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El bien y la justicia en el pensamiento ético de Demócrito (página 2)


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El concepto central en la doctrina de Demócrito lo constituye la eutymia, el buen ánimo, la serena paz del alma, el bienestar. La eutymia aparece como el fin de la vida y el bien supremo en el hombre, porque coincide con su felicidad. Es un estado anímico de serenidad del alma caracterizado por la ausencia de temor y de envidia. En las máximas morales se desarrollan estos consejos prácticos. Según Ortiz (cfr., 1990, 91), sus ejes de referencia son la liberación de perturbaciones externas (no ocuparse de muchas cosas a la vez, no emprender nada que sobre pase nuestras fuerzas, no formar familia), la liberación de perturbaciones internas (combatir las pasiones, guardar la medida, ser parco, estimar los bienes del espíritu más que las riquezas externas) y practicar la justicia.

La eutymia es una virtud fundamental por medio de la cual el hombre se resiste a las inclinaciones malas gracias a la fortaleza y al optimismo. No es de carácter sensible sino intelectual, es decir, se funda en el alma, y es el alma la que produce ese sentido del deber, y en consecuencia, de felicidad. No puede fundarse en las sensaciones porque estas no son criterio de verdad, de ahí que se funde en el alma.[2]

La eutymia se logra, pues, por la justa mesura de los elementos vitales en el hombre, como el gozo y el renunciamiento, el placer y el dolor. Se da, en este sentido, un equilibrio entre lo sensible y lo intelectual teniendo un mayor dominio el aspecto intelectual. Aquí se puede apreciar un claro antecedente de lo que luego llamará Aristóteles justo medio.[3] Incluso, podríamos hablar de un antecedente del imperativo categórico kantiano en los fragmentos éticos de Demócrito:

Generoso no es el que tiene su mirada puesta en la compensación, sino el que hace bien por su propia elección (fr. 96).

Sin embargo, Cappelletti señala que "Demócrito está lejos todavía de una ética formal y autónoma en el sentido kantiano." (1979, 69). Ciertamente el formalismo ético es muy posterior a Demócrito. Este formalismo, del que dice Cappelletti que el filósofo de Abdera está aún muy lejos, busca proponer un criterio de formalidad en las acciones o actos morales, sostener la autonomía de la voluntad moral, e introducir el concepto de deber como garante de las buenas acciones morales. Es decir, una acción moral correcta debe cumplir con un requisito formal: ser universalizable. De acuerdo con lo anterior, hay bastantes elementos para ver en Demócrito los basamentos, no de una ética formal, sino de una ética autónoma. En efecto, Demócrito coloca al individuo mismo como observador de su propio obrar dejando en él plena responsabilidad de sus acciones morales. Sería mucho pedirles a los antiguos filósofos una sistematización de sus ideas. Pese a ello, sus ideas están ahí como antecedentes de muchas teorías filosóficas de la posteridad.

La ética de Demócrito, por decirlo en términos de la época, está dirigida a la interioridad de nuestra alma en busca de un bienestar y conformidad con lo que se es y se tiene, pero lejos de buscar en esta interiorización del alma verdades universalizables como las que pretendió Sócrates. El buen ánimo en Demócrito remite a una ética práctica que libra al hombre del sufrimiento, de la aflicción y de temores innecesarios, como el temor a los dioses. El buen ánimo, en este sentido, no constituye principios dogmáticos, sino una praxis autónoma que garantiza al hombre la felicidad al deshacerse de deseos y pasiones irracionales. De ahí que la eutymia está asociada al buen uso de la razón. Esto quiere decir que debe existir un predominio de la razón sobre los sentidos y las pasiones, pues sólo la razón nos muestra que el exceso produce siempre dolor o hastió.

Demócrito advierte que quien pretende tener buen ánimo no debe excederse ni en lo público ni en lo privado, ni emprender acciones que sobrepasen su capacidad natural. Aunque las circunstancias así lo impongan o sus propios impulsos debe mantener esta equidad, pues "la carga adecuada es más segura que la grande."[4] Es decir, debe existir un "goce moderado" a fin de llevar una vida moderada. Todos los excesos hacen que el alma se agite, pierda equilibrio y animosidad. La forma de evitarlo es "contentarse con lo que se tiene", por lo que Demócrito aconseja comparar nuestra propia vida con aquellos que la pasan peor.[5]

El bien

Hay en la ética de Demócrito tanto elementos de su filosofía teórica como de su filosofía práctica. Es por ello que la autonomía del sujeto moral tiene gran relevancia.

El obrar bien en Demócrito está asociado a la voluntad, la cual tiene que estar guiada por la razón, porque de lo contrario la voluntad tenderá al impulso de los deseos, más asociada a una conducta animal que humana. Por esta razón es que el abderita considera que los bienes del alma son superiores a cualquier otro tipo de bien (cfr., fr. 37).

El bien está íntimamente relacionado no sólo con la práctica, sino con la intencionalidad de actuar correctamente. Y en la intención lo que cuenta es el deber puro de actuar correctamente y no una retórica vacía o el interés de retribuciones por el bien efectuado. El bien debe ser practicado en todo momento, incluso en los momentos más penosos. El deber tiene que preceder los actos o las acciones morales (cfr., fr. 42, 82, 96).

El sentido del bien como deber se entiende mejor si tenemos en cuenta que para Demócrito la eutymia, el buen ánimo, el bienestar, está asociado directamente al mayor de los bienes, que son los bienes del alma. En consecuencia, negarse así mismo a actuar bien es renunciar a este estado de ánimo que garantiza la felicidad del hombre:

Quien escoge los bienes del alma, escoge algo más divino; quien escoge los de su morada corporal, escoge lo humano (fr. 37).

De aquí que ni en el cuerpo ni en la riquezas podrán hallar la felicidad los hombres sino sólo en aquella equidad que armoniza su vida y su alma. Esta equidad se logra a través de la práctica de la rectitud y de la sabiduría, que guiados por la razón misma le muestran el bien supremo y la felicidad.

Entonces, el bien está relacionado con la práctica, en el que la intencionalidad es un factor importante. Esto quiere decir que tanto la práctica del bien como la intención de realzarlo deben ser autónomas. Es decir, la autonomía del sujeto ha de ser una condición necesaria tanto en la práctica del bien como en la intención de realizarlo. En el momento mismo que existe algún tipo de coacción o premio por la acción deja de ser un bien:

Generoso no es el que tiene su mirada puesta en la compensación, sino el que hace el bien por su propia elección (fr. 96).

Pues según Demócrito debe existir "una buena disposición hacia la virtud" fruto de la razón y apartado de la ley o de las obligaciones que ordenen actuar bien. Porque una vez que el hombre se encuentra solo cometerá faltas debido a que no tiene una ley que lo coaccione a hacer el bien. Aquí podemos apreciar una profunda rigidez en Demócrito sobre la práctica del bien, al igual que una profunda psicología de las pasiones en el ser humano. Sabe que por lo general el hombre actúa bien en apariencia ante el espectáculo social, pero que una vez solo, actuará deliberadamente de acuerdo con sus pasiones y deseos naturales. Esto no significa, al menos no enteramente, que su concepción antropológica es pesimista, pues sabe que el hombre actúa mal por error y desconocimiento de lo mejor:

La causa de un yerro es el desconocimiento de lo mejor (fr. 83).

Hay aquí otra similitud de pensamientos. Esta vez con su contemporáneo Sócrates quien, a grandes rasgos, enseñaba que el mal procede de la ignorancia de los individuos y que por ello mismo el conocimiento es la virtud. De aquí se sigue que la educación juega un papel relevante en la enseñanza de la práctica del bien. A diferencia de Sócrates y más tarde de Rousseau, Demócrito no sostiene una naturaleza determinada en el hombre. Cree que la educación y la práctica del bien hacen al hombre moralmente correcto:

Son más los que se hacen buenos por la práctica que por la naturaleza (fr. 242).

En suma, se aprecia que el concepto de eutymia está íntimamente relacionado con el correcto obrar en el hombre, en el que persigue alcanzar mayor bien. La voluntad, gracias al buen ejercicio de la razón, debe gobernar sobre los impulsos o deseos que son los que hacen que el hombre se incline por los bienes inferiores del alma, es decir, los bienes materiales. La eutymia, en consecuencia, se realiza por la voluntad que la razón le proporciona logrando alcanzar el bien superior.

Es necesario hacer una distinción entre voluntad de razón y voluntad de deseo. En Demócrito, la voluntad de deseo designa lo puramente animal, la parte irracional que no está sujeta a ningún dominio o control. La voluntad de razón, por el contrario, regula todos los impulsos y deseos irracionales para someterlos a la búsqueda de un bien mayor, que son los del alma. La búsqueda de este bien superior conlleva a una práctica diaria de bien entre los hombres en sociedad.

La justicia

Tanto el bien como la justicia son una práctica del deber. La justicia como valor universal es una práctica general. En Demócrito la justicia es una virtud activa que por medio de la práctica debe garantizar la felicidad individual y social a los hombres. La pretensión de estos preceptos ético-jurídicos "es interesar a los seres humanos por toda la vida social de la polis." (Ortiz, 1990., 92). Es decir, Demócrito defendía la necesidad de subordinar los intereses individuales a los de la polis o Estado. No es de extrañar esta posición del abderita si tomamos en cuenta que hasta Aristóteles el individuo era sólo un fragmento de la polis. En efecto, tanto en la República de Platón como en la Política de Aristóteles prevalece la idea de que la ciudad es por naturaleza anterior al individuo. En este sentido, el Estado no busca la felicidad de alguna clase de ciudadanos, sino la felicidad de todos en general. No es sino hasta el periodo helenístico que el individuo toma conciencia de su existencia individual dentro del corpus social y comienza a buscar la felicidad en sí mismo, quizás por la teorización de muchos filósofos, como los estoicos y epicúreos, quienes ofrecieron una guía espiritual a través de formas prácticas de vivir logrando influenciar a grandes sectores de la ciudad. El helenismo, entendido este aquí como el periodo en que florecen ciertas escuelas filosóficas, es apertura ferviente por los ideales y la cultura de la Grecia clásica desde una visión pagana, en oposición a los sistemas ideológicamente cerrados de Platón y Aristóteles.

A pesar de que el bien es un deber, una intencionalidad, Demócrito justifica las leyes jurídicas como un medio de control social al servicio del Estado. Demócrito sabe que no todos reciben una educación que les enseñe el recto actuar ni que todos practican el bien, precisamente por desconocimiento. En consecuencia, Demócrito se apoya en las leyes jurídicas como medio de mantener el orden en la sociedad. La validez de estas leyes jurídicas está sujeta al sometimiento de los individuos. Sin esta actitud de obediencia las leyes pierden toda validez. Sin embargo, y a pesar de lo anterior, Demócrito sigue privilegiando la buena disposición moral frente a la ley jurídica, la buena intención individual antes que la falsa acción social, especialmente la imposición legal de la polis. En este sentido, ante la ausencia de las buenas acciones morales las leyes de la polis tratan de regular las acciones sociales injustas.

Por lo tanto, las leyes sirven como coacción al hombre para limitar sus acciones cuando estas se apartan de la justicia en sociedad. No obstante, Demócrito privilegia en todo momento a la ley moral en la conciencia de cada individuo sin que por ello se desvalore las ordenanzas de la ley. Es por ello que sostiene el filósofo de Abdera que no es por miedo sino por obligación que el hombre debe apartarse de los yerros que lo llevan a obrar mal (cfr., fr. 42).

La justicia al igual que el bien es una intencionalidad en la conciencia de cada individuo. El hombre se gana el respeto ante los demás no sólo por lo que haga delante de ellos, sino por la pretensión de hacerlo. De ahí que Demócrito cree que no sólo es injusto quien comete injusticia sino también aquel que quiere cometerla:

No se es un hombre acreditado o desacreditado sólo por lo que uno hace, sino también por lo que uno pretende (fr. 68).

Malo no es quien comete injusticia, sino el que quiere hacerlo (fr. 89).

Mejor se mostrará quien se basa en su disposición hacia la virtud y en la convicción del razonamiento que quien lo hace en la ley y la obligación, pues es verosímil que cometa falta a escondidas aquel al que sólo la ley mantiene apartado de la injusticia, mientras que el que se encamina a lo debido por convicción es verosímil que no haga nada indebido ni a escondidas ni a las claras. Por ello quien actúa correctamente a impulsos de la cordura y el saber se hace a la vez valeroso y cabal (fr. 181).

En estos fragmentos se expresa claramente el sentido del deber ante lo justo e injusto. Para Demócrito lo que es censurable o prohibido no debe practicarse, ni si quiera decirse, aunque se esté en completa soledad. Porque aunque estemos solos y no tengamos ninguna coacción que nos obligue a actuar bien, debemos aprender a sentir más vergüenza de nuestras intenciones ante nosotros mismos que ante los demás (cfr., fr. 244). La justicia es una práctica del deber en todo momento. La ley que nos obliga a actuar bien y justamente es nuestra propia ley moral, nuestra conciencia, nuestra razón. La voluntad de actuar bien de acuerdo con la razón nos indica lo que es debido:

Justicia es hacer lo que es debido; injusticia no hacer lo que es debido, sino desviarse de ello (fr. 256).

Pero este desviarse, recordemos, no es solamente en la práctica sino en la intención. Se trata de un pensar el bien y lo justo, lo que en consecuencia conllevaría a la práctica de acciones correctas. Porque es bueno no quien no cometa injusticia, sino aquel que no piensa ni siquiera en cometerla (cfr., fr. 62).

Por otro lado, el desvío de la injusticia está asociado a la influencia del mal. Quien se acompaña constantemente de los males es susceptible de cometer maldad (cfr., fr. 184). De ahí la importancia del buen ánimo en la búsqueda de los bienes superiores que hacen al hombre indiferente ante las riquezas, a diferencia de aquellos otros que sólo buscan bienes materiales, incluso a costa de cometer grandes injusticias. Y para Demócrito, en este sentido, la intención de lucrarse de manera deshonrosa es ya el principio de la injusticia y una afrenta para la virtud:

Las ganancias deshonrosas hacen un perjuicio a la virtud (fr.220).

La esperanza en un lucro deshonroso es el principio del perjuicio (fr.).

Por ultimo, quisiera tocar brevemente el tema de la defensa justa. Para el filosofo de Abdera es inteligente aquel que se protege de una injusticia, pero deja mucho que desear el hombre que nada hace enfrente de la injusticia cometida (cfr., fr. 193).

Demócrito justifica la muerte de los hombres injustos. A través de un símil entre animales dañinos y hombres perjudiciales, el abderita introduce el castigo y la muerte entre los ciudadanos de la polis que aún ni las leyes jurídicas logran enderezar. El criterio de Demócrito para dar muerte a un animal y eximirse de culpa por hacerlo, descansa en que si el animal perjudica o es susceptible de perjudicar debe matárselo como un bien para los demás. La acción de matar a aquel animal dañino es justa y quien lo haga gozará de mayor tranquilidad (cfr., fr. 257-258).

De la misma manera cree Demócrito que se debe hacer con los hombres que se consideran perjudiciales para la sociedad. Sin embargo, la muerte debe hacerse de acuerdo con la ley, los suntuarios, los pactos y juramentos. Ahora bien, la muerte se justifica sólo si se trata de un salteador o bandido, ya bien que se le mate directamente, o bien que se le mande a matar.

Aquí discrepo de Ortiz quien interpreta el fragmento 258, al parecer, sin tomar en cuenta el fragmento 193, interpretando de esta forma que Demócrito justifica la muerte, o más bien, la pena de muerte como algo natural, como parte del quehacer jurídico de la polis. Pero es ante la presencia de una injusticia por parte de algún bandido que la defensa es legal, incluso si esta conlleva a dar muerte, siempre y cuando las leyes lo permitan. De aquí se sigue que Demócrito toma en cuenta la permisibilidad de las leyes y adhiere a ella, respeta las convenciones que han hecho y pueden hacer los hombres, a fin de llevar una vida más justa en sociedad.

***

Demócrito desarrolló diversos temas de estudio que luego serían retomados por diferentes pensadores. En el campo específico de la ciencia Pedro Gassendi (1592-1655), que introduce los átomos en la nueva ciencia de la naturaleza, a pesar de que parte del estudio de Epicuro en el desarrollo de su trabajo están los planteamientos de la doctrina de Demócrito. En pleno siglo XIX Carlos Marx realiza su tesis doctoral sobre los atomistas constituyendo un estudio que le permitiría fundamentar su materialismo histórico.

A pesar de que el pensamiento de Demócrito ha sido motivo de estudio en campos como la filosofía de la naturaleza, queda aún mucho por rescatar en sus fragmentos, como la ética, del que este trabajo trató de constituir un pequeño aporte.

Bibliografía

Bernabé, Alberto (1988). De Tales a Demócrito. Fragmentos presocráticos. Madrid: Alianza Editorial.

Cappelletti, Ángel (1979). Ensayos sobre los atomistas griegos. Caracas: Sociedad Venezolana de Ciencias Humanas.

Coronado, Guillermo (1988). El atomismo de Leucipo y Demócrito como intento de solución a la crisis eleática. Comunicación. 3 (1).

Ortiz Rivas, Hernán (1990). La especulación iusfilosófica en Grecia antigua, desde Homero hasta Platón. Bogotá: Temis.

 

 

 

 

 

Autor:

Wílmer Casasola Rivera

[1] otas. Algunos historiadores de la filosofía, como Walter Franz (1962), sostienen que el atomismo es una doctrina de materialismo puro. Para tal afirmación se basa en que Demócrito le asigna al alma una igual composición de átomos. Sostiene que el alma al estar compuesta de átomos redondos y lisos (como los de fuego que le permiten mayor movilidad) son lo mismo que los átomos que componen el cuerpo (Historia de la filosofía I. La filosofía griega. Tomo I. México: UTEHA,). Alberto Bernabé (1988), por su lado, sostiene que las bases de las que partieron Demócrito y Leucipo no fueron físicas, sino de orden lógico y metafísico, puesto que su punto de partida fueron los principios parmenideos (De Tales a Demócrito. Fragmentos presocráticos. Madrid: Alianza Editorial,). A lo anterior agregamos la posición conciliadora de Augusto Meser (1939), según la cual es dudoso que Demócrito pudiera pensar la naturaleza entera como un mecanismo. Pues Demócrito no pudo deshacerse por entero de la idea primitiva de que el mundo está animado. Por ello, solamente de una manera restringida puede llamarse a esta concepción materialista (filosofía antigua y medieval. Buenos Aires: Espasa Calpe). Sin embargo, más profundo aún, véase Guillermo Coronado (1988). El atomismo de Leucipo y Demócrito como intento de solución a la crisis eleática. Comunicación. 3 (1), donde se puede apreciar en realidad, por qué no se puede hablar ni de un idealismo ni de un materialismo en sentido irrestricto. En el ensayo de Coronado puede apreciarse la importancia que los "dos grandes metafísicos" (Heráclito y Parménides) tuvieron en los ulteriores sistemas de pensamiento griego, y especialmente en la doctrina del atomismo de Leucipo y Demócrito. También se consultó las siguientes historias de la filosofía: Yarza, Iñaki (1987). Historia de la filosofía antigua. Pamplona: EUNSA; Hirschberger, J. (1977). Historia de la filosofía. Madrid: Herder.

[2] No discuto implicaciones epistemológicas ni gnoseológicas en este ensayo.

[3] Cfr., Aristóteles (1990). Moral a Nicómaco. México: Espasa-Calpe., Libro II, cap. VI; Demócrito, fragmento 102, en la edición de Bernabé.

[4] Cfr., fr. 593 en edición de Kirk y Raven (1987). Los filósofos presocráticos. Madrid: Gredos., fr. 102 en edición de Bernabé.

[5] Cfr., fr. 594, edición de Kirk y Raven, ob.cit.

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