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La cena del Señor en la Iglesia Cristiana (discípulos de Cristo)


  1. Introducción
  2. Consideraciones bíblicas
  3. El pensamiento de Alejandro Campbell
  4. La Cena del Señor en la tradición Discípulos de Cristo
  5. Conclusión

Definición: En las distintas denominaciones la Cena del Señor es guardada bajo distintos nombres: Eucaristía, Cena del Señor, Santa Cena y Misa. Algunos lo toman solamente como un símbolo, pero otros como un Sacramento más que apreciado. Hay pocas referencias a la Cena del Señor que están en forma explícita, y es primordial recuperar su significado.

Otro término, es la palabra "Comunión". Esta palabra viene del griego "Koinonia". La traducción habitual suele ser fraternidad, compartir, comunión y participación. "Es aquello que dos o más tienen en común", y según el Nuevo Testamento: "La vida compartida en Cristo".

El Nuevo Testamento nos muestra evidencias de que la Cena del Señor era el pilar de casi todo el culto entre los primeros cristianos y era guardada como una comida íntegra 

Introducción

La Cena del Señor es el evento central de la adoración comunitaria en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo.) En este ensayo exploraré el tema de la Cena del Señor desde tres perspectivas. Primero, presentaré algunas consideraciones bíblicas. Segundo, estudiaré el concepto de la Cena del Señor en el pensamiento de Alejandro Campbell, uno de los principales fundadores de nuestra denominación. Tercero, exploraré el pensamiento teológico contemporáneo de los Discípulos de Cristo sobre el tema. En general, afirmaré que la Cena del Señor es un memorial efectivo por medio del cual el creyente se solidariza con el Señor, con la comunidad de fe y con toda la humanidad.

Consideraciones bíblicas

En el Nuevo Testamento encontramos cuatro vocablos relacionados al concepto de la Cena del Señor. Estos son; a saber, amor fraternal (en griego, "agápe"), la mesa del Señor (en griego, "trápeza kuríou"), la pascua (en griego, "páscha") y la Cena del Señor (en griego, "kuriakón déipnon".)

El concepto "agápe" o "amor fraternal" se convirtió en un término técnico para referirse a la fiesta de cristiana que se desarrolló basada en la costumbre de compartir una cena común semanalmente. Poco a poco el evento de la mesa comunitaria fue adquiriendo un sentido social. En griego, el amor fraternal implica respeto y simpatía entre personas que se consideran iguales. De este modo, la fiesta del amor fraternal cristiano se deriva de la idea que todos somos igualmente indignos de la misericordia de Dios. En segundo lugar, encontramos una alusión a la "trápeza kuríou" o "mesa del Señor" en I Corintios 10:21b. Aquí encontramos que el concepto no se refiere sólo a la comunidad de la mesa sino que, en una forma más profunda, se refiere al compañerismo en el servicio y la adoración.

En tercer lugar, encontramos el concepto de que Cristo es nuestra "pascua" en I Corintios 5:7, idea que se repite en I Pedro 1:19 y Juan 1:29-36. La repetición de esta idea en los escritos de Pablo, Pedro y Juan sugiere que esta era común en los tiempos del Nuevo Testamento. Esto indica que el concepto de la muerte de Jesús como un sacrificio por los pecados puede remontarse al mismo Jesús puesto que las palabras "carne y sangre" son términos sacrificiales. En este sentido, es posible que Jesús se hubiera comparado a sí mismo con el cordero pascual.

Finalmente, encontramos que la palabra "déipnon" o "cena "adquiere sentido teológico cuando es usada en I Corintios 11.20 como "la Cena del Señor" (en griego, "kuriakón déipnon"). La Iglesia primitiva entendía que el compartir la mesa era un mandato divino y que este era profanado por aquellos que querían tomar su propia "cena" sin tomar en cuenta al resto de los creyentes (I Co. 11.21.) De acuerdo al testimonio del Apóstol Pablo, la celebración fue instituida por Jesús en "la noche que fue traicionado" (I Co. 11.23b) "después de haber cenado" (I Co. 11.25a) lo que hoy llamamos "La Última Cena".

Como hemos visto, la iglesia primitiva entendía que la Cena del Señor era un evento comunitario, lleno de significado teológico. Por medio de la cena, los y las creyentes testificaban su amor fraternal, su adoración comunitaria y su comunión con el Cristo Resucitado. Además, veían el acto como una reinterpretación de las tradiciones judías a la luz de un nuevo sacrificio: la muerte de Jesús de Nazaret en beneficio de toda la humanidad.

El pensamiento de Alejandro Campbell

Para estudiar el desarrollo del concepto de la Cena del Señor en la teología de nuestra Iglesia, es necesario explorar el pensamiento de Alejandro Campbell. Este no sólo fue uno de los fundadores de nuestra denominación, sino también su principal teólogo. Entendemos que tres elementos influyeron sobre su concepto de la Cena del Señor: la situación histórica en la cual vivieron Tomás y Alejandro Campbell; las presuposiciones filosóficas de Alejandro; y su manera de interpretar las escrituras.

Como ha pasado a través de los siglos, los cambios en las situaciones históricas llevan a reinterpretar aquellos conceptos teológicos que dejan de tener urgencia para el pueblo. Con el tiempo, se necesitan criterios nuevos para comprender las nuevas realidades. Este fue el caso de Tomás y su hijo, Alejandro Campbell. En Escocia, los Campbell pertenecían a una denominación llamada La Iglesia Presbiteriana Escocesa de Secesión, de la Sección "Anti-Burgher", del Grupo de la "Antigua Luz". Este grupo ofrecía la Cena del Señor sólo dos veces al año. Esto preocupó mucho a Tomás, al punto de presentar varias reformas que fueron tratadas con indiferencia y después fueron rechazadas por el Presbiterio y por el Sínodo de su iglesia. Más tarde, Tomás Campbell se trasladó a los Estados Unidos donde se enfrentó con el dilema de compartir o no la Cena del Señor con creyentes no-presbiterianos en una comunidad donde su iglesia ofrecía la única oportunidad de participar en un servicio religioso. Entonces, decidió practicar la "comunión abierta"—decisión que violaba la estricta práctica de su grupo—por lo cual fue reprendido severamente por las autoridades de su iglesia. Este hecho, entre otros, provocó la separación definitiva de los Campbell de la Iglesia Presbiteriana Escocesa de Secesión, llevándoles a organizar un movimiento para restaurar la esencia de la iglesia del Nuevo Testamento. En este nuevo movimiento, la práctica de la Cena del Señor sería el elemento central de la adoración.

Por otro lado, el pensamiento filosófico del joven Alejandro también influyó en su formulación teológica del concepto de la Cena del Señor. El joven teólogo había sido influenciado por la filosofía empirista de su época. Este movimiento recalcaba que –aunque todo hecho debía ser atestiguado por los sentidos para poder creerse—también era necesario tomar en cuenta los sentimientos, las emociones y las relaciones humanas a la hora de interpretar un evento. Por lo tanto, Alejandro creía que los eventos humanos tenían significados más profundos que lo meramente visible. En nuestro caso, la Cena del Señor y el bautismo también tenían significados más profundos que debían ser explorados a cabalidad.

Estas presuposiciones filosóficas influyeron en la manera como Alejandro Campbell interpretaba las Escrituras, particularmente en lo que a la Cena del Señor y el bautismo se refiere. El teólogo entendía que estos actos debían mantenerse porque provenían de los tiempos bíblicos. En lugar de "sacramentos" los llamaba "ordenanzas" (por ser mandatos de nuestro Señor Jesucristo.) La centralidad de las "ordenanzas" en el pensamiento de Alejandro Campbell responde a que su razonamiento filosófico le lleva a buscar la base histórica de los eventos, desarrollando su teología desde dicha base.

A pesar de esto, no podemos olvidar de que el joven Alejandro era un buen intérprete de las Escrituras y que sus investigaciones le llevaron a concluir que la Cena del Señor es la celebración de la resurrección de Cristo, lo que la convierte en el evento "cristiano" por excelencia. Como escribió el mismo Alejandro:

… en la Cena del Señor Dios está en comunión con sus hijos e hijas, y estos con él. Esto es para el creyente un banquete de amor.

De hecho, esta idea de la centralidad de la Cena del Señor en la fe cristiana le lleva a señalar que el memorial no tiene relación alguna con la pascua; que es un evento nuevo y completamente diferente.

En resumen, vemos que tanto las condiciones históricas como su pensamiento filosófico llevaron a los Campbell a recalcar la importancia de la Cena del Señor como la celebración básica de la comunidad cristiana.

La Cena del Señor en la tradición Discípulos de Cristo

Para estudiar el concepto de la Cena del Señor en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) me parece útil identificar dos dilemas que presenta el análisis de este concepto. El primero es si la Cena es una "ordenanza" o un "sacramento". El segundo es si el evento es un "memorial" donde recordamos a la obra de Jesucristo o si su presencia se hace "real" cuando celebramos la Cena.

A. ¿Sacramento u ordenanza?

Tradicionalmente nuestra Iglesia celebra la Cena del Señor cada domingo como el evento central de la adoración congregacional. Al hacer esto, los Discípulos se unen a las Iglesias más tradicionales—tales como la Anglicana o Episcopal, la Luterana, la Católica-Romana y las Iglesias Ortodoxas—proclamando así nuestra unidad en Cristo. No obstante, nuestra denominación se distancia de estas mismas Iglesias al señalar que la Cena no es un sacramento, sino una ordenanza, una celebración que se lleva a cabo porque Jesús ordenó que así se hiciera (véase Mc.14:22-25 y sus textos paralelos). Los fundadores de nuestra Iglesia tomaron como base las enseñanzas de I Corintios 11:23-26 y la tradición de la Iglesia primitiva (particularmente Hch. 2:42, 46; 20:7) para afirmar que la Biblia nos ordena celebrar la Cena semanalmente en memoria de Jesús.

Por su parte, la palabra "sacramento" proviene de una palabra que significa "misterio" en Latín. La tradición Católica entiende que un "sacramento" es un acto por medio del cual el creyente es bendecido por Dios, recibiendo gracia divina. La tradición Católica entiende que hay siete sacramentos que sirven como medios de gracia: el bautismo, la confirmación, el matrimonio, la penitencia (o reconciliación), la ordenación (o imposición de manos), la unción de los enfermos, y la eucaristía (nombre dado a la Cena del Señor basado en la palabra griega "eucharistía" que quiere decir "acción de gracias"). El racionalismo que caracterizaba a los fundadores de nuestra iglesia les impedía aceptar la idea de que un evento humano fuera un "medio de gracia". Por esta razón, prefirieron usar el concepto "ordenanza", entendiendo que el mismo era mucho más bíblico que el término "sacramento.

Ahora bien, debemos notar que en algunos manuales de teología producidos recientemente por teólogos de nuestra denominación se ha comenzado a usar otra vez el concepto "sacramento". En parte, esto se ha hecho para facilitar el diálogo teológico y el trabajo en conjunto con la gran cantidad de iglesias y denominaciones cristianas que prefieren la palabra "sacramento" para referirse a la Cena del Señor y al bautismo. Estos teólogos definen un "sacramento" como un acto donde se predica el evangelio por medio de una acción. Esa acción define el carácter de la comunidad. En nuestro caso, afirmamos que la Iglesia es una comunidad que existe porque ha entrado en una relación de pacto con Dios. Por lo tanto, los "sacramentos" son aquellos actos que manifiestan ese pacto que existe entre Dios y la comunidad cristiana.

En primer lugar, podemos afirmar que el "sacramento" básico de la Iglesia es Cristo, quien es el símbolo y sello por excelencia de los actos salvíficos de Dios. En segundo lugar, hay tres actos que podrían ser llamados "sacramentos", ya que manifiestan el pacto que une a la Iglesia con Dios. Estos tres actos son: la confesión de fe en un Jesucristo, el Señor; el bautismo; y la Cena del Señor. Por lo tanto, la Cena del Señor es un acto que tiene valor "sacramental" porque ejemplifica el pacto que el creyente hace con Dios y con la Iglesia de Cristo. La Cena es, pues, un acto intensamente comunitario a la vez que es intensamente personal.

Otro elemento a considerar es que la Cena se lleva a cabo en la "mesa del Señor" (véase I Co. 10:21b). Nuestra Iglesia entiende que—como dice la Escritura—la Cena es un acto que le pertenece al Señor Jesucristo. Es Cristo quien nos convoca y quien preside la mesa. La mesa es "del Señor", no es nuestra. Por esta razón, nuestra Iglesia enseña que el liderazgo de la congregación no debe impedir el acceso a la mesa. En la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) cada persona debe examinarse a sí misma—en oración a Dios—en preparación al acto. Dado que Cristo es quien en realidad preside la mesa, la validez del acto no depende de la persona que oficie el evento. Por esta razón, nuestra Iglesia afirma que la Cena del Señor puede ser oficiada tanto por ministros ordenados, pastores o pastoras laicas, o las personas que sirven como ancianas de la congregación. En esto, la práctica de nuestra denominación difiere de otras tradiciones cristianas donde sólo personas ordenadas al ministerio pueden oficiar la eucaristía.

B. ¿Memorial o Presencia Real?

El otro dilema que caracteriza nuestra teología sobre la Cena del Señor es la tensión entre los conceptos "memorial" y "presencia real". Aunque nuestra iglesia entiende que celebramos este acto "en memoria de" Jesús (I Co. 11:24), la Cena del Señor implica mucho más que un mero "recordar". La Cena del Señor es un acto por medio del cual la Iglesia proclama los poderosos actos de Dios en Cristo y conmemora los eventos históricos por medio de los cuales Dios reconcilió al mundo consigo mismo. En este sentido, la Cena del Señor nos trae a la memoria que Dios se ha revelado al mundo en la persona de Jesucristo.

Es precisamente este énfasis en la Cena del Señor como acto memorial lo que le ha restado importancia al debate en torno a la forma como la presencia de Jesucristo se manifiesta cuando se lleva a cabo este acto. Los Discípulos de Cristo nunca han debatido cómo Cristo está presente en los elementos o en el acto de la Cena. Nuestra Iglesia se ha limitado a testificar que cuando celebramos la Cena del Señor nos sentimos en comunión íntima con Dios y con los demás. En otras palabras, es más importante saber que Cristo está presente que saber cómo está presente. A pesar de esto, tanto la teología como la práctica de la Iglesia se han inclinado a las interpretaciones más "espirituales" o "simbólicas" de la Cena del Señor, recordando siempre que se deben evitar los extremos. Nuestra Iglesia no piensa que el pan se transforma en la carne de Jesucristo ni que el vino se convierte en su sangre literalmente. Sencillamente, afirmamos que sentimos la presencia del Cristo Resucitado cuando tomamos la Cena del Señor.

En resumen, encontramos que en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) el concepto de la Cena del Señor se caracteriza por la tensión entre los conceptos "ordenanza" y "sacramento"—donde se entiende la Cena como una ordenanza con significado sacramental—y la tensión "memorial" y "presencia real"—donde se recalca la importancia de la Cena como proclamación de la obra de Dios en Cristo.

Conclusión

La Cena del Señor en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) es un acto memorial por medio del cual el creyente se reafirma en el pacto que contrajo con Dios el día de su bautismo. Este pacto le une con Jesús, con la comunidad de fe a través del tiempo y el espacio, y con toda la humanidad por la cual Cristo murió. En la celebración de la Cena del Señor expresamos la plenitud de nuestra fe:

  • Dramatizamos el evento decisivo de nuestra fe.

  • Afirmamos la presencia del Señor en medio de su Iglesia.

  • Nos unimos como miembros de la familia de Dios alrededor de la mesa comunitaria

  • Tenemos un momento de comunión personal con el Señor.

  • Afirmamos nuestra unidad con el cuerpo de Cristo.

  • Proclamamos la victoria final de Jesucristo como Señor de lo creado y vencedor sobre la muerte.

  • Renovamos nuestro pacto con Jesucristo (Mc. 14:24-25.)

¿Conviene permitir que participen de la Cena las personas que no son miembros de la iglesia?

Desde luego, no es correcto que participen. De haber visitas siempre o casi siempre, conviene traer a menudo orientaciones al respecto, con mucho tacto, humildad y amor por las almas perdidas. No obstante, si participa una persona que no pertenece a la iglesia, ni el que oficia ni los que le ayudan cometerán pecado alguno. Con raras excepciones, las personas mundanas que acuden a nuestros cultos entienden, aun sin que se les instruya, que no tienen derecho a comer la Cena. Más bien, la problemática suele presentarse cuando nos visitan miembros de las sectas cristianas. De considerarse el sectario digno de participar de la Comunión, ¿por qué negárselo públicamente, ofendiendo sus sensibilidades y alejándole de la iglesia? Permaneciendo, quizás llegue al entendimiento del evangelio puro, corrigiendo sus errores y asegurando su salvación. Al participar de la Cena sin tener derecho de hacerlo, sencillamente, añade otro error a los que ya ponen en peligro su alma.

Para que no coma la Cena algún inconverso, sectario o miembro infiel, ¿deben los que reparten los elementos retener siempre los recipientes en sus propias manos, no permitiendo que nadie los toque o que los congregados los pasen del uno al otro?

Este asunto es muy delicado. De proceder así, los que reparten los elementos de la Cena se hacen jueces de las almas congregadas, asumiendo, definitivamente, un papel que no les corresponde. "A mi juicio, esta hermana no anda en santidad. No le voy a servir la Cena. Aquel hermano, yo lo encontré en una mentira la semana pasada. No es digno de participar y no le voy a servir." Y, ¿conoce usted íntimamente al alma de aquel hermano? Quizás se haya arrepentido sinceramente de su error. Quizás Dios le haya perdonado. ¿Quién es usted pare enjuiciarle? La instrucción divina dice: "Pruébese cada uno a sí mismo" y no que ejecuten juicios los que sirven la Cena. Reiteramos: si extiende su mano y participa cualquier persona indigna, la culpa es suya y no del hermano que anda repartiendo la Cena. Referente a disciplinar al miembro que anda desordenadamente, incluso, advirtiéndole el pecado de tomar la Cena hasta no rectificar él su andar, dicha responsabilidad atañe a los administradores de la congregación y no a los que reparten la Cena.

¿Es sabio advertirle muy a menudo a los seguidores de Cristo el peligro de comer y tomar condenación para sí, machacando constantemente sobre el punto?

Es sabio hacerlo de vez en cuando, pues el mismo Espíritu Santo lo hizo, diciendo, en el caso de la congregación en Corinto (1 Corintios11:29-30), "juicio come y bebe para sí", añadiendo: "Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen." Sin embargo, a nuestro parecer, hacerlo muy a menudo no conviene. ¿Por qué? Porque las fuertes advertencias, las duras reprensiones y las amenazas de "juicio y condenación", repetidas a menudo, crean un ambiente cargado de temor, negativismo y depresión espiritual. ¿Cómo es posible que la Santa Cena sea una hermosa experiencia bien positiva, inspiradora, elevadora y edificante si el adorador se ve obligado a escuchar, casi constantemente expresiones negativas y fuertes? Desde luego, si la mayoría de la congregación está bien descarriada y rebelde, se justifican las advertencias y amenazas frecuentes. Pero, hay cristianos que, al parecer, se deleitan en señalar lo negativo, haciéndolo su tema predilecto. Tal extremismo es perjudicial y contraproducente. El sabio administrador de la mesa del Señor procura el balance en sus comentarios y señalamientos, inclinándose más por el lado positivo que por el negativo, a menos que las circunstancias ameriten lo contrario.

¿Es necesario orar antes de partir el pan? Sí, hacemos bien al seguir el ejemplo de Cristo. Y, ¿antes de tomar la copa? Pues, desde luego. ¿No lo hizo Cristo?

a. ¿Es aceptable pronunciar una sola oración por los dos elementos, dando gracias por el pan y la copa mediante una sola oración? Ya que Cristo no lo hizo, ¿con qué razón o lógica lo haríamos nosotros? ¿Acaso para acelerar la celebración de nuestra fiesta espiritual que es la Cena del Señor? Ciertamente, tal es la impresión que se transmite. "Basta con una sola oración por los dos elementos. No hace falta ninguna redundancia. ¡Mal pensado! ¡Mal hecho! Cada elemento de la Cena es muy especial, con un significado muy particular. Cada uno merece que le demos la importancia que le corresponde. Lo logramos, en parte, bendiciendo el pan y bendiciendo, por separado, la copa (1 Corintios 10:16).

b. ¿Es aceptable orar por el pan, luego, enseguida, orar por la copa antes de repartir el pan, para entonces repartir ambos elementos a la vez? Ya que Cristo no lo hizo así, ¿con qué razón o lógica hacerlo nosotros? Más bíblico es seguir el ejemplo del Señor. ¿Pecamos de no hacerlo, introduciendo cambios insignificantes que no alteren el significado de la Cena? Quizás no, pero ¿por qué arriesgarlo? ¡Tan fácil es seguir el ejemplo de Cristo! A propósito, los "cambios insignificantes" suelen encerrar factores significantes que, sí, afectan la calidad y la aceptabilidad de nuestro culto a Dios.

c. ¿Es aceptable que una hermana ore por el pan o la copa? Desde luego que no. Al orar ella en voz alta frente a la congregación, estaría ejerciendo dominio sobre los varones presentes.

d. ¿Quiénes cualifican para dirigir las oraciones por el pan y la copa? Sólo los varones fieles y santos.

e. En las oraciones por el pan y la copa, ¿qué se enfatiza? Todo lo concerniente al sacrificio del Señor y al significado de la Cena, ¡pero no todo en una sola oración demasiado larga!

f. ¿Es preciso excluir ciertos temas de las oraciones por el pan y la copa? Lógicamente, estas oraciones se limitan al acto de la Cena. Aprovechar la ocasión para orar por los enfermos, la obra evangelística, algún problema que aqueja a la iglesia, etcétera, no conviene; no es apropiado. Tampoco es el momento indicado para enseñar, corregir y redargüir a la congregación mediante extensas plegarias.

 

 

Autor:

Jorge Alberto Vilches Sanchez