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Carta apostólica – Salvifici Doloris del Sumo Pontifice Juan Pablo II

Enviado por ivan_escalona


    A los obispos, sacerdotes, familias religiosas y fieles de la iglesia catolica sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano

    1. El mundo del sufrimiento humano
    2. A la búsqueda de una respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento
    3. Jesucristo: el sufrimiento vencido por el amor
    4. Partícipes en los sufrimientos de Cristo
    5. El Evangelio del sufrimiento
    6. El buen Samaritano
    7. Análisis de la lectura de Salvifici Doloris

    En la lectura de esta Carta fue muy productiva para conocer más sobre la Iglesia Católica, en donde el tema de sufrimiento es un tema que maneja muy contundente en esta carta Karol Wojtyla, que de tal manera nos ilustra con sus grandes ideas sobre la importancia del sufrimiento como <<esencial a la naturaleza del hombre>>, en donde es muy importante tomar en cuenta que en el Año de la Redención se ha realizado ante todo por la redención que ha realizado mediante la cruz de Cristo, o sea mediante su sufrimiento…

    EL MUNDO DEL SUFRIMIENTO HUMANO

    En el plano del sufrimiento humano es mucho más vasto, mucho más variado, en donde como <<sustancia individual de naturaleza Racional>> nosotros sufrimos de modos diversos, no siempre considerados por la ciencia o diversas disciplinas y aplicaciones en nuestra vida, ni siquiera en sus más avanzadas ramificaciones. El sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y a la vez aún más profundamente enraizado en la humanidad misma.

    El sufrimiento físico y sufrimiento moral para entender el mundo de hoy, Se debe hacer una distinción del Sufrimiento Cristiano, pues bien esta distinción toma como fundamento la doble dimensión del ser humano, e indica el elemento corporal y espiritual como el inmediato o directo sujeto del sufrimiento.

    Ahora bien al hablar de entender el mundo de hoy nos topamos con la realidad de un mundo complejo pero la realidad del sufrimiento pone una pregunta sobre la esencia del mal, En donde sufrimos a causa del mal, que es una cierta falta, limitación o distorsión del bien. Se podría decir que el hombre sufre a causa de un bien del que él no participa, del cual es en cierto modo excluido o del que él mismo se ha privado. Sufre en particular cuando «debería» tener parte -en circunstancias normales- en este bien y no lo tiene.

    Como lo indica la Carta "El sufrimiento humano constituye en sí mismo casi un específico «mundo» que existe junto con el hombre, que aparece en él y pasa, o a veces no pasa, pero se consolida y se profundiza en él."

    Como ha de ser costumbre el mundo del sufrimiento, dividido en muchos y muy numerosos sujetos, existe casi en la dispersión, posee como una cierta compactibilidad propia, aunque este exista en la dispersión, al mismo tiempo contiene en sí un singular desafío a la comunidad y la solidaridad.

    A LA BUSQUEDA DE UNA RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO

    Esta busqueda nos ha de llevar como bien dicho, a cuestionarnos y buscar respuestas a nuestras dudas, en donde por medio de nuestros sentidos podemos ver que hay preguntas difíciles y mas cuando el hombre las hace a Dios. El sufrimiento se abate siempre sobre el hombre como pena por el reato; es mandado por Dios que es absolutamente justo y encuentra la propia motivación en la justicia. Se diría que los viejos amigos de Job quieren no sólo convencerlo de la justificación moral del mal, sino que, en cierto sentido, tratan de defender el sentido moral del sufrimiento ante sí mismos. El sufrimiento, para ellos, puede tener sentido exclusivamente como pena por el pecado y, por tanto, sólo en el campo de la justicia de Dios, que paga bien con bien y mal con mal.

    En esta carta hace mucha referencia al libro de Job no desvirtúa las bases del orden moral trascendente, fundado en la justicia, como las propone toda la Revelación en la Antigua y en la Nueva Alianza. Pero, a la vez, el libro demuestra con toda claridad que los principios de este orden no se pueden aplicar de manera exclusiva y superficial. Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo. La pregunta sobre el sentido del sufrimiento no esté unida sin reservas al orden moral, basado sólo en la justicia. El libro de Job pone de modo perspicaz el «por qué» del sufrimiento; muestra también que éste alcanza al inocente, pero no da todavía la solución al problema.

    Así se afirma la dimensión personal de la pena. Según esta dimensión, la pena tiene sentido no sólo porque sirve para pagar el mismo mal objetivo de la transgresión con otro mal, sino ante todo porque crea la posibilidad de reconstruir el bien en el mismo sujeto que sufre.

    Pues bien para terminar podemos citar el párrafo de esta carta que dice: "Para hallar el sentido profundo del sufrimiento, siguiendo la Palabra revelada de Dios, hay que abrirse ampliamente al sujeto humano en sus múltiples potencialidades, sobre todo, hay que acoger la luz de la Revelación, no sólo en cuanto expresa el orden trascendente de la justicia, sino en cuanto ilumina este orden con el Amor como fuente definitiva de todo lo que existe. El Amor es también la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta pregunta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo."

    JESUCRISTO: EL SUFRIMIENTO VENCIDO POR EL AMOR

    En esta carta me recuerda cuando Jesús fue llevado al Gólgota y crucificado, que era la pena romana para los criminales y los delincuentes políticos. Dos ladrones fueron también crucificados con él, uno a cada lado. En la cruz, sobre la cabeza de Jesús escribieron su acusación: "este es Jesús, el rey de los judíos'" (Mt. 27,37). Al caer el día, su cuerpo fue descendido, y como estaba cerca el sabbath (sábado, día festivo de los judíos), tiempo durante el cual no estaba permitido el enterramiento, fue rápidamente depositado en una tumba cercana por José de Arimatea (Jn. 19,39-42 relata que Nicodemo ayudó a José). Pues bien Cristo se acercó incesantemente al mundo del sufrimiento humano. Pues Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto al del cuerpo como al del alma. De todos modos Cristo se acercó sobre todo al mundo del sufrimiento humano por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo. Durante su actividad pública probó no sólo la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión incluso por parte de los más cercanos; pero sobre todo fue rodeado cada vez más herméticamente por un círculo de hostilidad y se hicieron cada vez más palpables los preparativos para quitarlo de entre los vivos. Dentro de las Escrituras tenían que cumplirse.

    Más aún que esta descripción de la pasión nos impresiona en las palabras del profeta la profundidad del sacrificio de Cristo. Encontramos aquí la dualidad de naturaleza de un único sujeto personal del sufrimiento redentor. Aquél que con su pasión y muerte en la cruz realiza la Redención, es el Hijo unigénito que Dios «dio». Y al mismo tiempo este Hijo de la misma naturaleza que el Padre, sufre como hombre. Cristo sufre voluntariamente y sufre inocentemente. Acoge con su sufrimiento aquel interrogante que, puesto muchas veces por los hombres, ha sido expresado, en un cierto sentido, de manera radical en el Libro de Job. El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unida al amor, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma constantemente su arranque.

    Recordemos que Jesucristo, Según Juan (18,13-24), primero le condujeron ante Anás, suegro del máximo sacerdote Caifás, para un interrogatorio preliminar. Los sinópticos no mencionan este incidente, sólo relatan que Jesús fue conducido al consejo supremo de los judíos, el Sanedrín, donde Caifás pidió a Jesús que declarase si era "el Mesías, el hijo de Dios" (Mt. 26,63). Por esta afirmación (Mc. 14,62), el consejo le condenó a muerte por blasfemia, pero como sólo el procurador romano tenía poder para imponer la pena capital, el viernes por la mañana condujeron a Jesús ante Poncio Pilato para sentenciarle. Antes del juicio, Pilato le preguntó si era el rey de los judíos, Jesús contestó, "Tú lo has dicho" (Mc. 15,2). Pilato intentó varios recursos para salvarle antes de dejar la decisión final en manos de la muchedumbre. Cuando el populacho insistió en su muerte, Pilato (Mt. 27,24) ordenó su ejecución. El papel real de Pilato ha sido muy debatido por los historiadores. La Iglesia antigua tendió a culpabilizar más a los judíos y a juzgar con menos severidad al gobernador romano y esto nos lleva al otra parte de esta Carta.

    PARTICIPES EN LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO

    San Pablo habla de diversos sufrimientos y en particular de los que se hacían partícipes los primeros cristianos «a causa de Jesús». Tales sufrimientos permiten a los destinatarios de la Carta participar en la obra de la redención, llevada a cabo mediante los sufrimientos y la muerte del Redentor.

    El sufrimiento redentor se ha hecho en cierto sentido partícipe de todos los sufrimientos humanos. En la cruz de Cristo arroja de modo muy penetrante luz salvífica sobre la vida del hombre y, concretamente, sobre su sufrimiento, porque mediante la fe lo alcanza junto con la resurrección: el misterio de la pasión está incluido en el misterio pascual. Los testigos de la pasión de Cristo son a la vez testigos de su resurrección. Los sufrimientos de Cristo es, al mismo tiempo, sufrimiento por el reino de Dios. A los ojos del Dios justo, ante su juicio, cuantos participan en los sufrimientos de Cristo se hacen dignos de este reino. Mediante sus sufrimientos, éstos devuelven en un cierto sentido el infinito precio de la pasión y de la muerte de Cristo, que fue el precio de nuestra redención: con este precio el reino de Dios ha sido nuevamente consolidado en la historia del hombre, llegando a ser la perspectiva definitiva de su existencia terrena. Cristo nos ha introducido en este reino mediante su sufrimiento. Y también mediante el sufrimiento maduran para el mismo reino los hombres, envueltos en el misterio de la redención de Cristo.

    El motivo del sufrimiento y de la gloria tiene una característica estrictamente evangélica, que se aclara mediante la referencia a la cruz y a la resurrección. La resurrección es ante todo la manifestación de la gloria, que corresponde a la elevación de Cristo por medio de la cruz. En efecto, si la cruz ha sido a los ojos de los hombres la expoliación de Cristo, al mismo tiempo ésta ha sido a los ojos de Dios su elevación. En la cruz Cristo ha alcanzado y realizado con toda plenitud su misión: cumpliendo la voluntad del Padre, se realizó a la vez a sí mismo. El sufrimiento, en efecto, es siempre una prueba -a veces una prueba bastante dura-, a la que es sometida la humanidad. Desde las páginas de las cartas de San Pablo nos habla con frecuencia aquella paradoja evangélica de la debilidad y de la fuerza, experimentada de manera particular por el Apóstol mismo y que, junto con él, prueban todos aquellos que participan en los sufrimientos de Cristo. Quienes participan en los sufrimientos de Cristo tienen ante los ojos el misterio pascual de la cruz y de la resurrección, en la que Cristo desciende, en una primera fase, hasta el extremo de la debilidad y de la impotencia humana; en efecto, El muere clavado en la cruz. El sufrimiento de Cristo ha creado el bien de la redención del mundo. Este bien es en sí mismo inagotable e infinito. Ningún hombre puede añadirle nada. Pero, a la vez, en el misterio de la Iglesia como cuerpo suyo, Cristo en cierto sentido ha abierto el propio sufrimiento redentor a todo sufrimiento del hombre. En cuanto el hombre se convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo -en cualquier lugar del mundo y en cualquier tiempo de la historia-, en tanto a su manera completa aquel sufrimiento, mediante el cual Cristo ha obrado la redención del mundo. De este modo, con tal apertura a cada sufrimiento humano, Cristo ha obrado con su sufrimiento la redención del mundo. Al mismo tiempo, esta redención, aunque realizada plenamente con el sufrimiento de Cristo, vive y se desarrolla a su manera en la historia del hombre. El sufrimiento parece participar en cierto modo de las características de esta naturaleza. Por eso, tiene igualmente un valor especial ante la Iglesia. Es un bien ante el cual la Iglesia se inclina con veneración, con toda la profundidad de su fe en la redención. Se inclina, juntamente con toda la profundidad de aquella fe, con la que abraza en sí misma el inefable misterio del Cuerpo de Cristo.

    EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO

    Los testigos de la cruz y de la resurrección de Cristo han transmitido a la Iglesia y a la humanidad un específico Evangelio del sufrimiento. Más aún, después de los acontecimientos de la vida oculta y pública de su Hijo, indudablemente compartidos por Ella con aguda sensibilidad, fue en el Calvario donde el sufrimiento de María Santísima, junto al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable en su profundidad desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida al Calvario, su «estar» a los pies de la cruz junto con el discípulo amado, fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo, como por otra parte las palabras que pudo escuchar de sus labios, fueron como una entrega solemne de este típico Evangelio que hay que anunciar a toda la comunidad de los creyentes. El Evangelio del sufrimiento significa no sólo la presencia del sufrimiento en el Evangelio, como uno de los temas de la Buena Nueva, sino además la revelación de la fuerza salvadora y del significado salvífico del sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y luego en la misión y en la vocación de la Iglesia.

    El Evangelio del sufrimiento habla ante todo, en diversos puntos, del sufrimiento «por Cristo», «a causa de Cristo», y esto lo hace con las palabras mismas de Cristo, o bien con las palabras de sus Apóstoles. El Maestro no esconde a sus discípulos y seguidores la perspectiva de tal sufrimiento; al contrario lo revela con toda franqueza, indicando contemporáneamente las fuerzas sobrenaturales que les acompañarán en medio de las persecuciones y tribulaciones «por su nombre». EN el Evangelio del sufrimiento, que habla de las persecuciones, o sea de las tribulaciones por causa de Cristo, contiene en sí una llamada especial al valor y a la fortaleza, sostenida por la elocuencia de la resurrección.

    Esta madurez interior y grandeza espiritual en el sufrimiento, ciertamente son fruto de una particular conversión y cooperación con la gracia del Redentor crucificado. El mismo es quien actúa en medio de los sufrimientos humanos por medio de su Espíritu de Verdad, por medio del Espíritu Consolador. El es quien transforma, en cierto sentido, la esencia misma de la vida espiritual, indicando al hombre que sufre un lugar cercano a sí. El es -como Maestro y Guía interior- quien enseña al hermano y a la hermana que sufren este intercambio admirable, colocado en lo profundo del misterio de la redención. El sufrimiento es, en sí mismo, probar el mal. Pero Cristo ha hecho de él la más sólida base del bien definitivo, o sea del bien de la salvación eterna. Cristo con su sufrimiento en la cruz ha tocado las raíces mismas del mal: las del pecado y las de la muerte. Ha vencido al artífice del mal, que es Satanás, y su rebelión permanente contra el Creador. Ante el hermano o la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los horizontes del Reino de Dios, de un mundo convertido al Creador, de un mundo liberado del pecado, que se está edificando sobre el poder salvífico del amor. Y, de una forma lenta pero eficaz, Cristo introduce en este mundo, en este Reino del Padre al hombre que sufre, en cierto modo a través de lo íntimo de su sufrimiento. En efecto, el sufrimiento no puede ser transformado y cambiado con una gracia exterior, sino interior. Cristo, mediante su propio sufrimiento salvífico, se encuentra muy dentro de todo sufrimiento humano, y puede actuar desde el interior del mismo con el poder de su Espíritu de Verdad, de su Espíritu Consolador. Cristo no responde directamente ni en abstracto a esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento. El hombre percibe su respuesta salvífica a medida que él mismo se convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo.

    EL BUEN SAMARITANO

    Pues bien esta es una parábola, la parábola del buen Samaritano pertenece al Evangelio del sufrimiento. Indica, en efecto, cuál debe ser la relación de cada uno de nosotros con el prójimo que sufre. Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que «se conmueve» ante la desgracia del prójimo. Sin embargo, el buen Samaritano de la parábola de Cristo no se queda en la mera conmoción y compasión. Estas se convierten para él en estímulo a la acción que tiende a ayudar al hombre herido. Estas se extienden a todos los que ejercen de manera desinteresada el propio servicio al prójimo que sufre, empeñándose voluntariamente en la ayuda «como buenos samaritanos», y destinando a esta causa todo el tiempo y las fuerzas que tienen a su disposición fuera del trabajo profesional. La actividad voluntaria «de buen samaritano» se realiza a través de instituciones adecuadas o también por medio de organizaciones creadas para esta finalidad. Actuar de esta manera tiene una gran importancia, especialmente si se trata de asumir tareas más amplias, que exigen la cooperación y el uso de medios técnicos. No es menos preciosa también la actividad individual, la parábola entrará, finalmente, por su contenido esencial, en aquellas desconcertantes palabras sobre el juicio final Estas palabras sobre el amor, sobre los actos de amor relacionados con el sufrimiento humano, nos permiten una vez más descubrir, en la raíz de todos los sufrimientos humanos, el mismo sufrimiento redentor de Cristo. Cristo dice: «A mí me lo hicisteis».

    ANALISIS DE LA LECTURA DE SALVIFICI DOLORIS

    Pues bien, este es una agradable lectura en donde se pueden tomar cosas muy positivas y como Gerard van den Aardweg decia un Camino para el cambio, en donde podemos encontrarnos con la palabra Sufrimiento, se puede decir que es sinónimo a dolor, el sufrimiento es mas bien la reacción al dolor y por lo tanto es un un factor muy importante en la espiritualidad cristiana. El sufrimiento es consecuencia de la entrada del pecado original en el mundo. El propósito es expiar el mal, unirnos al sacrificio de Jesucristo como expresión de amor y confianza en el y ofrecer a Dios un sacrificio de alabanza, en donde debemos reconocer que hay un sentido del sufrimiento, verdaderamente sobrenatural y a la vez humano, pero recordemos que el hambre, la sed, la enfermedad y toda injuria corporal, son el dolor. El temor, la frustración, la desesperanza y toda injuria mental, son sufrimiento. El dolor físico retrocederá en la medida en que avancen la sociedad y la ciencia. El sufrimiento mental retrocederá en la medida en que avance la fe en la vida, esto es: en la medida en que la vida cobre un sentido. Sin olvidar que el sufrimiento unido a los padecimientos de Cristo tiene un gran valor: nos asemeja a El, que libremente abrazó la cruz por amor. Pues bien los Misterios de la Pasión, es una gran representación dramática sobre el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Durante en estos grande tiempos y grandes cambios culturales en el Siglo XXI, están vigentes las representaciones simbólicas de la Pasión durante la conmemoración de la Semana Santa. Una de las más importantes es la Pasión de Ixtapalapa, la cual ocurrió en Semana Santa, en el Distrito Federal.

    El Concilio Vaticano II la Iglesia ha animado a los católicos a trabajar con miembros de otras confesiones para alcanzar fines comunes y para reunir las diferentes Iglesias cristianas. Aunque la Iglesia católica nunca se ha adherido al Concilio Mundial de Iglesias, mantiene contactos con esta institución. En reconocimiento a los valores espirituales de otras religiones, las misiones católicas posteriores al Concilio han pasado del proselitismo disciplinario y excluyente a la práctica de un diálogo más respetuoso con esos valores.

    El misterio de la redención del mundo está arraigado en el sufrimiento de modo maravilloso, Redención (del latín redimere, rescatar), La Redención se realiza a través de Jesucristo, quien por eso recibe el título de redentor. En la teología se ha insistido, quizás demasiado, en los aspectos jurídicos de la materia, entendiendo el acto redentor de Jesucristo como el pago de un rescate destinado a satisfacer a Dios. La correcta interpretación debe ser mucho más dinámica. En el prefacio pascual la Iglesia católica apostólica romana afirma que Cristo "con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección nos dio nueva vida".

    Debemos recordar que En la resurrección, El domingo siguiente, al amanecer, "María Magdalena, y María la madre de Santiago" (Mac. 16,1) fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús antes de enterrarlo, y lo encontraron vacío. En Mt. 28,2 se recoge que después de un terremoto apareció un ángel y apartó la piedra de la entrada. En el interior de la tumba, "un joven" (Mc. 16,5) vestido de blanco les anunció que Jesús había resucitado (esta noticia es anunciada por el ángel en Mateo 28,5-6 y por dos hombres "con vestiduras deslumbrantes" en Lucas 24,4. Según Juan 21:11-18, María Magdalena vio dos ángeles y después a Cristo resucitado). Más tarde, el mismo día (según Lucas, Juan y Marcos) Jesús se apareció a las mujeres y a otros discípulos en varios lugares en Jerusalén y sus proximidades. La mayoría de los discípulos no dudaron en que habían visto y escuchado de nuevo al maestro que conocían y habían seguido durante el tiempo de su predicación en Galilea y Judea. Pero hubo discípulos que dudaron en un primer momento (Mt. 28,17), como Tomás, que no presenció las primeras apariciones (Jn. 20,24-29). Según recoge el Nuevo Testamento, la resurrección de Jesús se convirtió en una de las doctrinas esenciales de la cristiandad, pues al resucitar de la muerte dio esperanzas a la humanidad de una vida después de la muerte en el reino de los cielos. Pues bien la redención supone por ello recrear en el ser humano todo el dinamismo que Dios ha querido establecer para que los individuos colaboren de una forma activa en el plan de salvación. Ahora bien esta es una lectura complementaria para todos los fieles de la Iglesia Católica, y recordar que el sentido del sufrimiento es algo que todos los Católicos debemos tomar reflexión.

     

     

     

    Autor:

    Iván Escalona M.