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Cómo gobernar a los poderosos y al pueblo (página 2)


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Los gobernantes siguen casi siempre caminos ya andados por otros e imitan a sus predecesores en las empresas que llevan a cabo. Pero no les es posible seguir en todo las rutas trazadas por ellos, ni elevarse a la misma perfección de los modelos que se han propuesto.

Con prudencia eligen los senderos trazados por aquellos que superaron a los demás y si no consiguen igualarlos intentan que sus acciones ofrezcan al menos cierta semejanza con la de ellos.

Es conveniente que los gobernantes sigan el ejemplo de los ballesteros cuando ven el blanco muy distante. Apuntan mucho más arriba del objeto que tienen en mira, no para lograr un punto de mayor altura con sus flechas, sino para que puedan llegar al blanco indicado, en línea parabólica[15]

Regla 7. Apoyos

El que consigue una gobernación con apoyo del pueblo[16]cuenta con la exaltación de cuantos le rodean y entre ellos encuentra solo poquísimos que no le obedecen con prontitud[17]Si es enemigo de los grandes le es fácil asegurarse contra ellos porque son pocos. Es más difícil satisfacer a los grandes sin agraviar a muchos, porque sus deseos son de oprimir al pueblo[18]

En tanto que contentar al pueblo es mucho más fácil, porque éste solo quiere no ser oprimido por los grandes.

El que llega a gobernante por el favor del pueblo, le queda fácil gobernar porque el pueblo lo único que pide es no ser oprimido. Pero el que llega a gobernante con el auxilio de los grandes y en contra de la voluntad del pueblo, debe conciliarse con él, protegiéndolo[19]Las personas apoyan cada vez más a aquel de quien esperaban mal y recibieron bien[20]El pueblo le toma gran afecto a los gobernantes elegidos contra su voto, pero que se convierten en sus bienhechores.

Regla 8. Leyes

La tarea más ardua de manejar y peligrosa para un gobernante, y de dudoso acierto, es dirigir la promulgación de nuevos estatutos[21]En ello tiene como enemigos acérrimos a quienes están sacando provecho de los estatutos antiguos[22]Quienes pueden sacar ventajas de los nuevos estatutos suelen defenderlos con bastante tibieza, debido a la poca confianza de las personas en innovaciones, hasta que no hayan ganado una experiencia sólida[23]Los que se están aprovechando de las leyes antiguas son adversarios muy activos a las innovaciones. Los demás son partidarios tibios. Los pueblos por naturaleza son variables. Es fácil hacerles creer algo nuevo, pero difícil mantenerlos en esta nueva creencia. De modo que cuando empiecen a dejar de creer hay que obligarlos a que sigan creyendo.

Es amado el gobernante que haya tomado las disposiciones oportunas en favor del pueblo y las haya mantenido con los estatutos y su valor[24]Comprobará que estos fundamentos que ha formado son buenos y jamás será engañado por el pueblo.

Regla 9. Acciones

Las acciones de las personas particularmente las de los gobernantes, se convalidan por el fin alcanzado. El fin justifica los medios. En los gobernantes especialmente porque no tienen quien sancione sus acciones.

Un gobernante debe dedicarse por tanto a superar las dificultades y a conservar el orden en su Estado. Cuando logra con acierto sus fines, los medios empleados se considerarán honrosos, pues el pueblo se contenta con exterioridades y se deja seducir por el éxito. Solo los mejores gobernantes tienen la capacidad de prever males futuros y descubrir su causa. La mayoría de las personas saben mejor no cometer faltas que corregir a los demás[25]

Regla 10. Obras

Las personas se ganan mucho mejor con la ejecución de obras presentes que con el recuerdo magnificado de obras pasadas[26]Cuando las personas hallan provecho en las obras que se ejecutan, se entregan a ellas y se olvidan de todo lo demás[27]

Regla 11. Impuestos

Por medio del temor, evitar que dejen de pagar sus tributos al Estado, pero estos no deben ser tan altos que persuadan a estas personas que no pagan dedicarse a negocios diferentes.

Regla 12. En la adversidad

Insisto en que un gobernante tiene que poseer o ganarse el afecto del pueblo, porque será su mejor apoyo en la adversidad[28]Pero el gobernante que se siente amado por el pueblo y puede mandarlo no tiene por qué sentir temor en la adversidad.

En tiempos de paz todos los ciudadanos están dispuestos a luchar y morir por su gobernante, porque ven la muerte muy remota. Pero en épocas revueltas, cuando el gobernante más necesita de los ciudadanos, si éste no ha sabido ganarse verdaderamente su afecto, son poquísimos los que lo secundan.

Regla 13. Gobernantes prudentes

Un gobernante prudente debe imaginar y mantener en práctica un método, mediante el cual mantenga a sus gobernados a su favor continuamente, en todo evento y circunstancia de cualquier índole o en alguna necesidad grandísima de su gobernabilidad[29]Este es el medio más seguro para mantener fieles siempre a sus gobernados. Los modos de ganar el afecto del pueblo son tan numerosos y dependen de tantas circunstancias variables que me es imposible formular una regla fija y cierta sobre el asunto. El adagio "quien se fía del pueblo edifica sobre arena" es cierto para los gobernantes que no se apoyan en el afecto del pueblo[30]

Cómo mantener el equilibrio entre militares, poderosos y pueblo

Regla 14. Como mantener contentos a poderosos, pueblo y ejército

Los césares romanos tuvieron que luchar contra tres obstáculos: La ambición de los poderosos, la violencia de los pueblos y la avaricia y crueldad de los soldados.

No es fácil tener contentos a la vez al pueblo y al ejército. El pueblo quiere tener un gobernante moderado, amigo del descanso. Los soldados quieren un gobernante marcial, rapaz, cruel e insolente que implante en el pueblo funestas disposiciones, que les permita aumentar su remuneración y dar rienda suelta a su codicia[31]

Regla 15. Gobernantes vencidos

Los gobernantes incapaces de imponer respeto en el ejército y en el pueblo serán siempre vencidos[32]

Regla 16. Gobernantes nuevos

Los gobernantes nuevos experimentan la dificultad de tener que conciliar ambas partes. Optan por la decisión de mantener contentos a los soldados sin temer ofender al pueblo porque casi no les es posible obrar de otro modo.

Pero al no poder evitar los gobernantes que los aborrezcan alguno de los estamentos, deben esforzarse para que no los aborrezca todo el pueblo, y dentro de él especialmente los más poderosos[33]

Gobernantes nuevos que no deben al ejército ni al pueblo su solio (por ejemplo por ser hereditario) y están dotados de muchas virtudes que los hacen respetables, contienen al ejército y al pueblo dentro de los límites justos, no son aborrecidos, ni despreciados, viven y mueren venerados por todos. Como el césar Marco Aurelio.

Regla 17. Gobernantes sabios

Un gobernante sabio cuida siempre de mantener contento a su pueblo y de no disgustar hasta la desesperación[34]a los gobernantes vecinos ni a sus subgobernadores.

Los gobernantes deben delegar en otros la disposición de las cosas odiosas y reservarse las de gracia[35]

Estimar siempre a sus subgobernadores y no hacerse odiar nunca del pueblo.

Un gobernante se puede hacer aborrecer con acciones nobles o perversas. Para conservar su gobierno se ve obligado con frecuencia a ejecutar acciones no buenas.

Si los estamentos (otros gobernantes y clases más poderosas del pueblo) de que necesita un gobernante para sostenerse están corrompidos, debe seguir la corriente y contentarlos porque en este caso las acciones nobles se volverán contra él mismo[36]

Regla 18. Estatuto trigubernamental

En nuestra época uno de los Estados mejor concertados por estatutos excelentes, entre seguridad de los gobernantes y libertades del pueblo, es el de Francia[37]

En este estatuto se delimitan tres poderes, el de los gobernantes (ejecutivo), el de los legisladores (parlamento) con amplitud de autoridad y el de las cortes (judicial) encargado de controlar la ambición e insolencia de algunos, a quienes temen y aborrecen el pueblo y que es preciso sosegarlos. Este tercer poder quita al gobernante soberano la doble tarea y preocupación de reprimir a los primeros y beneficiar a los segundos[38]Esta disposición tan prudente proporciona el mejor medio de seguridad para el gobernante y el Estado.

Directrices de gobierno en conflictos armados

Regla 19. Reputación de buen guerrero

Aumentar su celebridad como buen guerrero al mejorar sus ejércitos.

Regla 20. Reputación de conquistador (civilizador)

Llevar a cabo conquistas crueles (guerras religiosas o civilizadoras), con el pretexto religioso o civilizador.

Regla 21. Alianzas con otros gobernantes

Cuando un gobernante quiere atacar a otro, debe evitar asociarse con uno más poderoso, a menos que la necesidad lo obligue. Puesto que con ello se convertirá en súbdito del gobernante más poderoso.

Un gobernante debe evitar en lo posible, quedar a disposición de otro, pues esto causará su ruina. Cuando no es posible evitar alguna alianza, la prudencia aconseja decidirse por la menos mala, teniendo en cuenta la magnitud de las consecuencias producidas.

Declararse claramente siempre a favor o en contra de las decisiones de otros gobernantes. Esta resolución es más conveniente que la de declararse neutral, porque el gobernante vencedor lo aprovecharía como un sospechoso que no lo auxilia en la adversidad y el vencido lo rechazará por haberse negado a tomar las armas en su defensa.

Por tanto el gobernante que pide neutralidad a otro no es verdadero amigo. Los gobernantes irresolutos que quieren evitar los peligros del momento caminan hacia su ruina.

Cuando un gobernante extraño se declara a favor de una de las potencias beligerantes, no tiene por qué temer a la que triunfa porque le debe este favor y por el afecto que ha ganado al respaldarla.

En ocasiones, sin embargo hay gobernantes suficientemente cínicos como para oprimir a quien lo ayudó.

Pero, por otra parte, los triunfos nunca son tan rotundos como para que dispensen al vencedor de tener algún miramiento de justicia con el vencido, quien seguirá siendo su enemigo cuando encuentre nuevamente la fortuna.

Si por el contrario es derrotado el gobernante a que se une, seguirá contando con su consideración.

Cuando el gobernante no tiene nada que temer, cualquiera que fuere la potencia que triunfe, es prudente que se adhiera a una de ellas, especialmente cuando con su ayuda concurra a la ruina de una de ellas. Con ello el gobernante vencedor se pondrá a disposición suya.

 

 

Autor:

Rafael Bolívar Grimaldos

[1] Aparentan que lo han olvidado, pero no hay que fiarse.

[2] Convendr?a saber en que consisten esa nobleza y grandeza.

[3] Por esto es preciso que el gobernante est? castigando continuamente.

[4] Acepto este vaticinio. Me valdr? de ?l para aumentar mi consideraci?n en el pueblo.

[5] Fingir? que la consegu? solo por y para el pueblo. Estas personas siempre me han obstruido cruelmente.

[6] No prev? que estos ambiciosos, siempre prontos a anticiparse a los indicios de la fortuna, me abandonar?an y me entregar?an apenas me asaltara la adversidad. Har?n otro tanto con el nuevo triunfador, as? fuera yo mismo! Por qu? no puedo formar hombres grandes con hombres nuevos?

[7] No tengo casi ninguno de esta especie.

[8] No temo a esta clase de magnates.

[9] Es el mayor n?mero en mi caso.

[10] No conoc?a yo esta verdad, de la que solo la dura experiencia, me ha convencido. Pero me aprovechar? de ella en el futuro.

[11] Esto no me ha resultado f?cil cuando he procurado hacerlo. Lo intent? con dos que eran los m?s peligrosos para m?. El primero me entreg?, el segundo, del cual necesito a?n, permanece en actitud dudosa, pero tendr? que ganarlo de un modo u otro.

[12] Especialmente aquellos f?ciles de comprar.

[13] No es cierto. El pueblo es ingrato y voluble y se pone siempre del lado del que triunfa, especialmente cuando ?ste lo deslumbra con alg?n motivo.

[14] Maquiavelo aqu? contradice lo que antes hab?a dicho, que las personas son malas por naturaleza.

[15] Aparentando dar por debajo del blanco se puede llegar al blanco m?s f?cilmente.

[16] No acert? a hacer creer que me hallaba en este caso, pero me las arregl? para parecerlo a mi regreso.

[17] Hasta este punto alcanc? a llegar.

[18] Los m?os fueron los hombres de la Revoluci?n. Fueron insaciables. Lo hicieron solo por enriquecerse, nunca ten?an bastante. Su codicia crec?a con sus adquisiciones. Se anticipaban al l?der que iba a triunfar, le favorec?an, luego le sacaban provecho y tan pronto les distribu?a todas sus d?divas lo destru?an. Pretendiendo recibir siempre m?s, arruinaban al nuevo triunfador, al que ellos hab?an elevado. El mayor peligro estar? en servirse del recurso de los grandes, pero como pasarse sin ellos?, especialmente yo que no cuento con otra ayuda? Si tuviera el t?tulo de sucesi?n al trono estos hombres no podr?an perjudicarme ni venderme.

[19] Procurar? hacerle creer al pueblo que esto es lo que hago.

[20] Adem?s de este apego, necesito fuerte contribuciones y numerosos reclutas.

[21] Este inconveniente lo obvi? con especialistas legislativos incondicionales.

[22] Supe inutilizar su actividad.

[23] Para anular los sofismas de los tibios se buscan defensores acalorados.

[24] De todo esto me falt? ser amado por el pueblo. Cosa dif?cil en la situaci?n en que me hallaba y con las dificultades que tenia.

[25] Es m?s valioso saber corregir a los dem?s.

[26] Restitu? las haciendas a los desplazados, hice ricos a hidalgos pobres, habilit? a los ricos de abolengo para que aumentaran sus caudales.

[27] Hice con ello felices experiencias.

[28] Este era mi lado flaco, me lo hicieron conocer cruelmente.

[29] Nunca se pensar? bastante en esta verdad.

[30] Verdad indiscutible

[31] La ambici?n guerrera no debe imput?rseme a m?, sino a mis generales y soldados que la convirtieron en primera necesidad. Me matar?an si dejara pasar m?s de dos a?os sin presentarles el cebo de una guerra.

[32] Los soldados son los mismos en todas partes cuando se depende de ellos. He logrado imponer respeto en unos y en otros pero no el suficiente todav?a.

[33] La clase m?s poderosa es siempre el ej?rcito, sobre todo cuando es tan numeroso como el m?o.

[34] La cosa no es tan f?cil como parece. Los subgobernadores empiezan a enfurecerse cuando les disminuyo beneficios.

[35] Al Gobernante le competen todas las cosas de rigor. Todas las cosas de gracia menuda se reservan a los ministros.

[36] Esto no puede dejar de suceder.

[37] Me fue necesario subvertirlo para destruir el trono de los Borbones, sin lo cual me hubiere sido imposible regir el m?o. Pero conservar? su esencia en mis propios estatutos.

[38] Admirable!

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