Palabras claves: "adornos corporales" y "comunidades aborígenes".
La especie humana como regla general, siempre a tratado de embellecer el entorno que la rodea incluyendo a su propia persona, de una forma u otra los pueblos antiguos le han incorporado a su anatomía elementos para hacerla más hermosa, según sus parámetros de belleza; los primeros cubanos no fueron la excepción.
Esta investigación a logrado reunir elementos aportados por la Arqueología, la Etnografía y por Las Crónicas de Indias en torno a los adornos corporales de los aborígenes cubanos, fundamentalmente de los llamado Tainos, cultura agricultora-ceramista, que tuvo una mayor convivencia con los españoles y por lo tanto de ella tenemos la mayor cantidad de información. Se hace un análisis de las características físicas de esos pueblos, así como el uso del arte plumífero, la utilización de collares, aretes, pectorales; de los distintos materiales que emplearon, también se le dedica espacio al empleo de fibras tejidas y las pinturas corporales.
Los primeros pasos que dio el hombre encaminados al arte, fueron sin dudas adornando su propio cuerpo; por lo que debemos iniciar este estudio deteniéndonos brevemente en sus características físicas antes de entrar en los distintos adornos que utilizaron para ser más bellos.
Según el estudio de los restos óseos, se ha podido caracterizar físicamente a los integrantes de las comunidades prehispánicas de Cuba como de mediana estatura y corpulencia, coincidiendo con los parámetros de los encontrados en los aruacos continentales actuales.
Dejemos que Colón nos guíe y veamos cómo en su "Diario de Navegación" describe a los aborígenes:
"Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mugeres, aunque no vide mas de una farto mosa, y todos los que yo ví eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de mas de treinta años; muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos, y muy buenas caras: los cabellos gruesos cuasi como sedas de cola de caballos, e cortos: los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos de tras que traen largos, que jamás cortan: de ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y dellos se pintan de blanco, y dellos solo los ojos, y dellos solo el nariz".1
Valiosísima la información que nos brinda el Almirante, pero antes de comenzar su análisis, veamos otro fragmento de sus anotaciones:
"… y todos de la frente y cabeza muy ancha mas que otra generación que fasta aquí haya visto…".2
Como señala Colón la desnudez era común entre nuestros aborígenes; lo cual no implica que no adornaran sus cuerpos; lo hacían con plumas, collares de cuentas de piedra, conocidas con el nombre de sibas y de conchas, con pectorales y aretes (también de conchas y de huesos), según Las Casas, llamados "taguaguas".
Todo parece indicar que en momentos importantes algunos jefes usaban un cinto alrededor de las caderas hecho con plumas tejidas, o de algodón.
Las mujeres después de casadas utilizaban las naguas, que eran faldas cortas tejidas de algodón, en ocasiones les adornaban la parte delantera con piedras de colores.
Los hombres y las mujeres llevaban rodetes de algodón en las piernas debajo de las rodillas y en los tobillos.
Felipe Pichardo Moya en la obra "Cuba Precolombina" comenta un texto de Andrés Bernáldez, capellán del Arzobispo de Sevilla, que fue amigo de Colón y lo tuvo de huésped al regreso de su segundo viaje a las Indias, donde describe el vestuario de ciertos aborígenes:
"Al decir de Bernáldez, traía un cacique un sayo de plumas coloradas, de hechura de cota de arma, y en la cabeza una bella pluma de gran lucimiento; y dos hombres de los que con él iban, lucían también plumas en la cabeza, una de ellas en forma de celada, otros dos llevaban un como sombrero de palmas verdes, y uno de ellos además una joya de alambre de guanín, en forma de flor, en un collar de cuentas de piedras de mármol, y una guirnalda y un cinto de las mismas cuentas. Una de las mujeres, iba del todo desnuda, con un solo cinto de pequeñas cuentas de piedra negra, del que pendía un corto delantal de algodón tejido y adornado de piedrecillas verdes; y la otra, apenas se cubría con un delantal de algodón en forma de hoja de naranjo, llevando en las piernas y cerca de las rodillas unas grandes ajorcas, también de algodón".3
Como se ha venido señalando, dominaban las técnicas del tejido del algodón y otras fibras textiles; aunque no hemos encontrado refiriéndose a nuestro país, ningún pasaje donde se describa un telar o algo parecido, lo cierto es que los cronistas hacen alusión en reiteradas ocasiones a objetos tejidos e incluso algodón hilado.
Oviedo nos hace una descripción de esa única prenda de vestir femenina conocida como nagua que no queremos dejar de incluir en esta parte:
"… las naguas son una manta de algodón que las mugeres desta isla, por cubrir sus partes vergoncosas, se ponian desde la cinta hasta media pierna, revueltas al cuerpo; é las mugeres principales hasta los tobillos: las doncellas vírgenes, como he dicho en otras partes, ninguna cosa se ponian ó traian delante de sus partes vergoncosas, ni tampoco los hombres se ponian cosa alguna, porque, como no saben que cosa es verguenca,assí no usaban de defensa para ella".4
En la cita anterior de Andrés Bernáldez se hace referencia a una joya de alambre de guanín en forma de flor, este es una de los pocos comentarios sobre el uso del oro como adorno corporal en nuestras comunidades aborígenes.
En el año 1948 fue presentado un trabajo por Orencio Miguel Alonso titulado "El primer ídolo de oro precolombino de Cuba", donde se daba a conocer el descubrimiento en Yaguajay, Banes, del primer ídolo confeccionado con ese precioso metal, describía una pequeña figurilla de oro fundido de 10 kilates que mide 48 milímetros y 8 adarmes de peso, representando una mujer desnuda de pie. Después de encendidas polémicas los más destacados arqueólogos de esa época dictaminaron que la pieza en cuestión no se había confeccionado en Cuba y que por el mayor número de analogías debía corresponder a la cultura Veraguas de Panamá, con la cual hubo repetidos contactos desde el llamado Descubrimiento, Conquista y Colonización de Cuba.
En la década de los 80 el cerro de Yaguajay volvió a ser noticia al ser localizado un residuario funerario de grandes magnitudes, estudiado por el Doctor José Manuel Guarch y que comentamos en otra parte de este trabajo; junto a los restos humanos aparecieron varios adornos corporales siendo sin dudas los más llamativos los del enterramiento número 57, correspondiente a una joven perteneciente a la raza mongoloide americana, confeccionados con oro.
Se destaca entre las piezas un ídolo de oro de 10 kilates, de 3,5 gramos de peso y una altura de 23 milímetros que representa la cabeza de un ave estilizada, elaborado por la técnica de forja (batido y martillado), además fueron encontrados cuatro pendientes; consistentes en láminas de oro y plata o cobre de 10 kilates, perforados en un extremo; un cascabel de oro aleado con plata y dos cuentas de oro hechas con hilo de ese metal martillado.5
Con mayor frecuencia que las joyas de oro, los collares de conchas y piedras embellecieron la fisionomía de los indocubanos, tal como nos cuentan los cronistas y como la arqueología ha comprobado.
Sobre el "arte plumífero", o sea, el de adornar con plumas, muy poco escribieron aquellos españoles que conocieron a nuestros aborígenes, realmente parece que no fue muy difundido, aunque no desconocido, como ya se ha podido ver y que se reafirma en la siguiente referencia tomada del día 3 de diciembre de 1492, del "Diario de Navegación" de Cristóbal Colón:
"No quiso el Almirante salir del rio, antes hizo remar en tierra hácia donde ellos estaban, que eran muchos, todos teñidos de colorados y desnudos como su madre los parió, y algunos dellos con penachos en la cabeza y otras plumas…".6
Colón en la ya un poco lejana cita de partida de este acápite, nos comenta la forma de sus pelados, recordémosla: "… los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos de tras que traen largos, que jamás cortan."
Fácil es imaginarnos el tipo de pelado que usaban, pero un poco más difícil es saber cómo lo lograban, con qué instrumentos; alguien que los vio pelarse nos ayuda a comprenderlo:
"Algunos indios se trasquilan puesto que comunmente ellos y ellas tienen buen cabello muy llano é negro hasta la mitad de las espaldas, é bien cortado igualmente é por encima de las cejas, y en lugar de tisseras tienen navajas de pedernales, que cortan como buenas tisseras".7
Cuando Colón señala: "… y todos de la frente y cabeza muy ancha", está haciendo alusión a los rasgos exteriores de la deformación craneana artificial, que se realizaban estos pueblos y que es conocida como deformación fronto-occipital.
"…pero son bien hechos é proporcionados, salvo que las frentes anchas é las ventanas de las narices muy abiertas, é lo blanco de los ojos algo turbio. Esta manera de frentes se hace artificialmente; porque al tiempo que nascen los niños, les aprietan las cabecas de tal manera en la frente y en el colodrillo, que como son criaturas tiernas, las hacen quedar de aquel talle, anchas las cabecas delante é detrás, é quedan de mala gracia". 8
La deformación craneana en Cuba era llevada a cabo sólo por los taínos, posiblemente con un fin estético o buscando parecerse a las tortugas a quienes estaban unidos mitológicamente.
Desde las primeras descripciones que hace Colón de nuestros pueblos originarios está la que explica cómo se pintaban el cuerpo de varios colores, con fines decorativos, rituales y para protegerse del ardor del sol y las picadas de los mosquitos y otros insectos que no se les acercaban cuando estaban pintados.
"También he dicho de sus pinturas de la bixa é de la xagua é de otras maneras, assí en guerra como en paz ellos y ellas, pero en especial en la guerra se acostumbran a pintar mas á menudo los indios, é les paresce que no es hombre militar el que no lo hace. Algunos quieren decir que no es solamente gala tal pintura, sino porque se hallan más sanos, pintándose con tales cosas; y por esso no dexan de usar tales pinturas perpetuas, que no turan menos que sus vidas…".9
Para obtener el color rojo utilizaban el fruto de la planta conocida como bija o el mineral hematita y para el negro la planta jagua o el carbón vegetal; los colorantes eran mezclados con grasas de animales para confeccionar la pintura.
"La distribución del "ocre rojo" por las Antillas… aparte de los datos que ya tenemos para Cuba, encontramos que Rainey y Rouse lo encuentran en todos los sitios "Courí" explorados por ellos en Haití. Además el arqueólogo Gudmund Hatt lo reporta con abundancia en los conchales de Krum Bay, St. Thomas, Islas Vírgenes; así como Osgood, dice tener referencias de haberse encontrado algunos sitios en Venezuela".10
Muchos pueblos aún se pintan con los propios dedos o utilizando palillos; en varias partes del Caribe, incluyendo a Cuba, han aparecido ciertas piezas que reciben el nombre de "sellos" o "pintaderas", hechas en madera o barro, cuya utilidad pudo ser aplicar la pintura sobre el cuerpo, repitiendo determinado motivo en los integrantes de un grupo específico, haciendo rodar por el cuerpo los "sellos" después de ser mojados en la pintura preparada para este fin.
Pocas referencias hay sobre los tatuajes como formas de pinturas corporales permanentes, pero al menos con las que hoy tenemos, podemos conocer que fueron practicadas como una forma de adornarse el cuerpo o tal vez pensar que se protegían de enemigos reales o irreales.
Aunque desnudos en la mayoría de los casos, en el aborigen cubano que el conquistador español conoció existían gustos estéticos bien definidos a la hora de adornarse, mezcla de arte y de misticismo religioso.
Refiriéndose a los caribes que conoció en la isla de Martinica, el padre francés Jean–Baptiste Labat en su obra "Viajes a las islas de América" describe las pinturas corporales de esas comunidades aborígenes, que como podrá comprobar el lector no difieren de las que hemos venido explicando: "En cuanto a la tez, es difícil de juzgarlo, pues se pintan todos los días con bija disuelta en aceite de carapa o palmacristi, que hace que parezcan a cangrejos cocido… Cuando van a la guerra, a un festín o una visita de importancia, sus mujeres tienen el cuidado de hacerles bigotes y rayas negras en la cara y en el cuerpo con el sumo de bayas de genida (jagua)".11
Notas y referencias bibliográficas
1 Cristóbal Colón. Diario de Navegación, página 49.
2 Ídem. Página 50.
3 Felipe Pichardo. Cuba Precolombina, páginas 53-54.
4 Gonzalo Fernández de Oviedo. Historia General y Natural de las Indias, Tomo I, página 134.
5 Alexis Rojas. Chorro de Maíta, encuentro temprano de primera clase, en periódico Gramma, 28 de mayo de 1990, página 4.
6 Cristóbal Colón. Obra citada, página 114.
7 Gonzalo Fernández de Oviedo. Obra citada, Tomo III, páginas 138-139.
8 Ídem. Tomo I, página 68.
9 Ídem. Tomo III, páginas 138-139.
10 Ernesto Tabío. Culturas más primitivas de Cuba precolombina, en Revista de Arqueología y Etnología Números 13-14, página 135.
11 Jean Batiste Labat. Viajes a las islas de América, página 59.
Autor:
Armando Rodríguez Alonso
Rossana Lorenzo Rodríguez
Datos de los autores: – Armando Rodríguez Alonso (), cubano, nació en 1959, es Licenciado en Historia y Ciencias Sociales, graduado en el año 1980 en el Instituto Superior Pedagógico "Félix Varela" de Villa Clara.
– Rossana Lorenzo Rodríguez (), cubana, nació en 1971, es Licenciada en Historia, graduada en el año 1993 en el Instituto Superior Pedagógico "Félix Varela" de Villa Clara.
Categorías: Historia o Arte y Cultura.