- Introducción
- La reconciliación y el perdón vivido por Jesucristo
- Del siglo III al VII
- Del siglo VII al siglo XV
- Ministros del perdón y la reconciliación en la Iglesia actual
- El ministro de la reconciliación y el perdón en otras iglesias cristianas
- Relación entre reconciliación sacramental y reconciliación real
- El ministerio laico de la reconciliación
- Conclusiones
- Bibliografía
Introducción
Nuestra sociedad está expuesta a una serie de conflictos que suceden tanto en el seno de la familia, así como también, en los ambientes sociales y eclesiales donde interactuamos. En este sentido, se puede considerar que, se hace cada vez más urgente ocuparse, en cómo mejorar la parte de las relaciones humanas, la práctica del perdón y la reconciliación, para poder tener una vida, de mejor calidad, tanto en la relación con Dios, consigo mismo y con los demás.
Desde esta óptica, el presente ensayo, es un intento de indagar la importancia del ministerio de la reconciliación y de la pacificación, para la vida de la Iglesia y la comunidad en general, pues se trata de constatar ¿Cómo se fue desarrollando y ejerciendo a lo largo de la historia de la Iglesia y, como se podría vivir actualmente en nuestras comunidades eclesiales?
Al respecto, el Papa Juan pablo II, hace caer en la cuenta que el ministerio de la reconciliación y penitencia, no está reducido únicamente y exclusivamente a los ministros consagrados sino que es una tarea de toda la Iglesia. Dice en relación a lo expuesto:
En las manos y labios de los apóstoles, sus mensajeros, el Padre ha puesto misericordiosamente un ministerio de reconciliación que ellos llevan a cabo de manera singular, en virtud del poder de actuar «in persona Christi». Mas también a toda la comunidad de los creyentes, a todo el conjunto de la Iglesia, le ha sido confiada la palabra de reconciliación, esto es, la tarea de hacer todo lo posible para dar testimonio de la reconciliación y llevarla a cabo en el mundo[1]
La reconciliación y el perdón vivido por Jesucristo
Nos introduciremos al tema de la reconciliación y pacificación afirmando, que Jesucristo nos ha reconciliado con el Padre y nos ha dado ejemplo de cómo vivir la reconciliación y la pacificación, en tal sentido, intentaremos de una manera sucinta, señalar algunas citas relevantes del Nuevo Testamento que ilustran nuestro tema en cuestión. Entre estas citas, señalamos las siguientes:
Perdón como solicitud. El buen pastor sale en busca de la oveja perdida[2]
Perdón sin recriminación condenatoria. Jesús y la mujer adúltera[3]
Perdón que supera las medidas de la ley. Jesús se acerca a los pecadores.
Perdón que cura y reintegra en la comunidad. Curación del leproso[4]
Perdón que conlleva justicia. La comida en casa de zaqueo[5]
Perdón que se fundamenta en el amor. La mujer pecadora[6]
Perdón que sana integralmente. Al paralitico, Jesús sana su cuerpo y perdona sus pecados.
Perdón como encuentro misericordioso. El hijo pródigo[7]
El perdón que reclama la mediación visible de la Iglesia. Si tú hermano peca, vete y corrígelo a solas[8]
En las primeras comunidades, se consideró de vital importancia vivir reconciliados y recibir el perdón de Dios.
1.1 HISTORIA DE ESTE MINISTERIO
En la historia de la Iglesia, el ministerio de la reconciliación y la penitencia, se ha ejercido de diversas formas, intentaremos hacer un breve recorrido histórico, para tener una visión general, del modo cómo se fue ejerciendo y desarrollando este ministerio[9]
Del siglo III al VII
En el siglo III, se da una institucionalización de la penitencia, es la llamada penitencia canónica o eclesiástica, esta práctica de penitencia tenía las siguientes características: La unicidad, la rigurosidad, la procesualidad y la eclesialidad, que posteriormente entraron en el Ordo de la Penitencia.
El Obispo, era el ministro principal de la reconciliación y del perdón, él tenía el poder de atar y desatar, a él le corresponde presidir, velar por la disciplina y santidad de la comunidad, corregir e imponer las penitencias, acoger e imponer las manos para perdonar e incorporar al penitente a la comunidad.
Los presbíteros, eran ministros auxiliares de la reconciliación y la penitencia, en cuanto que, ellos ayudaban a los procesos de la penitencia no oficial y, esto lo hacían, orando por los fieles, corrigiendo y animando a la conversión aquellos que no se sometían a la penitencia oficial, pero que necesitan de la conversón y el perdón.
Los Laicos y ministros espirituales en la Iglesia primitiva, practicaban la corrección fraterna con el pecador (Mt 18,15-16), la mutua confesión de los pecados (Sant 5, 16) y la mutua reconciliación. Esta práctica de la reconciliación y la penitencia eran para todos los miembros de la comunidad sin distinción de clérigos y laicos.
En el siglo II en Oriente, según el testimonio de Orígenes y Clemente de Alejandría, se da gran importancia al proceso de sanación, se trataba de un proceso privado e individual que lo conducía el médico espiritual o director espiritual(no era necesariamente un sacerdote), su función era orar, corregir y animar al penitente a la conversión y al perdón. Al final del proceso se invocaba sobre el penitente el perdón de Dios y éste se sentía perdonado.
Del siglo VII al siglo XV
Se dio una evolución de las estructuras penitenciales en Siglo VII, puesto que se impuso la penitencia tarifaria o arancelaria, que consistía en la tasación o imposición de la pena según el pecado. Después de haber cumplido la pena, el penitente recibía la absolución.
En el siglo XII se extiende la penitencia privada, que consistía en la confesión detallada del pecador, luego se da absolución, disminuye la importancia de la satisfacción.
3.1 El sacerdote ministro confesor ordinario.
En siglo VII, uno de los cambios que se dio, fue que el penitente se acercaba en privado al sacerdote y este con el libro penitencial en la mano le imponía la penitencia que correspondía a cada pecado, todo esto estaba cargado de casuística y confusión por los muchos libros penitenciales que había. Un aspecto positivo fue, haberse mantenido el orden del proceso (confesión, satisfacción y reconciliación) y diversas formas penitenciales (penitencia pública y penitencia privada)
Siglo XII se dijo, si la mayor parte de la satisfacción se centra en la confesión de los pecados y, esto se hace con detalle y con vergüenza, se debe dar la absolución inmediata. Poco a poco se puso el nombre de sacramento de la confesión. Ya no será la contrición el elemento principal de la confesión, sino la declaración detallada, con vergüenza, con lágrimas, con dolor de corazón y con la intervención del ministro, se pretende lograr que el sujeto realice una buena confesión. El ministro sacerdote, además de ejercer la corrección, discierne y tasa los pecados, reconcilia a los individuos, exige la reparación de los males y la justicia, ejerce una función de cierto control social, contra los abusos y crímenes violentos.
3.2 El laico ministro y confesor extraordinario
En la Edad Media, se recomienda la confesión a los laicos aunque sin absolución, en caso de extrema necesidad (peligro de muerte), las causas que condujeron a esta práctica son principalmente el texto de Santiago 5,16 (confiesen mutuamente sus y oren por los otros para que sean curados) y el eslogan que decía que sin confesión no puede haber perdón, además se tenía la convicción que los pecados leves se podía confesar a un laico. Esto tuvo influencia en la práctica conventual de confesar ante la comunidad los pecados ligeros, los mortales se seguían reservando al sacerdote, pero en caso de necesidad se podía confesar a un cristiano ejemplar, compañero de viaje, amigo o vecino y, si esto no era posible, se podía hacerlo incluso al objeto más precioso. La razón se debe, a que por medio de la confesión se manifiesta la contrición y, aunque el penitente no recibía la absolución, se hace digno del perdón de Dios. Esto quiere decir que los laicos también pueden ejercer a su nivel, un cierto ministerio para la reconciliación y el perdón. También hay que decir que junto al sacramento de la reconciliación, se da la intervención, que se ejerce frente a dos partes que están enemistadas, aquí miles de cristianos han ejercido y siguen ejerciendo esta tarea.
3.3 Del concilio de Trento a nuestros días.
Trento no modificó la praxis de la penitencia privada, pero al querer defenderse de los reformadores y evitar confusiones, la exaltó reduciéndola a la única forma de celebración penitencial y, se redujo el ministerio del perdón y la reconciliación a la confesión, el mismo que será exclusivo de los sacerdotes. Se exaltó demasiado, se olvidará la dimensión eclesial y comunitaria de la penitencia.
El ministerio de reconciliación en relación con el sacramento, lo ejerce únicamente el sacerdote, pero hay que tener en cuenta, que hubieron laicos, que sin relacionar su acción con el sacramento, ejercieron un ministerio de reconciliación en la Iglesia y en la sociedad, así surgieron los defensores de indios en a Américas y los jueces de paz.
Ministros del perdón y la reconciliación en la Iglesia actual
Vaticano II expresa que los presbíteros "por el sacramento de la penitencia, reconcilian a los pecadores con Dios y con la Iglesia"[10].
Después de Vaticano han surgido algunos documentos de los cuales podemos rastrear la comprensión de este ministerio.
4.1 Ritual de la penitencia.
El ritual, sitúa el ministerio de la penitencia dentro de la ministerialidad general de la Iglesia, esta ministerialidad es conservada por los ministros ordenados, a los que competen estas funciones de llamar a la conversión, impartir el perdón en el nombre de Cristo y conducir a la comunión. Es interesante constatar, que el ritual no hable directamente, ni de la intervención de la comunidad, ni del posible ministerio de los laicos, ni de la reconciliación sacramental con la reconciliación real y social[11]
4.2 Exhortación sobre la Reconciliación y Penitencia.
Afirma que la Iglesia es reconciliada y necesita de la reconciliación. Una de las tareas es promover y realizar la reconciliación de Cristo en el mundo y entre los hombres, no puede haber separación entre reconciliación real y reconciliación sacramental (vertical y horizontal).
"Los ministros ordenados llevan a cabo este ministerio de una manera particular, dado que ellos actúan en la persona de Cristo, pero también a la comunidad de fieles le ha sido confiada la palabra de reconciliación que lo expresan con el testimonio de vida ante el mundo"[12].
Se puede decir, que la Iglesia está llamada a la reconciliación con Dios, consigo mismo, con los hermanos y con todo lo creado, dado que la Iglesia por su naturaleza es reconciliadora. Los medios por los cuales la Iglesia cumple esta tarea, son la predicación, la escucha de la palabra, la oración y los sacramentos.
La reconciliación, no solo se reduce a los pastores y al sacramento, sino que es algo más amplio que abarca al conjunto de toda la Iglesia, en ese sentido, todos somos agentes de reconciliación[13]
Después de Vaticano II, la compresión del ministerio de la reconciliación y perdón aparece muy enriquecida, sobre todo en su dimensión Cristológica y Eclesiológica, así como en su dimensión existencial, real y social. El reconciliado debe ser también un reconciliador.
El ministro de la reconciliación y el perdón en otras iglesias cristianas
Podemos decir que las iglesias cristianas coinciden en lo siguiente:
Conversión pos bautismal permanente, Confesión acompañada de oración, perdón y absolución.
Constatación actual de una antipatía al sacramento o práctica confesional, diferentes formas de dirección espiritual y acompañamiento relacionado con el carisma.
En todas las iglesias se preguntan sobre la distinción de los pecados (grave, mortal), diferencia entre sacramento y sacramentalidad, lo especifico del ministerio de la reconciliación y el sacramento de la reconciliación.
Para las iglesias orientales es importante la divinización del hombre y esto se logrará a través de la reconciliación entre Dios y la humanidad. La Iglesia es en sí misma sacramento de reconciliación.
La Iglesia occidental, pone de relieve en el sacramento de la penitencia y la dimensión eclesial, puesto que en la práctica de la reconciliación está presente la dimensión terapéutica, entendida como un proceso de acompañamiento de sanación[14]
En las Iglesias protestantes, el perdón es obra de la palabra de Dios y las formas de penitencia son dos: La celebración litúrgica comunitaria y el acompañamiento individual, pues todo el acento se pone en la confianza, en el perdón de Dios misericordioso y en la función de la iglesia, que consiste en ayudar a curar a través de la intervención de un hermano, que no necesariamente tiene que ser sacerdote. La confesión es libre y de aquellos pecados que perturban a la conciencia.
En cuanto a la práctica penitencial, la mayoría de iglesias lo presentan al inicio del culto dominical, hacen una confesión comunitaria y hay una declaración de perdón.
Relación entre reconciliación sacramental y reconciliación real
Posibilidades sacramentales.
En relación a Dios. El ministro no puede identificarse con Cristo, ni creerse poseedor del poder de perdonar los pecados, ni asumir el papel de juez definitivo que solo a Dios pertenece, el ministro es únicamente servidor de Cristo.
En relación a la Iglesia. La función consiste en expresar la solidaridad y la reconciliación con la Iglesia universal y con la comunidad concreta.
En relación al penitente. La función es acoger, acompañar, consolar, ayudar a salir de las ambigüedades, mostrarle la verdad y la misericordia de Dios.
En relación a las diversas formas de reconciliación, Hay que ofrecer a los fieles el rito adecuado y la complementariedad (formula A, B, C.)
Las posibilidades extra-sacramentales. Es el lugar donde la reconciliación no se reduce al sacramento, sino que exige una reconciliación real, en este sentido la Iglesia debe impulsar a los fieles a ser Agentes de Reconciliación.
El ministerio laico de la reconciliación
Históricamente se puede encontrar este ministerio en la figura del anciano, del carismático, del confesor laico y sigue existiendo hoy en aquellos laicos que ayudan en las diversas comunidades, en relación y colaboración con el presbítero.
En Comunidades con ausencia o insuficiencia de sacerdotes, los laicos tienen una labor tan importante en el ministerio de la reconciliación, que por supuesto no suplen al ministro ordenado, pero si complementan y ayudan a la reconciliación, por lo tanto se les debe acompañar y darles formación. Su acción no es estrictamente sacramental, pero si acompañan al sacramento. Al ministro ordenado le toca curar y al laico ayudar.
Las personas que buscan consejo y acompañamiento, son atendidas por laicos que acompañan a personas en diferentes situaciones de sufrimientos (hospitales, pleitos) y son considerados como referentes en la reconciliación con Dios, consigo mismo y con los demás. Lo único que faltaría seria la absolución.
La mediación personal para la reconciliación y la paz es llevada por laicos, que tienen carisma para promover la reconciliación y la paz, en ellos destaca, la capacidad de acogida, de escucha, de comprensión y de acercamiento. Pues ellos ayudan de un modo especial a resolver los conflictos en ambientes familiares o en las relaciones de personas a personas.
En el acompañamiento en el proceso penitencial, el laico juega un papel importante, puesto que ellos acogen, escuchan y ayudan a la comunidad o a las personas individuales a que estén mejor preparadas para ir al sacramento de la confesión y, puedan vivirlo en plenitud. Esto implica, que el laico tiene que estar preparado para realizar este ministerio.
La participación de los centros de acogida y de reconciliación, que mayormente se da en los centros urbanos, donde el sacerdote o laico, en un lugar específico y con un horario adecuado, está dispuesto acoger, escuchar, y orientar a quienes se acercan por ayuda, este es un espacio más que la Iglesia puede ofrecer con miras al ministerio y sacramento de la reconciliación.
Otro aspecto importante es la convivencia fraterna, donde se trata de crear espacios en el ambiente parroquial, de hecho algunas parroquias lo tienen para propiciar las llamadas liturgias penitenciales, las mismas que suscitan y preparan a la reconciliación con Dios.
Conclusiones
La sociedad está expuesta, a una serie de conflictos que ocurren en el seno de la familia, en los ambientes sociales y eclesiales, es necesario que los cristianos practiquemos la reconciliación, busquemos el perdón para lograr la paz consigo mismo, con Dios y con los demás.
Jesucristo nos ha dado ejemplo de cómo vivir el perdón y la reconciliación, es más él nos ha exhortado a vivir la corrección fraterna, a saber perdonar y pedir perdón, desde la humildad y la sencillez.
En los inicios de la Iglesia, las primeras comunidades cristianas, dan testimonio de la vivencia del ministerio de la reconciliación y pacificación, ya que estaba muy presente en ellas, la corrección fraterna y el acompañamiento a las personas que habían caído en graves errores.
Los laicos tendrán una participación activa, será un agente de reconciliación en la vida de la comunidad, muchos de ellos, serán guías espirituales y acompañantes en diversas rencillas. Históricamente se puede encontrar este ministerio en la figurar del anciano, del carismático, del confesor laico que sigue existiendo hasta hoy y en aquellos laicos que ayudan en las diversas comunidades en relación y colaboración con el presbítero.
A medida que la Iglesia fue desarrollándose, el ministerio de la reconciliación se fue clericalizando y quedará reducido a una función netamente episcopal y sacerdotal. El concilio de Trento dará algunas normas precisas para la realización de este ministerio, pero no se tomará en cuenta al laico, de tal manera que, el laico quedará excluido de ser un miembro activo de la reconciliación.
El sacramento de la reconciliación será entendido, como confesión personal de los pecados ante un sacerdote, olvidándose de la importantísima función que tiene el laico, en ser un agente que busca la reconciliación y la paz en la comunidad.
Después de Vaticano II, la comprensión del ministerio de la reconciliación y perdón aparece muy enriquecido, sobre todo en su dimensión cristológica y eclesiológica, así como en su dimensión existencial, real y social. El reconciliado debe ser también un reconciliador.
Bibliografía
BOROBIO Dionisio, Misión y Ministerios Laicales, Ed. Sígueme, Salamanca 2001
Ritual de la Penitencia en www.kantera.com/…/ritual%20de%20la%20penitencia
Reconciliación y penitencia en www.vatican.va/…ii/./hf_jp-ii_exh_02121984.
Vaticano II, los ministerios en ww.htl. books.google.com.pe/books?isbn=9972050742.
Autor:
Cornelio Mulatillo Ruiz
[1] Cfr. Reconciliación Et Penitencia en, www.vatican.va/…ii/./hf_jp-ii_exh_02121984. nº 8
[2] Cfr. Mt 18,12-24.
[3] Cfr. Jun. 8,1-11.
[4] Cfr. Lc 17,11-19.
[5] Cfr. Lc 19,1-10.
[6] Cfr. Lc 7,36-50.
[7] Cfr. Lc 15, 11-32.
[8] Cfr. (Mt 18,15-18.
[9] Cfr. Cfr. DIONISIO Borobio, Misión y Ministerios Laicales, Ed. Sígueme, Salamanca 2001 p. 307- 335
[10] Vaticano II, en books.google.com.pe/books?isbn=9972050742, PO nº 5 p.424.
[11] Cfr. Ritual de la Penitencia en www.kantera.com/…/ritual%20de%20la%20penitencia nº 9
[12] Cfr. Reconciliación y Penitencia en www.vatican.va/…ii/./hf_jp-ii_exh_02121984.nº 8
[13] Cfr. Reconciliación y Penitencia, nº 23
[14] La practicaban los padres del desierto, el pecado era visto como enfermedad y reclamaba un proceso de sanación y la penitencia es medicina.