
La vastísima obra de Miguel Ángel Buonarroti se inscribe en el Renacimiento, durante el llamado periodo del Cinquecento. Pintor, escultor y arquitecto, se consolidó como el gran genio de su época. Inicia estudios de escultura en el Jardín de los Médici, en Florencia, bajo el patronazgo de Lorenzo "Il Magnifico" y la dirección artística del donatelliano Bertoldo di Giovanni. Sus primeros trabajos escultóricos, pues, se realizan en estos años bajo el mecenazgo de los Médici.
Miguel Angel tuvo en ese entonces grandes enfrentamientos éticos y morales con el Clero, acerca del valor y sentido que debe darse al arte como la esencia suprema de la espiritualidad. Así es que en 1496 decide marcharse a Roma, ciudad que lo vio triunfar, iniciando una década de intensa actividad generadora de arte, al término de la cual, sin haber alcanzado apenas los treinta años, se consagra como un grandioso artista.
Antes de 1501 ya había esculpido La Piedad del Vaticano y el Baco de Bargello. En ese año vuelve a Florencia. Realiza entonces el David, obra cumbre de la escultura y de una gran complejidad por lo estrecho que es el mármol, colocado delante del palacio del Ayuntamiento de Florencia, convirtiéndose en la expresión de los supremos ideales cívicos del Renacimiento. En esta obra, el artista afronta el tema del héroe de manera insólita respecto a la iconografía tradicional, representando el símbolo de la fe hebrea con el cuerpo de un hombre joven y desnudo, tranquilo pero tenso; casi un símbolo del innovador ideal político republicano que traía el Renacimiento – un renacer de la cultura grecolatina.
La piedad, cuyos signos están ligados a la liturgia del Viernes Santo, es su única obra firmada.
Miguel Angel trabajó en el sepulcro del Papa Julio II entre 1501 y 1540, siendo su proyecto más ambicioso y del que, al final, quedaron tres esculturas insertas en la tumba de San Pietro in Vincoli, en Roma: Moisés y, a los lados, Lia o La vida activa y Raquel o La vida contemplativa.
Miguel Ángel pensaba que el arte se originaba en la inspiración interior y en la cultura. En contradicción a las ideas de su rival Leonardo da Vinci, Miguel Ángel vio a la naturaleza como un enemigo al que hay que superar. Las figuras que creó están vertidas de ese modo en movimientos forzados, cada una en su propio espacio aparte del mundo externo.
Para Miguel Ángel, el trabajo del escultor consiste en liberar la forma que, según creía, ya se encontraba dentro de la piedra. Esto puede verse de manera más evidente en sus figuras sin terminar, las cuales parecen estar luchando por liberarse a sí mismas de la piedra. La falta de acabado en sus esculturas se debe a que le desagradaban a medio trabajo y las dejaba sin terminar.
FRANÇOIS-AUGUSTE-RENÉ RODIN
Rodin, nacido en París el año 1840, dio un nuevo rumbo a la ya desgastada concepción del monumento y la escultura pública; es por esto que Rodin ha sido denominado "el primer moderno" en la historia del arte.
Para Rodin el artista no debía ser un esclavo del modelo, al contrario: era el artista el que escogía, con su propio ojo y sensibilidad, al objeto a representar y por medio de su imaginación era capaz de modificarlo para crear así una imagen totalmente nueva a los ojos del mundo. Es por esto que, desde una mirada anatómica, podría decirse que las figuras que construye carecen de una lógica en cuanto a las proporciones, pues las proporciones son dadas por el sentido que se ha querido plasmar y no por reglas biológicas. Rodin había estudiado la anatomía no para ser dominado por ella, sino para usar al cuerpo humano como una herramienta de expresión de la psicología y los sentimientos humanos.
Estas ideas las podemos ver plasmadas en su obra más importante, Las puertas del infierno (1880-1917), para las que en un comienzo fueron pensadas las figuras El pensador (Le Penseur), El beso (Le Baiser) y Danae (La Danaide). Estas puertas tienen como tema central el Infierno de Dante Alighieri en la Divina Comedia, y en ellas Rodin plasma algunos pasajes de este libro usando como narración los cuerpos de los personajes involucrados. La figura central, El pensador, es un retrato del mismo Dante, el cual se ve afectado por lo que está viendo (frisos con las figuras pecadoras bajo él) e influenciado por las fuerzas divinas que anuncian la desgracia sobre su cabeza (tres sombras o retrato triple de Adán). Los historiadores del Arte también coinciden en que esta escultura remite a la propia figura de Rodin: un hombre que se horroriza frente al mundo en el cual le toca vivir, en el que la tecnología da paso a soportes como el cine, y está justo en el centro, donde debe elegir entre enmarcarse en la tradición o revolucionar las artes escultóricas. Y Rodin, a partir de su estilo impresionista, elige la segunda opción, la del vanguardismo que pone en cuestionamiento el enfoque tradicional.
HENRY SPENCER MOORE
Su carrera toma impulso a partir de 1925, cuando obtiene una beca en París, Italia y España, ampliando sus conocimientos artísticos con el estudio de las obras del Renacimiento. Estas influencias serán reelaboradas por Moore para crear un estilo personal cargado de humanismo. Sus primeras obras están determinadas por el arcaísmo y en ellas sobresalen rasgos como la figura con relieve o la madre con el hijo. Hacia 1935 se sintió atraído por el surrealismo, llevando la figura humana a formas vinculadas con la naturaleza. También se interesó por la abstracción y en las obras de esta década se aprecian influencias de ambos estilos. Su principal aporte lo encontramos en las cavidades que se van excavando en sus obras, cavidades que ocuparán un espacio cada vez más importante en la evolución de su obra. Precisamente su etapa madura estará caracterizada por la complementariedad entre forma y espacio. Sus obras tiene una escala monumental, en función de su ubicación generalmente al aire libre. Moore introdujo una particular forma de modernismo en Gran Bretaña.
Las figuras yacentes, inspiradas en las de los yacimientos mayas de Chichén Itzá, fueron para el escultor una bandera, un tema en el que encontró innumerables posibilidades para explorar la forma humana y evocar la fuerza y el poder de la tierra.
Conclusiones
La primera escuela clásica griega, en la que participan Mirón y Fidias bajo patronazgo de Agéladas de Argos, muestra una definida línea realista. Es muy propio en Mirón esa interpretación realista especialmente en sus trabajos animalísticos; mientras que en Fidias ese horizonte es más difuso, dado que tiende a acercarse a cierto idealismo a partir de la sobreexaltación del hombre.
Se puede aseverar que Rodin es un fiel exponente del movimiento vanguardista. En tal sentido, es notable la diferencia identitaria, en cuanto a las proporciones del cuerpo, respecto a otros autores. Las escuelas que lo precedieron esculpían cuerpos esbeltos, armónicos, excelsos, con una fidedignidad de la tensión muscular y de la anatomía en general, como se ve en el periodo clásico griego y en Miguel Angel. En cambio, el francés inaugura un estilo gobernado por cuerpos que no son estrictamente "biológicos", sino que ese cuerpo esculpido habla de determinada visión del autor. Esas figuras sin proporción están empapadas de un sentido crítico.
Si Rodin buscó en el mito y la tradición literaria sus fuentes de inspiración, Henry Moore las encontró en las formas maya-toltecas y mesopotámicas. Pero coincidieron en un punto clave: su fijación en Miguel Angel. Ambos creían que la verdad de la escultura era moral, y que ésta debía florecer desde el interior hacia afuera.
Moore piensa que la escultura es un arte para mostrarlo al aire libre. Necesita la luz del día, los rayos del sol, la lluvia… Para él, el escenario más completo es la naturaleza. En cambio, Miguel Ángel veía a la naturaleza como un enemigo al que hay que superar . En ese sentido, Moore está más cerca de Da Vinci.
Rodin transformó notablemente la noción de la escultura pública. Tanto en el Renacimiento como en la Grecia Clásica esas obras eran componentes de templos, palacios, etc. Rodin acercó la escultura a las masas: esa revolución se puede verificar, por ejemplo, en que quitó el pedestal en el que se soportaba la obra para que tenga mayor proximidad física y visual.
Bibliografía
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- Gombrich, E. H. La Historia del Arte. Buenos Aires, Sudamericana, 1999.
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- Marín Correa, Manuel. Historia de las Artes. Barcelona, Marín, 1972.
- Montaner y Simón (editores). Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano. Barcelona, Establecimiento tipográfico Editorial, 1912. Tomo VI.
- Rodin:
Ariel Winiar
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