Una señora cuya hija, quien vive en Costa Rica, regresó a San José luego de seis meses en tratamiento en Duke University me escribe y me pregunta por qué sigue su hija vomitando, purgándose y consumiendo cantidades enormes de comida de la cual dispone de cualquier modo posible — eso, y a pesar, de todos los esfuerzos médicos "que en [la hija] se han desperdiciado".
Lamentablemente, la respuesta a esta pregunta no es tan simple como lo que pudiese parecer. En el año 1989 durante el otoño se celebró en Londres La Primera Conferencia Europea de los Trastornos del Comer, a donde fuéramos invitados como "no europeos" el Dr. Joseph Silverman (Columbia University, NY.) y yo (Deaconess/BTRCEMD St. Louis). En ese foro profesional se discutió muy abiertamente el diagnóstico presuntivo de la, hoy difunta, Princesa Diana ("Di") de quien se dijo que, entonces, sufría de la bulimia nervosa entre otras cosas. Parecía obvio que una mujer educada, popular, atractiva, afluente, y con un trono en su futuro, pudiese simplemente renunciar a ese comportamiento patológico con un mero acto de fuerza de su voluntad… Pero no es eso lo que pasa desafortunadamente, en la mayoría de estos casos.
Lo que sucede es que el ser humano, como toda materia viviente, ha sido dotado con estrategias alimenticias intrínsecas basadas en adaptaciones ambientales, climatológicas y ecológicas — de la evolución y de mutaciones adaptivas.
Para las exploraciones de esas acomodaciones, en nuestro género, las ciencias médicas han desarrollado lo que se ha venido a conocer como "modelos animales de comportamiento", o la ciencia de la etología. A través de esos modelos se interpolan los estilos de conducta animal con los del ser humano, llegando a conclusiones específicas acerca del significado del modo cómo, a veces, nos adaptamos.
Como ilustración examinemos los hechos siguientes. Los monos Muriquíes Brachyteles arachnoides) que habitan la foresta atlántica del Brasil son los monos más voluminosos de las Américas. Su tamaño es indicativo, como es en el caso de otros primates grandes, que ellos deben de estar dotados con un metabolismo relativamente bajo. Por esa razón éstos pueden subsistir comiendo las hojas de los árboles, comida que es muy fácil de procurar en la jungla; pero cuya energía es muy difícil de extraer. No obstante este fenómeno, los Muriquíes no se mueven despaciosa y paulatinamente como, típicamente, suelen hacerlos animales de bajo metabolismo; al contrario, ellos "vuelan" de rama en rama de los árboles a una velocidad típica de otros primates quienes viviendo de las frutas y de las flores tienen acceso a comidas que suministran energía rica mucho más fácilmente.
Lo que aquí sucede es que los Muriquíes combinan las dos estrategias alimenticias de modo muy eficiente.
Los mencionados Muriquíes, no se levantan a comer en medio de la noche, no visitan los restaurantes, no consumen fast foods, no usan grasas ni azúcares refinados. En su estrategia alimenticia la dieta (el hambre auto impuesta) no existe y la gordura, por ser mal adaptadora no es posible.
Muriquí
Otro ejemplo apto para esta presentación lo constituye el pájaro el hoazín (Opisthocomus hoazin). Este último es un fósil viviente cuya alimentación es idéntica a la de los rumiantes y cuyo sistema digestivo es semejante al de ellos. Su olor delata la fermentación gástrica de su ingesta, y su lentitud de movimientos resulta de la modorra que experimenta durante el proceso de su digestión.
Basten estos dos ejemplos para indicarnos del hecho de que todas las especies están dotadas de estrategias alimentarias que son específicas. La nuestra, a pesar de todos nuestros avances y de todos nuestros conocimientos, permanece malentendida, ya que las cadenas de comidas rápidas han forzado a todos los seres humanos a alimentarse del modo por ellos dictados. La obesidad, siendo el funesto corolario de esta imposición y las disorexias, la solución desesperada de algunos.
Entonces, veamos qué pudo haber pasado con la hija de la señora que nos escribe. Ella describe a una muchacha con muchos sentimientos de inferioridad, que aumentó de peso en la adolescencia y que atravesó por un periodo de restricción de alimentos que resultó, entonces, en el diagnóstico de la anorexia nervosa.
Luego, siguió una pérdida de control donde alternaran períodos durante los cuales la hija consumía cantidades enormes de alimentos de alta densidad calórica seguidos por el vómito auto-inducido, el abuso de los purgantes y de los diuréticos, ejercicios arduos, el uso de las píldoras supresoras del apetito y fluctuaciones de peso extremas. Lo que resultara en que llevaran la hija a muchos sitios tratando de que se le ayudara — con resultados que nuestra correspondiente caracteriza como siendo "muy modestos".
Lo que sucediera, al final, fue que en el tratamiento de la enfermedad de la hija; el centro del organismo en el cual problema se originó y donde el problema se perpetúa se había ignorado. Y lo que en esencia fuera un trastorno físico con repercusiones psicológicas se redefinió a ser (equivocadamente) un trastorno emocional y ambiental con repercusiones físicas.
El centro al cual me refiero se llama el Hipotálamo — sí, ahora con letras mayúsculas. Éste controla en el cuerpo humano muchas funciones esenciales; el apetito y el hambre entre otras. El hipotálamo es adverso al hambre y a las dietas — que son otra forma de pasar el hambre — y es receptivamente adaptado al comer de acuerdo a nuestra estrategia particular. Lo que no registra el hipotálamo es la estrategia caótica creada por el acto de comer cantidades extremas de comidas pesadas seguidas por el acto de "descomer" (purgar). El hipotálamo tampoco reconoce el uso de la comida como deporte (estilo gourmet o gourmand), la ingestión a deshora (generalmente nocturna) de comidas placenteras y ricas; y el situar el acto de alimentarse no como parte sino como centro y razón de nuestra existencia.
Ahora bien ¿qué puede hacerse por una hija, ya casada, y a punto del divorcio; de 24 años de edad y con una historia de disorexia de más de 12 años de duración?
Lo que esta hija necesita es un plan terapéutico que reconozca que hay que dar un paso inicial el cual es crucial: ese paso siendo el del traer al hipotálamo "bajo control", utilizando señales indirectas.
Aplicando métodos terapéuticos que solo asequibles a profesionales duchos en estos problemas. Este proceso siendo largo y a la vez muy difícil.
Por ser relevante a esta lección, la combinamos con la que a continuación sigue…
La salud metafísica
Dr. Félix E. F. Larocca
Cada día que pasa sabemos más del funcionamiento de la Naturaleza, al mismo tiempo que intentamos responder a preguntas inquietantes como:
¿Por qué caemos enfermos? O ¿por qué se desarrolla un cáncer en nuestro seno y no en el colon? O ¿por qué padecemos un tipo de enfermedad en vez de otra?, o sobre todo ¿por qué sucede ahora — lo que nos sorprende — cuando todo parecía ir bien en la vida? A lo largo de la historia de las ciencias médicas estas preguntas han logrado muy pocas respuestas. Sólo muy recientemente la medicina psicosomática, la ciencia que estudia la relación de los pensamientos y las emociones en el nacimiento de las enfermedades físicas empieza a cedernos alguna explicación — E incluso la medicina paralela, no convencional o alternativa, tiene muchos problemas en su afán de ser lo más "científico" posible, para entender o explicar estas cuestiones.
La gran mayoría de las personas atribuyen a la suerte, o al azar, o quizás a un poder superior; la causa y la razón de todo lo que les acontece en la vida. Por ello nunca intentan confirmar la verdad sobre los hechos que les ocurren y prefieren optar por una actitud conformista, alimentando una postura interna de víctimas — que las hace sentirse impotentes. Quedan mesmerizadas por la idea de su ineficacia frente a ciertos eventos que consideran difíciles y sobre los que no desean tener ningún control ni poder.
Es corriente en las situaciones dolorosas que nos afectan a nosotros mismos o a familiares cercanos que las personas se acobarden, en vez de resistir la ordalía con valor y determinación. Muchas personas cuando no entienden la causa de ciertas adversidades justifican su conformismo con frases como:
"Dios o el destino lo quieren así" o "Nada acontece que no tuviera que acontecer". Mientras otros prefieren rebelarse para intentar exponer la verdadera realidad de los hechos. El conformismo, no la rebelión nos mantiene en una actitud de víctima. Y el victimismo es sin duda el mayor obstáculo para todo progreso, victoria o emancipación.
¿Qué piensas, lector querido?
Quizás tú también razones de esa manera y creas que la suerte o el azar, los accidentes, las catástrofes, las coincidencias, los dramas o las alegrías, en definitiva todos los acontecimientos que se suceden a lo largo de nuestra vida, son independientes de tu voluntad. Quizás consideres que es la casualidad lo que provoca las situaciones desdichadas e imagines que existe algo exterior moviendo los hilos de nuestras vidas, sin que uno tengas ninguna participación en ello. Quizás pienses que tus problemas son provocados por la envidia de otros o qué es el destino y no tu condición interna.
Si crees en esto, y lo aceptas, probablemente vivas en medio de las amarguras del sufrimiento, debido a que te dejas llevar por el ritmo de los acontecimientos y te conformes sometido al dominio de una fuerza que consideras independiente de tu voluntad. Pensar de esta manera también causa muchas complicaciones y sufrimientos e impiden la expresión de la vida. Aquel quien se juzga victima cree que está en el mundo para sufrir. Alimentar pensamientos de este tipo no te permitirá usar el poder transformador de la bravura sobre los acontecimientos desagradables y te impedirán edificar una vida mejor.
Si tienes algún problema físico es importante que reconozcas qué aspecto de tu vida no está fluyendo adecuadamente. La enfermedad es la manifestación de nuestros conflictos internos. Antes de que la somatización ocurra la persona presenta ya problemas de orden emocional como angustia, depresión, anticipación-ansiedad o miedo… Esta condición interna es un aviso de que nuestra conducta en la vida es inadecuada a su carácter. Denota una postura de alguien que se boicotea a sí mismo por satisfacer a otros y se desvía de su verdadero Ser. La razón de que este mecanismo exista es para servir de alerta y no para castigarnos. Es la forma en que podemos ser conscientes del daño que nos causamos a nosotros mismos. Desde el momento en que hay una reubicación interior, la armonía se altera y consecuentemente se altera la salud.
Repetimos, es la anticipación-ansiedad…
Una vez somatizada la enfermedad es preciso obtener un tratamiento médico para restablecer la salud. Junto con el uso de los medicamentos adecuados es también necesario cambiar las actitudes descompuestas que nos causan daños emocionales y físicos. Las medicinas curan lo físico, fortalecen temporalmente el cuerpo y eliminan los síntomas, pero si no cambiamos las circunstancias internas de las que nace y se alimenta la enfermedad, esta volverá a resurgir en otra parte del organismo.
Para evitar que esto suceda, más que las medicinas prescritas es necesario cuidar nuestras emociones, respetar nuestro ego y alentar nuestro espíritu. Para ello es necesario revisar nuestra coherencia total: ¿Qué contribuyen a nuestra situación aquéllos con quienes convivimos? o ¿cuál es el ambiente emocional de nuestra vida? Estas cuestiones nos obligan a revisar nuestras relaciones familiares, profesionales, de amistad, así como nuestro modo de ajustarnos, al mismo tiempo que iniciamos acciones para sanar nuestro espíritu.
Muchas personas no ven la necesidad de sanar su espíritu, simplemente porque no lo ven, o no creen que exista. Ellas no son conscientes que el árbol de la enfermedad tiene sus poderosas raíces en la mente y que aunque se hayan eliminado los síntomas, la enfermedad, ese tronco de dolor, con el tiempo volverá a florecer. La curación global consiste en curar nuestro cuerpo, sanar nuestras emociones y restaurar nuestro ánimo para que desde este nivel tan profundo se pueda extender la salud a todo el cuerpo. Sólo cuando este proceso es completo puede hablarse de curación.
En resumen
Es insólito pensar que la medicina actual se haya atrincherado tanto en lo físico, que aun el psiquiatra, el proverbial curador de palabras, empieza a escribir una receta cuando el paciente comienza a decirle su historia — porque es más simple el recetar que el escuchar y entender lo que a otros acongoja. Pero es así…
Cúrate con tus hábitos poco saludables, porque si te conoces a ti mismo, lo más largo del trayecto hacia la felicidad ya lo habrás recorrido.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Autor:
Dr. Félix E.F. Larocca