- Cómo gobernar a los grandes o poderosos
- Cómo gobernar al pueblo
- Cómo mantener el equilibrio entre militares, poderosos y pueblo
- Directrices de gobierno en conflictos armados
Del libro EL PRÍNCIPE de Nicolás Maquiavelo
Glosado por Napoleón Bonaparte
Cómo gobernar a los grandes o poderosos
Regla 1. Reciprocidad gobernante gobernado
Está equivocado el gobernante que crea que beneficios recientes hacen olvidar antiguas injurias a personajes eminentes[1]
En general, las personas son ingratas, volubles, fingidoras, huidoras del peligro, ansiosas de ganancias. Mientras necesiten de los gobernantes y ellos les hagan bien, les ofrecen sus bienes, su sangre, sus vidas, sus hijos, y cuando los gobernantes ya no les son útiles se revelan.
Los apoyos que compra con dinero, así sean bien pagos, no son de provecho alguno. El gobernante no puede confiar en ellos, pues en tiempos difíciles y penosos le son retirados. Más confiables son las amistades adquiridas con nobleza y grandeza[2]
Los opositores ofenden más al que se hace amar que al que se hace temer. La perversidad natural de la especie humana, considera el vínculo de la gratitud una cadena y está pronta a aprovechar la primera ocasión para romperla, mientras que el miedo al castigo inmediato, por la autoridad política, se mantiene siempre[3]
Regla 2. Líderes de los pueblos y de los poderosos.
En toda comunidad existen dos inclinaciones diversas, la de los grandes que intentan dominar y oprimir al pueblo, y la del pueblo que se defiende de ser dominado y oprimido por los grandes. Del choque de estas inclinaciones dimanan tres establecimientos del gobierno. La monarquía, la república o la anarquía.
Tanto los grandes como el pueblo buscan un líder, le forman una gran reputación y terminan haciéndolo gobernante, los grandes para poder realizar sus deseos a la sombra de su poder y el pueblo para que resista a los grandes y los proteja con su autoridad[4]
Regla 3. Dificultades para mantener una gobernación
El que consigue una gobernación con auxilio de los grandes cuenta con muchas dificultades para mantenerla, porque las personas del pueblo que se le oponen son muchas, se sienten iguales a él y no puede mandarlas ni manejarlas a su arbitrio[5]
Por los mismos motivos, el gobernante enemigo del pueblo nunca se siente seguro.
Lo peor que puede temer un gobernante de un pueblo que no lo ama, es su abandono. Pero si además se hace aborrecido de los grandes será atacado y destruido por estos, pues cuentan con más astucia y recursos que el pueblo, para sustituirlo por alguien de su conveniencia[6]
Regla 4. Comportamiento de los grandes
Los grandes pueden presentar dos comportamientos, se unen en todo al gobernante o no se unen a él. Los primeros si no son rapaces serán estimados y honrados[7]Los segundos no se unen al gobernante por dos causas. Porque son pasivos, indiferentes ante las cuestiones políticas, le son fieles en su prosperidad e inofensivos en la adversidad, algunos pueden servirle de buenos consejeros[8]Los otros porque son ambiciosos, calculadores y piensan más en sus propios intereses que en los del gobernante o del Estado[9]A esta clase de grandes, el gobernante debe verlos como enemigos declarados, porque en la adversidad ayudarán a su ruina[10]
El gobernante que se ve obligado a convivir con su pueblo, puede cambiar los grandes, darles o quitarles crédito según su arbitrio[11]
Regla 5. Conspiraciones
Una de las cosas que más debe temer un gobernante es alguna rebelión en el interior del Estado, que conspiren ocultamente sus gobernados. No sucederá si evita ser aborrecido y despreciado y logra que el pueblo se muestre contento con su gobierno.
Al conspirador solo le alienta la esperanza de contentar al pueblo haciendo perecer al gobernante. Pero cuando el pueblo no está ofendido, le falta valor para consumar el atentado, porque preverá las innumerables dificultades que ofrece su realización.
Al no poder obrar solo, el que conspira puede asociarse solo con los que cree descontentos. Pero alguno de ellos, que ve la posibilidad de recibir algún buen premio, le confía el complot al gobernante[12]
Como por una parte encuentran una recompensa segura y por la otra se trata de una empresa riesgosa, llena de peligros, solo se mantienen en la conspiración aquellos descontentos muy amigos del golpista o enemigos irreconciliables del gobernador.
Han habido muchas conspiraciones y pocas han tenido éxito, cuando tuvo que asociarse el que conspira con los descontentos. Del lado de los conspirantes todo es recelo, sospecha y temor a la pena que les impondrían si la empresa fracasa.
Del lado del gobernante están las leyes, la defensa de la soberanía del Estado, la protección de los amigos del gobernante, la benevolencia del pueblo. Con todos estos contras es necesaria bastante temeridad para conspirar. El miedo de un conspirador a que su plan fracase será mucho mayor, cuando tiene de enemigo al pueblo[13]Cuando un pueblo manifiesta buena voluntad a un gobernante, éste no debe inquietarse por conspiraciones[14]pero si le es contrario y le odia sobran los motivos para que cualquier individuo en cualquier ocasión las arme. Las sentencias contra intrigantes y conspiradores deben ser irrevocables.
Regla 6. Modelos
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