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El paso del realismo al naturalismo en la literatura. Su expresión en la obra "Madame Bovary", de Flaubert (página 2)

Enviado por Adriana Lopez


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Aunque de cierto modo se propone oponerse a lo que pueda parecer romántico, no se puede negar que hay en el estilo de Flaubert un cierto aire romántico que describe la tristeza, los sueños y la monotonía de sus personajes, incluso algunas escenas. Esa alianza del espíritu con la fantasía para no detenerse nunca, es la que muestra el autor con los pasajes de la vida ilusoria y monótona que lleva Emma Bovary. No es que su estilo se vuelva romántico (por el tema y la forma es realista y otro tanto naturalista), sino que pareciera que este personaje solo puede expresarse a través de las técnicas de dicho estilo, por el temperamento del autor que sobresale en él. En cierto pasaje de Emma con Leon Dupuis se narra: "Se abrazaron con frenesí, y sus mutuos rencores se fundieron como la nieve al calor de sus besos" (Flaubert, 1963:169).

El papel de los sentidos resulta determinante en una obra donde la protagonista vive de la ilusión que entra precisamente por estos. Emma soñaba con los olores que le llegaban desde afuera, se enajenaba pensando en fiestas, bailes, grandes banquetes lujosos e imaginando al apellido Bovary entre los más ilustres, "pero su marido no era ambicioso. (…) Entretanto, esperaba algún acontecimiento inesperado en el fondo de su alma" (Flaubert, 1963:65). Esta posición de hastío, mas no resignación, puede ubicar a Madame Bovary en la cúspide de los anhelos de los tiempos románticos, incluso en contra de la voluntad de su autor.

Análisis de algunos aspectos narratológicos de Madame Bovary. Estructura de la obra

La novela, editada por vez primera en 1957 y causante de un gran éxito y revuelo en la sociedad francesa de la época, junto al proceso penal al que fue sometido Flaubert por la misma, "deciden la lucha en torno al naturalismo a favor de la nueva tendencia" (Hauser, 1962:263). Básicamente el argumento es el siguiente:

Emma Bovary es una bella mujer provinciana, que luego de casarse con un hombre que no pasa de ser un mediquillo de pueblo, se da cuenta de su frustración matrimonial y vive sumida en el aburrimiento y en el ensueño de una vida mejor, con más lujos y aventuras que la que su marido le puede dar. Estos tienen una hija, pero esta poco influye en la relación de fachada que realmente llevan, más bien por parte de Emma, pues su marido si le ama. Su condición femenina dentro de la clase media a la que pertenece, la hace llevar una vida inútil y monótona. Es por esto que, sin querer asumir su propia realidad, y desilusionada completamente de su vida, busca la felicidad añorada incurriendo varias veces en el adulterio, con amantes que suelen incomprenderla y tomarla poco en serio, por lo que finalmente al quedar abandonada y endeudada por estos decide quitarse la vida y lo hace envenenándose.

La trama o el conflicto podría parecer trivial en su primera lectura, pero los mecanismos narratológicos empleados por Flaubert descubren una historia en detalles que va más allá de la mera descripción y narración de una simple historia.

2.1 Conflicto o situación central, voz: autor y protagonista

El conflicto central podría ser la infidelidad de Emma Bovary como hecho que marca la vida de la protagonista de la obra y guía el curso de la narración una vez que aparece el primer adulterio. Sin embargo luego se vuelve rutina y se transforma el conflicto cuando Emma se adeuda y empeoran sus problemas financieros y también sentimentales (con su amante, pues Carlos nunca se le enfrentó ante nada). Pero desde luego como quiere indicar el autor todo el tiempo, el conflicto es interno en Madame Bovary, Charles nunca supo que era engañado hasta el final de la obra, mientras, Emma es quien sufre con sus sueños constantes, con su vida gris, monótona, llena de esperanzas que ve desvanecerse en la nada, pues sus amores fueron fugaces y falsos.

Este narrador omnisciente (típico del estilo realista), da paso a veces a la voz de los personajes para que la historia siga por ellos, y cada frase dice por sí sola, como así cuida Flaubert de que suceda. No obstante, resulta interesante y pertinente comentar que Flaubert solía decir: "Madame Bovary c"est moi" (Madame Bovary soy yo) lo que nos da a entender que cuando Emma habla, no es realmente ella quien lo hace sino el autor, aunque "no es la existencia de Flaubert y sí la de Emma la que está contenida en estas palabras, Flaubert no hace más que dar madurez al material que ella le ofrece, en su plena subjetividad, para que pueda hablar." (Auerbac, 1986:457).

Otro importante asunto de peso en la obra es el tema secundario que aborda Flaubert como característico en ocasiones de sus situaciones y personajes. Este es la estupidez. Flaubert detestaba visiblemente su época y la sociedad en que le tocó vivir, no solo por aspectos políticos o sociales de manera general, sino la estupidez y tontería reinantes y en general la trivialización de la vida francesa de la segunda mitad del siglo XIX. Charles es el primer tonto que no ve lo que ocurre en sus narices, probablemente debido a una ignorancia aguda e ingenuidad severa. Emma es el medio de Flaubert de expresar este disgusto con la sociedad, pero es estúpida también, pues confundió sus sueños con la realidad y por eso, apartando las deudas, murió de desilusión. Homais es casi un profesional de la imbecilidad y la petulancia, pero desde luego sus estupideces son aceptadas socialmente como para llegar a ser incluso reconocida y premiada. Y como estos personajes podríamos seguir con otros que participan de similares cualidades: Lhereux.

Viene al caso acertadamente citar un párrafo de la obra que contiene en sí la esencia misma de esta historia, y muestra además el estilo profundo de la descripción realista de Flaubert y que resume todo lo planteado en este acápite:

"Las horas de la comida eran para ella las de mayor sufrimiento, en aquella salita baja, que la chimenea llenaba de humo, donde la puerta gruñía y las paredes rezumbaban, parecíale comer en su plato toda la tristeza de la vida, y con el vapor de la olla encendíanse en su alma otros tantos vapores de insipidez. Carlos comía pausadamente, y luego se distraía cascando avellanas o haciendo dibujos con el cuchillo sobre el mantel" (Flaubert, 1963:68)

2.2 Empleo del tiempo y el espacio en la obra

El tiempo en la obra pasa indefinidamente, sin ser un detalle a determinar por el autor, pues intenta de esta manera decir lo monótona que resultan estas vidas. Lo mismo pueden transcurrir horas, que días, meses en los pasajes en que en la vida de Emma no llegan los acontecimientos que tanto anhela. Es una sensación de impesantez en la nada, que es precisamente lo que le resulta en extremo agobiante y asfixiante. Emma solo cuenta los minutos en la espera del reencuentro con sus amantes, pero el resto del tiempo puede resultarle indiferente e incluso aborrecible. Es por esto que el tiempo es cotidiano y cíclico, con hechos que se repiten y no dan lugar a grandes sucesos que le hagan ser un decursar histórico progresivo. Esto también puede simbolizar el desgaste que están sufriendo estas personas espiritualmente, cuando para ellos ya el día no es día y la vida tampoco es vida.

La historia desde luego transcurre en Francia, pero específicamente en algunos pueblos como Rouen (dónde Charles Bovary realiza sus estudios), Tostes (lugar en el cual ejerce de médico en sus inicios, y vive con su primera mujer), Les Bertaux (donde conoce a Emma, su segunda mujer) y en Yonville (donde ejerció su trabajo hasta su muerte). Finalmente vuelve a aparecer Rouen, donde Emma vivió sus aventuras con León. La descripción de los lugares es bastante exhaustiva, Flaubert se esmera en dar detalles del entorno para ser lo más real posible y lo mismo transcurre mucho el tiempo en la casa, la cual simboliza en ocasiones el encierro de Emma en sí misma, que en espacios abiertos, lo cual a veces la libera para encontrar felicidad en los brazos de sus amantes.

2.3 Relación de personajes más significativos de la obra

Flaubert se empeña visiblemente en que todos sus personajes sean mediocres, cuando al mismo tiempo demuestra despreciar la mediocridad con el mensaje de esta obra. Ninguno de sus personajes es héroe de nada, si apenas presentan algunas cualidades positivas, estas se ven disminuidas por dicha mediocridad y otras características menos venerables.

No caben dudas de que Emma Bovary es el centro y razón de ser de esta obra, todo gira en torno a ella. No es precisamente una protagonista ejemplar, más bien le corresponde el calificativo de antiheroína y es precisamente lo que busca el autor. Por todo lo que se ha dicho anteriormente y queda aun por añadir, corresponde más analizarle en su relación con su esposo, Charles, con quien se casa casi por azar, y no resulta tener nada en común con ella en cuanto a aspiraciones, solamente vive cegado de amor por ella. Ambos viven en una paz insípida que no procura sueños ni planes, prolongándose cada vez más de este modo la desesperación de Emma, quien vive en un constante anhelo de una existencia aventurera y con lujos. Su esposo es tan mediocre y conformista que no ve más allá de sus ojos, ni siquiera, el hecho de que es despreciado por su mujer. Se puede apreciar claramente como nunca discuten entre ellos, pues ni asuntos que conversar tienen para llegar a este punto. Su relación es tan fría, sobre todo de Emma hacia él, que ni la hija los une o constituye un lazo de cariño. En un final ambos se encuentran solos y aislados incluso de todos los demás.

Lo que se diga de los protagonistas se puede decir para casi todos los personajes de la novela: "cada uno de los numerosos tipos mediocres que por ella transitan tiene su propio mundo de estupidez chata e insensata, un mundo de ilusiones, hábitos, impulsos y tópicos; todos están solos, ninguno puede comprender al otro, ni ayudar al otro a comprender" (Auerbach, 1986: 462). Aquí podemos encontrar al farmacéutico Homais, petulante e ignorante que puede llegar a parecer mezquino; Leon Dupuis y Rodolphe Boulanger, que resultan ser los amantes de Emma respectivamente, pero le demuestran ser no menos materialistas y frívolos que ella abandonándola cuando más ilusionada estaba esta; Lhereux, comerciante y embaucador que de cierto modo es responsable indirectamente de la muerte de Emma, pues la enredó en deudas y pagarés de los que esta no se pudo zafar. Pero también se puede encontrar, aunque pocos, ciertos personajes que no poseen cualidades negativas, aunque no son de un peso significativo en la obra; aquí encontramos a Justine, el joven empleado de Homais que es un muchacho tierno, noble y fiel, y al destacado y condecorado doctor Lariviére, que atiende a Emma ya en su lecho de muerte.

Anotaciones sobre el autor y su obra

Se ha dicho de Flaubert que su odio a la burguesía y a su época en general, pudo haber sido uno de sus motivos mayores y fuente de inspiración para escribir esta y otras obras, del mismo modo que pudiera ser este un elemento que haya constituido el origen de su naturalismo (Hauser, 1962). Flaubert ve con gran agudeza las crisis y problemas existentes en la sociedad francesa del siglo XIX y los que se avecinan, pero no ve para ellos salida o solución alguna (Auerbach, 1986).

Insertando además a Flaubert en el realismo moderno, vemos cómo se diferencia de los que serían entonces sus homólogos realistas, Stendhal y Balzac. De alguna manera Flaubert, al igual que ellos, describe entornos corrientes de una pequeña clase burguesa provinciana que constituye en alguna medida un escaño inferior de la sociedad. Sin embargo estos se enfrascan más que él en una ubicación de dichos lugares corrientes en su contexto histórico-social, específicamente en la época de la monarquía burguesa.

No obstante, estos tres autores poseen unanimidad entre ellos fuera de que Flaubert actúa diferente en cuanto al siguiente aspecto: leyendo a Stendhal y a Balzac, apreciamos de vez en cuando el criterio del autor acerca de sus personajes y lo que va ocurriendo en la obra, mientras Flaubert piensa que el propio lenguaje de la obra debe hablar por sí mismo, sin comentarios. "En este convencimiento, es decir, en una profunda confianza en la veracidad del lenguaje, empleado con plena responsabilidad, honrada y cuidadosamente, descansa el arte de Flaubert" (Auerbach, 1986:459).

E indiscutiblemente esta novela habla por sí sola, su mensaje es claro: la pobreza espiritual arruina la vida, y como ese, otros de igual importancia. La desesperación de Emma Bovary puede tomarse como ejemplo de cualquier situación típica de la realidad, como es posible que suceda, pero el mayor logro de Flaubert con esto fue el de haber incursado con este tema, tan sencillo a la vista, en la literatura de su tiempo, y con ello, en la universal como obra clásica trascendental. Madame Bovary no es en modo alguno calificable como novela erótica o amorosa. Esta constituye la descripción de una existencia humana sin perspectivas (Auerbach, 1986). Pero como hemos dicho, he ahí su originalidad sin precedentes.

Un interesante aspecto de la obra, es la posible comparación que se puede establecer (y de hecho se ha logrado por algunos autores) entre Emma Bovary y el Quijote. Se dice que Cervantes exclamó en el momento de su muerte: "Don Quijote soy yo" y si retomamos la frase de Flaubert ya citada anteriormente en que dice ser Madame Bovary, y tenemos en cuenta que este era lector ferviente del célebre español, podemos ver cómo un personaje es el par del otro y cómo ambos representan "la desdicha de la imaginación y del entusiasmo que no encontraban sitio apropiado en una sociedad vulgar y materialista". [1]

Por la diversidad de matices estilísticos que ha empleado Flaubert en su obra es quizás difícil encasillarle en alguna escuela en específico, lo que a veces nos incita a salir de los esquemas y observar con una mirada más amplia el sentido que puede querer abordar el autor más allá de pretender representar un movimiento en particular. Se le ha llamado también a su estilo como realismo determinista o determinismo realista. Pero sin dudas es una fuerte carga de realismo, dotada de recursos románticos aunque no se haya querido así, que incurre casi de lleno en el incipiente naturalismo para abordar la vida también desde su aspecto orgánico y sensorial.

Bibliografía

Auerbach Erich: Mímesis. Editorial Arte y Literatura, Ciudad de La Habana, 1986.

Flaubert, Gustave: Madame Bovary. Editora del Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1963.

Hauser, Arnold: Historia Social de la Literatura y el arte. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1962.

Sainz de Robles, Federico Carlos: Ensayo de un Diccionario de la Literatura. Términos, conceptos, «ismos» literarios. Ediciones Aguilar, Madrid, 1965.

Sierra, Enric: Apuntes sobre la novela realista. (Material digital)

Vargas Llosa, Mario: La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1975.

 

 

 

 

Adriana López Fernández

[1] Prólogo a la edición cubana de 1965 de Madame Bovary, expuesta en la bibliografía.

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