En 1833, Eduard Gans presentaba la segunda edición de los Estado en Compendio, en medio de un ambiente intelectual signado por la primera gran edición de las obras completas de Hegel, creadas por "La Sociedad de Amigos del Difunto", la primera versión de la Escuela Hegeliana. Gans concluía su emocionado prefacio con las siguientes palabras: "Toda la obra de Hegel ha sido construida con el metal de la libertad". La Filosofía del Derecho -agregaba Gans a propósito del "futuro destino de la obra"- "como parte del sistema, terminará por fundamentarlo o destruirlo. Acaso su artificiosidad lingüística -proseguía- dará paso a la comprensión de sus profundas ideas, las cuales devendrán en patrimonio común de la humanidad". Gans finalizaba su prefacio señalando que: "Este libro, el cual comprende su tiempo en el concepto, ya no se haya a la altura de su tiempo. Un nuevo desarrollo de la filosofía superará en la realidad aquello que esta obra ha contribuido a cambiar en el pensamiento. Más el punto de vista filosófico de éste libro ya ha culminado y pertenece a la historia. Se manifiesta un nuevo desarrollo progresivo de la filosofía que emerge de sus mismos principios fundamentales: otra concepción para la realidad[1].
Las palabras de Eduard Gans son, en verdad, premonitorias, sobre todo en un momento en el que, aún siendo uno de los más fieles y devotos discípulos del maestro, sin embargo era considerado como el único miembro rebelde de la recién formada Escuela. En su Discurso, puede apreciarse con asombrosa claridad el eco de la descarnada lucha que sostendrán los hegelianos de 1840 a propósito de la verdad o falsedad de la relación entre historia y sistema o entre la política y la crítica de la religión, cuyo centro de discusión, será, precisamente, la concepción hegeliana del Derecho y del Estado. No menos reveladoras resultaban sus ya mencionadas afirmaciones sobre el "futuro destino de la obra", pues, en efecto, a diferencia de la notoria influencia ejercida por la Fenomenologíadel Espíritu, La Ciencia de la Lógica, o las Lecciones de Historia de la Filosofía, de Filosofía de la Historia o de la Estética, la Filosofía del Derecho de Hegel ha ocupado un puesto más bien polémico, siendo el objeto de violentas defensas o, con mayor frecuencia, de fervientes refutaciones, ya desde su propia aparición.
Una gruesa y enmohecida capa de prejuicios se ha tejido alrededor de esta obra. La fuente de estos prejuicios tiene su origen, fundamentalmente, en la presuposición de su acercamiento al Estado Prusiano y a la Restauración de los años veinte, cuando no a su exhaltación desenfrenada, sobre todo, en aquellos aspectos cruciales en ella contenidos. Así, la obra principal de la filosofía política hegeliana, destinada a transformarse en el punto de partida de los ideales revolucionarios de toda una generación intelectual, ávida en cambios e inversiones radicales, ha sido, desde su propio nacimiento, reseñado como "un libro servil de cuyos principios y doctrinas debería mantenerse alejado todo amante de la libertad". La rúbrica de dicho prejuicio se ha convertido en un lugar común y quizá, en gran medida, no excedente de razón. Desde Stahl hasta Erdmann, desde Rosenkranz a Fisher, desde Rosenzweig a Marcuse, éste ha sido el constante hilo conductor de la crítica y la hermeneútica hegeliana. Otra vez, el prefacio de Gans pone de relieve la actualidad de sus apreciaciones en esta dirección. Ya desde entonces quien, según Mario Rossi, sería el "mas inteligente"[2] de los discípulos de Hegel, llamaba la atención sobre "la nada común desproporción existente entre el valor substancial" de la filosofía del Derecho y "los reconocimientos y la difusión" obtenidos por ella. Después de 1840, la crítica se transformó, efectivamente, en la única consideración a interpretación posible de la Filosofía del Derecho, tanto por parte de los más progresistas como de los más conservadores. Así, la diversidad exegética y los diferentes puntos de vista ponían de relieve el hecho, ya advertido por Gans, de que la filosofía de Hegel, su núcleo de intereses y su problemática interna habían concluido para siempre. La historia había dejado tras de sí una época y, con ella, la gran reflexión de su aquí y ahora.
Y, sin embargo, en medio de ese dilatado torrente de críticas, por demás incisivas, en 1870, época en la que Hegel ya era un "perro muerto", un intelectual de no poca monta, se atrevía a publicar en un periódico alemán una defensa histórica de quien, a su juicio, injustamente era acusado de apologeta de la reacción. El editor de dicho periódico, consciente del desconocimiento de Hegel por parte del público lector, agregaba una nota en la que lo definía como: "el glorificador del Estado prusiano". Ante semejante juicio el autor del artículo escribió las siguientes líneas a un amigo en común: "este animal se permite agregarle al artículo notas marginales que son pura vaciedad… Este asno, este ignorante tiene la desfachatez de querer liquidar a Hegel con la palabra "prusiano"…". A vuelta del correo su amigo le respondía: "le he escrito diciéndole si no sabe otra cosa que repetir viejas estupideces más vale quedarse callado: el individuo es, en verdad, demasiado estúpido". El editor y autor de esta nota se llamaba Wilhelm Liebnecht. El autor del artículo y de la primera carta se llamaba Federico Engels y el de la segunda Carlos Marx.
En realidad, puede decirse que el real defensor y legítimo heredero de Hegel no fue, por cierto, uno de sus más fieles y cercanos discípulos, sino en última instancia y precisamente, su más inteligente y encarnizado crítico. Carlos Marx[3] ha sido el único pensador de su tiempo capaz de comprender la obra de 1820 por lo que efectivamente fue; en su Introducción de 1884 a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel sostenía que "la filosofía alemana del Derecho y del Estado" era "la única historia alemana" que se hallaba a la par "con el presente oficial moderno"[4]: "la Crítica de la filosofía alemana del derecho y del Estado es la única historia alemana que se halla, al pari, con el presente oficial moderno, la más consecuente y la más rica, en su análisis crítico del Estado moderno y de la realidad que con él guarda relación, como la resuelta negación de todo el modo exterior de la conciencia política y jurídica alemana, cuya expresión más noble, más universal, elevada a ciencia, es precisamente la misma filosofía especulativa del derecho"[5]. La Introducción a la crítica del "44, lo mismo que el manuscrito de 1843 (Kritik des Hegel"schen Staatrechts), contiene la oposición que desgarra la época moderna: vale decir, la oposición entre Estado y Sociedad Civil, entre Citoyen y Bourgois, entre vida pública y vida privada. Según Marx, la profundidad de Hegel estriba precisamente en esto: "que ha comenzado con la oposición de las determinaciones y ha puesto el acento sobre ellas"[6], Más allá de sus deficiencias y errores, la Filosofíadel Derecho de Hegel es el proyecto de reconstrucción de la estructura conceptual de la sociedad moderna, de su Estado e instituciones, de su sociedad y de su familia, de su política y su moral, a la luz de la historia de la civilización humana y, en especial, de la tradición política del mundo clásico.
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