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El aporte cultural de los inmigrantes en Río Cuarto desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX (1890 ? 1920)

Enviado por Romina Soledad Bada


Partes: 1, 2

    1. Patrimonio, Cultura e Identidad
    2. El Aporte Cultural de los Inmigrantes Italianos
    3. Los Inmigrantes Españoles
    4. Los Inmigrantes Franceses
    5. Reflexiones Finales
    6. Referencias Bibliográficas

    Introducción

    Muchos ideólogos piensan que la identidad cultural es un mito completamente ilusorio o una realidad mediocre e indefendible, quizás tengan razón, quizás no si se analiza desde un sentido antropológico, pero lo que sí es seguro que la identidad cultural es uno de los elementos que nos permite saber quienes fuimos y quienes somos realmente.

    Está claro que identidad y cultura son el fruto de ideas, experiencias diversas, tradiciones, prácticas sociales, de permanencias y rupturas, en donde la naturaleza no es un telón de fondo, sino el ambiente espacio-temporal en el cual el patrimonio y la experiencia humana histórica acumulada y condensada en prácticas, tradiciones y testimonios físicos-espaciales operan como atractivo para el conocimiento y el disfrute de una experiencia culturalmente desarrollada en un contexto local, pero valorada como integrante de la identidad cultural regional.

    Desde este punto de vista, el patrimonio como expresión de la identidad no puede considerarse como algo cristalizado, congelado, intocable, sino como una referencia dinámica con un valor de uso agregado que debe ser apropiado y reformulado en función de las experiencias de un pasado aún vital en el presente y, a su vez, fundamento de un futuro que se quiere construir desde el hoy.

    Fueron muchos los inmigrantes llegados a Río Cuarto, inmigrantes que venían desde Italia, España y Francia mayoritariamente. Fueron muchas las huellas que dejaron, huellas que con el tiempo terminaron construyendo nuestra identidad regional y nuestra identidad como riocuartenses.

    Recuperar ese aporte, difundirlo y exponerlo en un ordenamiento que exprese de la mejor manera tanta presencia de creadores inmigrantes famosos o anónimos que dejaron el testimonio de su esfuerzo y su constancia en edificios públicos y particulares, esculturas, pinturas, fotografías, actividades productivas y culturales y en la memoria de su proyección cultural, constituye además del objetivo de este trabajo, una verdadera imagen expresiva de progreso técnico, institucional y privado, de la honradez en la ejecución, y de la confianza en el futuro de esta nueva nación, de la que se sintieron formando parte.

    Patrimonio, Cultura e Identidad

    El patrimonio cultural debe ser, esencialmente, una obra colectiva, producida por el conjunto de la sociedad. De acuerdo a José Linares el patrimonio cultural comprende "aquellos bienes muebles e inmuebles que son la expresión o el testimonio de la creación humana o de la evolución de la naturaleza y que tiene especial relevancia en relación con la arqueología, la prehistoria, la historia, la literatura, la educación, el arte, las ciencias y la cultura en general […] que nos documentan de forma excepcional, tanto de la cultura material, espiritual, científico-histórica y artística de las distintas épocas que nos precedieron, como del presente y que por su carácter ejemplar y representativo del desarrollo de la cultura, todos estamos en la obligación de conservar y mostrar a la actual generación y a las futuras".

    Pero en las sociedades muy diferenciadas, la contribución en su construcción y el acceso de las clases sociales a ese patrimonio, es diferencial. Por eso, se considera que el concepto legítimo de "patrimonio cultural" debe reconocer "[…] las fracturas y el conflicto tanto en su proceso de definición, en las políticas de conservación y en la relación de sus habitantes con él."

    Partiendo de esta definición, se rompe aquella que concibe al patrimonio cultural desde una posición elitista y se abre paso a un concepto más amplio, que refiere a una concepción antropológica de la cultura, de identidad y por ende del patrimonio cultural. Tal visión induce el concepto de otredad, es decir, se da la aceptación de la existencia de producciones o manifestaciones culturales propias de una diversidad de sectores sociales, conviviendo en un mismo espacio. En nuestra ciudad este concepto incluiría a los diferentes actores sociales con sus correspondientes valores, normas, ideas, creencias, intereses, costumbres, mentalidad como expresiones de una realidad en un momento determinado y proyectado en el tiempo.

    Lo que se pretende con lo anteriormente explicitado es obviar las diferencias en las producciones culturales, de modo que "el arte no prime sobre las artesanías, la medicina científica sobre lo popular, la cultura escrita sobre la transmitida oralmente" sino que todas ellas cuenten en igual rango de importancia como bienes culturales que han de ser tenidos en cuenta para la constitución del patrimonio cultural.

    De allí se entiende que no se debe consagrar como legítimo lo representativo de ciertos barrios, objetos y saberes por el simple hecho de haber sido generados por los sectores hegemónicos, sino que son igualmente importante las manifestaciones de las capas populares o sectores subalternos.

    De esta manera, "el patrimonio cultural no se presenta como un conjunto de bienes estables y neutros, con sentido y valores fijados de una vez y para siempre, propios de un solo sector de la ciudad, sino como un proceso social que se acumula, se transforma, produce rendimientos y es apropiado en forma desigual por diversos sectores de la comunidad".

    Esta reflexión permite entender al patrimonio como dinámico, en donde se reconoce el pasado, se vive el presente y se proyecta hacia el futuro. Para ello se debe tener como objetivo alcanzar la conciencia social, que motorice y haga partícipe a la comunidad toda de la necesidad de defender el patrimonio natural y cultural de nuestra ciudad.

    Una de las formas de crear conciencia social, respecto de lo que es el patrimonio cultural, a quién pertenece y por ende a quién corresponde su preservación, es decir, que grado de responsabilidad nos cabe a cada uno de nosotros, miembros de una comunidad y herederos del legado patrimonial, pasa por la educación de tipo formal e informal y una buena política proyectada desde las esferas del Estado, quién debe garantizar su protección, pese a que ella debe ser asumida por todos en igualdad de oportunidades.

    En cuanto a lo que debemos preservar, su determinación se debe realizar a través de un proceso democrático, en el que intervenga toda la comunidad tomando en cuenta sus hábitos y opiniones "[…] debe incluir los edificios monumentales, como la arquitectura habitacional (de las zonas pudientes, populares y marginales en la historia) los grandes espacios ceremoniales o públicos del pasado del mismo modo que los parques y plazas de hoy, los bienes visibles junto a las costumbres y creencias."

    A tal efecto, la política cultural respecto del patrimonio que debe seguir el Estado, los medios de difusión y la comunidad misma, tiene que rescatar las manifestaciones culturalmente representativas en su conjunto y "[…] no sólo debe importar los objetos en sí, sino también los procesos, porque representan ciertos modos de concebir y vivir el mundo y la vida propios de ciertos grupos sociales, es decir, revivir en fin la verosimilitud histórica".

    El patrimonio cultural como se ha expuesto posibilitará la construcción de la identidad de la ciudad, no como algo abstracto, superfluo, sino como algo que nos une, nos identifica, teniendo en cuenta que son el resultado de un proceso de conflictividad, de cambiantes contextos inteligibles, que le otorgan una variedad de representaciones, valores y que su apreciación va desde lo material a lo simbólico.

    Es sabido que nuestra historia reconoce diversos momentos, una primera etapa en la que la ciudad y la región se encontraban poblada por diferentes culturas aborígenes con sus particularismos, costumbres, viviendas, modos de apropiarse de los recursos naturales, decoración, representaciones y demás características de cada uno de ellas, sus relaciones de solidaridad y conflictividad, se deben por igual comenzar a sumar en la constitución de los que es nuestro patrimonio regional y urbano.

    Con la aparición de los primeros españoles en la región y el choque cultural que ello supuso, con el posterior establecimiento del poblado del Río Cuarto hacia 1786 y la consecuente creación de una línea de fortines "defensivos-ofensivos" a lo largo del cauce de su río, se debe incorporar las manifestaciones culturales a que dieron lugar a una nueva conflictividad, expresada en dos caras: la de los pueblos originarios-nuevos pobladores, siempre entendida en los marcos de la política nacional en pro de la formación del Estado-nación y sus requerimientos.

    Superada esta etapa, comienza otra, con la llegada del ferrocarril y la expansión de la traza urbana de la ciudad y por consiguiente la formación del actual Boulevard General Roca. Desde allí, como en todo los demás momentos descriptos, se torna indispensable una ardua investigación acerca de los modos de vida en el espacio urbano y la campaña, determinando las diferencias sociales y culturales de sus pobladores, sus relaciones en torno a la apropiación de los recursos, el grado de conflicto y solidaridad entre ellos. Claro está que por cuestiones de delimitación de objeto de estudio, en esta propuesta solo se trabajara sobre el aporte cultural que dejaron los inmigrantes en nuestra ciudad.

    Desde allí en adelante la ciudad y la sociedad riocuartense se encuentran en un proceso de continua transformación, por eso se torna difícil determinar qué debemos y no conservar de ella. Estamos convencidos que este paso será resuelto no solo a través de la búsqueda de un conocimiento específico brindado por diferentes disciplinas e instituciones encargadas de dicha cuestión, sino también por la participación en suma de la comunidad que, a través de ello, decidirá qué es lo que debe conservar como legado a las futuras generaciones, contando tanto la conservación de lo material como por ejemplo la monumentalidad de los edificios neoclásicos del siglo XIX y XX, como las construcciones habitacionales de una de las villa de la ciudad, hoy ya erradicada, los nuevos descubrimientos arqueológicos de la zona rural y urbana, las manifestaciones de los centros culturales en las zonas barriales, como lo son las actividades de las vecinales en cada barrio, así como las producciones de las Academias reconocidas de la ciudad y sus diversos artistas, las fiestas populares y las nuevas relaciones sociales en espacios determinados.

    Básicamente, lo que se requiere es la preservación del pasado-presente, buscando que las diferentes manifestaciones que conforman el patrimonio cultural funcionen como aglutinadores del sentimiento de la comunidad, y en una función de tipo pedagógica hacia el futuro, sirvan para el accionar de los individuos y el colectivo social. Así solo así, creemos que la verdadera identificación de la sociedad con lo que es su patrimonio, provocara la necesidad urgente por conservarlo. Porque, precisamente, la conservación del patrimonio hace a la memoria y a la identidad de un pueblo en la búsqueda permanente de sus raíces y en la necesidad de tener un pasado común como respaldo al presente y al futuro. Y es la memoria del pasado que da continuidad y coherencia a cada uno de nuestros actos.

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