Una exportación implica la venta de una mercancía que se produjo socialmente, y una importación está dirigida al benefactor, que somos todos, o al productor para que, por su intermedio, produzca socialmente una mercancía que la sociedad necesita. Esta es la que tiene el derecho y la obligación de dar forma y contenido a dichos controles, a través de los cuales es necesario realizar los trámites necesarios.
Los neoliberales desprecian el uso del trueque porque consideran que es una "desventaja" el que las dos partes que intervienen en la transacción deben desear poseer los bienes que ofrece la otra parte. Es lo opuesto a lo que nos dice el ciclo, que es una enorme ventaja: les compramos a quienes les vendemos, les vendemos a quienes nos compran, que podrán siempre ofrecernos algo que estemos necesitando, hecho por ellos mismos o por terceros. No olvidemos la obviedad de que esto no es una regla absoluta sino una tendencia, una inclinación, una prioridad no incondicional. Pero tampoco olvidemos, especialmente, que la exportación no es necesaria para el aumento de la riqueza, ni es promovida por esta economía.
Para los productores nacionales es mucho más redituable el "mercado interno" que la venta al exterior, puesto que la población tiene suficiente poder adquisitivo como para pagar un buen precio por sus productos; quizá el precio internacional, quizá más que ese precio, por poseer ahora un verdadero poder adquisitivo, un poder de compra disfrutado, conocido y garantizado por los mismos productores. Si el precio internacional de la mercancía que venden, por un motivo cualquiera, es más alto que el "nacional", la sociedad debe acomodar su precio límite máximo a esta nueva realidad: porque ése hecho nos indicaría que tal límite no ha sido bien calculado, o que se estaría cometiendo una injusticia con "nuestros" productores. A su vez, si el motivo de tal desfasaje es que el poder de compra de la población no llega a ser el suficiente para pagar un precio justo, existe no ya la posibilidad sino la obligación de elevarlo al nivel necesario. No olvidemos que no importa el precio de una mercancía, sino su valor.
La neo-libertad de comercio es, para los países no industrializados, una enorme restricción en sí misma; prohíbe la existencia del precio justo, tanto para los productores de dichos países como para sus consumidores. Coarta la posibilidad del beneficio necesario para el productor y el de la satisfacción de una necesidad para el consumidor. Los productores no pueden competir con precios (y beneficios) justos; los consumidores no pueden pagarlos. Parafraseándolo: "Las ganancias que obtienen algunos productores (de los países ricos) gracias a la falta de equivalencia en los costos y otras restricciones (acceso a un financiamiento razonable, acceso a la tecnología, etc.) quedan compensadas con creces por las pérdidas que sufren otros productores (los de los países pobres) y especialmente los consumidores (de éstos países) en su conjunto, quienes en definitiva pagan todos los costos." La importación de un automóvil producido en un país con distinto sistema económico y armado en origen (sin ningún "valor" a agregar) es, para el ciclo económico, puro gasto, puro perjuicio. Su precio no tiene ninguna correspondencia con su costo social de producción: éste, simplemente, no existe. Su importación no abre ni cierra ningún ciclo económico, por lo que el comprador que pague su precio no puede transformarlo en beneficio social: su valor social es nulo. Su precio existe (y puede llegar a ser muy alto) pero su valor es cero. Ése comprador nunca llega a ser un benefactor. Si en cambio se importa un automóvil para armar, su precio final contendrá sólo una porción de costo social de producción, que, por ejemplo, puede ser del 25% de aquél. Al ser adquirido, sólo una cuarta parte de lo que paga el comprador se transforma en valor social, cifra que pasa a integrar la riqueza H del país. El resto es pérdida. Aunque puede suplir satisfactoriamente la necesidad del comprador (él es quien le da un valor individual y subjetivo, por ello inmedible), su valor social (éste sí mensurable) es muy bajo. Su importación no sólo se saltea la etapa extractiva, sino que "inicia" un ciclo económico en la etapa industrial y sólo en forma parcial (las piezas vienen prefabricadas), por lo tanto es un ciclo que "nace" incompleto: al ser su costo social de producción de sólo un 25% de su precio, éste será su valor social. El comprador es sólo la cuarta parte de un benefactor. O dicho de otro modo, cada cuatro compradores se alcanza un benefactor.
La importación de materias primas para la fabricación de automóviles abre un ciclo completo, con un costo social de producción perfectamente conocido, que será transformado por el benefactor en un valor social, en una riqueza total, en un respaldo del indev del 100%.
Es equivocado considerar valor y precio como igual. Es así porque siempre ha tomado para sí el punto de vista del vendedor, del mercader, del capitalista. Pero para el ciclo económico natural (que mira desde los ojos del consumidor), el valor es clara y totalmente diferente al precio. Mientras que el costo de producción social de un bien cualquiera es perfectamente conocido (que se representa en lo que llamamos comúnmente "precio", el que coincide numéricamente con su valor social), debemos decir que el precio no siempre representa el valor individual del bien (aunque pueden coincidir en algún caso específico). Un bien tiene un único precio, pero la necesidad de su producción, y el nivel de satisfacción que logra en el benefactor que lo utiliza o consume, tiene dos valores: uno social y otro individual.
El benefactor individual, al que está dirigido el bien, es el que le da su valor personal, objetivo o subjetivo; por lo que éste no puede cuantificarse económicamente. El valor social de una mercancía (el nivel de satisfacción que logra) no es el valor individual que por ella se tiene; son valores cualitativamente diferentes. Este es un precepto fundamental: el valor individual y el precio de cualquier bien son conceptos económicos muy distintos y, según el caso, opuestos. Para el vendedor la palabra precio contiene dentro de sí el beneficio que de él se deriva. Para el comprador la palabra precio es un sinónimo exacto de costo. Por lo tanto "precio" es una palabra que, según quien la mire, tiene significados opuestos.
El vendedor no necesita de otra palabra para saber que lo que vende le genera un beneficio concreto: esa venta por sí sola le satisface su necesidad. ¿Pero qué pasa con el comprador? El beneficio que él consigue es el disfrute del bien que adquiere, es decir, el beneficio que recibe depende del grado de satisfacción que le genera el uso o el consumo de esa mercancía. Él, inicialmente, paga un precio, el costo de esa compra, que es lo contrario a beneficio, puesto que éste no existe dentro de lo que la palabra precio le representa. Sólo él conoce el valor de satisfacción de la necesidad de esa compra.
El precio se conforma para todos y cada uno de los productores integrantes del ciclo económico de dos partes, representadas cada uno en los dos círculos del diagrama siguiente: uno representa los costos y el otro los beneficios; ambos son generados, formados, concebidos, durante y por intermedio de su proceso productivo, es decir, del trabajo que lo crea: nunca en el momento de su venta; en ella ya se encuentran todos definidos. Lo que produce el bien es el trabajo, y este se mide y se paga mediante los diferentes beneficios contenidos en ese precio: la intersección de esos dos círculos es la parte que representa ese trabajo, puesto que esa misma producción es la que genera los costos necesarios y la que agrega los beneficios esperados.
En el aspecto social, cuando un país importa una mercancía el precio que paga por ella es todo costo; el país asume el rol de un benefactor colectivo. Si la necesidad de ella es alta, su valor (en este caso, valor social) será alto, independientemente del precio que se pague por ella. El Uruguay, país que no posee petróleo, tiene una necesidad imprescindible de él, lo que le da un valor alto, mayor de lo caro, o más caro, que pueda estar su precio. No sucede lo mismo con Venezuela; quizá para este país la necesidad de carne (su valor) sea mayor que en Uruguay, indiferentemente de sus precios. En definitiva, el orden de una economía queda establecido así: poder adquisitivo mayor que la necesidad de un bien, su necesidad mayor que su precio.
Lo que realmente importa es si se podrá o no reponer la riqueza extraída para la producción y la venta, o si la mercancía comprada suple o no una necesidad. Lo valedero es si ambas permiten o no el cierre del ciclo que en que interfieren directa o indirectamente. Esa definición de la conveniencia de vender más caro, sólo es cierta cuando se exporta una mercancía ya terminada, pronta para el consumo, y si lo que se obtiene a cambio de ella es otra mercancía que se necesita.
Para el ciclo económico no hay nada más caro que una mercancía importada que compite con una nacional, y que por tanto, no suple ninguna necesidad. Para el ciclo económico no hay peor negocio que la exportación de aquella materia prima que hace falta en el propio país, de la que hay necesidad.
La enorme cantidad de fábricas cerradas (y otros muchos medios de producción) en nuestros países se deben a que sus propietarios se pasaron de la producción a la especulación, incentivada por las ganancias fáciles, y sustentada por las políticas neoliberales. Y esto no se debe a que obtuvieran más beneficios importando que produciendo –aunque para algunos fue así- sino porque el lucro especulativo es más directo, más manejable y no paga impuestos. Mientras es fácilmente calculable el dinero definitivamente perdido por el pago de las importaciones realizadas, es imposible calcular el costo social que ha tenido este cambio de "actividad".
Uruguay importó en el año 2000 más de 530,1 millones de dólares en petróleo crudo y derivados. Gasto que puede considerarse indispensable, imprescindible, ineludible para el funcionamiento de toda la economía del país. Pero todo ese dinero se "quemó"; se hizo humo en todo sentido, a pesar de la necesidad imperiosa que obliga a esa importación. Se fue del país para nunca más volver. Si se hubiera invertido una parte de esa suma en la producción de biocombustibles –derivados de oleaginosas, por ejemplo- no sólo no hubiera desaparecido, sino que se hubiera distribuido entre toda la población del país, dentro del "mercado" interno. Es más, si en vez de esa, la cifra invertida fuera el triple, el cuádruple, incluso diez veces mayor, el Uruguay no sólo no hubiera perdido un centavo, sino que hubiera ahorrado esos mismos 530,1 millones de dólares que "quemó" definitivamente.
La propiedad y otros valores
El ser humano necesita un espacio en el cual desarrollarse y obtener su sustento. Los hombres modernos ya no viven de la caza y la recolección sin destrucción, sino que dependen de lo que producen otros hombres, quienes destruyen y reponen lo destruido. Todo ese espacio es un medio de producción, natural. Todo él es el factor R.
Dentro de los sistemas económicos de clases antagónicas que han existido, el derecho de propiedad sobre cualquier bien tiene por base fundamental la propiedad sobre el dinero; el derivado de aquel "sobrante" original. Esta es la propiedad que sus poseedores utilizan como base explicativa de sus privilegios; es más, basan todo ese "derecho de propiedad" en la adquisición, directa o heredada, que realizan por su intermedio.
El dinero es el capital, y tiene sus escasos dueños. Dice el mayor estudioso del capitalismo, Carlos Marx: "El dinero en cuanto dinero y el dinero en cuanto capital sólo se distinguen, en un principio, por su distinta forma de circulación". El indev no es "capital" ni tiene dueños, mucho menos "escasez" de ellos. Nuestro sistema, que se basa en el ciclo de la riqueza, reconoce totalmente el derecho de propiedad sobre los diferentes medios de producción para toda persona física o jurídica que cumpla con los requisitos indispensables que él exige. En el sistema que se propone, el derecho a la posesión de un campo –o cualquier otro medio de producción- está totalmente permitido a todo ser humano en su rol de productor, pero conlleva en sí mismo, contiene dentro de sí, simultáneamente, la exigencia de cumplir con la obligación de reponer la riqueza extraída por su explotación: eso es lo que demanda. Mientras se cumpla con esa obligación, se mantiene el derecho de uso de ese medio de producción, como medio de producción y medio de reposición, que es ambas cosas.
La propiedad de uno de ellos hace que su titular, individual o colectivo, sea definido como productor y no como benefactor: no tiene sentido económico poseer un medio de producción para contemplarlo. Lo que otorga el derecho de propiedad sobre cualquier medio de producción no es el hecho de adquirirlo, sino el cumplimiento estricto de la obligación de usarlo como medio de producción de bienes y como medio de reposición de la destrucción que inevitablemente se genera por su explotación.
El ciclo económico obliga a toda la sociedad, por intermedio de sus directos responsables que son los poseedores de esos medios, a cumplir necesariamente con la reposición de la riqueza extraída. De allí que si un medio de producción no es explotado como tal, es un perjuicio absoluto para esa economía y por ende para esa sociedad. Un medio de producción ha de ser un medio de producción, no un paisaje telúrico. No existirán más campos inexplotados o fábricas cerradas por sus dueños, sino el abandono de esos medios de producción por parte de sus dueños; esto parece una sutileza, aunque en realidad es fundamental. Porque una fábrica abandonada no es una fábrica cerrada: podrá volver a producir mientras haya interesados en reactivarla. Un medio de producción debe producir, si no deja de ser lo que es. Y lo que no es lo que debe ser, no tiene sentido económico, ni ningún otro.
El rol de productor existe cuando un hombre realiza un trabajo, mediante el uso de un medio de producción, que produce y repone riqueza, la que implica un esfuerzo especial para lograr la necesaria reposición. Todo benefactor logra el derecho total e irrestricto de posesión y de usufructo de todo bien integrante del módulo A al adquirirlo para su consumo o uso, pues siempre cumple con su parte del cierre del ciclo económico, automáticamente, y esta particularidad es lo que le asegura ese derecho.
Que todos los hombres y cada uno tengan, disfruten y posean lo producido por el hombre mismo es el objetivo de la economía: que se haya satisfecho la necesidad de poseerlo. El hombre no posee ni tiene derecho alguno sobre aquellos bienes no producidos por su propia mano. Solamente puede tomarlo prestado y reponerlo, debe cumplir con el ciclo económico que se realiza con ellos y a través de ellos.
El estado
El Estado tiene su papel fundamental en la economía el cual consiste en el control, tanto de los precios como de los índices de crecimiento en los que se basa el valor de esa moneda, para evitar la posibilidad de que exista la apropiación indebida de riqueza, la irreparabilidad y la especulación.
El Estado debe controlar que se cumpla fehacientemente el proceso, el orden y las etapas del ciclo económico. Pero, si la sociedad así lo quiere, no mucho más. El ciudadano en su papel de benefactor es el privilegiado de esta economía, y su obligación con ella es la denuncia ante los organismos estatales correspondientes de cualquiera de estas violaciones. Cualquier productor es también un benefactor, por lo que toda la sociedad tiene ese derecho y esa obligación, que en definitiva definen y defienden, ambos, a la riqueza social.
Cada sociedad, podrá dar otras posibilidades a su forma de Estado elegida. Este podrá, o no, seguir cumpliendo las tareas que hoy mantiene en los diferentes sistemas económicos que hoy existen, y los electorales o políticos que de ellos se derivan.
En el mundo hay sólo dos sistemas económicos. No obstante ello, dentro de cada uno existen innumerables formas diferentes de Estados. Si analizamos el capitalismo, podemos decir sin temor a cometer errores gruesos, que existe una forma de Estado por cada país. Si llegáramos a analizar las formas electorales que estos tienen y que conforman la definición más utilizada –aunque no es la mejor ni mucho menos- del nivel de democracia de cada país, aseguramos que hay una por cada Estado. Es más, hay estados capitalistas con diferentes sistemas políticos: hay republicanos y monárquicos, presidentes designados y dictaduras, presidentes electos que ejercen durante distinta cantidad de años, con reelección y sin ella, etc. Nadie, hasta ahora, puede asegurar que cualquiera de esas diferencias, tomándolas por separado, sea mejor que la otra, sin olvidamos de la obviedad de que sí existen algunas que no son las mejores. Cada sociedad se dará la forma de Estado, y sus funciones, más apropiada a sus propios requerimientos. Definirá, por ejemplo, cuál es el monto de PIB que se distribuirá entre sus habitantes. Podrá hacerlo con diferentes montos según diferentes criterios, o podrá hacer que todos obtengan la misma cantidad sin diferencias. Esa distribución es aconsejable que se haga a través de organismos estatales, al menos hasta que la economía se auto sostenga.
La recaudación es importante para el mantenimiento del Estado y se realiza a través del cobro de impuestos. Pero no puede existir, bajo ningún concepto, un impuesto al consumo, esto es, un impuesto al benefactor, cuyo ingreso es definido socialmente y distribuido en forma estatal. El ingreso principal del Estado ha de ser obtenido a través del impuesto a las ganancias, a las rentas, en fin, a los beneficios que todo productor define para sí mismo, según su criterio individual, y otra u otras formas fiscales que se consideren oportunas, siempre sin afectar al benefactor. Está muy de moda hablar sobre la reducción del Estado. No existe ninguna solución mayor a ese problema que la aplicación del ciclo económico.
Sigales, Alberto. (2003). La naturaleza de la riqueza (Versión 09-A4). Montevideo.
Autor:
Becerra Katerine
Benítez Cindy
Bermúdez Angelina
Mendoza Yiriannys
Moreno Oriana
Enviado por:
Iván José Turmero Astros
UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL POLITÉCNICA
"ANTONIO JOSÉ DE SUCRE"
VICE-RECTORADO PUERTO ORDAZ
DEPARTAMENTO DE INGENIERÍA INDUSTRIAL
CÁTEDRA: INGENIERÍA FINANCIERA
Profesor: MSc. Ing. Iván Turmero
Puerto Ordaz, Abril de 2016
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