- El Príncipe
- Dedicatoria a Lorenzo el Magnífico
- Regla 1. Cerebros de los gobernantes y de las personas
- Regla 2. Características generales de los gobernantes
- Regla 3. Características convenientes para los gobernantes
Del libro EL PRÍNCIPE de Nicolás Maquiavelo
Glosado por Napoleón Bonaparte
Nicolás Maquiavelo (1469-1527).
Político e historiador italiano nacido en Florencia. Su libro más famoso "El Príncipe", dio origen a la doctrina y política maquiavélica, desprovista de conciencia y buena fe.
Napoleón Bonaparte (1769 –1821)
Militar y gobernante francés, emperador de los franceses, rey de Italia. Adquirió el control de casi toda Europa Occidental y Central. Derrotado en la Batalla de Waterloo en Bélgica, fue desterrado por los ingleses a la isla de Santa Elena, donde falleció.
El Príncipe
Decálogo de todas las épocas de la historia política de la humanidad, EL PRÍNCIPE es, ante todo, el libro esencial de las difíciles, crueles y arbitrarias horas en que la sociedad humana se debate por rehacerse de sus errores, acaso cayendo en otros, o como en momentos actuales, procurando crearse una nueva e incierta manera de vivir y organizar sus tremendos problemas. Por cientos de años este libro de Maquiavelo parece haber elegido como sitio de su preferencia la cabecera de los hombres que gobiernan el mundo. Dictadores, presidentes, protectores, ministros civiles y militares, encuentran, a sabiendas o no, una guía si no una inspiración en esta obra, escrita con un conocimiento dramático del corazón y de la conciencia de aquellos que se creen elegidos para gobernar al resto de sus congéneres. Así lo entendió Napoleón, al llevarlo consigo en sus horas difíciles y anotarlo de su puño y letra. Santiago Rueda, Editor, Buenos Aires 1968.
Dedicatoria a Lorenzo el Magnífico
Los que desean alcanzar la gracia y el fervor de un gobernante acostumbran ofrecerle las cosas que más le agradan, o sea, aquellas cuya posesión le proporcionan el mayor gusto. Unos regalan caballos, otras armas, piezas de oro, piedras preciosas, u objetos dignos de la importancia del cargo. En mi caso, el mejor obsequio para demostrar mi afecto es el compendio de conocimientos sobre los mayores y mejores gobernantes que han existido. Entre las cosas que poseo es la más valiosa. Este conocimiento lo he adquirido gracias a una continuada lectura de nuestra historia. A la experiencia prolongada en las horrendas vicisitudes políticas de nuestra época. Al examen durante largo tiempo de las acciones de estos hombres. A la reflexión con atención seria. Y a la penosa y profunda tarea de resumir todo ello en un pequeño volumen que le envío. Abrigo la esperanza de que esta humilde obra sea honrada con su favorable acogida. De mi parte considero que no me es posible hacerle un regalo más precioso. Con este libro en pocas horas fácilmente comprenderá lo que a mi me costó muchos años de fatiga extrema y arriesgados peligros. No he usado en mi exposición razonada aquellas prolijas glosas con que se hace ostentación en la ciencia, tampoco la he escrito en engalanada prosa. Solo he querido que en ella no exista más pompa ni adorno que la verdad de las cosas y la importancia de esta materia. Deseo que no considere como presunción censurable mi atrevimiento de discernir sobre gobernabilidad, ni mi aspiración a dar estas reglas sin haber sido gobernante. Los pintores cuando van a dibujar un paisaje suben a las montañas para descubrir con sus miradas los valles de modo claro, distinto, completo y perfecto. Pero necesitan también mirar las montañas desde el fondo de estos valles para verlas en toda su extensión. En la política sucede algo semejante. Para conocer la naturaleza de las naciones se requiere ser gobernante, pero para conocer el pueblo conviene vivir entre sus miembros. Reciba señor gobernante este obsequio con la misma fresca intención que yo lo envío. Mi propósito, si se digna leerlo y meditarlo detenidamente, es verlo llegar al cargo más alto que sus dotes y su destino le permitan.
Regla 1. Cerebros de los gobernantes y de las personas
Entre las personas y entre los gobernantes hay tres especies de cerebros: Los de los genios quienes obran por sí mismos[1]poquísimos. Los de los talentos quienes son poco aptos para inventar, pero poseen sagacidad selectiva para escoger lo que proponen los demás[2]unos pocos más. Y los de personas normales son entes que apenas existen[3]la inmensa mayoría. Los primeros son genios superiores que poseen originalidad creadora, clarividentes que exteriorizan lo que visualizan. Los segundos son talentos estimables que aunque no cuentan con mentalidad creadora, si poseen la suficiente inteligencia para discernir con mesura juiciosa sobre lo que se dice y lo que se hace, sobre las buenas y malas acciones de sus consejeros y para apoyar las primeras y corregir las segundas. Como no ven posibilidad de engañarlos, sus ministros se mantienen íntegros, discretos y sumisos ante ellos. Los normales son los más abundantes en las sociedades, los torpes que no saben a qué atenerse[4]
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