Ni las propias sinopsis le hacen justicia a El Túnel y su legado existencialista ya que están abastos de superficialidad. El Túnel frecuentemente se cataloga como la historia de un psicópata realizando un vil asesinato; sin embargo, esta novela trasciende la mera psicología. Ernesto Sábato explora una analogía de índole existencial penetrando hasta lo más insondable de las identidades de ambos el protagonista y el deuteragonista—Juan Pablo Castel y María Iribarne.
Ernesto Sábato proyecta su propia visión existencialista del mundo a través de Juan Pablo Castel, centrándose en "la soledad del hombre actual, expresada en la imposibilidad de comunicación y en la vaciedad del amor". (ctd. en Coddou)
Para entender los planteamientos de Sábato cabe examinar la idea central de la novela y profundizar en las teorías del padre del existencialismo, Jean-Paul Sartre y de Martin Heidegger, destacado filósofo alemán, para observar como se relacionan a la trama y a los temas de la angustia, libertad, autenticidad, desesperación, la razón y lo absurdo, cuales son prevalentes en esta obra. El existencialismo repercute no sólo en el contenido, sino también en la forma, manifestándose en la estructura interna y en las técnicas narrativas que emplea el autor.
Pero arriba, a la izquierda, a través de una ventanita se veía una escena pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba el mar. Era una mujer que miraba esperando algo, quizá algún llamado apagado y distante. La escena sugería, en mi opinión, una soledad ansiosa y absoluta.
Esta cita describe un detalle aparentemente insustancial en una pintura de Juan Pablo que, no obstante, sirve como una concretización de la visión existencial de éste y naturalmente, la de Sábato. La escena es una representación sutil de "la esencial soledad del hombre y su lucha ansiosa por lograr superarla". (ctd. en Coddou)
Este cuadro, titulado Maternidad, estaba en exhibición en una galería, mas los críticos que admiraban su obra no se percataban de la transcendente relevancia de esta escena y la calificaban de secundaria y decorativa, lo que contribuía a la frustración de Castel.
Todo cambia cuando María Iribarne se detiene ante la pintura, y se fija en la "ventanita" y parece comprender el mensaje tácito; aunque Juan no la interroga, él tiene la certeza intuitiva de que ella captó la esencialidad de ese "detalle" y de ahí nace la posibilidad de que por fin una persona llegue a entenderlo. Esto es una motivación muy importante para Castel, quien es el narrador de su historia; él clama al principio de la narración que lo que lo anima a plasmar los detalles de su crimen en páginas es la frágil esperanza de que alguna persona llegue a entenderlo: "AUNQUE SEA UNA SOLA PERSONA". (Sábato, 11)
María Iribarne se convierte pues en objeto de su obsesión y en un soporte de su existencia. Castel se lanza desesperadamente a las calles de Buenos Aire en busca de María, a pesar de su atolondramiento y timidez y cuando la encuentra, despierta un amor que pronto se transformará en odio y culminará en la muerte de su amante. Ahondemos en las justificaciones existencialistas del comportamiento de Juan Pablo.
El existencialismo supone que son los seres humanos, en forma individual, los que crean el significado y la esencia de sus vidas. (ctd. en Honderrich) Es decir, la existencia precede la esencia. El hombre existe distanciado de un mundo al cual él, sin embargo, pertenece. Este mundo carece de sentido objetivo, por lo que cada humano debe proyectarle un significado arbitrario. Lo mismo aplica al humano en sí. Heidegger visualiza al humano como arrojado al mundo, a una existencia que revoluciona hacia la muerte. "El hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y luego se define". (ctd. en Honderrich) Esto implicaría que no hay una naturaleza humana, y que a cada humano le corresponde el lugar de dios. Si esta construcción con la cual cada humano se rodea, colapsa, el humano debe enfrentarse a la arbitrariedad de un mundo desnudado, y los resultados pueden ser devastadores, como revela Castel cuando descubre que la unión con María es imposible.
La psicología existencialista también confirma estas teorías. Esta parte de la creencia que aunque los humanos están fundamentalmente solos en este mundo, ellos aspiran a conectarse a los demás. En fin debemos realizar que estamos solos y que no podemos depender en los otros para nuestra validación. Esto implica que cada uno es libre y debe determinar sus valores independientemente: cada uno es responsable por su propia existencia lo que conlleva una "angustia existencial"[1] de la cual padece Juan Pablo.
La conclusión final de Heidegger y la psicología existencialista es que el ser humano está sumido en un estado de soledad. Sartre parte de esta premisa para teorizar sobre el amor y la potencial salida del estado de solipsismo[2]En las palabras técnicas de Sartre, "El otro-objeto no es suficiente; el amor sólo puede nacer del deseo del otro-sujeto (María en la novela). La libertad del otro-sujeto debe quedar cautiva en mi libertad voluntariamente. Además, yo a la vez consiento a ser objeto como el otro es a mí."(ctd. en Mcquarrie) Sartre admite que cualquier intento a aprehender la libertad esencial del otro terminaría en frustración, lo que propulsa al sexo como medio de adherir las corporeidades. Cada otro-sujeto simultáneamente quiere hacer cautivo al otro; lo que resulta ilógico.
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