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Factores de mantenimiento y lucha contra el desastre

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    Capítulo 9: "Factores de mantenimiento y lucha contra el desastre"

     

     

    DEFINICIONES

    Lengua Oficial: Hagège entiende por Lengua Oficial aquella que el Estado tiene derecho a utilizar en sus relaciones diplomáticas. Es aquella lengua apoyada por la Ley y, por lo tanto, todo ciudadano tiene derecho a reclamar y comunicarse mediante ella tanto en los ámbitos jurídicos como en el administrativo, etc.

    Lengua Nacional: Este tipo de lengua tiene un reconocimiento preponderantemente nacional y "de puertas adentro"; sin embargo, ocurre que no siempre una Lengua Nacional es una Lengua Oficial; a esta última, como se dijo antes, se le da un carácter de índole internacional, mientras que a la Nacional, si bien se la reconoce de facto dentro del lugar o comunidad donde se utiliza, no alcanza en todos los casos la proyección que sí alcanza la Oficial.

    Lengua mixta: Se denominan lenguas mixtas aquellos híbridos lingüísticos generados por el contacto entre dos lenguas, y cuyos sistemas se mezclan profundamente. Tan profundamente, de hecho, se mezclan, que incluso puede verse la mixtura en la propia sucesión lineal de la frase, donde sus elementos correspondientes a dos lenguas se van alternando. Es, dice Hagège, una influencia recíproca, que puede haberse dado durante un período prolongado. Hagège da un ejemplo muy notable de mixtura entre el aleuta y el ruso en la isla del Cobre: aquí, la lengua indígena, el aleuta, se mezcló con el ruso, y este fenómeno, lejos de generar una relación entre lengua dominante (la que prevalecerá) – lengua dominada (la que se extinguirá), produjo una subsistencia del aleuta, que, de alguna manera, gracias a esta hibridación, sobrevive en el ruso.

    Cuando Dressler hace mención, al comienzo del capítulo leído, de "préstamos lingüísticos" y de "interferencias", si bien no se refiere exactamente a lo que Hagège quiere decir con "Lengua mixta", señala algo similar en relación con las consecuencias de que una lengua entre en contacto con otra: le lengua "débil", en algunos casos, al fusionarse con la "fuerte", lejos de extinguirse, se mantiene en un equilibrio con la otra lengua, y sobrevive precisamente gracias a este fenómeno.

     

    Rastreo de conceptos relacionados con el mantenimiento de las lenguas

    Orgullo: Esta categoría encierra una consciencia del hablante sobre su exclusión cultural histórica, que lo hace reaccionar aportando el retorno cultural a partir del de la lengua.

    Identidad: Esta categoría, ligada a la anterior en lo concerniente a la consciencia, es la premisa que mueve el orgullo cultural: preservar la lengua es conservar la identidad cultural de la que se proviene.

    Hábitat particular: implica una de las posibilidades de conservación de la lengua según Hagège. Por ejemplo: el cayuga se mantiene mejor en la región de los grandes lagos norteamericanos y canadienses que en Oklahoma, que no sería el hábitat particular de sus hablantes los iroqueses. Pareciera ser que las lenguas, si se mantienen en su hábitat particular, corren un riesgo menor de extinción que si se van desplazando, ya que en el propio desplazamiento se van, también, fragmentando.

    Endogamia: Aislamiento de índole social: significa, en esta acepción, casarse con un miembro interno de una comunidad. Este aislamiento fortifica la continuidad de una lengua, y no importa, en este caso, que un grupo esté fuera de su hábitat particular (por ejemplo: la comunidad china en Chinatown, Estados Unidos).

    La vida rural: Implica también una especie de aislamiento, fundamentalmente, en este caso, porque se está lejos de los grandes ejes de circulación. Por lo tanto, contribuye a conservar las costumbres, hábitos y, por supuesto, lengua original.

    Cohesión religiosa y familiar: este tipo de cohesión es esencial para el mantenimiento de una lengua, ya que si, como sabemos, la religión tiende a conservar sus ritos, usos y rasgos generales a lo largo del tiempo, también conserva la lengua en la que fue difundida (por ejemplo, la Iglesia católica y el uso exclusivo, y único en todo el mundo, del latín).

    La escritura: Como herramienta de normativización o "materialización" de las lenguas es, quizá, el factor más importante de conservación -o al menos de no-extinción definitiva- de una lengua (dejo en suspenso este respecto).

    La hibridación, la mixtura: Como se ha señalado líneas arriba, Hagège y Dressler no se alarman por los casos de préstamos lingüísticos, mixturas o hibridaciones, siempre y cuando no hayan asimetrías muy marcadas por parte de una de las lenguas. Por el contrario, si hay un equilibrio en la hibridación, observan una vía posible de conservación de la lengua "débil" y de cristalización dentro de esa mixtura.

    La Escuela: como institución educativa y de difusión y discusión de la cultura, la escuela puede tener un rol protagónico en la conservación de una lengua, y en muchos casos se han creado escuelas que, en medio de la agonía de una lengua, la han vuelto a enseñar y a difundir, reavivándola. Así sucedió con el maorí, por ejemplo, con el hawaiano y con otras lenguas.

    La Oficialización: El Estado es, en este marco, uno de los primeros responsables del mantenimiento o la muerte de una lengua. Si el Estado reconoce una lengua, su prestigio aumenta y su marginalidad disminuye. Existen casos de diversos tipos en distintas partes del mundo. Casos contrarios como el nahuátl, idioma hablado por nativos de México, el aymara, en Bolivia, o el quechua en Perú, son lenguas que no han obtenido el estatuto de oficiales, lo cual es "preocupante", ya que, frente a su "rival", el español, no tienen, a largo plazo, demasiado que hacer si las decisiones del Estado, en este caso, no cambian. Por otro lado, el caso del guaraní, que sí fue declarado lengua oficial en Paraguay, es una lengua que "goza de buena salud" y de larga vida lingüística.

    La implicación de los hablantes: esta categoría alude por un lado al compromiso espontáneo que surge de los hablantes como respuesta a la decadencia de su lengua (lo que Dressler, como veremos, llamaría "reacción purista" por parte de los hablantes de la lengua dominada) o a su reemplazo por la dominante, y por otro lado, alude a la "conscientización" que, desde fuera, se les puede llegar a infundir a los hablantes a este respecto. En los dos casos se trata de un emprendimiento artificial de reanimación y revitalización de la lengua. Estos procesos son ampliamente descritos por Hagège, y actualmente se llevan a cabo con mayor y menos éxito en distintas partes del mundo.

    La labor del lingüista: Aunque se piensa hablar de esto un poco más detenidamente adelante, puede anticiparse que ellos, con los conocimientos adquiridos o adquiribles sobre la normativización de una lengua principalmente, están éticamente obligados a no ver perecer una lengua; a, como dice el propio Hagège, ser, quizás, el gran factor de "mantenimiento y lucha contra el desastre". Es el lingüista el principal restaurador técnico de una lengua, y es un agente importante en la conscientización de los hablantes sobre el mantenimiento de la lengua que agoniza.

     

    Rastreo de conceptos relacionados con la extinción de las lenguas

    Sustitución de una lengua dominada por una dominante: Esta posibilidad es una de las más frecuentes en la interacción entre lenguas; la posibilidad que de que una lengua pueda sobrevivir en un equilibrio con otra es un riesgo; si bien Hagège y Dressler sostienen que muchas veces ocurre que una lengua está a punto de morir y, justo a tiempo, se mezcla con la dominante para cristalizarse en ella, este equilibrio es frecuentemente demasiado inestable como para que pueda mantenerse: la lengua dominante no siempre tiene consideración para con la dominada, y ese equilibrio puede terminar de absorber a la lengua dominada.

    Transformación de una lengua en muchas variantes: este fenómeno es claramente ejemplificable con el caso del latín; esta lengua se fue "abriendo" a variantes que, con el correr del tiempo, se fueron distinguiendo cada vez más unas de otras e incluso se fueron diferenciando del propio latín, hasta transformarse en lenguas directamente distintas.

    Muerte masiva de los hablantes: con ellos, muere la lengua, si no estaba registrada por los lingüistas. Esto se vio (y se ve) en las campañas "civilizadoras" de muchos proyectos emprendidos por los estados, para la constitución de una nación "homogénea" y "de cara al mundo". Uruguay es un ejemplo claro de esto, exterminando completamente la población aborigen (charrúas).

    Pérdida de productividad de las reglas de formación de las palabras: "La forma sigue a la función", dice Dressler, y estas reglas comienzan a mimetizarse con las de la lengua dominante. Este síntoma implica una primera subordinación y decadencia de una lengua y una subsiguiente colonización de la dominante.

    Decadencia de una lengua sin influencia directa de la dominante: Rankin (1978) detecta, en este marco, una reducción del sistema fonológico en el cuapa, que sin embargo no tiene demasiado que ver con la asimilación del inglés. Y, en este sentido, el propio Dressler ha visto que la decadencia y la pérdida de las mutaciones de la consonante inicial bretona no tiene que ver, al menos directamente, con una intervención del francés.

    Tres mutaciones relacionadas con la decadencia de una lengua: Espirantización: cuando a inicio de palabra, /p, t, k/ devienen /f, z, h/.

    • Fortición: Cuando /b, d, h/ devienen /p, t, k/.
    • Lenición: Cuando /p, t, k, b, d, g, m/ devienen /b, d, g, v, z, h, v/.

    Dressler observa, luego de esta clasificación, que existen procesos de decadencia cuyo sentido sería este: 1: la decadencia de la espirantización precede a las demás, y la espirantización se ve generalmente reemplazada por la lenición. Por ejemplo: va fenn – va benn. 2: Todas aquellas consonantes sujetas a lenición se reducen a /p, t, k/. por ejemplo: o benn – o bara. 3: La fortición se ve reemplazada por la lenición: o bara – o vara, en lugar de o para.

    Desdibujamiento léxico: Se da cuando, según Dressler, las palabras que pueden generar las reducciones van desapareciendo en forma paulatina. Existen muchos otros fenómenos de orden sintáctico y morfosintáctico que generan una decadencia en una lengua, decadencia cuya proyección estimativa puede llevarnos a la conclusión de que esa lengua puede estar comenzando la recta final de su vida.

    Falta de reacciones puristas en contra de las interferencias de la lengua dominante: En una actitud metodológica que puede parecernos a simple vista conservadora por parte de Dressler, vemos cómo este autor incluye la "falta de reacciones puristas" dentro de las causas posibles de extinción de una lengua. Pero esta falta de "reacciones", en contra de lo que pudiera pensarse, no alude a un "fundamentalismo lingüístico", sino que, más bien, da cuenta de una falta de reacciones para que los rasgos mínimos y esenciales de una lengua se mantengan fuera de todo riesgo de extinción. Así, los "semi-hablantes" no detectan las "contaminaciones" de las lenguas dominantes, y los que sí las detectan (ancianos, hablantes de edad avanzada que no son "semi" sino "hablantes"), por su parte, parecen no tener "nada que declarar" a ese (dramático) respecto. (trágico respecto: hablamos de la muerte: la muerte de una lengua).

    La lengua dominada deja de usar, valga el juego de palabras, sus propios nombres propios: Para Dressler, este es un rasgo temprano de una lengua que empieza a someterse a la dominante: utilizar los nombres propios de ésta. Otro rasgo, ya más contundente, de la decadencia de una lengua en manos de la dominante, es lo que Dressler denomina…

    Monoestilismo: Marca que la lengua "en crisis" ya "no puede" utilizarse en determinados ámbitos, ocupados ahora por la lengua dominante. Cuando al círculo de ámbitos de utilización de la lengua dominada se le van estrechando las paredes, entonces esa lengua, probablemente, está muriendo.

     

    Apreciaciones sobre la conservación de las lenguas

    Como potenciales socio-linguistas, deberíamos introducirnos en el debate "¿deben o no mantenerse las lenguas en extinción?" con una pregunta de raíz: ¿Qué es una lengua? Y más: ¿Qué significa una lengua para el hombre, qué valor tiene una lengua en la cultura? De acuerdo con la naturaleza de la respuesta a estos interrogantes, surgirán falsos progresismos (liberalistas lingüísticos) y falsos conservadores (conservadores, sí: ¡¡pero de la propia identidad!!). También, en la respuesta a "qué valor tiene una lengua en la cultura" es posible encontrar cierta raíz de incomprensión por parte de los sectores "pseudo-progresistas".

    Una lengua, en términos netamente cientificistas y positivistas, no es un encerrar de la cosa que flota en el universo de lo suprasensible, sino, como se dijo desde que ha empezado a hablarse "en serio" del lenguaje, una relación inmotivada, no natural, entre un significante (Imagen acústica) y un significado (Concepto). La relación es interior al hombre, es, como dijo Saussure, psíquica, entre el hombre y el hombre, no entre él y la cosa. Aquí, el referente no entre en juego. Dejaremos fuera a Peirce, pero si nos sirviéramos de su categoría de referente, las cosas no cambiarían sustancialmente.

    Saber esto es elemental para desprender de aquí lo que sigue: si una lengua no encierra las cosas sino las ideas que el ser humano tiene de ellas, entonces cada lengua está haciendo algo más complejo que transferir cosa a palabra: está produciendo (nótese en esta última palabra la ausencia deliberada del prefijo re) una idea, interna al hablante de un idioma, de la cosa (así, los esquimales tienen más de una docena de vocablos para distinguir distintos tipos de nieve, mientras que el español, cualquiera de sus variantes, tiene solamente un par o tres). este producir significantes y significados, este auténtico acto de creación, este "hágase" humano en la lengua, es la gran obra de cada cultura. No es demasiado posible una traducción fiel a otra lengua, por la misma razón por la cual es difícil ver otra cultura sin ejercer sobre ella esa visión desde nuestros ojos que se conoce como otredad cultural (Octavio Paz).

    Todo esto pone a la luz una realidad a la que no se puede ignorar: matar (dejar morir) una lengua es ver perecer una cultura. Ver perecer una cultura es ver morir la historia. Ver morir la historia es ver morir al hombre.

    "Ciclos naturales de la evolución", dicen los liberalistas lingüísticos, los progresistas de la expansión de los nuevos latines. Pero el hombre tiene una faceta que desafía, y dudo que para mal, a la naturaleza: intenta conservar lo que la Naturaleza habría destruido: razas, malformaciones, hombres con epidemias, hombres afectados por desastres naturales. La naturaleza negocia con el hombre esta conservación que aquella no tenía "pensada". Por lo cual, sostener que la desaparición de una lengua "es parte de la naturaleza" no tiene lugar en el universo de las argumentaciones sólidas.

    Algo nos queda pendiente: ¿quién es el bombero que puede salvar las vidas de una lengua, quién es el médico que la revive de su agonía, quién la voluntad comunitaria que se adapta a su desmembramiento? Ese no es otro que el lingüista. Habíamos dicho, líneas atrás, que "matar (ver morir) a una lengua es ver perecer (…) al hombre". Esto se potencia aún más a partir del momento en que es ver perecer al hombre por causas evitables. El lingüista, con sus aporías teóricas, con sus defectos por falta de desarrollo, sabe normativizar, sin embargo, una lengua, pasarla a escritura; sabe suministrarle suero en su agonía, sabe la medicina y sabe cómo podría reavivarse, si los hablantes están vivos y de acuerdo. El lingüista es "el médico que sana a su paciente, siempre y cuando el paciente quiera". Pero la comparación puede ir incluso más allá: si el hablante de una lengua en extinción así lo desea, podrá restituir con el lingüista una lengua en toda la comunidad (y con ella, una cultura, un hombre). La pregunta es: ¿y si el paciente quiere morir? La respuesta arrastra consigo una toma de postura bastante fuerte: la eutanasia lingüística, a diferencia de la pragmática-humana, debería estar prohibida sin excepción.

    Si hasta hace poco tiempo el hombre en Occidente tenía prohibido por el Estado el quitarse la vida (más allá de que éste lo hiciera y lo haga de todos modos), era porque se suponía que el ser humano partía de un principio elemental: querer vivir. Cuando se comenzó en Holanda a poner en discusión seriamente que cierto "fundamentalismo de la vida" hacía prolongar a ciertos enfermos un padecimiento doloroso y, fundamentalmente, irreversible, la eutanasia se consideró, desde allí, viable en algunos pocos países de Europa.

    Pero las lenguas no tienen ningún fundamento para pedir la eutanasia; sería ridículo imaginarnos a una lengua sufriendo dolores agudísimos e interminables y pidiendo a gritos, y por causa de esos dolores, la muerte. Ya que la eutanasia en los hombres y el dolor (externo e interno: la humillación del hombre por sentir que ya no puede mover un dedo sin ayuda de un segundo, por ejemplo) están relacionados con gran estrechez, las lenguas, las culturas y las civilizaciones no tienen fundamento para solicitarla. Y si anteriormente se dijo que "matar una lengua es matar (…) a los hombres", todos esos hombres, podría decirse en tono de broma, si desean morir, deben demostrar que les duele algún aspecto de sus vidas, pero no su lengua.

    Parece metafórico decir que cuando un hablante abandona su cultura, abandona también su vida; yo diría más bien que es algo que tiene la belleza de lo trágico, pero que está muy lejos de ser, solamente, un recurso poético.

    La discusión sobre si es ético o no ver (dejar) morir una lengua no terminará; pero si hay algo que puedo llegar a intuir, es que, sobre todo con la superpoblación de lingüistas, hoy, cada vez que muere una lengua hay algo que duele, como cuando nos damos cuenta, tarde, de que hace muchas décadas que hemos regalado nuestro juguete preferido. Junto con él, desaparecieron una serie de rasgos y detalles que nos producen esa triste sensación de que nuestro pasado ha muerto sin dejar un puente.

    Cada vez que muera una lengua, ahora, más que nunca, van a aflorar muchos hombres que sientan el nunca deseable sentimiento de la culpa.

    Es que algo muy importante se ha perdido, y pudimos haberlo evitado.

     

    Serafín Campaña