Entonces el general Canterac creyó conveniente mandar la línea fuego los dos batallones del Gerona que formaba la reserva (en rigor, eran dos de los cinco batallones que integraban nominalmente la izquierda) logrando de este modo restablecer un tanto el combate, aunque por poco tiempo. Mas, al observar el general Sucre, el precipitado avance de la división Monet, ubicado solo a menos de medio tiro de fusil de su posición, dispuso que el resto de la caballería de Colombia 18 y dos batallones de la división Lara (En rigor, solo parte del batallón Vargas. Así pues, quedaba solo en la línea original el "Rifles" 19 en esqueleto, ya que el "Vencedor" fue comisionado a sostener la división La Mar) 20 la cargasen a todo trance antes acabara de pasar el barranco, a tiempo que la división Córdoba llevaba por la izquierda lo mejor de la pelea. El choque con la división Monet, aunque no había llegado a formar en la orilla occidental del mencionado barranco más que la primera brigada que mandaba D. Juan Antonio Pardo, fue horriblemente sangriento por ambas partes, recibiendo de la nuestra un leve balazo el mismo general y quedando muertos tres jefes de cuerpo; pero, arrollada esta brigada, la segunda no pudo acabar de cruzar el barranco sin desordenarse. Cuando acaecía tan angustioso compromiso no habían podido llegar aún a formar en el llano ( Se refiere a la caballería real) más que dos escuadrones de la segunda brigada y uno de la primera (recordarán que Torrente afirmaba que eran cuatro los mismos)perteneciente al regimiento de Granaderos de la Guardia, a cuya cabeza se hallaba el coronel D. Domingo Vidart, porque los conocedores de esta arma calcularan bien lo que sería un desfile de uno a uno, con los caballos en la mano, por terreno escabroso y muy pendiente y con las circunstancias desventajosas que pasaban en la inmediación, de donde debían formar. Ansiosos el virrey y el general Canterac de paralizar el brusco ataque de los enemigos, los tres escuadrones formados (eran cuatro) recibieron orden de cargar desde sus respectivos puestos, lo que animados por todos sus jefes, ejecutaron con la mayor prontitud y orden. 21 Los Lanceros de Colombia los esperaron a pie firme 11 enristradas sus enormes lanzas, esta novedad por segunda vez presentada, y sin que hubiese mediado tiempo y lugar bastante para meditarla y contrariarla, detuvo a nuestros soldados delante de sus engreídos adversarios, y en medio del fuego de sus infantes y de nuestros dispersos: allí comenzó sin embargo, un combate encarnizado aunque desigual, que acabó por dejar en el campo la mayor parte de los jinetas españoles, impidiendo el descenso del resto de la caballería". P 227/228.
"Al brigadier Camba en el momento en que dirigía la carga, del escuadrón reunido y formado de la brigada que mandaba, le mataron el caballo quedando al cogido de una pierna debajo del animal". P.228
"El Batallón de Fernando VII, 22 que había quedado
parapetado en la falda de la cordillera sobre el campo de Ayacucho, rompió el fuego, signo del más cruel y triste agüero para el general Valdés que por lo inclinado del punto de su ataque no podía ver bien lo que pasaba en el resto de la línea, a tiempo que precisamente adelantaba con conocida ventaja sobre las tropas de La Mar. Pero cargada su división con nuevas fuerzas ya victoriosas , no obstante su acreditada serenidad y a la valentía con que a pesar del mal terreno se condujeron a su vez los húsares de Fernando VII , todo cedió al destino adverso y como a la una de la tarde, el resto del ejército real que no había sido muerto, herido, o prisionero, huía en todas direcciones, habiéndose perdido la batalla sin que nuestras siete piezas de artillería, llegasen hacer algunos muy pocos disparos y sin que una brillante caballería superior en número a la independiente pudiese formar más que cuatro escuadrones en el llano que se le había designado: y a juzgar por el comportamiento de esos escuadrones, sensible y doloroso es ciertamente calcular, el impulso que hubiera dado a la acción esa arma, si toda convenientemente dirigida, hubiese llegado a ser simultáneamente empleada" P. 229
Torrente: "Atacada vigorosamente y por fuerzas muy superiores (mérito imputable al general Sucre) la división del bizarro general Valdés, todos sus esfuerzos y los de los acreditados jefes y oficiales que asegundaban su ejemplo, no pudieron conseguir que su tropa resistiera por más tiempo, ni se replegara en orden a la próxima falda de la cordillera.
A.P.R.: Las derrotas suelen ser huérfanas; se buscan y se hallan siempre "chivos emisarios". En Huaqui; Vilacapugio; Sipe Sipe; Ayohuma; Torata, Moquegua y aún en vísperas de Ayacucho, en Corpahuaico, triunfaron las armas del rey; no obstante que el grueso de sus ejércitos, estaba integrada también, por aquel tipo de reclutas. Eso sí, en tales ocasiones estaban subordinados a mandos que instrumentaron planes de batalla más eficaces y acertados.
Frustrados todos los esfuerzos, de los generales y jefes realistas, herido el virrey y hecho prisionero al tiempo de retirarse a la posición que ocupaba el citado batallón de Fernando VII, eran ya los enemigos dueños del campo a la una del día, excepto de su izquierda en la que seguía batallándose gloriosamente la división Valdés ,ignorando la suerte de las demás tropas, (aunque) cuando se vio envuelto por la mayor parte de las contrarias, libres ya de otras atenciones, y obligado a formar martillo para contener el furioso empuje de aquellos. Fue entonces cuando conoció que la batalla se había terminado de un modo funesto, su situación no le permitía retirarse porque tenía comprometida casi en cuadro a toda su tropa. No esperada otra cosa que entretener al ejército enemigo el tiempo posible para dar lugar a que se reunieran los dispersos.
III-El Desbande:
Torrente:
Aterrorizados los soldados de una manera inexplicable, por un desenlace inesperado, y del cual estaban muy distantes sus creencias, solo atendían a dispersarse por entre las breñas, arrojando muchos las armas, las fornituras, las casacas y los morriones para tomar con mayor desembarazo la dirección que más cuadraba al intento, de allegarse unos a sus casas, y de volverse otros a las filas enemigas a que antes habían pertenecido. La deserción del servicio militar era genial a los indígenas del Perú, de quienes se componía el ejército real, y estos mismos habrían sido implacables e infatigables perseguidores de sus contrarios, si la fortuna los hubiera favorecido: los individuos europeos de todas clases, que contaba el ejército en Ayacucho pasaría poco de quinientos. (c) Hasta el batallón de Cantabría, que el día 3 en Corpahuaico había cargado y hecho correr al batallón colombiano de Rifles, uno de los de mayor confianza de Sucre, se entregó como los demás en fuga, sin que nada le pudiera detener. Ps.493/94
(c) El porcentaje de tropas de origen europeo en el ejército realista fue disminuyendo con el paso del tiempo a no reponerse las bajas de ese origen con renovados contingentes procedentes de la península. En 1818 en ocasión de la batalla de Maipú el porcentaje de hispanos era alrededor del treinta y cinco por ciento.
La hora de la desgracia llegó irreparable al ser enteramente arrollada esa bizarra división Valdés, la cual se entregó a todos los excesos de dolor y de la desesperación, se lo vio buscar la muerte con ansias por todas partes, considerando la vida como un peso insoportable después de aquella derrota. Algunos de sus jefes y oficiales se la salvaron sin embargo, arrancándole de aquel teatro de sangre al favor de la confusión que reinaba en él, y así llegó a reunirse en las alturas de la retaguardia unos 200 hombres de caballería que apañaban al general Canterac, y unos cuantos dispersos de la izquierda y centro que habían podido ser recogidos por el extraordinario arrojo de algunos jefes y oficiales. Los esfuerzos de éstos fueron generalmente ineficaces. El capitán Salas fue muerto por los mismos soldados que habían tratado de reunir; el brigadier Somocurcio y otros estuvieron expuestos a sufrir igual suerte. No deberá parecer extraño esa conducta de parte de aquellas tropas formadas de los prisioneros de anteriores batallas, o de indios y cholos arrancados de sus hogares, que trataban los primeros, de volver a sus filas, y los segundos de volver al seno de sus familias. Solo el prestigio de la victoria, y el mágico ascendiente del nombre español, pudieron conservarlos en la obediencia de los realistas en medio de su mayor predisposición a secundar la causa de la independencia. Si se hubiera ganado la batalla de Ayacucho, hubieran sido sus más ardientes sostenedores del partido español, se perdió, y todos ellos, abandonaron a sus respetables jefes". P.495.
García Camba:
El ilustre virrey, esperanzado todavía de lograr contener tamaño desorden y restablecer el combate, se lanzó denodado entre las tropas batidas, no podía ver bien lo que pasaba en el resto de la línea ; arrollado, y tras recibir seis heridas de bala y arma blanca, ser derribado de su caballo, y quedar por último prisionero del enemigo, cuya desgracia, así que se divulgó, acabó de desalentar a la tropa del rey. P. 228.
A.P.R.: Nada se les puede achacar, y tal como ya fuera expresado, eran reclutas sin espíritu de lucha y en cuando vieron la ocasión propicia al decir del tango, "se pegaron el espiante" . Ello no va en desmedro del general Sucre y sus hombres quienes supieron capitalizar para sí, con sorprendente determinación los errores del comando vencido.
VI-La Capitulación
Torrente:
"Persuadidos pues, de que todo esfuerzo que se hiciese en tan desastrosa crisis había de empeorar notablemente su posición individual y sin que resultase provecho alguno o a las demás tropas (se refiere a las guarniciones realistas que ocupaban distintos puntos del territorio en disputa) ni a los pueblos, se acordó en junta de jefes que se procediese (a aceptar la capitulación ofrecida por los vencedores) a la capitulación. Habiendo pasado con este motivo al campo insurgente los generales Canterac y Carralalá extendieron de acuerdo con el general Sucre, las condiciones de ella que fue fueron transmitidas a la una de la mañana a los demás jefes realistas. Después de haberlas examinadas detenidamente, y de haber hecho las observaciones más necesarias, las devolvieron a las seis de la misma mañana, y a las dos de la tarde se firmó definitivamente dicha capitulación que tantas cuestiones ha suscitado en el mundo político.
La garantía de propiedades y personas la obligación por parte de los independientes de costear el pasaje a todo individuo del ejército español que quisiera regresar a la península; la de permitir que todo buque de guerra o mercante pudiera proveerse de víveres en cualquiera de los puntos de la costa y regresar libremente a Europa; la conservación de honores y distinciones según el rango de los rendidos; la aquiescencia de considerar como peruanos a todos los que habían seguido el partido del rey; y de admitirlos en sus filas con sus mismos grados, si querían incorporarse a ella; el suministro de algunas sumas para pagar los atrasos y para sostener a los capitulados hasta que se verificase su salida del territorio. Tales fueron las ventajas obtenidas por los realistas en medio de su forzada posición.
Quedó sin embargo, rebajado el mérito de estos tratados con la cesión que se hizo en ellos de todos los países que todavía estaban dominados por las armas del rey, y con incluir en esta capitulación a los individuos que las ocupaban"
A.P.R.: Esta fue la última gran batalla de la guerras de la independencia sudamericana. Luego del suceso, quedaban aún algunos focos de resistencia realista, que no reconocieron la capitulación: En el Alto Perú,
Olañeta y su obstinada resolución de resistir; también la guarnición de puerto fortaleza del Callao en Perú y de la isla de Chiloe al sur de Chile, afirmados ambos en la creencia de que en algún momento pudieran ser funcionales a una eventual reconquista de la región. Sin embargo, no mucho tiempo después, toda Hispanoamérica quedaría liberada del dominio español.
Fin
A.P.R.
Mar del Plata, Argentina
Gral. Sucre Gral. Lara
Gral. Canterac El virrey Laserna
Bibliografía
Andrés García Camba: Memoria para la historia de las armas españolas en el Perú. Editorial América 1916; Tomo II Ps.221/22
Mariano Torrente: Historia de la Revolución Hispanoamericana
Tomo III, Pgs. 487/495 Imprenta de Moreno 1930. Pgs.
Vicente Fidel López: Historia de la República Argentina. Editorial Sopena 1975. Tomo IV, P. 105
Tomás de Yriarte. Memorias. Compañía. Gral. Fabril Editora 1962. Tomo II, P. 15
Páginas Web ya mencionadas a través del texto.
Autor:
AlbertoPereira Rios
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