Los instintos
De ellos existen tres reconocidos: 1. el de auto-preservación, que opondría el suicidio y el hambre auto-impuesta de la dieta, en el mejor de los casos, 2. el de propagación o reproducción de la especie, que nos obligaría a alimentarnos de modo sustancial y adecuado para poder procrearnos y 3. el de supervivencia, que nos da la razón por la qué comemos, oponiendo la restricción de alimentos, y que nos obligaría a defendernos interfiriendo con el acto suicida.
Pero, si es cierto, que estas pulsiones instintivas son poderosas y automáticas, cuando actúan en nuestro favor. ¿Cómo es posible que se desvíen y que abandonen su intento con tanta facilidad, cuando así lo deseamos?
No lo sabemos, pero parece ser, que debido a nuestra inteligencia, que nos provee con cierta medida de libre albedrío, hemos alcanzado la proeza de pervertir los instintos, tornándolos de protectores y guardianes, en dolencias y malestares, como más adelante veremos.
Los placeres instintivos y sus consecuencias
Veamos la situación que tenemos que descifrar. Comemos para vivir. Nos reproducimos para propagar nuestros genes y dejar detrás nuestros descendientes para la supervivencia y continuación de generaciones futuras, y nos cuidamos y protegemos para preservar nuestras vidas. Esto es fácil de comprender, porque todo ser o animal inteligente, domesticado o no, hace lo mismo.
Entonces, ¿por qué nos sacrificamos comiendo desordenadamente, o dejando de hacerlo? ¿Por qué sufrimos de disfunciones sexuales, las que nos llevan al especialista, y seguimos suicidándonos de manera inexorable?
Hasta ahora, las respuestas vanas que no ofrecen los expertos ni son suficientes ni son satisfactorias.
El ser humano en la lucha contra sí mismo
Para comprendernos mejor, a veces nos resulta conveniente trazar desde su origen filogénico lo que deseamos elucidar.
Cuando existiéramos en el paleolítico, ¿sufríamos de las cuatro disorexias?, las que aquí listamos para quienes no son iniciados en nuestro pensamiento: la anorexia nervosa, la bulimia, la dieta para rebajar, y la obesidad. Cuando vivíamos en la edad de piedra, ¿existían las disfunciones sexuales? Y, ¿se suicidaba la gente?
Tratemos de responder punto por punto.
Las disorexias, primero: La obesidad, la anorexia, la bulimia y la dieta restrictiva para adelgazar
Empecemos con la más antigua, la obesidad. ¿Qué nos dicen acerca de la corpulencia las estatuillas del neolítico, similares a la Venus de Willendorf?
Nos dicen, quizás, que el ser obeso era condición valorada y deseable, Tan valorada y tan deseable que los primeros escultores escogieron como modelos, aquellas mujeres extraordinarias por su adiposidad copiosa.
O tal vez nos dicen, como en el caso del pintor Pedro Pablo Rúbens, que al artista en cuestión le inspiraban las mujeres gordas.
O que ese tipo de anatomía era tan extraordinario y escaso que se le asignó un sitio especial para que otros lo conocieran, como se exhiben los seres contrahechos en los circos del mundo.
Vemos entonces, por qué la última de las opciones parece ser la acertada.
Claramente, la comida no era entonces abundante, ya que no conocíamos la domesticación de animales, la agricultura no era aún realidad y nuestras herramientas de caza eran rudimentarias.
Se comía lo poco que había para vivir y se retenía la energía en exceso, como grasa subcutánea para cuando llegara la escasez inevitable, que alternaba con los ciclos de relativa abundancia.
Podemos concluir que: nadie engordaba de modo adaptivo y natural, ya que disminuiría su habilidad para desplazarse libre y ágilmente durante la caza. Que nadie podía empacharse con comida que, en abundancia nunca existiera; y que de poder haberlo hecho, no vomitaría por temor de engordar. Y que ninguna persona trataría de no comer con el fin de ser flaca, haciendo de la dieta para rebajar actividad incomprensible.
Los trastornos del comer vinieron después.
Las disfunciones sexuales
Todos sabemos que el cerebro y sus funciones superiores juegan un rol de mucha importancia en la sexualidad de nuestra especie.
La sexualidad humana, como el acto de comer, se entiende que facilita vínculos sociales, que proporciona placer, amén de que posee aspectos de salud, legales y religiosos entre tantos.
Pero, dudamos que originalmente, con nuestra capacidad reproductiva constante, que los problemas relacionados con la actividad sexual existieran. De hecho, debe de ser lo opuesto. Si el sexo no produjera placer sensual inmenso, nadie lo practicaría y nadie celaría al objeto de su amor.
Las disfunciones llegaron juntas con la cultura hedonista que de nosotros se adueñara.
El suicidio
La auto-inmolación, la auto-mutilación, la guerra de destrucción mutua, el tomar riesgos claros exponiendo la vida contra toda posibilidad lógica; son comportamientos manifiestamente humanos que se asocian con un vasto repertorio de patologías, las que aunque pretendemos explicar, no conocemos bien, ya que factores individuales afectan a sociedades diversas y condiciones tanto hereditarias como ambientales y aprendidas son factores involucrados en este rompecabezas.
No es lo mismo el banquero que se suicida por desfalcar a sus depositantes, el idealista que se inmola para que tropas extranjeras salgan de su tierra, la mujer que se corta la piel, o quien se mata por amor.
Hasta aquí, nuestra tesis ha sido desarrollar la idea de que en nuestro transcurso histórico/cultural hemos adquirido una predilección por lograr el placer por sí mismo y no para otros fines de naturaleza instintiva.
Que por eso, comemos, o no comemos, que nos dedicamos al sexo en una variedad de contextos que no son los que aseguran nuestra supervivencia ni la prolongación de nuestra especie y que nos suicidamos, a veces, por razones ético/sociales, sino puramente cobardes.
El Kama Sutra
Este es un recetario para sexo hedonístico que existe desde hacen unos dos mil años AC.
Como todo libro de receta, éste, no se atañe con las consecuencias de lo que se recomienda, sino que se proponen métodos de lograr el mayor placer voluptuoso posible, para quienes los utilizan.
En este manual muchos dependían para enriquecer su arsenal de conocimientos en al área del sexo y del contacto carnal. Ahora, gracias al Internet, tenemos el "Cíber-sex" y la "Teledildónica", la pornografía en el servidor, y mucho más llegará.
En resumen
Muchos de nuestros lectores nos peticionan que ofrezcamos lecciones en las que se expliquen en detalle las zonas erógenas y el arte de amar. Este tipo de información iría más lejos que describir el simple desarrollo humano o discutir actividades naturales como la menstruación o la masturbación, sin recurrir a la imaginería explícita o al vocabulario escabroso.
Baste aquí que expresemos que esas solicitudes, exceden nuestra misión de lo que intentamos sembrar en forma de educación.
Nosotros no deseamos aventurarnos dentro del camino incierto donde lo moral y lo obsceno son difíciles de separar.
En cuanto a la fenomenología del suicidio, su importancia singular requiere que sea constituya didáctico para futuras lecciones.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Dr. Félix E. F. Larocca
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