[92] XV. "Declárame, señor", le dije, "los nombres de las vírgenes y de las mujeres vestidas de ropas negras". "Escucha", respondió él, "los nombres de las vírgenes más poderosas, las que se hallaban situadas en los extremos. La primera es Fe; la segunda, Continencia; la tercera, Poder; y la cuarta, Paciencia. Pero las otras estacionadas entre ellas tienen por nombres: Simplicidad, Inocencia, Pureza, Alegría, Verdad, Entendimiento, Concordia, Amor. El que lleva estos nombres y el nombre del Hijo de Dios podrá entrar en el reino de Dios. Escucha", me dijo, "también los nombres de las mujeres que llevan las ropas negras. De ellas hay también cuatro que son más poderosas que el resto: la primera es Incredulidad; la segunda, Intemperancia; la tercera, Desobediencia; la cuarta, Mentira; y las que siguen son llamadas Tristeza, Maldad, Lascivia, Irascibilidad, Falsedad, Locura, Calumnia, Rencor. El siervo de Dios que lleva estos nombres verá el reino de Dios, pero no entrará en él". "Pero las piedras, señor", dije yo, "que vinieron de lo profundo y fueron encajadas en el edificio, ¿quiénes son?" "Las primeras", dijo él, "a saber, las diez, que fueron colocadas en los fundamentos, son la primera generación; las veinticinco son la segunda generación de los justos; las treinta y cinco son los profetas de Dios y sus ministros; las cuarenta son los apóstoles y maestros de la predicación del Hijo de Dios". "¿Por qué, pues, señor", pregunté yo, "entregaron las vírgenes también estas piedras para la edificación de la torre y las llevaron a través de la puerta?" "Porque estas primeras", contestó él, "llevaban estos espíritus y nunca se separaron los unos de los otros, ni los espíritus de los hombres ni los hombres de los espíritus, sino que los espíritus permanecieron con ellos hasta que durmieron; y si ellos no hubieran tenido estos espíritus con ellos, no habrían sido hallados útiles para la edificación de esta torre".
[93] XVI. "Muéstrame algo más aún, señor", le dije. "¿Qué deseas saber además", me dijo. "¿Por qué, señor", le pregunté "salieron las piedras de lo profundo, y por qué fueron colocadas en el edificio aunque traían estos espíritus?". "Les era necesario que se levantaran a través del agua para que pudieran recibir vida; porque de otro modo no habrían podido entrar en el reino de Dios, a menos que hubieran puesto a un lado lo mortal de su vida previa. Lo mismo, pues, los que durmieron recibieron el sello del Hijo de Dios y entraron en el reino de Dios. Porque antes que un hombre lleve el nombre del Hijo de Dios, es muerto; pero cuando ha recibido el sello, deja a un lado la mortalidad y asume otra vez la vida. El sello, pues, es el agua; así que descienden en el agua muertos y salen vivos. Así que, también a ellos fue predicado este sello, y ellos se beneficiaron de él para poder entrar en el reino de Dios". "¿Por qué, señor", le pregunté, "salieron las cuarenta piedras también de lo profundo, aunque ya habían recibido el sello?". "Porque éstas", dijo él, "los apóstoles y los maestros que predicaron el nombre del Hijo de Dios, después que hubieron dormido en el poder y la fe del Hijo de Dios, predicaron también a los que habían quedado dormidos antes que ellos, y ellos mismos les dieron el sello de la predicación. Por tanto, descendieron con ellos en el agua y salieron de nuevo. Pero éstos descendieron vivos y de nuevo salieron vivos; en tanto que los otros que habían dormido antes que ellos descendieron muertos y salieron vivos. Así que por medio de ellos fueron vivificados y llegaron al pleno conocimiento del nombre del Hijo de Dios. Por esta causa también subieron con ellos, y fueron encajados con ellos en el edificio de la torre y fueron edificados con ellos, sin que se les diera nueva forma; porque ellos durmieron en justicia y gran pureza. Sólo que no tenían este sello. Tú tienes, pues, la interpretación de estas cosas también". "Las tengo, señor", le dije.
[94] XVII. "Ahora pues, señor, explícame respecto a las montañas. ¿Por qué son sus formas distintas la una de la otra, y son varias?" "Escucha", me dijo. "Estas doce montañas son doce tribus que habitan todo el mundo. A estas tribus, pues, fue predicado el Hijo de Dios por los apóstoles". "Pero explícame, señor, por qué son varias estas montañas, y cada una tiene un aspecto diferente". "Escucha", me respondió. "Estas doce tribus que habitan todo el mundo son doce naciones; y son diversas en entendimiento y en mente. Siendo diversas, pues, según viste, estas montañas, también lo son las variedades de la mente de estas naciones, y su entendimiento. Y yo te mostraré la conducta de cada una". "Primero, señor", le dije, "muéstrame esto: por qué las montañas, siendo tan distintas pese a todo, cuando sus piedras fueron puestas en el edificio, se volvieron brillantes y de un color como el de las piedras que habían ascendido de lo profundo". "Porque", me dijo, "todas las naciones que habitan bajo el cielo, cuando oyeron y creyeron, fueron llamadas por el nombre único de el Hijo de Dios. Así que, habiendo recibido el sello, tenían un entendimiento y una mente, y pasó a ser suya una fe y un amor, y llevaron los espíritus de las vírgenes junto con el Nombre; por lo tanto, el edificio de la torre pasó a ser de un color brillante como el sol. Pero después que estuvieron juntas y se hicieron un cuerpo, algunas de ellas se contaminaron y fueron echadas de la sociedad de los justos, y pasaron de nuevo a ser igual que eran antes, o aún peor".
[95] XVIII. "Señor", le pregunté, "¿cómo se hicieron peor después de haber conocido plenamente a Dios?". "El que no conoce a Dios", respondió él, "y comete maldad, tiene cierto castigo por su maldad; pero el que conoce a Dios plenamente ya no debería cometer más maldad, sino hacer lo bueno. Así pues, si el que debería obrar bien comete maldad, ¿no parece cometer una maldad mayor que el que no conoce a Dios? Por tanto, los que no habían conocido a Dios y cometen maldad son condenados a muerte, pero los que han conocido a Dios y visto sus obras poderosas, y, con todo, cometen maldad, recibirán un castigo doble y morirán eternamente. De esta forma, pues, será purificada la Iglesia de Dios. Y así como tú viste las piedras quitadas de la torre y entregadas a los espíritus malos, ellos también serán echados fuera; y habrá un cuerpo de ellos que son purificados, tal como la torre, después de haber sido purificada, pasó a ser como si fuera una sola piedra. Así será la Iglesia de Dios también después de haber sido purificada, y los malvados e hipócritas y blasfemos e indecisos y los que cometen varias clases de maldad hayan sido echados fuera. Cuando éstos hayan sido echados fuera, la Iglesia de Dios será un cuerpo, un entendimiento, una mente, una fe, un amor. Y entonces el Hijo de Dios se regocijará y se gozará en ellos, porque Él ha vuelto a recibir a su pueblo puro". "Grandes y gloriosas son, señor, todas estas cosas. Una vez más, señor", le dije, "muéstrame la fuerza y las acciones de cada una de las montañas, para que cada alma que confía en el Señor, cuando lo oiga, pueda glorificar su nombre grande, maravilloso y glorioso". "Escucha", me dijo, "la variedad de las montañas y de las doce naciones".
[96] XIX. "De la primera montaña, que era negra, los que han creído son como sigue: rebeldes y blasfemos contra el Señor, y traidores de los siervos de Dios. Para éstos no hay arrepentimiento, sino que hay muerte. Por esta causa son también negros; porque su raza es rebelde. Y de la segunda montaña, la desolada, los que han creído son así: hipócritas y maestros de maldad. Y éstos, pues, son como los primeros en no tener el fruto de la justicia. Porque, tal como su montaña es sin fruto, del mismo modo estos hombres tienen un nombre, verdaderamente, pero están vacíos de fe, y no hay fruto de verdad en ellos. A éstos, por tanto, se les ofrece arrepentimiento si se arrepienten presto; pero si lo demoran, morirán con los anteriores". "¿Por qué, señor", pregunté yo, "es posible el arrepentimiento para ellos, pero no lo es para los anteriores? Porque sus actos son casi los mismos". "Por esto", me dijo, "les es ofrecido arrepentimiento a éstos, porque no han blasfemado de su Señor ni han traicionado a los siervos de Dios; pese a todo, por afán de lucro actúan de modo hipócrita, y se enseñan el uno al otro según los deseos de los pecadores. No obstante, éstos recibirán cierto castigo; con todo, hay arrepentimiento ordenado para ellos, porque no han sido blasfemos o traidores".
[97] XX. "Y de la tercera montaña, la que tiene espinos y zarzas, los que han creído son así: algunos de ellos son ricos, y otros están enzarzados en muchos asuntos de negocios. Las zarzas son los ricos, y los espinos son los que están mezclados en varios asuntos de negocios. Estos pues, que están mezclados en muchos y varios asuntos de negocios no se juntan con los siervos de Dios, sino que se descarrían, siendo ahogados por sus asuntos; por su parte, los ricos no están dispuestos a unirse a los siervos de Dios, no sea que se les pueda pedir algo. Estos hombres, pues, difícilmente entrarán en el reino de Dios. Porque tal como es difícil andar entre espinos con los pies descalzos, también es difícil que estos hombres entren en el reino de Dios. Pero para todos éstos es posible el arrepentimiento, aunque ha de ser rápido, para que lo que omitieron hacer en días pasados, puedan ahora compensarlo y hacer algo bueno. Si se arrepienten, pues, y hacen algo bueno, vivirán para Dios; pero si continúan en sus actos, serán entregados a aquellas mujeres, las cuales les darán muerte".
[98] XXI. "Y con respecto a la cuarta montaña, la que tenía mucha vegetación, la parte superior de la hierba era verde y la parte hacia las raíces seca, y alguna había sido secada por el sol, los que han creído son así: los indecisos y los que tienen al Señor en sus labios pero no lo tienen en su corazón. Por tanto, sus fundamentos son secos y sin poder, y sólo viven sus palabras, pero sus obras son muertas. Estos hombres no son ni vivos ni muertos. Son, por consiguiente, como los indecisos; porque el indeciso no es ni verde ni seco; porque ellos no están vivos ni muertos. Porque como su hierba se secó cuando vio el sol, así también el hombre indeciso, cuando oye que se acerca tribulación, por su cobardía adora a los ídolos y se avergüenza del nombre de su Señor. Éstos no están ni vivos ni muertos. Pese a todo, éstos también, si se arrepienten pronto, podrán vivir; pero si no se arrepienten, han sido entregados ya a las mujeres que les quitan la vida".
[99] XXII. "Y de la quinta montaña, la que tenía la hierba verde y era abrupta, los que han creído son así: son fieles, pero lentos para aprender y obstinados, y procuran agradarse a sí mismos, deseando saber todas las cosas y, con todo, no saben nada en absoluto. A causa de su obstinación, el entendimiento se mantuvo alejado de ellos, y entró en ellos una insensatez sin sentido; y se alaban a sí mismos como si tuvieran entendimiento, y desean ser maestros que se han nombrado a sí mismos, aunque carezcan de sentido. Debido, pues, a este orgullo del corazón de muchos, aunque se exaltan a sí mismos, han sido vaciados; porque la obstinación y la vana confianza son un demonio poderoso. De éstos, pues, muchos fueron echados, pero algunos se arrepintieron y creyeron y se sometieron a los que tenían entendimiento, habiéndose dado cuenta de su propia insensatez. Con todo, y para el resto que pertenece a esta clase, se les ofrece arrepentimiento; porque ellos no se hicieron malos, sino más bien insensatos y sin entendimiento. Si éstos, por tanto, se arrepienten, vivirán para Dios; pero si no se arrepienten, tendrán su morada con las mujeres que obran mal contra ellos".
[100] XXIII. "Pero los que han creído de la sexta montaña, que tiene barrancos grandes y pequeños, y en las hendiduras la hierba se ha secado, son así: los que se hallan en las hendiduras pequeñas, éstos son los que tienen algo el uno contra el otro, y por sus murmuraciones se han secado en la fe; pero muchos de éstos se arrepienten. Sí, y el resto de ellos se arrepentirá cuando oigan mis mandamientos; porque sus murmuraciones son pequeñas y se arrepentirán pronto. Pero los que se hallan en las grandes hendiduras, éstos persisten en sus murmuraciones y guardan rencores, manteniendo la ira el uno contra el otro. Estos, pues, fueron quitados inmediatamente de la torre y rechazados de su edificación. Estas personas, pues, con dificultad vivirán. Si Dios y nuestro Señor, que gobierna sobre todas las cosas y tiene autoridad sobre toda su creación, no guarda rencor contra los que confiesan sus pecados, sino que es misericordioso, ¿debe el hombre, que es mortal y lleno de pecado, guardar rencor contra otro hombre, como si pudiera destruirle o salvarle? Os digo yo, el ángel del arrepentimiento, a cuantos sostenéis esta herejía: apartadla de vosotros y arrepentíos, y el Señor curará vuestros pecados anteriores si os purificáis de este demonio; pero si no, seréis entregados a él para que os dé muerte".
[101] XXIV. "Y de la séptima montaña, en la cual había hierba verde y sonriente y toda la montaña prosperaba, y había ganado de todas clases y las aves del cielo se alimentaban de la hierba de esta montaña, y la hierba verde de la cual se alimentaban crecía aún más lozana, los que creyeron son así: son simples e inocentes y benditos, no teniendo nada los unos contra los otros, sino regocijándose siempre en los siervos de Dios, y revestidos del santo Espíritu de estas vírgenes, y teniendo compasión siempre de todo hombre, y de sus propias labores suplen la necesidad de todos sin reproches y sin recelos. El Señor, pues, viendo su simplicidad y su humildad, hizo que abundaran en las labores de sus manos, y les ha concedido favor sobre ellos en todas sus acciones. Pero os digo a los que sois como los tales, yo, el ángel del arrepentimiento, permaneced hasta el fin como sois, y vuestra simiente nunca será borrada. Porque el Señor os ha puesto a prueba y os ha contado entre su número, y toda vuestra simiente morará con el Hijo de Dios; porque recibisteis de su Espíritu".
[102] XXV. "Y de la octava montaña, la que tenía muchas fuentes y todas las criaturas del Señor bebían de las fuentes, los que creyeron son así: apóstoles y maestros que predican a todo el mundo, y que enseñan la palabra del Señor en sobriedad y pureza, y no retienen parte alguna por mal deseo, sino que anduvieron siempre en rectitud y verdad, y también recibieron el Espíritu Santo. Estos, por tanto, tendrán entrada con los ángeles".
[103] XXVI. "Y de la novena montaña, que estaba desierta, que tenía los reptiles y las fieras que destruyen a los hombres, los que creyeron son así: los que tienen las manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon la sustancia de viudas y huérfanos, e hicieron ganancia para sí con las ministraciones que habían recibido para ejecutar. Estos, pues, si permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no hay esperanza de vida para ellos; pero si se vuelven y cumplen sus deberes con pureza les será posible vivir. Pero los que están mohosos, éstos son los que han negado al Señor y no se han vuelto a Él, sino que se han vuelto estériles y desérticos, porque no se juntan con los siervos de Dios, sino que viven en soledad; éstos destruyen sus propias almas. Porque como la vid dejada a solas en un seto, si se la descuida es destruida y echada a perder por las malas hierbas, y con el tiempo se vuelve silvestre y ya no es útil para su dueño, así también los hombres de esta clase se han entregado al abatimiento y se vuelven inútiles para su Señor, haciéndose silvestres. A éstos, pues, les llega el arrepentimiento, a menos que hayan negado en su corazón; y yo no sé si uno que ha negado en su corazón es posible que viva. Y esto no lo digo con referencia a estos días, que un hombre después de haber negado haya de recibir arrepentimiento; porque es imposible que sea salvo el que ahora intente negar a su Señor; pero para los que le han negado hace mucho tiempo, el arrepentimiento parece posible. Si un hombre se arrepiente, por tanto, que lo haga rápidamente antes que la torre sea completada; pues si no, será destruido por las mujeres y le darán muerte. Y las piedras de tamaño reducido, éstos son los traidores y los murmuradores; y las fieras que viste en la montaña son éstos. Porque como las fieras con su veneno envenenan y matan a un hombre, así también las palabras de estos hombres envenenan y matan a un hombre. Estos, pues, están mutilados en su fe, a causa de lo que se han hecho a sí mismos; pero algunos de ellos se arrepintieron y fueron salvos; y el resto que son de esta clase pueden ser salvos si se arrepienten; pero si no se arrepienten, hallarán la muerte en las manos de aquellas mujeres, por cuyo poder son poseídos".
[104] XXVII. "Y de la décima montaña, en que había árboles que cobijaban a ciertas ovejas, los que creyeron son así: obispos, personas hospitalarias, que reciben alegremente en sus casas en todo tiempo a los siervos de Dios sin hipocresía. Estos obispos en todo tiempo sin cesar dieron albergue a los necesitados y a las viudas en sus ministraciones, y se condujeron con pureza en todo momento. A todos éstos, pues, les dará asilo el Señor para siempre. Los que han hecho estas cosas, por consiguiente, son gloriosos a la vista de Dios, y su lugar es ahora con los ángeles si siguen hasta el fin sirviendo al Señor".
[105] XXVIII. "Y de la undécima montaña, en que había árboles llenos de fruto adornados con varias clases de frutos, los que creyeron son así: sufrieron por el Nombre del Hijo de Dios, y también sufrieron dispuestos de todo corazón, y entregaron sus vidas". "¿Por qué, pues, señor", pregunté yo, "tienen todos los árboles frutos, pero algunos de estos frutos son más hermosos que otros?" "Escucha", me dijo: "todos cuantos han sufrido por amor al Nombre son gloriosos a la vista de Dios, y los pecados de ellos fueron quitados porque sufrieron por el nombre del Hijo de Dios. Ahora escucha por qué sus frutos son diversos y algunos sobrepujan a otros. Todos cuantos fueron torturados y no negaron", dijo él, "cuando fueron puestos delante del magistrado, sino que sufrieron dispuestos, éstos son los más gloriosos a la vista del Señor; su fruto es el que sobrepasa. Pero todos los que se acobardaron, y se perdieron en la incertidumbre, y consideraron en sus corazones si debían negar o confesar, y pese a todo sufrieron, sus frutos son menores, porque este designio entró en su corazón; porque este designio es malo, que un siervo niegue a su propio señor. Procurad, pues, los que albergáis esta idea, que este designio no permanezca en vuestros corazones y, con todo, muráis para el Señor. Pero, el que sufre por amor al Nombre debería glorificar a Dios, porque Dios te considera digno de que lleves este nombre, y que todos tus pecados sean sanados. Consideraos, pues, bienaventurados; sí, pensad, más bien, que habéis hecho una gran obra si alguno de vosotros sufre por amor a Dios. El Señor os concede vida, y no la echáis de ver; porque vuestros pecados os hunden, y si no hubierais sufrido por el Nombre del Señor habríais muerto para Dios por razón de vuestros pecados. Estas cosas os digo a los que vaciláis con respecto a la negación o la confesión. Confiesa que tienes al Señor, para que Él no te niegue, no sea que, denegándole, seas entregado a la cárcel. Si los gentiles castigan a sus esclavos, si uno de ellos niega a su señor, ¿qué pensáis que os hará el Señor que tiene autoridad sobre todas las cosas? ¡Fuera estos designios de vuestros corazones, para que podáis vivir para siempre en Dios!".
[106] XXIX. "Y de la montaña duodécima, que era blanca, los que creyeron eran así: eran como verdaderos recién nacidos, en cuyo corazón no hay astucia alguna, ni han aprendido lo que es maldad, sino que permanecen siendo niños para siempre. Estos, pues, moran, sin duda, en el reino de Dios, porque no contaminaron los mandamientos de Dios en nada, sino que siguen siendo niños todos los días de su vida en su mentalidad. Cuantos de vosotros, por tanto, continuéis así", dijo él, "siendo como niños que no tienen malicia, seréis más gloriosos aún que los que han sido mencionados antes; porque los niños son gloriosos a la vista de Dios, y se hallan primero ante su vista. Bienaventurados sois, pues, cuantos habéis ahuyentado la maldad de vosotros yos habéis revestido de inocencia; viviréis para Dios más que todos los demás".
Y después que hubo terminado las parábolas de las montañas, le dije: "Señor, explícame ahora respecto a las piedras que fueron sacadas de la llanura y colocadas en el edificio en lugar de las piedras que habían sido quitadas de la torre, y respecto a las piedras redondas que fueron colocadas en el edificio, y respecto a las que son todavía redondas".
[107] XXX. "Oye también", me dijo, "con respecto a todas estas cosas. Las piedras que fueron traídas de la llanura y colocadas en el edificio de la torre en lugar de las que fueron rechazadas, son las raíces de esta montaña blanca. Cuando los que creyeron de esta montaña fueron hallados todos sinceros, el señor de la torre ordenó que estos de la raíz de esta montaña fueran puestos en el edificio de la torre. Porque sabía que si estas piedras entraran en el edificio de la torre permanecerían brillantes y ni una de ellas se volvería negra. Pero si hubiera añadido piedras de otras montañas, se habría visto obligado a visitar la torre de nuevo y purificarla. Así pues, todos éstos han sido hallados blancos, que han creído y que creerán; porque son de la misma clase. ¡Bienaventurada es esta clase, porque es inocente! Oye ahora, asimismo, respecto a las piedras redondas y brillantes. Todas éstas son de esta montaña blanca. Ahora oye por qué fueron halladas redondas. Sus riquezas las han oscurecido y ofuscado un poco de la verdad; pese a todo, nunca se han apartado de Dios ni ha salido ningún mal de su boca, sino toda equidad y virtud que viene de la verdad. Por lo tanto, cuando el Señor percibió su mente que ellos podían favorecer la verdad, y al mismo tiempo permanecer buenos, Él mandó que les fuera quitada parte de sus posesiones, aunque no que se las quitaran del todo, de modo que pudieran hacer algún bien con lo que les había quedado, y pudieran vivir para Dios, porque vienen de una clase buena. Así pues, han sido recortadas un poco y colocadas en el edificio de esta torre".
[108] XXXI. "Pero las otras piedras, que han permanecido redondas y no han sido encajadas en el edificio porque no han recibido todavía el sello, han sido vueltas a su propio lugar, porque fueron halladas muy redondas. Porque hay que separarlas de este mundo y de las vanidades de sus posesiones, y entonces van a encajar en el reino de Dios. Porque es necesario que entren en el reino de Dios porque el Señor ha bendecido a esta clase inocente. De esta clase, pues, ninguno perecerá. Sí, incluso si alguno de ellos, habiendo sido tentado por el demonio más malvado, haya cometido alguna falta, retornará rápidamente a su Señor. A todos os digo que sois bienaventurados, yo, el ángel del arrepentimiento, que sois sinceros e inocentes como niños, porque vuestra parte es buena y honrosa a la vista de Dios. Además, os mando a todos, cualesquiera que recibáis este sello, manteneos sin doblez, no guardéis rencor, y no sigáis en vuestra maldad ni en el recuerdo de las ofensas de amargura; sino tened un solo espíritu, y sanad estas malas divisiones y quitadlas de entre vosotros, para que el dueño de los rebaños pueda regocijarse respecto a vosotros. Porque él se gozará si halla todas las cosas bien. Pero si halla alguna parte del rebaño desparramada, ¡ay de los pastores! Porque si resulta que los mismos pastores están esparcidos, ¿cómo van a responder de los rebaños? ¿Dirán que fueron hostigados por el rebaño? Nadie los creería. Porque es algo increíble que un pastor sea herido por su rebaño, y aún será castigado más a causa de su falsedad. Y yo soy el pastor, y me corresponde estrictamente rendir cuentas de vosotros".
[109] XXXII. "Enmendaos, pues, en tanto que la torre está en curso de edificación. El Señor mora con los hombres que aman la paz; porque El ama la paz; pero de los contenciosos y de los que son dados a la maldad, manteneos lejos. Restaurad, pues, a El íntegro vuestro espíritu tal como lo recibisteis. Porque supongamos que has dado a un lavandero un vestido entero, y deseas recibirlo de nuevo entero, pero el lavandero te lo devuelve rasgado, ¿vas a aceptarlo? ¿No vas al punto a indignarte y le llenarás de reproches, diciendo: El vestido que te di estaba entero; por qué lo has rasgado y lo has hecho inútil? Como ves, a causa del desgarro que has hecho en él ya no puede ser usado. ¿No dirás, pues, todo esto a un lavandero a causa del desgarro que ha hecho en tu vestido? Por tanto, si tú te enojas tanto a causa de tu vestido, y te quejas porque no lo recibiste entero, ¿qué crees que te hará el Señor a ti; El, que te dio el espíritu entero y tú lo has dejado absolutamente inútil, de modo que no puede servir para nada a su Señor? Porque su utilidad se volvió inutilidad cuando tú lo echaste a perder. ¿No va, pues, el Señor de este espíritu a castigarte a ti con la muerte por este hecho?" "Ciertamente", le dije, "a todos aquellos a quienes Él halla persistiendo en la malicia, Él los castigará". "No pisotees su misericordia", dijo él, "sino glorifícale, porque Él es muy paciente con tus pecados, y no es como tú. Practica, pues, el arrepentimiento que es apropiado para ti".
[110] XXXIII. "Todas estas cosas que he escrito antes yo, el pastor, el ángel del arrepentimiento, las he declarado y dicho a los siervos de Dios. Así pues, creeréis y escucharéis mis palabras y andaréis en ellas, y enmendaréis vuestros caminos y podréis vivir. Pero si seguís en la maldad y en albergar malicia, ninguno de esta clase vivirá para Dios. Todas las cosas que yo había de decir ahora te las he dicho a ti". El pastor me dijo: "¿Me has hecho todas tus preguntas?" Y yo le contesté: "Sí, señor". "¿Por qué, pues, no me has preguntado respecto a la forma de las piedras colocadas en el edificio cuando llenamos sus formas?". Y le dije: "Señor, me olvidé". "Oye ahora", me dijo, "respecto a ellas. Estas son los que han oído mis mandamientos y han practicado arrepentimiento con todo su corazón. Por ello, cuando el Señor vio que su arrepentimiento era bueno y puro y que podían continuar en él, ordenó que sus pecados anteriores fueran borrados. Sus formas, pues, eran sus pecados anteriores, y han sido borrados con cincel para que no puedan aparecer más".
Décima Parábola
[111] I. Después de haber escrito este libro por completo, el ángel que me había puesto en manos del pastor vino a la casa en que yo estaba, y se sentó en un sofá, y el pastor estaba de pie a su mano derecha. Entonces me llamó y me habló de esta manera: "Te he puesto en las manos de este pastor", me dijo, "a ti y a tu casa, para que puedas ser protegido por él". "Cierto, señor", le contesté. Y él me dijo: "Así pues, si deseas ser protegido de toda molestia y toda crueldad, tener éxito también en toda buena obra y palabra, y todo el poder de la justicia, anda en sus mandamientos que te he dado, y podrás dominar toda maldad. Porque si guardas sus mandamientos, se te someterá todo mal deseo y dulzura de este mundo; además, te acompañará el éxito en toda buena empresa. Abraza su seriedad y moderación, y proclama a todos los hombres que él es tenido en gran honor y dignidad por el Señor, y es un gobernante de gran autoridad y poderoso en su cargo. A él solo, en todo el mundo, se le ha asignado autoridad sobre el arrepentimiento. ¿Te parece, pues, que es poderoso? Con todo, tú desprecias la seriedad y moderación que él usa hacia ti".
[112] II. Yo le dije: "Pregúntale, señor, a él mismo, si desde el momento en que él llegó a mi casa he hecho algo impropio con lo cual le haya ofendido". "Yo ya sé", me contestó él, "que no has hecho nada impropio ni estás a punto de hacerlo. Y por ello te digo estas cosas, para que perseveres. Porque él me ha presentado un buen informe acerca de ti. Tú, pues, dirás estas palabras a otros, para que aquellos que también practican o practicarán el arrepentimiento puedan ser del mismo sentir que tú; y él pueda darme un buen informe de ellos a mí y al Señor". "Yo también, señor", le dije, "declaro a todo hombre las poderosas obras del Señor; porque espero que todos los que han pecado en el pasado, si oyen estas cosas, se arrepentirán con gozo y recobrarán la vida". "Sigue, pues", me dijo él, "en tu ministerio y complétalo hasta el fin. Porque todo el que cumple sus mandamientos tendrá vida; sí, este hombre tendrá gran honor ante el Señor. Pero todos los que no guardan sus mandamientos huyen de su propia vida y se oponen a Él, y no siguen sus mandamientos, sino que se entregan ellos mismos a la muerte, y cada uno de ellos pasa a ser culpable de su propia sangre. Pero a ti te digo que obedezcas estos mandamientos, y tendrás remedio para tus pecados".
[113] III. "Además, te he enviado a estas vírgenes para que puedan morar contigo; porque he visto que son propicias hacia ti. Tenlas, pues, como ayudadoras, para que tengas mayor capacidad de guardar sus mandamientos; porque es imposible guardar estos mandamientos sin la ayuda de estas vírgenes. Veo también que están contentas de estar contigo. Pero te encargo que no se aparten en absoluto de tu casa. Sólo que purifiques tu casa; porque en una casa limpia ellas residen contentas. Porque son limpias y castas y diligentes, y todas son favorecidas por el Señor. Por tanto, si hallan tu casa pura, permanecerán contigo; pero si ocurre la más leve contaminación, abandonarán tu casa al instante. Porque estas vírgenes no toleran la contaminación en forma alguna". Y yo le dije: "Señor, espero que les seré agradable, de modo que puedan residir contentas en mi casa para siempre; y tal como aquel a quien tú me encomendaste reside en mi casa para siempre, del mismo modo ellas no se quejarán". Y él dijo al pastor: "Veo que desea vivir como siervo de Dios, y que guardará estos mandamientos y dará a estas vírgenes una habitación limpia". Con estas palabras, una vez más me encomendó al pastor, y llamó a las vírgenes y les dijo: "Por cuanto veo que estáis contentas de residir en la casa de este hombre, os lo encomiendo, a él y a su casa, para que no os apartéis en absoluto de su casa". Y ellas escucharon estas palabras con alegría.
[114] IV. Entonces el ángel me dijo a mí: "Pórtate como un hombre en este servicio; declara a todos las poderosas obras del Señor y tendrás favor en este ministerio. Todo el que anda en sus mandamientos, pues, vivirá y será feliz en su vida; pero todo el que los descuida, no vivirá y será desgraciado en su vida. Encarga a todos los hombres que pueden obrar rectamente que no cesen en la práctica de las buenas obras; porque es útil para ellos. Digo, además, que todo hombre debe ser rescatado de la desgracia; porque el que tiene necesidad, y sufre desgracias en su vida diaria, está en gran tormento y necesidad. Así pues, todo el que rescata de la penuria una vida de esta clase, obtiene un gran gozo para sí mismo. Porque el que es hostigado por la desgracia de esta clase es afligido y torturado con igual tormento que el que está en cadenas. Porque muchos hombres, a causa de calamidades de esta clase, como ya no lo pueden resistir más recurren a la violencia contra ellos mismos. Por tanto, el que conoce la calamidad de un hombre de esta clase y no lo rescata, comete un gran pecado, y se hace culpable de la sangre del mismo. Haced, pues, buenas obras todos los que hayáis recibido beneficios del Señor, no sea que, demorándoos en hacerlas, sea completada entretanto la edificación de la torre. Porque es a causa de vosotros que ha sido interrumpida la obra de edificación. A menos que os apresuréis a obrar bien, la torre será completada entretanto y vosotros os quedaréis fuera".
Cuando hubo terminado de hablar conmigo, se levantó del sofá y se marchó llevándose consigo al pastor y a las vírgenes. Me dijo, sin embargo, que enviaría al pastor y a las vírgenes de nuevo a mi casa.
Autor:
Agustin Fabra
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