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Jesús de Nazaret al frente de un movimiento de mujeres del siglo I


    Jesús de Nazaret al frente de un movimiento de mujeres del Siglo I – Monografias.com

    Jesús de Nazaret al frente de un movimiento de mujeres del Siglo I

    Una teoría que emana del Evangelio

    Un movimiento nuevo surge en el Siglo I

    "Una aventura apasionante"

    "No hay mayor defensor en todo el mundo de la mujer y el sexo femenino que Jesús el Cristo"

    (James E. Talmage) (Inglés, Químico y Geólogo)

    "De manera que si alguno es en Cristo, es nueva creación;

    las cosas viejas pasaron; he aquí que todo es hecho nuevo"

    2 Corintios 5, 17

    Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra;

    y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento.

    Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado;

    porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo.

    Is. 65:17-18

    edu.red

    Jesús de Nazaret al frente de un movimiento de mujeres del Siglo I

    A muchos cristianos de convicciones firmes y practicantes asiduos les podrá parecer una afirmación extraña y fuera de la realidad evangélica que durante siglos se les ha contado. Mucho se ha estudiado e investigado la "Buena Noticia" del Maestro de Nazaret durante los dos últimos siglos. A pesar de ello; a la oficialidad vaticana, a cada obispo y sacerdote católico, protestante u ortodoxo les cuesta aceptar los resultados y las nuevas ventanas que se abren. Continuamos recibiendo los mismos errores que en siglos anteriores y el grupo de Jesús sigue siendo de doce varones. No es esto lo que se desprende de los Evangelios después de los estudios realizados.

    Quiero compartir con vosotros estas reflexiones sobre el Evangelio para que nos hagan pensar y, aunque sólo llegue a diez o doce personas, también vosotros podéis transmitirlo. La Iglesia, muy amada por todos nosotros y muy necesaria para la Humanidad, necesita un cambio. El cambio debe hacerse mirando al Evangelio, aquello que Jesús dice y hace para hombres y mujeres de nuestro tiempo en cada lugar que habiten. Si no se hace pasaremos a ser una religión más entre las muchas que se instalan en Europa. Sé que puede escandalizar pero todas las conclusiones de diferentes investigaciones circulan por estos lares que aquí me atrevo a expresar.

    Algunos pensarán que soy pesada y, es cierto, lo soy, machacona pero mi vocación en estos momentos es ayudar a "despertar· a otras mujeres, a varones dispuestos a querer avanzar al estilo del Evangelio. La "Viuda del Evangelio", ante el Juez, también fue pesada y Jesús la pone de ejemplo.

    Necesitamos un cambio de mentalidad; de manera de pensar, urgente, algo de lo que ya hablaba hace más de dos mil años un Profeta de Israel, Juan el Bautista, y un Maestro Galileo se lo plantea al docto Nicodemo. Conversión es la palabra del Evangelio al pasar a pensar y actuar de Jesús, del Ser Humano por excelencia, de Dios.

    edu.red

    Jesús y Nicodemo

    ¿Cómo es posible que hoy no enganche el Evangelio? ¿Cómo es posible que no ejerza la atracción que ejerció en los primeros siglos de nuestra Era? Quizás la causa no está tanto en la sociedad actual y sí en sus transmisores. Hoy el Evangelio no levanta pasiones, es decir, que no hace arder el corazón como en aquellos discípulos camino de Emaús.

    ¿Acaso lo transmitimos en su verdad o lo hemos cambiado según los intereses de algunos? ¿Hemos aplicado el pensamiento de Aristóteles y sus seguidores o el de Jesús de Nazaret y María de Nazaret?

    Durante muchos años me he preguntado cómo fue posible que en los albores del Siglo primero de nuestra Era, apareciera un varón con ideas tan avanzadas sobre la interioridad humana y especialmente sobre las mujeres, su condición y su manera de ser consideradas en la sociedad de su tiempo. La enseñanza que recibían los niños y jóvenes en el hogar y en las escuelas, nada tenía que ver con el pensamiento de aquel galileo, una región despreciada por la élite judía, y de una pequeña aldea sin importancia, Nazaret.

    ¿Cómo fue posible que este joven defendiera tanto a las mujeres y las pusiera de ejemplo a los varones por su forma de amar? ¿Cómo es posible que las sacara de sus casas, algo muy difícil en aquella sociedad y las lanzara al mundo de lo público para anunciar al amor de Dios? ¿Cómo es posible que a ellas les diera la mayor noticia recibida por la humanidad y el encargo de transmitirla?

    Algunos años después el gran viajero por el Mediterráneo del Siglo I, Pablo de Tarso, ante el fracaso de su predicación se planteó que no hablaría más de Dios, sólo hablaría de Jesús de Nazaret. Para hablar de Jesús de Nazaret, Pablo tuvo que empaparse bien del Maestro, conocerlo bien. Tuvo que aprender la manera en que Jesús comenzó su ministerio en Galilea. Pablo dio un giro a su predicación y en la populosa ciudad de Filipos encaminó sus pasos fuera de la ciudad, a orillas del río, allí se reunían mujeres para realizar un culto y una liturgia diferente a la oficial. Lidia de Tiatira, una rica empresaria, escuchó atentamente a Pablo y le ofreció su casa.

    ¿Qué le diría Pablo a Lidia; rica, independiente, dueña de su casa…, para que se

    pusiera a disposición de Pablo y fundara una Comunidad Cristiana en Filipos?

    Las mujeres, pieza clave en el movimiento Cristiano de todos los tiempos. El Evangelio, sus primeros autores, nos fueron dejando pistas para descubrir el liderazgo de las mujeres.

    Leemos en el Evangelio que las mujeres que acompañaban al Maestro de Nazaret en su ministerio itinerante lo hicieron desde el principio. Ellas estaban con Jesús desde el principio, desde el momento que sale a proclamar el Reino de Dios. Ellas llegan antes que ellos. Cuando ellos van llegando, poco a poco, son recibidos por ellas. Ellas los ponen al corriente del trabajo que realizaban, del proyecto que tenían entre manos con el Maestro galileo. No necesitaron que el Maestro fuera a buscarlas como hizo con ellos.

    Si leemos las investigaciones del Siglo primero sobre formas de vida desarrolladas, movimientos políticos y socio-religiosos, nos encontramos con una gran efervescencia

    de las mujeres reclamando mejoras y Leyes que las protejan. En el año 195 a. de C. una

    gran movilización de mujeres había conseguido abolir la Ley Oppia que atentaba contra la dignidad e intimidad de las mujeres. Jesús de Nazaret comienza su predicación cuando las mujeres están en plena actividad de reclamar mejoras.

    Una se hace las siguientes preguntas:

    ¿Acaso no pudieron ser las mujeres quienes buscaron a Jesús para iniciar un pensamiento y unas acciones que ellas anhelaban? ¿Acaso no piden ellas un mundo más justo?

    ¿Acaso Jesús no se sintió atraído y entusiasmado por el proyecto de ellas y le hizo pensar en el Dios de sus padres, de ese Dios que había oído hablar tanto a su madre

    María y su padre José?

    Todo el Evangelio es una llamada de atención a la injusta y desastrosa, con las mujeres, cultura patriarcal. Dios se vale, casi siempre, de lo menos importante, aquello que pasa desapercibido para los poderosos. Lo vuelve todo nuevo.

    Jesús, que durante su niñez y juventud había visto a su madre, sus tías, vecinas, primas, amigas, mendigas, viudas… clamar al Dios de sus antepasados, quiere hacer "algo nuevo".

    Su madre María nos la presenta el Evangelio como una joven fuera de lo corriente. Estaba embarazada sin haberse casado, algo muy grave en su tiempo y casi hasta nuestros días. Su padre no es el padre biológico y, en un principio, responde como cualquier varón lleno de prejuicios. Sólo su bondad, su ternura y una inteligencia llena del Espíritu de Dios, pudo hacerle recapacitar y actuar al estilo de Dios. Comportamientos que sorprenden y molesta, incluso hoy, a la cultura patriarcal.

    Todo el sentir de las mujeres, pobres entre las pobres, el deseo de justicia, su clamor y fe hacia Dios lo recoge y proclama una mujer, María de Nazaret en el Magnificat, al comienzo del Evangelio. Ella habla en nombre de todas las que sufren las consecuencias de una sociedad totalmente injusta con ellas. No es casualidad que cante el Magnificat, es la oración de toda una estirpe de mujeres del A. Testamento que culmina en María de Nazaret. María y en ella representadas todas las mujeres. Abre un mundo nuevo, una sociedad diferente anhelada por las mujeres. Un tiempo de Dios, un reinado donde la justicia y el amor de Dios acamparán. El Magnificat es anuncio de lo que está muy cercano a suceder al estilo de Dios.

    El encuentro de Isabel y María es un encuentro lleno de gozo por algo nuevo que está a punto de comenzar. Una vida diferente va a irrumpir en el mundo. Para las mujeres ha llegado su hora. Isabel sabe bien la marginación que sufre. Nos han hecho ver que es por su infertilidad pero aunque esto era importante en el mundo judío, no lo es tanto para Dios pues Isabel es una mujer muy fecunda, con hijos biológicos o sin ellos. Hay un dato que pasa desapercibido. Isabel viene de linaje sacerdotal, es a ella a quien le corresponde el honor y dicha de servir a Yahvé directamente en el templo. Es la sociedad injusta quien la rechaza y pasa ese privilegio a Zacarías, su marido, la única razón: ser mujer. Así podemos entender como él manda a sus amigos y parientes obedecer a Isabel cuando se impone el nombre al hijo, muy importante en el mundo judío nombrar a la persona y una función propia del padre. Isabel era una mujer de autoridad que le venía de linaje, era respetada por todos los que la conocían. La autoridad de Isabel era conocida y reconocida por sus paisanos. Tener un hijo es importante pero ya sabemos que en la nueva familia de Jesús lo más importante es "escuchar la Palabra de Dios y cumplirla". Ellas cambian la costumbre.

    Las primeras mujeres que acompañan a Jesús en su Ministerio Itinerante son mujeres ricas, independientes, libres para viajar y tomar sus decisiones. Enamoradas de Jesús. Lo dan todo por el Reino de Dios, creen firmemente en el proyecto y en Jesús. Ponen sus bienes a disposición del Reino de Dios y esperan entusiasmadas mientras siembran la semilla, no se quedan de brazos cruzados.

    Estas mujeres nos han llegado con sus nombres: María de Magdala, Juana (mujer de Cusa, administrador de Herodes), Susana, María (la madre de Santiago y José), la madre de los Zebedeos, Salome y otras muchas. Sólo nos enseñaron la lista con los nombres de varones (los doce). Olvidaron enseñarnos la lista con los nombres de ellas, no interesaba y sigue sin interesar.

    Ellas conocen bien a Jesús, saben de su preparación, sus buenas cualidades, su corazón, su madera de líder, no dudan en elegirlo para liderar algo nuevo. Algo nuevo que haga justicia a los más pobres, a los marginados, a los ciegos, los cojos, los encarcelados, las viudas, los niños… Algo y alguien que devuelva la dignidad a la mujer. Alguien que recuerde la Misericordia, el Perdón, la Ternura, todo el Amor de un Dios olvidado por Israel. El impulso del Espíritu de Dios las mueve. Siempre se nos dice que es Jesús quien elige pero en algunos textos del Evangelio, muy propio de Jesús, sucede al revés: La Mujer Siro-Fenicia, la Mujer con flujo de sangre, la Mujer que unge a Jesús. El mundo al revés en el de Jesús. Cuando se trata de las mujeres son ellas las que toman la iniciativa en muchos casos. Las ama inmensamente y admira sus iniciativas y manera de abordar los problemas, ellas dan el primer paso.

    El primer Signo que realiza Jesús en una boda, necesita la presencia de una mujer, su madre. Nadie como ella para dar nacimiento a una nueva forma de vida, la que tiene por eje y motor, el AMOR. Jesús necesita el impulso de ella, saber que llegó el tiempo aunque él consideraba que era pronto. María tenía prisa, las mujeres tienen prisa por saborear el auténtico AMOR. María sabe resolver problemas que otros no comprenden ni saben. María adelanta la hora, el tiempo del Reinado de Dios. Jesús, se deja llevar por ella, por la mujer ya que no la trata como madre y sí en su condición de mujer.

    A lo largo de la proclamación del Reino de Dios, de las maravillas que Dios hace con hombres y mujeres, con toda la Creación, Jesús no duda en exaltar con fuerza a las mujeres. A su madre por "estar atenta e la Palabra de Dios y ponerla en práctica", ella es la discípula perfecta en quien mirarnos los demás. A una pecadora, exalta su amor: "por amar mucho se le perdonan los pecados".

    Nos muestra a una mujer proclamando la persona de Jesús y las maravillas de Dios en su pueblo, la primera evangelizadora, la mujer de Samaria. Con ella habla de una Teología tan profunda pero tan humana que bien hubieran querido los dos teólogos mejor considerados por Roma: San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino.

    La curación de la suegra de Pedro no es un mero dato anecdótico. Esta mujer sería pieza fundacional del movimiento pues al curarla Jesús lo primero que hace es ponerse nuevamente a servir. Para nuestra cultura, Occidental e interpretada por varones, ponerse a servir una mujer es realizar tareas domésticas en función de los varones, para ellos. En el contexto, en el grupo de Jesús, hablando teológicamente, significa servir en el Ministerio de Jesús, servir al Reino de Dios, servir a la causa diríamos hoy. Ella, la suegra de Pedro; una mujer madura, experimentada, necesaria para Proclamar el Reino de Dios junto al Maestro. La Misión la necesitaba sana. Qué fácil es manipular los textos.

    La fe de Pedro y la fe de Marta. A lo largo de los siglos se ha enseñado con insistencia el texto de la fe de Pedro, lo han enseñado ellos, los sacerdotes. Con tanto fijarse en Pedro se ha olvidado la confesión de fe de Marta, mucho más firme y segura. Pedro cree en el Mesías cuando Jesús está triunfando, cuando es acogido por las aldeas y pueblos con entusiasmo, cuando la gente lo aclama. Las cosas van bien y Pedro ve en ello un buen negocio, Jesús lo recrimina y le dice aquello que jamás volverá a decir a nadie en todo el Evangelio: "apártate de mí satanás pues tu pensamiento es mundano, no es de Dios". Un reproche muy duro el que sale de la boca de Jesús y se lo dice a un varón, a Pedro. Por otro lado, Marta confiesa su fe: "sí creo que tú eres el Mesías, quien tenía que venir" y lo hace en un momento doloroso, de dudas, de incertidumbre. Su hermano Lázaro termina de morir y su mejor amigo, Jesús, no estaba allí. La Pascua está cerca y se barruntaba el final de Jesús. Las gentes empezaban a hablar mal de él, los sacerdotes lo buscaban y las cosas ya no iban tan bien, algo se presentía en el ambiente y no era nada bueno. La fe de Marta es firme y segura, nada mundana y sí de una fuerte seguridad en el Maestro, pase lo que pase. El Amor de Marta por su Maestro y Amigo Jesús es grande.

    Ante sus amigas Marta y María, Jesús deja bien claro qué es lo importante: hacer la obra de Dios, escuchar la voz de Dios y no las imposiciones de la sociedad imperante, de los varones que ostentan el poder y dictan aquello que la mujer debe hacer. Parar, reflexionar y actuar en consecuencia, según aquello que Dios quiere para cada uno de nosotros.

    Ante la mujer Siro-Fenicia Jesús cambia sus planes haciéndolos más universales. Desea que se cumplan los deseos de ella. Los deseos de Jesús pasan por los deseos de las mujeres. Jesús totalmente del lado de las mujeres, entregado a su causa, la de Dios para la Humanidad.

    Cuando una mujer lo "unge", ante el desacuerdo y la crítica de los invitados, era un banquete de varones, Jesús se siente inmensamente alagado y la defiende con fuerza diciendo de ella: "os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se anuncie la Buena Noticia se recordará esta mujer y lo que ha hecho" Una profecía que todavía no se ha cumplido. Si preguntamos entre los cristianos, muy pocos conocen a "La Mujer Profeta que Unge a Jesús" anunciando su muerte y adelantándose a los cuidados propios de la muerte. Una Profeta que unge a Jesús como Sacerdote, Rey y Profeta. Ella así lo reconoce, mucho antes que los varones que estaban presentes en el banquete. Cuando se escribe este texto, las comunidades cristianas ya estaban difamando a las Mujeres Profetas y comenzando a perseguirlas. Oficialmente terminaron con ellas en los primeros siglos.

    Jesús se pone siempre del lado de las mujeres por el amor que derrochan por la injusticia que con ellas se comete: La mujer adúltera, no menos que los varones que la acusan. La mujer pecadora vista por el anfitrión y por Jesús como "la que mucho ha amado". La jovencita (hija de Jairo) que no tiene solución, está todo perdido, es una edad difícil, para Jesús sólo duerme, necesita "despertar" y él sabe como hacerlo. Ante el cortejo fúnebre del único hijo de una mujer (la viuda de Naín), al Maestro se le remueven las entrañas. No hay mujer que no sea atendida por Jesús.

    En la cruz, a punto de morir, Jesús nos hace HERMANOS Y HERMANAS, no nos da jefes ni pone a unos por encima de otros, no encarga que unos decidan por otras. Sólo Hermanos con una Madre Universal, la Mujer representada en su madre María de Nazaret. Fraternidad y Sororidad en la nueva familia que Jesús constituye de una manera totalmente diferente a la familia biológica y patriarcal.

    Desde el principio al final ellas están con él. Todo el trayecto del movimiento de Jesús destaca por la defensa de las mujeres, la exaltación de sus valores, su autoestima alzándola y con ella su dignidad.

    ¿Acaso son más valientes que ellos? De todo hay, hombres y mujeres: valientes y miedosos.

    ¿Acaso la implicación en la "causa de Jesús", "el movimiento de Jesús", la implicación de ellas es mucho mayor y más comprometida?

    ¿Jesús las defiende con fuerza ya que quiere la justicia que ellas piden según la de Dios y no según los varones?

    ¿Acaso el Reino de Dios que proclama el Maestro de Nazaret es un Reino donde los varones toman las decisiones y las mujeres obedecen o es un Reino de hermanos y hermanas donde todo se comparte?

    Es a ellas, las mujeres, a quién Jesús confiere la noticia más grande dada a la Humanidad para que sea contada y transmitida al resto del grupo y después pueda ser proclamada al mundo entero. Noticia que será el centro de la fe cristiana, "La Resurrección del Maestro de Nazaret".

    Las mujeres transmiten el mensaje de Jesús al resto del grupo, sus hermanos en la fe. Ellos las toman por locas, histéricas, cosa de mujeres, es decir, nada importante a tener en cuenta, no las creen.

    Durante cerca de dos siglos las mujeres enamoradas de Jesús de Nazaret, El Cristo para la cultura griega, proclaman con fuerza los signos y obras de su Maestro. Poco a poco la voz de las mujeres se va silenciando y con ellas el pensamiento de Jesús que comienza a ser manipulado por griegos, romanos, por el pensamiento dominante. La filosofía de Aristóteles monopoliza el pensamiento y, "lo nuevo de Jesús", se cubre con un velo. La cultura patriarcal se recrudece a partir del Siglo IV en que se hace oficial el cristianismo pasando a ser algo del Estado y de lo Público, es decir, de quien ostenta el poder oficial. Ellas son perseguidas, exiliadas y, en el silencio del "desierto", espacio simbólico, siguen aferradas a la túnica de su Maestro. El Evangelio, donde el Espíritu de Dios actúa en la pluma de los escritores, nos deja pistas para encontrar el saber hacer de las mujeres en la obra de Jesús, en la construcción del Reino, en los planes de Dios. De tiempo en tiempo sabemos alguna noticia de ellas y, el pensamiento y obra de Jesús de Nazaret suena con fuerza.

    Personas estancadas que no quieren cambiar, que confunden tradición con costumbres dañinas, que miran hacia atrás, no sirven al Reino de Dios.

    El Evangelio necesita mentes avanzadas o dispuestas al avance. Personas que como los niños tengan una mente permeable dispuesta a la conversión y el aprendizaje de cosas nuevas. Personas que sepan envolver todo de caridad. Así el Evangelio volverá a ser una aventura apasionante para hombres y mujeres de nuestro tiempo. Nadie ama como ellas y nadie sabe contagiar el amor más grande como ellas.

    Como dice José Antonio Pagola: "el Evangelio está por estrenar"

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    En Alicante y durante el mes de Mayo, mes de flores y de María de Nazaret.

    Mes donde la primavera, "Lo Nuevo", brota con fuerza.

    En Pentecostés cuando la fuerza del Espíritu divino hace arder hasta las piedras.

    Año 2012

    Autora:

    Marciana Molina López