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Teatro, la decadencia del bufo y el auge del lírico cubano (1925-1940)

Enviado por Ramón Guerra Díaz


    El teatro cubano tiene durante más de tres décadas un solo nombre, Alhambra, y un género, el bufo. Este dominio del burlesco cubano está dado en primer término, por la continuidad de una tradición que data desde mediados del siglo XIX. El teatro se hizo el reflejo de la calle, con su acontecer social, político y costumbrista. Nada relevante ocurría sin que alguno de los numerosos creadores compusiera, una revista, un sainete o un cuadro de costumbre, que tenían mucho de efímero por su inmediatez, aunque sus valores irían conformándose en la medida que sus personajes "tipos" adquirían carta de ciudadanía: el negrito, el gallego, la mulata, etc. Junto a ellos se fue conformando la música cubana en concordancia con el teatro bufo.

    El siglo XX fue testigo de la proliferación de todos los géneros musicales en las tablas del Alhambra. Si hasta fines del siglo XIX fueron la rumba y la guaracha las predominantes, con el afianzamiento del vernáculo abundaron los danzones, sones, guaguancó, la criolla y otros ritmos cubanos.

    Además del Alhambra otras compañías hacen el bufo en el teatro cubano, pero sin el éxito de público del primero que mantuvo de forma ininterrumpida una temporada de 35 años.

    El declive del mismo viene con la crisis económica y social de la isla, notándose con fuerza a partir de 1929. Las obras pierden su encanto criollo, continúan con el sainete y la sátira política, pero se desgataba la fórmula teatral ante una sociedad que vivía otra realidad y una renovación creciente de sus valores. Se desintegra poco a poco la Compañía del Alhambra, se retiran las viejas estrellas, se estanca el repertorio y los más jóvenes se van con otras agrupaciones o hacen radio comercial, donde ganan mucho más. El cine sonoro termina por agudizar la crisis del teatro Alhambra, que cierra sus puertas tras el derrumbe ocurrido en 1935.

    Partiendo de la tradición musical del vernáculo se forja el teatro lírico cubano que se inicia en 1927 en el Teatro Regina con la zarzuela de Ernesto Lecuona y Eliseo Grenet: "Niña Rita" o "La Habana en 1930", con el debut de esa gran artista cubana que fue Rita Montaner., dotada de una gran voz y de un talento histriónico que la llevaron al favoritismo del público cubano y extranjero.

    La música criolla de salón es la gran protagonista de este teatro lírico, donde el libreto pasa a un segundo plano, cediendo su lugar a la partitura musical elaborada con gran calidad a partir de concepciones criollistas de autores como Lecuona, Roig, Prats, Ankerman, etc.

    El teatro lírico está presente desde principios del siglo XX con obras aisladas que habían permanecido sin ocupar un lugar preponderante en el gusto del público, primero por la fuerza del bufo, luego por la falta de voces y una orquesta capaz de tocar estas partituras. A fines de la década del veinte se da estas condiciones junto con el talento musical y el apoyo económico de Lecuona para preparar la primera temporada de zarzuelas cubanas.

    En 1928 Ernesto Lecuona estrena, "El Cafetal", "El Batey" y "El Maizal". En 1930 en el teatro Pairet su conocidísima zarzuela, "María La O". En este fructífero período otras zarzuelas de Lecuona subieron a los teatros habaneros: "Lola Cruz", "La Plaza de la catedral", "Cuando La Habana era inglesa", "La de Jesús María", "Rosa la China", "El calesero", "El amor del guarachero" y "La cubanita", entre otras.

    A pesar de la crisis política que vive la isla en la década del 30 el lírico reafirma su buen momento al inaugurarse la temporada de 1931 en el Teatro Martí, sostenida por el comerciante Agustín Rodríguez, la dirección general de Manuel Suárez y Gonzalo Roig en la dirección musical.

    La temporada duró hasta 1936 estrenándose en ese tiempo más de cincuenta obras, casi todas con el argumento ubicado en la época colonial, girando los temas alrededor de los amores incomprendidos o idílicas escenas de la burguesía esclavista criolla.

    La zarzuela cubana incorpora del bufo algunos personajes, más por su pintoresquismo que por su aporte al género: el negrito y el gallego; agregando además al calesero, el galán, la damisela, blanca y la mulata de sino fatal.

    Esta mulata será el gran personaje del lírico, proveniente del bufo, pero con característica diferente: continúa siendo bella, pero cargará con su fatalismo de amante del señorito blanco y el deseo perenne de ascender en la escala social, entre sus iguales, pero terminando engañada y víctima o victimaria de la venganza. Todo un símbolo sexual que de un modo u otro ha dejado una profunda huella en la sociedad cubana.

    El paradigma de esta zarzuela resultó, "Cecilia Valdés", basada en la novela homónima de Cirilo Villaverde. Subió a la escena del Teatro Martí el 26 de marzo de 1932, su autor fue Gonzalo Roig quien escribió las partituras, que de hecho han hecho más conocida la zarzuela que la novela y que es reconocida como la más importante obra lírica de la música cubana.

    «"Cecilia  Valdés" es  la  obra  cumbre  del  teatro  lírico  cubano compuesta de dos actos y un prólogo, ocho cuadros, un epílogo y una apoteosis. La música fue escrita por el maestro Gonzalo Roig y la letra del libreto pertenecen a Pepe Sánchez Arcilla y a Agustín Rodríguez. Tal como ocurrió con la novela homónima de Cirilo Villaverde, la zarzuela alcanzó el punto cimero en su género en el momento  en  que  se  estrenó  y  permanece  como  pieza  suprema  del género lírico cubano.»[1]

    Gonzalo Roig es el autor de otra zarzuelas que estrenó en esta exitosa temporada lírica del teatro Martí: "El Clarín", "La hija del sol", "La Habana de noche", "Cimarrón", etc.

    Otros de los animadores de esta temporada fue Rodrígo Prat quien es autor de las zarzuela: "Amalia Batista", "María Belén Chacón", "Guamá", "El Pirata", "La Perla del Caribe", "La Habana que vuelve", "El gran desfile", etc.

    Jorge Anckerman estrenó sus zarzuelas, "Rincones de Cuba" y "La emperatriz del Pilar", mientras que Eliseo Grenet y Moisés Simons, incursiona igualmente en le género.

    En cuanto a los protagonistas de este teatro lírico se destacan: Caridad Suárez, Conchita Baduls (española que estrenó la zarzuela "María La O"), Elisa Altamirano (mexicana, primera protagonista de "Cecilia Valdés"), Hortensia Coalla, María Ruiz, Esther Borjas, Rita Montaner, Candita Quintana, Alicia Rico, Maruja González, Rosita Fornés, Lolita Barrio, Miguel de Grandy, Panchito Naya, Álvaro Suárez y muchos otros que engrandecieron esta temporada lírica.

    El teatro dramático continúa una vida de penuria, subestimado y olvidado del gran público que tiene en el bufo y luego en el lírico sus preferencias.

    Por los teatros cubanos pasan compañías y actores de España e Hispanoamérica, los cuales sin salirse de su repertorio tradicional, traían espectáculos y puestas superiores a las habituales en Cuba.

    Significativa fueron las presentaciones de la española Margarita Xirgu en 1922 y 1937, principalmente la última en la que dirigida por Cipriano Rivas Cheriff presenta un repertorio de Federico García Lorca: "Bodas de sangre", "Yerma". "La casa de Bernalda Alba" y "Doña Rosita la soltera", a más de "Santa Juana" de Bernald Shaw; "Los fracasados" de Henri Lenormand y "Un día de octubre" de Georg Kaiser, entre otras que fueron muy bien acogidas por el público e influyeron en el desarrollo posterior del teatro dramático cubano.

    Rivas Cheriff, director del Teatro Español de Arte (TEA) de Madrid ofreció en La Habana charlas y conferencias sobre teatro moderno, que junto a las obras de la Xirgu, contribuyeron a poner al día la escena cubana.

    El profesor Salvador Salazar (1892-1950) continuó su labor de fomentar el teatro dramático en Cuba, en 1923 crea la revista "Alma Cubana" alrededor de la cual agrupó a los amantes al arte dramático. Desde su cátedra universitaria organizó con sus alumnos representaciones de obras del teatro clásico español, él lo llamó Seminario Teatral y en base a ese embrión se funda en 1927 la Institución Cubana Pro Arte Dramática con el propósito de propagar y desarrollar esta manifestación en Cuba; montar los estrenos teatrales de valor que se producían en el mundo y crear el Conservatorio Nacional de Declamación y un Teatro Nacional de Comedias. La institución tuvo una vida efímera (diciembre de 1927 a marzo de 1928) pero trazó pautas.

    Pese al fracaso el profesor Salazar continuó su empeño, reanuda la publicación de su revista "Alma Cubana" y a través de ella patrocina funciones para abonados a partir de 1929. Entre las piezas que se representan está, "Baltazar" de Gertrudis Gómez de Avellaneda.

    En 1927 el Ministerio de Educación creó el Premio Anual para la mejor obra dramática de autor cubano y se impulsaron otras iniciativas para sacar adelante al teatro dramático: funciones en el Lyceum y creación de la Empresa Teatral "Compañía Hispano-Cubana de Autores" dirigida por Gustavo Sánchez Galarraga, Ernesto Lecuona y José Cid. En te grupo llevó a las tablas obras de Galarraga, Sánchez Varona, Alfonso Hernández Catá, entre otros.

    La renovación del teatro dramático cubano comenzó en 1928 con la representación informal de una obra de teatro al estilo de los "reveillóns"[2] franceses, por un grupo de amigos, en la noche de fin de año. Se escenificó la comedia, "La sombra de la cañada" de John Millington Synge; al siguiente año para la misma fecha montaron, "Los bastidores del alma" de Nicolás Evreinoff, sobresaliendo la escenografía y el vestuario simbolista del decorador austriaco Harry Touber de paso por La Habana.

    El recrudecimiento represivo de la dictadura de Machado interrumpe los "reiveillones" cubanos hasta la media noche de 1933 en que se representó, "Un hombre del tiempo de Napoleón" de Sacha Guitry y en 1935, "La cabeza del Bautista" de Ramón de Valle-Inclán, dirigida por Luis E. Baralt, obra que se repuso en febrero de 1936.

    Los participantes de estos espectáculos de media noche en año nuevo se convirtieron en un impulso al teatro contemporáneo en diferentes instituciones sociales y culturales, tales como el "Lyceum" y "Pro Arte Musical"

    El "Lyceum" se hacía una representación mensual desde 1932 con el cuadro dramático dirigido por el español Jesús de Tordecillas en la primera época y luego por Guillermo de Mancha, alrededor de 1933, quien dirigió obra como, "El azar" de Federico Oliver, "Topacio" de Marcel Pagnol; "El viaje infinito" de Vane Sutton, entre otras.

    El grupo de teatro de "Pro Arte Musical" presentó en 1935, "La muerte alegre" de Nicolás Evreinoff, dirigida por Luis Baralt. Este montaje constituyó un acontecimiento cultural por su novedad y modernidad. La escenografía simbolista fue hecha por Iván Gundrum, la música de Amadeo Roldán y la coreografía de Yavorsky. Por primera vez en Cuba se representó una obra de teatro sin concha de apuntadores. Este grupo también incluyó en su repertorio, "Escuela de Millonario" de Enrique Suárez Deza y dirigida por Eugenio Florit; "Y alegre pasa la vida" de G. Kaufman y M. Hart, traducida al español por Natalia Arostegui y dirigida por Rafael Marquina y "Camino leal" de Felipe Martínez Allende".

    La caída de la República Española determinó el éxodo de muchos intelectuales de ese país hacia América, algunos de ellos vivieron en Cuba, lo que impulsó la creación de centros para el estudio de los métodos modernos del arte dramático.

    Una de estas instituciones fue el Circulo Cubano de Bellas Artes dirigido por el español Pedro Boquet quien convirtió el grupo en el principal impulsor del teatro español en la isla, su repertorio se conformó con obras de autores españoles y cubanos, sobresaliendo la obra, "Habrá guerra mañana" de Renee Polts, en 1935.

    Otro esfuerzo por el teatro fue la Sociedad Infantil de Bellas Artes (SIBA) fundada en 1931 y que contó con la colaboración de Pedro Boquet en la dirección.

    En agosto de 1935 se presentó en la plaza de la Catedral de La Habana, la obra "Fuenteovejuna" de Lope de Vega, con motivo del tricentenario de este gran autor español, dirigida por Luis A. Baralt. El monumental montaje era novedoso para Cuba, por el número de extras que colaboraron, el gran escenario de tres partes, las rampas laterales, los grandes bastidores en el escenario central para la escenografía y el diseño de luces.

    Todos estos esfuerzos culminan con la creación del grupo dramático, "La Cueva", Teatro de Arte de La Habana, en 1936 donde se centraron los ideales de la más joven generación del teatro dramático cubano. El principal propósito de este grupo fue dotarse de una técnica propia para crear una dramaturgia nacional. Su principal impulsor fue Luis A. Baralt, autor y director teatral, junto a él se agrupa un conjunto de escritores, pintores, escenógrafos y músicos.

    "La Cueva" representó obras de autores extranjeros y cubanos, la primera de ella, "Esta noche se improvisa" (28 de mayo de 1936) de Luilli Pirandello; "La luna en el pantano" de Baralt; el drama "Adultera" de José Martí; "El tiempo es un sueño" de Henri-René Lenormand y "La misión del tonto" de Housmann, toda dirigidas por Luis Alejandro Baralt que selló este gran momento del teatro cubano en enero de 1937.

    «Los historiadores del teatro en Cuba han destacado los propósitos renovadores alentados por este proyecto, que enrumbaba su accionar hacia el logro de una verdadera y profunda renovación: "el espectáculo como un producto artístico integral, el reconocimiento del director como centro creador y organizador de la puesta en escena, un concepto más libre de la estructura dramatúrgica, de la utilización del espacio escénico y de la relación teatro-público".»[3]

    Desde un primer momento "La Cueva" se diferencia de los demás grupos en planes y métodos, preocupándose por la superación del provincianismo del teatro cubano. Sus puestas en escena se produjeron en el teatro "Principal de la Comedia" y en su afán de difundir la producción teatral cubana organizaron lecturas públicas de obras nacionales no representadas.

    La fraternidad estudiantil "Iota-Eta" impulsa la creación en la Universidad de La habana de la Academia de Arte Dramático (1939) con la colaboración del director y escritor español José Rubia Barcia (1914-1997), del director alemán Ludwig Schajervich y otros teatristas cubanos y españoles, este sería el embrión del "Teatro Universitario".

    Durante este convulso período la vida teatral cubana continúa marcada por el teatro bufo, que bien en decadencia, pero deja ganancia en las taquillas y tiene un arraigo en el gusto popular, junto a él cobra vida y esplendor efímero, el teatro lírico cubano, mantenido por la calidad de su música, que sostiene una corta temporada de cinco años que dejó un saldo de innumerables partituras y canciones que afianzan definitivamente a la música criolla de salón.

    En cuanto al teatro dramático, tiene en su contra la competencia de los géneros mencionados anteriormente, lo que le impide estabilizarse como un negocio rentable, frente a esta realidad se destaca el esfuerzo de un grupo de intelectuales y artistas que tratan de sacar adelante el teatro dramático, esfuerzo que se ve reforzado por la presencia de un grupo de intelectuales extranjeros, principalmente españoles que echan las base del teatro dramático cubano.

     

     

    Autor:

    Ramón Guerra Díaz

    [1] “A 80 del estreno de la zarzuela Cecilia Valdés”. Redacción de CMCH. 26/3/2012. Digital

    [2] Teatro de media noche en fin de año

    [3] Luis Alejandro Baralt. http://www.encaribe.org/index