[54] I. Mientras estaba ayunando y sentado en cierta montaña, y dando gracias al Señor por todo lo que Él había hecho por mí, vi al pastor sentado junto a mí, que me decía: "¿Por qué vienes aquí tan temprano por la mañana?" "Señor", le contesté, "porque estoy guardando una temporada" Y me preguntó: "¿Qué es una temporada?" "Estoy ayunando, señor", le contesté. "¿Y qué es este ayuno", dijo él, "que estás observando?" "El que estoy acostumbrado a observar, señor", dije yo; "así ayuno". Y me contestó: "No sabes cómo ayunar ante el Señor, ni es ayuno este ayuno sin provecho ni valor que estas haciendo ante Él". "¿Por qué, señor", pregunté yo, "dices esto?" "Te digo", me contestó, "que esto que observas no es un ayuno; pero yo te enseñaré que es un ayuno completo y aceptable al Señor. Escucha", dijo; "Dios no desea un ayuno tan vano, porque al ayunar así ante Dios no haces nada por la justicia. Pero observa ante Dios un ayuno así: no hagas maldad en tu vida y sirve al Señor de puro corazón; observa sus mandamientos y anda en sus ordenanzas, y que ningún mal deseo se levante en tu corazón; sino cree en Dios. Entonces, si haces estas cosas y le temes y te abstienes de todo mal, vivirás para Dios; y si haces estas cosas, guardarás un gran ayuno, un ayuno aceptable a Dios".
[55] II. "Escucha la parábola que te contaré con relación al ayuno. Cierto hombre tenía una hacienda, muchos esclavos, y una porción de su hacienda la había plantado de viñas; y escogiendo a cierto esclavo que era de confianza y agradable y tenido en honor, llamándole, le dijo: "Toma esta viña que yo he plantado y ponle una valla alrededor hasta que yo venga, pero no hagas nada más a la viña. Ahora bien, guarda este mi mandamiento, y serás libre en mi casa". Entonces el amo de los siervos se fue a viajar al extranjero. Cuando se hubo ido, el siervo puso una valla, alrededor de la viña; y habiendo terminado de poner el vallado a la viña notó que estaba llena de malas hierbas. Así que razonó dentro de sí: "Esta orden de mi señor ya la he cumplido. Ahora voy a cavar esta viña, y estará más limpia cuando termine; y cuando no tenga malas hierbas rendirá más fruto, porque no será ahogada por las malas hierbas". Así que cayó la viña, y todas las raíces que había en la viña fueron arrancadas. Y la viña se veía limpia y floreciente cuando no tenía raíces que la ahogaban. Después de cierto tiempo el amo del siervo y de la finca regresó y fue a ver la viña. Y viendo la viña con su vallado alrededor, y todas las malas hierbas arrancadas, y las vides floreciendo, se regocijó muchísimo por lo que el siervo había hecho. Así que llamó a su querido hijo, que era su heredero, y los amigos que eran sus consejeros, y les dijo lo que él había mandado a su siervo y cuánto había encontrado. Y ellos se regocijaron con el siervo por el testimonio que su amo había dado de él. Y el amo les dijo: "Yo prometí a este siervo la libertad si él guardaba los mandamientos que le había mandado; pero él guardó mis mandamientos e hizo una buena obra, además, a la viña, y me agradó muchísimo. Por esta obra que ha hecho, pues, deseo hacerle coheredero con mi hijo, porque, cuando tuvo esta buena idea, no la descuidó, sino que la cumplió". El hijo del amo estuvo de acuerdo con este propósito de su padre, que el siervo debía ser hecho coheredero con el hijo. Después de algunos días, su amo hizo una fiesta, y le envió muchos manjares exquisitos de la fiesta. Pero cuando el siervo recibió los manjares que le enviaba el amo, tomó lo que era suficiente para él y distribuyó el resto entre sus consiervos. Y sus consiervos, cuando hubieron recibido los manjares, se regocijaron, y empezaron a orar por él, para que pudiera hallar mayor favor ante el amo porque los había tratado con largueza. Su amo oyó todas estas cosas que tuvieron lugar, y de nuevo se regocijó sobremanera de su acto. Así, el amo llamó de nuevo a sus amigos y a su hijo, y les anunció lo que el siervo había hecho con respecto a los manjares que había recibido; y ellos aprobaron todavía más su decisión, que su siervo debía ser hecho coheredero con su hijo".
[56] III. Yo le dije: "Señor, no comprendo estas parábolas ni puedo captarlas, a menos que me las expliques". "Te lo explicaré todo", me dijo; "y te mostraré todas las cosas que te diga. Guarda los mandamientos del Señor, y serás agradable a Dios y serás contado entre el número de los que guardan sus mandamientos. Pero si haces algo bueno aparte del mandamiento de Dios, ganarás para ti una gloria más excelente, y serás más glorioso a la vista de Dios que si no lo hubieras hecho. Así pues, si mientras guardas los mandamientos de Dios añades estos servicios también, te regocijarás si los observas en conformidad con mi mandamiento". Yo le dije: "Señor, todo lo que me mandaste lo guardaré; porque sé que tú estás conmigo". "Yo estaré contigo", me dijo él, "porque tú tienes tanto celo por hacer lo bueno; sí, y yo estaré con todos los que tienen un celo semejante. Este ayuno", dijo él, "si se guardan los mandamientos del Señor, es bueno. Esta es, pues, la manera en que has de guardar este ayuno que estás a punto de observar. Ante todo, guárdate de toda mala palabra y de todo mal deseo, y purifica tu corazón de todas las vanidades de este mundo. Si guardas estas cosas, este ayuno será perfecto para ti. Y así harás. Habiendo cumplido lo que está escrito, en el día en que ayunes no probarás sino pan y agua; y contarás el importe de lo que habrías gastado en la comida aquel día, y lo darás a una viuda o a un huérfano, o a uno que tenga necesidad, y así pondrás en humildad tu alma, para que el que ha recibido de tu humildad pueda satisfacer su propia alma y pueda orar por ti al Señor. Así pues, si cumples así tu ayuno, según se te ha mandado, tu sacrificio será aceptable a la vista de Dios y este ayuno será registrado; y el servicio realizado así es hermoso y gozoso y aceptable al Señor. Estas cosas observarás, tú y tus hijos y toda tu casa y, observándolas, serás bendecido; sí, y todos los que lo oigan y lo vean serán bendecidos, y todas las cosas que pidan al Señor las recibirán".
[57] IV. Le rogué mucho que me explicara la parábola de la hacienda y del amo, y de la viña y del siervo que puso vallado a la viña, así como del vallado, y de las malas hierbas que había arrancado de la viña, y del hijo y de los amigos los consejeros. Porque me di cuenta que todas estas cosas eran una parábola. Pero él me contestó y dijo: "Eres excesivamente inoportuno con tus preguntas. No deberías", dijo él, "hacer ninguna pregunta en absoluto; porque si es justo que se te explique una cosa, se te explicará". Y le dije: "Señor, todas las cosas que me muestres y no me las explicas las habré visto en vano". Pero de nuevo me contestó, diciendo: "Todo el que es un siervo de Dios y tiene a su Señor en su corazón, pide entendimiento de Él y lo recibe, e interpreta cada parábola, y las palabras que el Señor dice en parábola le son dadas a conocer. Pero todos aquellos que son lentos y débiles en la intercesión, estos vacilan en preguntar al Señor. Pero el Señor es abundante en compasión, y da a los que le piden sin cesar. Pero tú, que has sido vigorizado por el santo ángel y has recibido estos poderes de intercesión, y no eres descuidado, ¿por qué no pides entendimiento al Señor y lo obtienes de Él?" Yo le dije: "Señor, yo que te tengo a ti conmigo, sólo tengo que preguntarte a ti e inquirir de ti; porque tú me muestras todas las cosas y me hablas; pero si yo las hubiera de ver u oír aparte de ti, habría pedido al Señor que me fueran mostradas".
[58] V. "Ya te dije hace un momento", continuó, "que tú eres poco escrupuloso e inoportuno al inquirir sobre las interpretaciones de las parábolas. Pero como eres tan obstinado, voy a interpretarte la parábola de la hacienda y todo lo que la acompaña, para que puedas darla a conocer a todos. Oye ahora, y entiende. La hacienda es este mundo, y el señor de la hacienda es el que creó todas las cosas, y las ordenó, y las dotó de su poder, y el siervo es el Hijo de Dios, y las vides son este pueblo a quien Él mismo plantó; y las vallas son los santos ángeles del Señor que guardan juntos a su pueblo; y las malas hierbas, que son arrancadas de la viña, son las transgresiones de los siervos de Dios; y los manjares que Él envió de la fiesta son los mandamientos que Él dio a su pueblo por medio de su Hijo; y los amigos y consejeros son los santos ángeles que fueron creados primero; y la ausencia del amo es el tiempo que queda hasta su venida". Yo le dije: "Señor, grandes y maravillosas son todas las cosas, y todas las cosas son gloriosas; ¿había alguna probabilidad, pues, de que yo pudiera haberlas captado?" "No, ni ningún otro hombre aunque estuviera lleno de entendimiento, podría haberlas captado". "Con todo, señor", insistí, "explícame lo que estoy a punto de inquirir de ti". "Sigue", me dijo, "si deseas algo". "¿Por qué, Señor", dije yo, "es el Hijo de Dios representado en esta parábola en la forma de un siervo?".
[59] VI. "Escucha", me contestó; "el Hijo de Dios no está representado en la forma de un siervo, sino que está representado en gran poder y señorío". "¿Cómo, señor?", dije yo; "no lo comprendo". "Porque", dijo él, "Dios plantó la viña; esto es, creó al pueblo y lo entregó a su Hijo. Y el Hijo colocó a los ángeles a cargo de ellos para que velaran sobre ellos; y el Hijo mismo limpió sus pecados, trabajando mucho y soportando muchas labores. Habiendo, pues, Él limpiado a su pueblo, les mostró los caminos de vida, dándoles la ley que Él recibió de su Padre. Ve, pues", me dijo, "que Él es el mismo Señor del pueblo, habiendo recibido todo el poder de su Padre. Pero escucha en qué forma el Señor tomó a su hijo y sus gloriosos ángeles como consejeros respecto a la herencia del siervo. Dios hizo que el Espíritu Santo preexistente, que creó toda la creación, morara en la carne que Él deseó. Esta carne, pues, en que reside el Espíritu Santo, fue sometida al Espíritu, andando honorablemente en santidad y pureza, sin contaminar en modo alguno al Espíritu. Cuando hubo vivido, pues, honorablemente en castidad, y trabajado con el Espíritu, y hubo cooperado con él en todo, comportándose él mismo osada y valerosamente, Él lo escogió como colaborador con el Espíritu Santo, porque el curso de esta carne agradó al Señor, siendo así que, poseyendo el Espíritu Santo, no fue contaminado en la tierra. Por tanto, tomó a su Hijo como consejero y a los gloriosos ángeles también, para que esta carne, además, habiendo servido al Espíritu intachablemente, pudiera tener algún lugar de residencia, y no pareciera que había perdido la recompensa por su servicio; porque toda carne que es hallada sin contaminación ni mancha, en la que reside el Espíritu Santo, recibirá una recompensa. Ahora tienes la interpretación de esta parábola también".
[60] VII. "Estoy muy contento, señor", le dije, "de oír esta interpretación". "Escucha ahora", dijo él. "Guarda esta carne tuya pura e incontaminada, para que el Espíritu que reside en ella pueda dar testimonio de ella, y tu carne pueda ser justificada. Procura que nunca entre en tu corazón que esta carne tuya es perecedera, y con ello abuses de ella en alguna contaminación. Porque si tú contaminas tu carne, contaminarás al Espíritu Santo también; pero si contaminas la carne, no vivirás". "Pero, señor", dije yo, "si ha habido alguna ignorancia en tiempos pasados, antes de haber oído estas palabras, ¿cómo será salvado un hombre que ha contaminado su carne?" "Sólo Dios tiene poder de sanar los antiguos hechos de ignorancia", dijo él, "porque toda autoridad es suya. Pero ahora guárdate, y el Señor Todopoderoso, que está lleno de compasión, dará curación para los antiguos hechos de ignorancia si a partir de ahora no contaminas tu carne ni el Espíritu; porque ambos comparten en común, y el uno no puede ser contaminado sin el otro. Por tanto, mantente puro, y vivirás para Dios".
Sexta Parábola
[61] I. Estando sentado en mi casa y glorificando a Dios por todas las cosas que había visto, y considerando, respecto a los mandamientos, que eran hermosos y poderosos y gozosos y gloriosos y capaces de salvar el alma de un hombre, dije para mí: "Bienaventurado seré si ando en estos mandamientos; sí, y todo el que ande en ellos será bienaventurado". Mientras decía estas cosas dentro de mí, súbitamente vi que él estaba sentado junto a mí, y me decía lo siguiente: "¿Por qué eres de ánimo indeciso con respecto a los mandamientos que yo te he mandado? Son hermosos. No dudes en absoluto; pero revístete de la fe del Señor y andarás en ellos. Porque yo voy a corroborarte en ellos. Estos mandamientos son apropiados para los que intentan arrepentirse; porque si no andan en ellos, su arrepentimiento es vano. Los que os arrepentís, pues, arrojad de vosotros las maldades de este mundo que os oprimen; y, revistiéndoos de toda excelencia de justicia, podréis observar estos mandamientos y no añadir más a vuestros pecados. Si no añadís, pues, ningún otro pecado, os apartaréis de vuestros pecados anteriores. Andad, pues, en estos mandamientos míos, y viviréis para Dios. Estas cosas ya te las he dicho todas". Y después que él me hubo dicho estas cosas, me dijo: "Vayamos al campo, y te mostraré los pastores de las ovejas" "Vayamos, señor", le contesté. Y fuimos a cierta llanura, y él me mostró a un joven, un pastor, vestido con un manto de color de azafrán; y estaba apacentando un gran número de ovejas, y estas ovejas se veía que estaban bien alimentadas y eran muy retozonas, y estaban contentas y daban saltos de un lado a otro; y el mismo pastor estaba muy contento acerca de su rebaño; y la misma mirada del pastor era alegre en extremo; y corría por entre las ovejas.
[62] II. Y me dijo: "¿Ves este pastor?" "Le veo, señor", le contesté. "Éste es el ángel de la indulgencia propia y del engaño", me dijo. "Destruye las almas de los siervos de Dios y las pervierte de la verdad, descarriándolas con malos deseos, en los cuales perecen. Porque se olvidan de los mandamientos del Dios vivo y andan en engaños vanos y actos de complacencia propia, y son destruidos por este ángel, algunos de ellos a muerte, y otros a corrupción". Y yo le dije: "Señor, no comprendo lo que esto significa: "a muerte" y "a corrupción". "Escucha", me dijo; "las ovejas que viste contentas y juguetonas, son las que se han apartado de Dios por completo y se han entregado a sus propios deleites y deseos de este mundo. En ellas, pues, no hay arrepentimiento para la vida. Porque el Nombre de Dios es blasfemado entre ellas. La vida de estas personas es muerte. Pero las ovejas que viste que no están dando saltos, sino que están paciendo en un lugar, estas son las que se han entregado a actos de autoindulgencia y engaño, pero no han pronunciado ninguna blasfemia contra el Señor. Estas, pues, han sido corrompidas de la verdad. En éstas hay esperanza de arrepentimiento, por el cual pueden vivir. La corrupción, por tanto, tiene esperanza de una renovación posible, pero la muerte tiene destrucción eterna". Y seguimos un poco más adelante, y me mostró un gran pastor, como un hombre tosco en apariencia, con una gran piel de cabra, blanca, echada sobre su cuerpo; y tenía una especie de zurrón sobre los hombros, y un cayado muy duro, con nudos en él, y un gran látigo. Y su mirada era muy agria, de modo que tuve miedo de él a causa de su mirada. Este pastor, entonces, fue recibiendo del pastor joven aquellas ovejas juguetonas y bien alimentadas, pero que no saltaban, y las ponía en cierto lugar que era muy abrupto y cubierto de espinos y zarzas, de modo que las ovejas no podían desenredarse de los espinos y zarzas, sino que se enmarañaban entre los espinos y zarzas. Y así estas ovejas pacían enmarañadas en los espinos y zarzas, y su estado era en extremo desgraciado, pues él las azotaba y las hacía avanzar de un lado a otro, sin darles descanso, y en conjunto aquellas ovejas lo pasaban muy mal.
[63] III. Cuando las vi tan maltratadas por el látigo y desgraciadas, me dio pena su situación porque eran atormentadas y no tenían reposo alguno. Y dije al pastor que estaba hablando conmigo: "Señor, ¿quién es este pastor, que es tan cruel y severo, y no tiene la menor compasión de estas ovejas?" "Este", me dijo, "es el ángel del castigo, y es uno de los ángeles justos, y preside sobre el castigo. Así que recibe a los que se apartan de Dios y van en pos de sus concupiscencias y engaños en esta vida, y los castiga, según merecen, con castigos espantosos y variados". "Me gustaría saber de qué clase son estos castigos diversos, señor", le dije. "Escucha", me respondió; "las diversas torturas y castigos son torturas que pertenecen a la vida presente; porque algunos son castigados con pérdidas, y otros con necesidades, y otros con enfermedades variadas, y otros con toda clase de perturbaciones, y otros con insultos de personas dignas y con sufrimiento en muchos otros aspectos. Porque muchos, viéndose perturbados en sus planes, ponen mano en muchas cosas y nada les prospera. Y entonces ellos dicen que no prosperan en sus actos, y no entra en sus corazones que han cometido malas acciones, sino que echan la culpa al Señor. Cuando son afligidos, pues, con toda clase de aflicción, entonces me los entregan a mí para recibir buena instrucción y son corroborados en la fe del Señor, y sirven al Señor con un corazón puro el resto de los días de su vida. Y cuando se arrepienten, las malas obras que han hecho se levantan en sus corazones y entonces glorifican a Dios, diciendo que Él es un Juez justo, y que sufren justamente cada uno según sus actos. Y sirven al Señor a partir de entonces con un corazón puro, y prosperan en sus actos, recibiendo del Señor todas las cosas que piden; y entonces glorifican al Señor porque les ha entregado a mí y ya no sufren ningún mal".
[64] IV. Y yo le digo: "Señor, declárame más sobre esta cuestión". "¿Qué es lo que quieres saber?», me preguntó. "Señor, dime si los que viven en la autoindulgencia y son engañados sufren tormentos durante el mismo período de tiempo en que han vivido en la autoindulgencia y son engañados". El me contestó: "Sufren tormentos durante el mismo período de tiempo". Y le dije yo: "Entonces, señor, sufren tormentos muy leves; porque los que viven así en autoindulgencia y se olvidan de Dios deberían ser atormentados a razón de siete por uno". Él me dijo: "Tú eres un necio y no comprendes el poder del tormento". "Es verdad", le respondí, "porque si lo hubiera comprendido no te habría pedido que me lo declararas". "Escucha", me dijo: "el poder de los dos, de la autoindulgencia y del tormento. El tiempo de la autoindulgencia y el engaño es una hora. Pero una hora de tormento tiene el poder de treinta días. Si uno vive en la autoindulgencia y es engañado durante un día y es atormentado un día, el día de tormento es equivalente a todo un año. Porque un hombre es atormentado durante tantos años como días ha vivido en la autoindulgencia. Ves, pues", me dijo "que el tiempo de la autoindulgencia y el engaño es muy corto, pero el tiempo del castigo y el tormento es largo".
[65] V. "Señor", le dije, "como no comprendo del todo lo que hace referencia al tiempo del engaño y la autoindulgencia y tormento, muéstramelo más claramente". Él me respondió y me dijo: "La necedad está pegada a ti, porque no quieres limpiar tu corazón y servir a Dios. Vigila", me dijo, "que el tiempo no se cumpla y seas hallado en tu necedad. Escucha, pues", me dijo, "según quieres, para poder comprender esto. El que vive en la autoindulgencia y es engañado durante un día, y hace lo que quiere, está revestido de mucha locura y no comprende lo que está haciendo; porque el día de mañana olvida lo que hizo el día anterior. Porque la autoindulgencia y el engaño, por razón de su locura, no tienen recuerdos con los cuales revestirse; pero cuando el castigo y el tormento están unidos al hombre durante un solo día, este hombre es castigado y atormentado durante todo un año porque el castigo y el tormento tienen recuerdos prolongados. Así que, siendo atormentado y castigado durante todo un año, el hombre recuerda largo tiempo su autoindulgencia y engaño, y se da cuenta de que es a causa de ellas que está sufriendo estos males. Todo hombre que vive en la autoindulgencia y es engañado, pues, es atormentado de esta manera porque, aunque posee la vida, se ha entregado a sí mismo a la muerte". "¿Qué clase de autoindulgencia es perjudicial, señor?" "Toda acción que hace con placer es autoindulgencia para el hombre", me contestó; "para el hombre irascible, cuando da rienda suelta a su pasión, es autoindulgencia; y el adúltero y el borracho y el calumniador y el mentiroso y el avaro y el defraudador y el que hace cosas semejantes a éstas, da las riendas a su pasión peculiar, por lo que es autoindulgente en su acción. Todos estos hábitos de autoindulgencia son perjudiciales para los siervos de Dios; a causa de estos engaños sufren, pues, los que son castigados y atormentados. Pero hay hábitos de autoindulgencia, también, que salvan a los hombres; porque muchos son autoindulgentes en hacer bien, siendo arrastrados por el placer que les produce. Esta autoindulgencia, por consiguiente, es conveniente para los siervos de Dios y trae vida a un hombre de esta disposición; pero las autoindulgencias perjudiciales antes mencionadas producen a los hombres tormentos y castigos, y si continúan en ellas y no se arrepienten, les acarrean la muerte".
Séptima Parábola
[66] Después de unos días le vi en la misma llanura donde había visto también a los pastores, y me dijo: "¿Qué buscas?". "Señor", le contesté, "estoy aquí para que mandes al pastor que castiga que salga de mi casa; porque me aflige mucho". "Te es necesario", me dijo, "ser afligido, porque así lo ha ordenado respecto a ti el ángel glorioso, porque quiere que seas probado". "¿Por qué?, ¿qué he hecho que sea tan malo, señor", le dije, "que deba ser entregado a este ángel?". "Escucha", me dijo: "Tus pecados son muchos; con todo, no son tantos para que hayas de ser entregado a este ángel; pero tu casa ha cometido grandes iniquidades y pecados, y el ángel glorioso está enojado por estos actos y por esta causa ha mandado que seas afligido durante cierto tiempo, para que ellos puedan también arrepentirse y ser limpiados de todo deseo de este mundo. Por consiguiente, cuando ellos se arrepientan y sean limpiados, entonces el ángel del castigo partirá" Y yo le dije: "Señor, si ellos han perpetrado estos actos por los que el ángel glorioso está enojado, ¿qué he hecho yo?". "Ellos no pueden ser afligidos de otra manera", dijo él, "a menos que tú, la cabeza de toda la casa, seas afligido; porque si tú eres afligido, ellos también por necesidad serán afligidos; pero si tú eres próspero, ellos no pueden sufrir aflicción alguna". "Pero, mira, señor", le dije, "ellos se han arrepentido de todo corazón". "Me doy perfecta cuenta", contestó él, "que ellos se han arrepentido de todo corazón; ahora bien, ¿crees tú que los pecados de los que se arrepienten son perdonados inmediatamente? No lo son en modo alguno; sino que la persona que se arrepiente ha de torturar a su propia alma, y ha de ser del todo humilde en cada una de sus acciones, y afligido con toda clase de aflicción; y si soporta las aflicciones que le vienen, sin duda el que creó todas las cosas y las dotó de poder, será movido a compasión y concederá algún remedio. Y esto hará Dios si en alguna forma ve el corazón del penitente puro de todo mal. Pero es conveniente que tú y toda tu casa seáis afligidos ahora. Pero, ¿por qué platicar tanto contigo? Tú has de ser afligido como ordena el ángel del Señor, el que te entrega a mí; y por esto da gracias al Señor, que te ha considerado digno de que yo te revele de antemano la aflicción, para que sabiéndolo con antelación la soportes con entereza". Yo le dije: "Señor, sé tú conmigo y podré soportar toda aflicción fácilmente". "Yo estaré contigo", me dijo, "y pediré al ángel que castiga que te aflija más levemente; pero tú serás afligido durante un tiempo corto, y serás restaurado de nuevo a tu casa. Sólo sigue siendo humilde y sirve al Señor con el corazón puro, tú y tus hijos y tu casa, y anda en mis mandamientos que te ordeno, y de este modo será posible que tu arrepentimiento sea fuerte y puro. Y si guardas estos mandamientos con tu casa, será apartada de ti toda aflicción; sí, y la aflicción será apartada de todo aquel que anda en estos mis mandamientos".
Octava Parábola
[67] I. Y me mostró un gran sauce que hacía sombra a llanuras y montañas, y bajo la sombra del sauce se habían congregado los que son llamados por el nombre del Señor. Y junto al sauce había de pie un ángel del Señor, glorioso y muy alto, que tenía una gran hoz, y estaba cortando ramas del sauce, y dándolas a la gente que se resguardaba debajo del sauce; y les daba varas pequeñas de un codo de longitud. Y después que todos hubieron tomado las varas, el ángel puso a un lado la hoz y el árbol estaba sano, tal como yo lo había visto al principio. Entonces me maravillé dentro de ml y dije: "¿Cómo es posible que el árbol esté sano después que le han cortado tantas ramas?". El pastor me dijo: "No te asombres que el árbol permanezca sano después que se le han cortado tantas ramas, sino espera hasta que veas todas las cosas, y se te mostrará lo que es". El ángel que dio las varas a la gente les mandó que se las devolvieran, tal como cada uno de ellos las había recibido; así también fue llamándolos, y cada uno le devolvió la vara. Pero el ángel del Señor las tomaba y las examinaba. De algunos recibía varas secas y como comidas por larvas; el ángel les ordenaba a los que entregaban varas así que se pusieran a un lado. Y otros las entregaban medio marchitas; éstos también eran puestos aparte. Y Otros entregaban varas medio secas y con grietas; éstos eran puestos también aparte. Y otros entregaban sus varas verdes y con grietas; éstos también se quedaban aparte. Y otros entregaban sus varas medio secas y medio verdes; éstos también quedaban aparte. Y otros entregaban las varas dos tercios verdes y la otra tercera parte seca; éstos se quedaban aparte. Y otros entregaban varas con dos pares secos y la tercera verde; éstos también se quedaban aparte. Y otros entregaban sus varas casi todas verdes, pero una pequeña porción seca en el extremo; pero había grietas en ellas; éstos también se quedaban aparte. Y en las de otros había una pequeña parte verde, pero el resto de la vara estaba seca; éstos también estaban aparte. Y otros venían trayendo sus varas verdes, tal como las habían recibido del ángel; y la mayor parte de la multitud entregaba sus varas en este estado; y el ángel se regocijaba en gran manera en éstos; éstos también estaban aparte. Y otros entregaban sus varas verdes y con retoños; éstos también eran puestos aparte; y ante éstos también el ángel se regocijaba grandemente. Y otros entregaban sus varas verdes y con retoños; y los retoños tenían lo que parecía una especie de fruto. Y éstos estaban contentos en extremo de que sus varas estuvieran en este estado. Y sobre éstos el ángel se gozaba, y el pastor estaba muy contento con ellos.
[68] II. Y el ángel del Señor ordenó que trajeran coronas. Y trajeron coronas, hechas como si fuera de ramas de palmera; y coronaba a los hombres que habían entregado las varas que tenían retoños y algo de fruto, y los enviaba a la torre. Y los otros eran también enviados a la torre, a saber, los que habían traído las varas verdes y con retoños, pero los retoños no tenían fruto; y ponía un sello sobre ellos. Y todos los que iban a la torre tenían el mismo vestido, blanco como la nieve. Y los que habían entregado sus varas verdes tal como las habían recibido fueron despedidos, y se les dio un vestido blanco y sellos. Después que el ángel hubo terminado estas cosas, dijo al pastor: "Me voy; pero a éstos los enviarás a sus lugares dentro de los muros, según lo que cada uno merezca; pero examina las varas cuidadosamente, y envíalos. Mas sé muy cuidadoso al examinarlas. Asegúrate que ninguno escape de ti", le dijo. "Con todo, si alguno se escapa, yo lo probaré en el altar". Cuando hubo dicho esto al pastor, se marchó. Y después que el ángel hubo partido, el pastor me dijo: "Tomemos las varas de todos y plantémoslas, para ver si algunas de ellas puede vivir". Y yo le dije: "Señor, estas cosas secas, ¿pueden vivir?". Él me contestó y dijo: "Este árbol es un sauce, y esta clase de árboles se aferran a la vida. Si se plantan las varas y tienen un poco de humedad, muchas de ellas viven. Y después procuremos poner un poco de agua sobre ellas. Si alguna de ellas puede vivir, yo me gozaré de ello; pero si no vive, por lo menos no habré sido negligente". Así que el pastor me mandó que los llamara a cada uno, según estaba colocado. Y ellos vinieron, fila tras fila, y entregaron sus varas al pastor. Y el pastor tomó las varas y las plantó en hileras, y después de haberlas plantado vertió mucha agua sobre ellas, de modo que no se podían ver las varas por el agua. Y después que hubo regado las varas, me dijo: "Vayámonos ahora, y dentro de unos pocos días regresemos e inspeccionemos todas las varas; porque el que ha creado este árbol quiere que vivan todo os que han recibido varas de este árbol. Y yo mismo espero que estas pequeñas varas, después de haber recibido humedad y haber sido regadas, vivan la mayor parte de ellas".
[69] III. Y yo le dije: "Señor, infórmame de qué es este árbol. Porque estoy perplejo por su causa, porque aunque se le cortaron tantas ramas, el árbol está sano, y no parece que se le haya cortado ninguna; por tanto, estoy perplejo por ello". "Escucha", me dijo; "este gran árbol que hace sombra sobre llanuras y montañas y toda la tierra, es la ley de Dios, que fue dada a todo el mundo; y esta ley es el Hijo de Dios predicado a todos los extremos de la tierra. Pero el pueblo que está bajo la sombra son los que han oído la predicación y han creído en Él; pero el ángel grande y glorioso es Miguel, que tiene poder sobre esta gente y es su capitán. Porque es él el que pone la ley en los corazones de los creyentes; por tanto, él mismo inspecciona a aquellos a quienes la ha dado, por ver si la han observado. Pero, tú ves las varas de cada uno; porque las varas son la ley. Tú ves muchas de estas varas por completo echadas a perder; y notarás a todos los que no han observado la ley, y verás el lugar de destino de cada uno en particular". Yo le pregunté: "Señor, ¿por qué envió a algunos a la torre y dejó a otros para ti?". El me respondió: "Todos los que transgredieron la ley que han recibido de él, a éstos los ha dejado bajo mi autoridad para que se arrepientan; pero a cuantos ya han satisfecho la ley y la han observado, a éstos los tiene bajo su propia autoridad". "¿Quiénes son, pues, señor", le dije, "los que han sido coronados y entrado en la torre?". «Todos los que han luchado contra el diablo y le han vencido en la lucha", me dijo, "éstos son coronados: éstos son los que han sufrido por la ley. Pero los otros, que también entregaron sus varas verdes y con retoños, aunque no con fruto, son los que fueron perseguidos por la ley pero no sufrieron ni tampoco negaron la ley. Mas los que las entregaron verdes, tal como las habían recibido, son hombres sobrios y rectos, que anduvieron del todo en un corazón puro y han guardado los mandamientos del Señor. Pero todo lo demás lo sabrás cuando examine estas varas que he plantado y regado".
[70] IV. Y después de varios días llegamos al lugar, y el pastor se sentó en el lugar del ángel, en tanto que yo estaba de pie a su lado. Y él me dijo: "Cíñete con una ropa de lino crudo y ayúdame". Así que me ceñí con una ropa limpia de lino crudo hecha de material tosco. Y cuando me vio ceñido y dispuesto a servirle, me dijo: "Llama a los hombres cuyas varas han sido plantadas, según la fila en que cada un presentó su vara". Y yo salí a la llanura y los llamé a todos; y ellos estaban de pie según sus filas. Y él les dijo: "Que cada uno arranque su propia vara y me la traiga". Y los primeros que la entregaron fueron los que habían traído las varas secas y agrietadas, y seguían igual: secas y agrietadas. El les ordenó que se quedaran aparte. Luego le entregaron los que las tenían secas pero no agrietadas; y algunos entregaron varas verdes, y otros secas y como roídas por larvas. A los que le dieron varas verdes él les ordenó que se quedaran aparte; pero a los que se las dieron secas y agrietadas les ordenó que se unieran a los primeros. Entonces las entregaron los que tenían las varas medio secas y con grietas; y muchos de ellos las entregaban verdes y sin grietas; y muchos las entregaban verdes y con retoños y fruto en los retoños, como los que habían ido a la torre coronados; y algunos de ellos las entregaban secas y roídas, y algunos secas y no roídas, y algunos tal como eran, medio secas y con grietas. El les ordenó que se pusieran a un lado, algunos en sus propias filas y otros aparte de ellas.
[71] V. Entonces le entregaron los que tenían sus varas verdes, pero con grietas. Estos las entregaron todos verdes, y se quedaron en su propia compañía. Y el pastor se regocijó en éstos, porque estaban todos cambiados y habían eliminado las grietas. Y le entregaron también los que tenían la mitad verde y la otra mitad seca. Las varas de algunos fueron halladas verdes del todo, las de algunos medio secas y roídas, y las de algunos verdes y con retoños. Estos fueron todos enviados cada uno a su compañía. Luego le entregaron los que tenían dos partes verdes y la otra seca; muchos de ellos las entregaban verdes, y muchos medio secas, y otros secas y roídas. Todos éstos se quedaron en su propia compañía. Luego las entregaron los que tenían dos partes secas y la tercera parte verde. Muchos de ellos se las entregaban medio secas, algunos secas y roídas, y otros medio secas y con grietas, y unos pocos verdes. Todos éstos se quedaron en su propia compañía. Luego le entregaron los que habían tenido sus varas verdes pero con una pequeña porción seca y con grietas. De éstos, algunos las entregaron verdes, otros verdes y con retoños. Estos también fueron enviados a su propia compañía. Entonces las entregaron los que tenían una pequeña parte verde y las otras partes secas. Las varas de éstos fueron halladas en su mayor parte verdes y con retoños y fruto en los retoños, y otras del todo verdes. Ante estas varas el pastor se regocijó sobremanera porque fueron halladas así. Y éstos fueron enviados a su propia compañía.
[72] VI. Cuando el pastor hubo examinado las varas de todos, me dijo: "Ya te dije que este árbol es tenaz en mantenerse vivo. ¿Ves como muchos se arrepintieron y fueron salvados?" "Lo veo, señor", le contesté. Y él me dijo: "Es para que tú puedas ver la abundante compasión del Señor, cuán grande es y gloriosa, y Él ha dado su Espíritu a los que eran dignos de arrepentimiento". "¿Por qué, pues, señor", le pregunté, "no se arrepintieron todos?" "A aquellos cuyo corazón Él vio que estaba a punto de volverse puro y de servirle a Él de todo corazón, Él les dio arrepentimiento; pero a aquellos en los que vio astucia y maldad, que intentaban arrepentirse en hipocresía, a éstos no les dio arrepentimiento, para que no profanaran de nuevo su nombre". Y yo le dije: "Señor, ahora muéstrame, con referencia a los que han entregado sus varas, qué clase de hombre era cada uno de ellos y también su morada, para que cuando oigan esto los que han creído y recibido el sello y lo han roto y no lo han guardado entero, puedan entender lo que están haciendo, y arrepentirse, recibiendo de ti un sello, y puedan glorificar al Señor, que tuvo compasión de ellos y te envió a ti para renovar su espíritu". "Escucha", me dijo: "Aquellos cuyas varas fueron halladas secas y comidas de larvas, éstos son los renegados y traidores de la Iglesia, que han blasfemado al Señor en sus pecados, y todavía más, se avergonzaron del Nombre del Señor, que fue invocado sobre ellos. Estos, pues, perecerán del todo para Dios. Pero tú ves también que ninguno de ellos se arrepintió, aunque oyeron las palabras que les dijiste, que yo te había mandado. De hombres de esta clase ha partido la vida. Pero los que entregaron varas verdes y sin marchitar, éstos están también cerca de ellos; porque eran hipócritas, y trajeron doctrinas extrañas y pervirtieron a los siervos de Dios, especialmente a los que no habían pecado, no permitiéndoles que se arrepintieran, sino persuadiéndoles con sus doctrinas insensatas. Éstos, pues, tienen esperanza de arrepentirse. Pero ves que muchos de ellos verdaderamente se han arrepentido desde que tú les hablaste de mis mandamientos; sí, y otros todavía se arrepentirán. Y todos los que no se arrepientan, habrán perdido la vida; pero cuantos de ellos se arrepintieron se volvieron buenos; y su morada fue colocada dentro de los primeros muros, y alguno de ellos, incluso, ascendió dentro de la torre. Ve, pues que el arrepentimiento de los pecados trae vida, pero el no arrepentirse trae muerte".
[73] VII. "Pero, en cuanto a los que entregaron varas medio secas y con grietas en ellas, oye respecto a los mismos. Aquellos cuyas varas estaban medio marchitas del todo eran los indecisos, porque ni viven ni están muertos. Pero los que las tienen medio secas y con grietas, éstos son los indecisos y calumniadores, y nunca están en paz entre sí, sino que siempre causan disensiones. Con todo, incluso éstos reciben arrepentimiento. Ve que algunos de ellos se han arrepentido; y todavía hay esperanza de arrepentimiento entre ellos. Y todos los que de entre ellos se han arrepentido, tienen su residencia dentro de la torre; pero todos los que se han arrepentido tardíamente morarán dentro de los muros; y los que no se arrepintieron, sino que continuaron en sus actos, morirán de muerte. Pero los que han entregado sus varas verdes y con grietas, éstos fueron hallados fieles y buenos en todo tiempo, pero tienen cierta emulación los unos de los otros para obtener el primer lugar y gloria de alguna clase; pero todos ellos son necios al mostrar rivalidad el uno del otro por los primeros lugares. Pese a todo, éstos también, cuando oyeron mis mandamientos, siendo buenos, se purificaron a si mismos y se arrepintieron rápidamente. Tienen, por tanto, su habitación dentro de la torre. Pero si alguno vuelve otra vez a la disensión, será echado fuera de la torre y perderá su vida. La vida es para todos los que guardan los mandamientos del Señor. Pero en los mandamientos no hay nada sobre los primeros lugares, ni sobre gloria de alguna clase, sino sobre paciencia y humildad en el hombre. En estos hombres, pues, hay la vida del Señor, pero en el sedicioso y libertino hay muerte".
[74] VIII. "Pero los que entregaron sus varas medio verdes y medio secas, éstos son los que están mezclados en negocios y no se unen a los santos. Por lo tanto, la mitad de ellos vive, pero la otra mitad está muerta. Muchos de ellos cuando oyeron mi mandamiento se arrepintieron. Todos los que se arrepintieron tienen su morada dentro de la torre. Pero algunos de ellos están puestos aparte. Estos, pues, no tienen arrepentimiento, porque a causa de sus negocios blasfemaron al Señor y le negaron. Así que perdieron su vida por la maldad que cometieron. Pero muchos de ellos eran de ánimo indeciso. Estos todavía tienen oportunidad para el arrepentimiento; si se arrepienten rápidamente, su morada será dentro de la torre; y si tardan en arrepentirse, morarán dentro de los muros; pero si no se arrepienten, ellos también habrán perdido la vida. Pero los que han entregado varas dos partes verdes y la tercera seca, éstos son los que han negado con negaciones múltiples. Muchos de ellos se han arrepentido, pues, y han partido hacia el interior de la torre; pero muchos se rebelaron del todo contra Dios; éstos perdieron finalmente la vida. Y algunos de ellos eran de ánimo indeciso y causaban disensiones. Para éstos, por tanto, hay arrepentimiento si se arrepienten rápidamente y no siguen en sus placeres; pero si siguen en sus acciones, éstos también se procurarán ellos mismos la muerte".
[75] IX. "Pero los que han entregado sus varas dos tercios secas y un tercio verde, éstos son los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y tuvieron renombre entre los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se volvieron arrogantes, y abandonaron la verdad y no se juntaron con los justos, sino que vivieron del todo a la manera de los gentiles, y su camino les pareció más placentero a ellos; pese a todo no se apartaron de Dios sino que continuaron en la fe, aunque no hicieron las obras de la fe. Muchos de ellos, por consiguiente, se arrepintieron y tuvieron su habitación dentro de la torre. Pero otros, al final, viviendo con los gentiles y siendo corrompidos por las opiniones vanas de los gentiles, se apartaron de Dios e hicieron las obras de los gentiles. Estos, pues, son nombrados con los gentiles. Pero otros entre ellos eran de ánimo indeciso, no esperando ser salvos por razón de algunos actos que habían cometido; y otros eran indecisos y hacían divisiones entre ellos. Para los que eran indecisos a causa de sus hechos hay todavía arrepentimiento; mas, su arrepentimiento debería ser rápido para que su morada pueda ser dentro de la torre; pero para los que no se arrepienten, sino que siguen en sus pasiones, la muerte está cerca".
[76] X. "Mas los que entregaron sus varas verdes, pero con el extremo seco y con grietas, son los que fueron hallados en todo tiempo buenos y fieles y gloriosos a la vista de Dios, pero pecaron en un grado leve por causa de deseos triviales y porque tenían algo los unos contra los otros. Pero, cuando oyeron mis palabras la mayor parte se arrepintió rápidamente, y su morada fue asignada dentro de la torre. Pero algunos de ellos eran indecisos, y algunos, siendo indecisos, causaron una mayor disensión. En éstos, por lo tanto, hay todavía esperanza de arrepentimiento, porque fueron hallados buenos; y apenas habrá alguno de ellos que muera. Pero los que entregaron sus varas secas, pero con una pequeña porción verde, éstos son los que creyeron pero practicaron las obras de injusticia. Con todo, no se separaron nunca de Dios, sino que llevaron el nombre alegremente, y alegremente recibieron en sus casas a los siervos de Dios. Así que, al oír de este arrepentimiento, se arrepintieron sin vacilar, y practicaron toda excelencia y justicia. Y algunos de ellos, incluso, sufrieron persecución voluntariamente, sabiendo los hechos que hacían. Todos éstos, por tanto, tendrán su morada en la torre".
[77] XI. Y después que hubo completado la interpretación de todas las varas, me dijo: "Ve y di a todos los hombres que se arrepientan, y vivirán para Dios; porque el Señor en su compasión me envió a dar arrepentimiento a todos, aunque algunos no lo merecen por sus actos; pero, siendo el Señor paciente, quiere que sean llamados por medio de su Hijo para que sean salvos". Y le dije: "Señor, espero que todos los que oigan estas palabras se arrepientan, porque estoy persuadido de que cada uno, cuando conozca plenamente sus propios actos y tema a Dios, se arrepentirá". El me respondió diciéndome: "Todos cuantos se arrepientan de todo corazón y se limpien de todas las malas acciones antes mencionadas, y no añadan ningún pecado más a los anteriores, recibirán curación del Señor para sus pecados anteriores, a menos que sean de ánimo indeciso con respecto a estos mandamientos, y vivirán para Dios. Pero cuantos añadan a sus pecados y anden en las concupiscencias de este mundo, se condenarán a sí mismos a muerte. Pero tú anda en mis mandamientos, y vive para Dios; sí, y cuantos anden en ellos y obren rectamente, vivirán para Dios". Habiéndome mostrado todas estas cosas y habiéndomelas dicho, me dijo: "Mira, te declararé el resto dentro de unos días".
Novena Parábola
[78] I. Después de haber escrito los mandamientos y parábolas del pastor, el ángel del arrepentimiento vino a mí y me dijo: "Deseo mostrarte todas las cosas que el Espíritu Santo, que habló contigo en la forma de la Iglesia, te mostró. Porque este Espíritu es el Hijo de Dios. Porque cuando tú eras más débil en la carne, no te fue declarado a través de un ángel; pero cuando fuiste capacitado por el Espíritu, y te hiciste fuerte en tu fortaleza de modo que pudiste incluso ver un ángel, entonces te fue manifestada de modo claro, a través de la Iglesia, la edificación de la torre. En forma justa y apropiada has visto todas las cosas, instruido como si fuera por una virgen; pero ahora ves, siendo instruido por un ángel, aunque es por el mismo Espíritu; pese a ello, has de aprenderlo todo con más exactitud de mí. Porque para esto también fui designado por el ángel glorioso para permanecer en tu casa, para que pudieras ver todas las cosas con poder, sin sentirte aterrado en nada, no como antes". Y él me llevó a Arcadia, a cierta montaña redondeada, y me puso en la cumbre de la montaña y me mostró una gran llanura, y alrededor de la llanura doce montañas, las cuales tenían cada una un aspecto diferente. La primera era negra como hollín; la segunda, desnuda, sin vegetación; la tercera, llena de espinos y zarzas; la cuarta tenía la vegetación medio mustia, la parte superior de la hierba era verde, pero la parte cercana a las raíces, seca, y parte de la hierba se había marchitado, porque que el sol la había quemado; la quinta montaña tenía hierba verde y era áspera; la sexta montaña estaba llena de barrancos por todas partes, algunos pequeños y otros grandes, y en las hendiduras había vegetación, pero la hierba no era muy lozana, sino más bien marchita; la séptima montaña tenía vegetación sonriente, y toda la montaña estaba en condición próspera, y había ganado y aves de todas clases que se alimentaban en esta montaña; y cuanto más ganado y aves alimentaba, más florecía la hierba de esta montaña. La octava montaña estaba llena de fuentes, y toda clase de criaturas del Señor bebían en las fuentes de esta montaña. La novena montaña no tenía agua alguna y era por completo un desierto; y tenía fieras y reptiles mortíferos, que destruían a la humanidad. La décima montaña tenía árboles muy grandes y mucha umbría, y bajo la sombra había ovejas echadas y paciendo y reposando. La montaña undécima tenía una gran espesura de bosques por todas partes, y los árboles de la misma eran muy productivos, cubiertos de varias clases de frutos, de modo que uno al verlos deseaba comer estos frutos. La duodécima montaña era del todo blanca y su aspecto era alegre; y la montaña era en extremo hermosa de por si.
[79] II. Y en la mitad de la llanura me mostró una gran roca blanca, que se levantaba sobre la llanura. La roca era más elevada que las montañas, y tenía cuatro lados, de modo que podía contener a todo el mundo. Ahora bien, esta roca era antigua y tenía una puerta excavada en ella; pero la puerta me pareció haber sido excavada muy recientemente. Y la puerta brillaba más que el resplandor del sol, de modo que me maravillé del brillo de la puerta. Y alrededor de la puerta había doce vírgenes. Las cuatro que estaban en los extremos me parecieron más gloriosas que el resto; pero las otras también eran gloriosas; y las cuatro estaban de pie en las cuatro partes de la puerta, y había vírgenes, en parejas, entre ellas. E iban vestidas de túnicas de lino y ceñidas de manera apropiada, teniendo el hombro derecho libre, como si intentaran llevar alguna carga. Así estaban preparadas, porque eran muy animosas y alegres. Después que vi estas cosas, me maravillé de la grandeza y la gloria de lo que estaba viendo. Y de nuevo me quedé perplejo con respecto a las vírgenes, que, aunque fueran delicadas, estaban de pie como hombres, como si intentaran llevar todo el cielo. Y el pastor me dijo: "¿Por qué te haces preguntas, estás perplejo y te pones triste? Porque las cosas que no puedes comprender no te las propongas, si eres prudente; pero ruega al Señor, para que puedas recibir entendimiento para comprenderlas. Lo que hay detrás de ti tú no puedes verlo, pero lo que hay delante de ti lo contemplas. Las cosas que no puedes ver, por tanto, déjalas, y no te preocupes de ellas; pero las cosas que puedes ver, éstas domínalas y no tengas curiosidad sobre el resto; pero voy a explicarte todas las cosas que te mostraré. Observa, pues, lo que queda".
[80] III. Y vi seis hombres que venían, altos y gloriosos y de aspecto semejante, y éstos llamaron a una gran multitud de hombres. Y los otros que habían venido también eran altos y hermosos y poderosos. Y los seis hombres les ordenaron que edificaran una torre sobre la puerta. Y hacían un gran ruido estos hombres que habían venido para edificar la torre, cuando corrían de un lado a otro alrededor de la puerta. Porque las vírgenes que había junto a la puerta dijeron a los hombres que se apresuraran a edificar la torre. Y las vírgenes tendieron las manos como para recibir algo de los hombres. Y los seis hombres ordenaron que subieran piedras en cierto hoyo profundo, que habían de servir para la edificación de la torre. Y subieron diez piedras cuadradas y pulimentadas, no labradas de una cantera. Y los seis hombres llamaron a las vírgenes, y les ordenaron que llevaran todas las piedras que habían de entrar en la edificación de la torre, y que las pasaran por la puerta y las entregaran a los hombres que estaban a punto de edificar la torre. Y las vírgenes se cargaron las primeras diez piedras que habían aparecido de lo profundo del hoyo, y las transportaron entre todas, piedra por piedra.
[81] IV. Y tal como estaban juntas alrededor de la puerta, en este orden las llevaron; las que parecían ser bastante fuertes se habían inclinado a los ángulos de la piedra, en tanto que las otras se inclinaban a los lados de la piedra. Y así acarrearon todas las piedras. Y las trasladaron a través de la puerta, tal como se les había ordenado, y las entregaron a los hombres para la torre; y éstos tomaron las piedras y edificaron. Y la edificación de la torre era sobre la gran roca y sobre la puerta. Estas diez piedras fueron entonces juntadas, y cubrían toda la roca. Y éstas formaron un fundamento para el edificio de la torre. Y la roca y la puerta sostenían toda la torre. Y después de las diez piedras subieron de la profundidad otras veinticinco piedras, y éstas fueron encajadas en el edificio de la torre siendo acarreadas por las vírgenes, como las anteriores. Y después de éstas subieron treinta y cinco piedras. Y éstas, asimismo, fueron encajadas en la torre. Y después de éstas vinieron otras cuarenta piedras, y éstas fueron puestas todas en el edificio de la torre. Así que se pusieron cuatro hileras en los fundamentos de la torre. Y las piedras dejaron de subir de la profundidad, y los edificadores también cesaron un rato. Y entonces los seis hombres ordenaron a la multitud de gente que trajera piedras de las montañas para la edificación de la torre. Fueron traídas, pues, de todas las montañas, de varios colores, labradas por los hombres, y entregadas a las vírgenes; y las vírgenes las acarreaban a través de la puerta y las entregaban para la edificación de la torre. Y cuando las distintas piedras fueron colocadas en el edificio, se hicieron semejantes todas y blancas, y perdieron sus muchos colores. Pero algunas piedras fueron entregadas por los hombres para el edificio, y éstas no se volvieron brillantes; sino que tal como eran colocadas, así permanecían; porque no eran entregadas por las vírgenes ni habían sido acarreadas a través de la puerta. Estas piedras, pues, eran disformes y desagradables a la vista en el edificio de la torre. Entonces los seis hombres vieron que las piedras eran impropias en el edificio, y ordenaron que fueran quitadas y fueran llevadas abajo a su lugar propio, de donde habían sido traídas. Y dijeron a los hombres que estaban trayendo piedras: "Absteneos del todo de entregar piedras para la edificación; pero colocadlas junto a la torre, para que las vírgenes las acarreen a través de la puerta y las entreguen a los que edifican. Porque, si no son acarreadas a través de la puerta por las manos de estas vírgenes, no pueden cambiar su color. No trabajéis, pues, en vano".
[82] V. Y el edificio quedó terminado en aquel día; con todo, la torre no quedó terminada por completo, porque había de ser elevada todavía un poco más; y hubo una interrupción en la edificación. Y los seis hombres ordenaron a los edificadores que se retiraran un rato todos ellos y descansaran; pero a las vírgenes no les ordenaron que se retiraran de la torre. Y yo pensé que las vírgenes se habían quedado para guardar la torre. Y después que todos se hubieron retirado y descansado, yo le dije al pastor: "Señor, ¿por qué no ha sido completada la edificación de la torre?" "La torre", me contestó, "no puede ser completamente terminada hasta que su Señor venga y ponga a prueba este edificio, con el fin de que, si hay algunas piedras que se desmenucen, las pueda cambiar porque la torre es edificada según su voluntad". "Quisiera saber, señor", le dije, "qué es el edificio de esta torre, y respecto a la roca y la puerta, y las montañas, y las vírgenes, y las piedras que vinieron de lo profundo y no fueron labradas, sino que fueron usadas tal como estaban en la edificación; y porqué fueron colocadas primero diez piedras en los fundamentos, luego veinticinco, luego treinta y cinco, luego cuarenta; y respecto a las piedras que han entrado en la edificación y fueron quitadas otra vez y devueltas a su lugar; con respecto a todas estas cosas da descanso a mi alma, señor, y explícamelas". Y me dijo: "Si no eres dominado por una curiosidad vana, conocerás todas estas cosas. Porque después de unos pocos días vendremos aquí, y verás lo que a continuación ocurrirá a esta torre y entenderás todas las parábolas con exactitud". Y después de unos días volvimos al lugar en que nos habíamos sentado, y él me dijo: "Vayamos a la torre, porque el propietario de la torre viene para inspeccionarla". Y fuimos a la torre y no había nadie allí cerca, excepto las vírgenes. Y el pastor preguntó a las vírgenes si el amo de la torre había llegado. Y ellas le dijeron que llegaría pronto para inspeccionar el edificio.
[83] VI. Y he aquí que al cabo de poco vi un despliegue de muchos hombres que venían, y en medio un hombre de una estatura tal que sobrepujaba la torre. Y los seis hombres que habían dirigido la edificación andaban con él a su derecha y a su izquierda, y todos los que habían trabajado en la edificación estaban con él, y muchos otros gloriosos ayudantes alrededor. Y las vírgenes que vigilaban la torre se adelantaron y le besaron, y empezaron a caminar a su lado alrededor de la torre. Y este hombre inspeccionó el edificio tan cuidadosamente, que palpó cada una de las piedras, y empuñaba una vara en la mano, con la cual golpeaba cada una de las piedras que estaba colocada en el edificio. Y cuando golpeaba, algunas de las piedras se volvían negras como hollín, otras mohosas, otras se resquebrajaban, otras se rompían, otras no se volvían ni blancas ni negras, otras deformes y no encajaban con las otras piedras, y otras mostraban muchas manchas; éstos eran los aspectos diversos de las piedras que se veía eran impropias para el edificio. Así que ordenó que todas ellas fueran quitadas de la torre y fueran colocadas junto a la torre, y fueran traídas otras piedras y colocadas en lugar de aquéllas. Y los edificadores le preguntaron de qué montaña deseaba que fueran traídas las piedras y puestas en su lugar. Y él no quiso que fueran traídas de las montañas, sino que mandó que fueran traídas de cierta llanura que había muy cerca. Y cavaron en la llanura, y se hallaron piedras allí brillantes y cuadradas, pero algunas de ellas eran demasiado redondeadas. Y todas las piedras que había por todas partes en aquella llanura fueron traídas, y fueron acarreadas a través de la puerta por las vírgenes. Y las piedras cuadradas fueron labradas y puestas en el lugar de las que habían sido quitadas; pero las redondeadas no fueron colocadas en el edificio, porque era difícil darles forma, y el trabajo en ellas era lento. Así que fueron colocadas al lado de la torre, como si se intentara darles forma y colocarlas en el edificio; porque eran muy brillantes.
[84] VII. Así que, habiendo realizado estas cosas, el hombre glorioso que era el señor de toda la torre llamó al pastor hacia sí, y le entregó todas las piedras que había puestas al lado de la torre, y que fueron quitadas del edificio, y le dijo: "Limpia estas piedras cuidadosamente y ponlas en el edificio de esta torre; se entiende, las que puedan encajar con el resto; pero las que no puedan encajar, échalas lejos de la torre". Habiendo dado estas órdenes al pastor, se marchó de la torre con todos los que habían venido con él. Y las vírgenes estaban alrededor de la torre observándole. Yo le dije al pastor: "¿Cómo pueden estas piedras entrar otra vez en el edificio de la torre, siendo así que han sido desaprobadas?". Él me contestó: "¿Ves estas piedras?". "Las veo, señor", le dije. "Yo mismo daré forma a la mayor parte de estas piedras y las pondré en el edificio, y encajarán con las piedras restantes". "¿Cómo es posible", le dije, "cuando sean recortadas con el cincel, que encajen en el mismo espacio?" El me dijo como respuesta: "Todas las que sean halladas pequeñas serán puestas en medio del edificio, pero las que sean mayores serán colocadas cerca del exterior y se enlazarán con las otras". Con estas palabras me dijo: "Vayámonos, y después de dos días volvamos y limpiemos estas piedras y pongámoslas en el edificio; porque todas las cosas alrededor de la torre han de ser limpiadas, no sea que el señor venga súbitamente y halle los alrededores de la torre sucios y se enoje, y resulte que estas piedras no entren en la edificación de la torre y yo sea tenido por descuidado a los ojos de mi señor".
Y después de dos días fuimos a la torre, y él me dijo: "Inspeccionemos todas las piedras, y veamos cuáles pueden servir para la edificación". Yo le dije: "Señor, inspeccionémoslas".
[85] VIII. Y así, empezando, primero inspeccionamos las piedras negras; y tal como habían sido descartadas del edificio, así las hallamos. Y el pastor ordenó que fueran quitadas de la torre y fueran puestas a un lado. Luego inspeccionó las que eran mohosas, las tomó y moldeó muchas de ellas, y ordenó a las vírgenes que las tomaran y las pusieran en el edificio. Y las vírgenes las tomaron y las colocaron en el edificio de la torre en una posición media. Pero para las restantes ordenó que fueran colocadas con las negras, porque éstas también eran negras. Luego empezó a inspeccionar las que tenían rajas; y de éstas moldeó algunas, y ordenó que fueran llevadas por las manos de las vírgenes para el edificio. Y fueron colocadas hacia fuera, porque se vio que eran sanas. Pero el resto no pudo ser moldeado debido al número de rajas. Por esta razón, pues, fueron echadas fuera del edificio de la torre. Luego siguió inspeccionando las piedras de tamaño reducido, y muchas de ellas estaban negras, y algunas tenían grandes rajas; y ordenó que éstas también fueran colocadas con las que habían sido descartadas. Pero las que quedaban, él las limpió y les dio forma y ordenó que fueran colocadas en el edificio. Así que las vírgenes las tomaron y las encajaron en medio del edificio de la torre, porque eran algo débiles. Luego empezó a inspeccionar las que eran medio blancas y medio negras, y muchas de ellas ahora eran del todo negras; y ordenó que éstas fueran llevadas con las que habían sido descartadas antes. Pero todas las restantes fueron halladas blancas, y fueron llevadas por las vírgenes; porque siendo blancas fueron encajadas por las mismas vírgenes en el edificio. Pero fueron colocadas hacia fuera, porque estaban sanas, de modo que podían unirse a las que habían sido colocadas en medio; porque ni una sola de ellas era demasiado pequeña. Entonces empezó a inspeccionar las duras y deformes; y unas pocas fueron descartadas, debido a que no se podían moldear, porque eran demasiado duras. Pero moldeó las restantes, les dio forma y fueron llevadas por las vírgenes, y fueron encajadas en medio del edificio de la torre, porque eran algo débiles. Luego siguió inspeccionando las que tenían manchas, y algunas de éstas se habían vuelto negras y fueron echadas con el resto; pero las restantes eran brillantes y sanas, y fueron encajadas por las vírgenes en el edificio; pero fueron colocadas hacia fuera debido a su fuerza.
[86] IX. Entonces fue a inspeccionar las piedras blancas y redondas, y me dijo: "¿Qué haremos con estas piedras?" "¿Cómo puedo saberlo yo, señor?", le respondí. Y él me dijo: "¿No te das cuenta de nada con respecto a las mismas?" Y le dije: "Señor, no entiendo en este arte, ni soy cantero, ni puedo decir nada". "¿No ves, me dijo, "que son muy redondas, y si quiero hacerlas cuadradas es necesario quitar de ellas mucho con el cincel? Con todo, algunas tienen que ser colocadas por necesidad en el edificio". "Señor", dije, "si ha de ser así, ¿por qué te desazonas, y por qué no escoges para el edificio las que quieras y las encajas en él?". El escogió de entre las grandes y brillantes algunas y las picó; y las vírgenes las tomaron y las encajaron en las partes exteriores del edificio. Pero las restantes que habían quedado se las llevaron y las pusieron en la llanura de donde habían sido traídas; éstas no fueron echadas, sin embargo, porque, dijo él, "queda todavía parte de la torre para ser construida. Y el señor de la torre desea muchísimo que estas piedras sean encajadas en el edificio, porque son muy brillantes". Así que fueron llamadas doce mujeres, de muy hermosa figura, vestidas de negro, ceñidas y con los hombros desnudos, con el pelo colgando. Y estas mujeres, pensé yo, tenían un aspecto arisco. Y el pastor ordenó que tomaran las piedras que habían sido desechadas del edificio, y las llevaran a las mismas montañas de las cuales habían sido traídas; y ellas las tomaron con alegría, y se llevaron todas las piedras y las pusieron en el lugar de donde habían sido sacadas. Y después de que habían sido quitadas todas las piedras y no quedaba una sola alrededor de la torre, el pastor me dijo: "Demos la vuelta a la torre y veamos que no haya defecto en ella". Y yo di la vuelta con él. Y cuando el pastor vio que la torre era muy hermosa en la edificación, se puso en extremo contento, porque la torre estaba tan bien edificada que, cuando yo la vi, deseé con ansia la edificación de la misma porque estaba edificada como si fuera de una sola piedra, encajada toda junta. Y la obra de piedra parecía como si hubiera sido excavada en la roca, porque me parecía como si fuera todo una sola piedra.
[87] X. Y cuando andaba con él yo estaba contento al ver una vista tan airosa. Y el pastor me dijo: "Ve y trae yeso y arcilla fina, para que pueda rellenar las formas de las piedras que han sido tomadas y puestas en el edificio, porque toda la torre alrededor ha de ser lisa". Hice lo que me mandó y se lo traje. "Ayúdame", me dijo, "y la obra será realizada rápidamente". Así que él llenó las formas de las piedras que habían entrado en el edificio, y ordenó que los alrededores de la torre fueran barridos y limpiados. Y las vírgenes tomaron escobas y barrieron, y quitaron todos los escombros alrededor de la torre, y rociaron con agua, y el terreno alrededor de la torre quedó alegre y muy hermoso. El pastor me dijo: "Todo ha quedado limpio ahora. Si el señor viene a inspeccionar la torre, no tiene nada de qué acusarnos". Diciendo esto, quería marcharse. Pero yo eché mano de su zurrón y le conjuré por el Señor que me explicara todo lo que me había mostrado. El me dijo: "Estoy ocupado durante un rato; luego te lo explicaré todo. Espérame aquí hasta que vuelva". Yo le dije: "Señor, cuando esté solo aquí, ¿qué es lo que tengo que hacer?". "Tú no estás solo", me contestó, "porque estas vírgenes están aquí contigo". "Encomiéndame, pues, a ellas", le dije. El pastor las llamó y les dijo: "Os encomiendo a este hombre hasta que vuelva", y se marchó. Así que yo quedé solo con las vírgenes; y ellas estaban muy alegres y amablemente dispuestas hacia mí, especialmente las cuatro que eran más gloriosas en apariencia.
[88] XI. Las vírgenes me dijeron: "Hoy el pastor no viene aquí". "¿Qué haré yo, pues?", dije. "Espérale", dijeron, "hasta el anochecer; y si viene, él hablará contigo; pero si no viene, te quedarás aquí con nosotras hasta que venga". Yo les dije: "Le esperaré hasta el anochecer, y si no viene, me marcharé a casa y regresaré temprano por la mañana". Pero ellas contestaron y me dijeron: "Él te encomendó a nosotras, y no puedes marcharte de nosotras". "¿Dónde me quedaré, pues?". "Tú pasarás la noche con nosotras", dijeron, "como un hermano, no como un marido; porque tú eres nuestro hermano, y a partir de ahora nosotras moraremos contigo; porque te amamos entrañablemente". Pero yo tenía vergüenza de quedarme con ellas. Y la que parecía ser la principal empezó a besarme y abrazarme; y las otras, viendo que ella me abrazaba, empezaron también a besarme, y me llevaban alrededor de la torre y jugaban conmigo. Y yo me había vuelto como si fuera un joven, y comencé yo mismo a jugar con ellas. Porque algunas de ellas empezaron a danzar, otras a dar saltos, otras a cantar. Pero yo me quedé en silencio y andaba con ellas alrededor de la torre, y estaba contento con ellas. No obstante, cuando llegó la noche, deseaba irme a casa; pero ellas no me dejaron, sino que me detuvieron. Y yo pasé la noche con ellas, y dormí al lado de la torre. Porque las vírgenes esparcieron sus túnicas de lino sobre el suelo, y me hicieron echar en medio de ellas, y ellas no hacían otra cosa que orar; y yo oraba con ellas sin cesar, y no menos que ellas. Y las vírgenes se regocijaban que yo orara. Y yo estuve con las vírgenes allí hasta la mañana a la segunda hora. Entonces vino el pastor y dijo a las vírgenes: "¿Le habéis hecho algún daño?" "Pregúntaselo", dijeron. Y yo le dije: "Señor, estuve contento de estar con ellas". "¿Qué comiste para cenar?", me preguntó. "Cené, señor, las palabras del Señor durante toda la noche", le dije. "¿Te trataron bien?", preguntó él. "Sí, señor", contesté. "Ahora", dijo él, "¿qué es lo que quieres oír primero?". "En el orden en que me lo has mostrado, señor, desde el principio", le dije; "te ruego, señor, que me lo expliques exactamente en el orden en que te lo preguntaré". "Según tu deseo, así te lo interpretaré", me dijo, "y no te esconderé nada a ti".
[89] XII. "Primero, señor", le dije, "explícame esto. La roca y la puerta, ¿qué son?" "Esta roca", me contestó, "y la puerta, son el Hijo de Dios". "Señor", le dije, "¿cómo es que la roca es antigua pero la puerta reciente?" "Escucha", me dijo, "y entiende, hombre insensato. El Hijo de Dios es más antiguo que toda su creación, de modo que fue el consejero del Padre en la obra de su creación. Por tanto, también El es antiguo". "Pero la puerta, ¿por qué es reciente, señor?", le pregunté. "Porque", dijo él, "El fue manifestado en los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es hecha recientemente, para que los que son salvos puedan entrar por ella en el reino de Dios. ¿Viste", me dijo, "que las piedras que pasaron por la puerta han entrado en la edificación de la torre, pero las que no pasaron por ella fueron echadas otra vez a su lugar?". "Lo vi, señor", dije yo. "Así, pues", dijo él, "nadie entrará en el reino de Dios a menos que haya recibido el nombre de su Hijo. Porque si tú quieres entrar en una ciudad, y esta ciudad está amurallada por completo y sólo tiene una puerta, ¿puedes entrar en esta ciudad como no sea por medio de la puerta que tiene?" "Señor, ¿cómo sería posible hacerlo de otra manera?", le pregunté yo. "Así pues, si no puedes entrar en la ciudad excepto a través de la puerta que tiene, lo mismo", dijo él, "ninguno puede entrar en el reino de Dios excepto en el nombre de su Hijo que es amado por Él. ¿Viste, me dijo, "la multitud que está edificando la torre?" "La vi, señor", le contesté. "Estos", dijo él, "son todos ángeles gloriosos. De éstos, pues, está rodeado por todas panes el Señor. Pero la puerta es el Hijo de Dios; sólo hay esta entrada al Señor. Nadie puede entrar hasta Él de otra manera que por medio de su Hijo. ¿Viste", me dijo, "los seis hombres, y el hombre glorioso y poderoso en medio de ellos, que andaba alrededor de la torre y rechazaba las piedras del edificio?" "Le vi, señor", le dije. "El hombre glorioso", dijo él, "es el hijo de Dios, y los seis son los gloriosos ángeles que le guardan a su derecha y a su izquierda. De estos gloriosos ángeles ni uno entrará ante Dios aparte de Él; todo el que no recibe su nombre, no entrará en el reino de Dios".
[90] XIII. "Pero la torre", dije yo, "¿qué es?" "La torre", contestó él, "¡cómo!, es la Iglesia". "Y estas vírgenes, ¿quiénes son?". Y me dijo: "Son los espíritus santos, y ningún hombre puede hallarse en el reino de Dios a menos que éstos le revistan con su vestido; porque si tú recibes sólo el nombre pero no recibes el vestido de ellos, no te sirve de nada. Porque estas vírgenes son poderes del Hijo de Dios. Por lo tanto si tú llevas el Nombre y no llevas su poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. Y las piedras", dijo él, "que viste que eran echadas, éstas llevaban el Nombre, pero no estaban vestidas con el vestido de las vírgenes". "¿De qué clase, señor", pregunté yo, "es su vestido?" "Los mismos nombres", dijo él, "son su vestido. Todo el que lleva el nombre del Hijo de Dios, debería llevar los nombres de éstos también; porque incluso el Hijo mismo lleva los nombres de estas vírgenes. Todas las piedras que viste que entraban en el edificio de la torre", me dijo, "siendo dadas por sus manos y esperando para la edificación, han sido revestidas del poder de estas vírgenes. Por esta causa tú ves la torre hecha de una sola piedra con la roca. Así también los que han creído en el Señor por medio de su Hijo y están revestidos de estos espíritus, pasarán a ser un espíritu y un cuerpo, y sus vestidos son todos de un color. Pero estas personas que llevan los nombres de las vírgenes tienen su morada en la torre". "Las piedras que son echadas, pues", dije yo, "¿por qué fueron echadas? Porque pasaron por la puerta y fueron colocadas en el edificio de la torre por manos de las vírgenes". "Como todas estas cosas te interesan", dijo él, "e inquieres con diligencia, escucha lo que se refiere a las piedras que han sido echadas. Todas éstas", dijo él, "recibieron el nombre del Hijo de Dios, y recibieron también el poder de estas vírgenes. Cuando recibieron, pues, estos espíritus, fueron fortalecidas y estaban con los siervos de Dios, y tenían un espíritu y un cuerpo y un vestido; porque eran de un mismo pensar y obraban justicia. Después de cierto tiempo, pues, fueron persuadidas por las mujeres que viste vestidas en ropa negra, y tenían los hombros desnudos y el pelo suelto, y eran de hermosa figura. Cuando las vieron las desearon, y se revistieron de su poder, pero se despojaron del poder de las vírgenes. Estos, por tanto, fueron echados de la casa de Dios y entregados a estas mujeres. Pero los que no fueron engañados por la hermosura de estas mujeres permanecieron en la casa de Dios. Aquí tienes la interpretación de las que fueron descartadas", dijo él.
[91] XIV. "¿Qué pasa, pues, señor", dije yo, "si estos hombres, siendo lo que son, se arrepienten y se desprenden de su deseo hacia estas mujeres, y regresan a las vírgenes, y andan en su poder y en sus obras? ¿No entrarán en la casa de Dios?" "Entrarán", dijo él, "si se desprenden de las obras de estas mujeres y vuelven a tomar el poder de las vírgenes y andar en sus obras. Porque ésta es la razón por la que hubo una interrupción en la edificación, para que si éstos se arrepienten, puedan entrar en el edificio de la torre; pero si no se arrepienten, entonces otros ocuparán su lugar, y ellos serán expulsados finalmente". Por todas estas cosas yo di gracias al Señor, porque Él tuvo compasión de todos los que invocan su nombre, y nos envió al ángel del arrepentimiento a los que habíamos pecado contra Él, y reavivó nuestro espíritu, y cuando ya estábamos echados a perder y no teníamos esperanza de vida, restauró nuestra vida. "Ahora, señor", dije yo, "muéstrame por qué la torre no está edificada sobre el suelo, sino sobre la roca y sobre la puerta". "Porque careces de sentido", dijo él, "y eres sin entendimiento haces esta pregunta" "Me veo obligado, señor", dije yo, "a preguntarte todas las cosas a ti porque yo soy totalmente incapaz de comprender nada en absoluto; porque todas estas cosas son grandes y gloriosas y difíciles de entender para los hombres". "Escucha", continúo él. "El nombre del Hijo de Dios es grande e incomprensible, y sostiene a todo el mundo. Así pues, si toda la creación es sostenida por el Hijo de Dios, ¿qué piensas tú de los que son llamados por Él, y llevan el nombre del Hijo de Dios y andan conforme a sus mandamientos? ¿Ves tú en qué manera Él sostiene a los hombres? Los que llevan su nombre de todo corazón. Él mismo, pues, es su fundamento, y Él los sustenta alegremente, porque ellos no están avergonzados de llevar su nombre".
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |