Indicadores clínicos y psicológicos en el trastorno de ansiedad fóbica
Enviado por Dr. Armando Alonso Álvarez
Introducción
Las investigaciones en relación a los aspectos clínico-psicológicos que tienen lugar en el Trastorno de ansiedad fóbica están vinculadas al trabajo de las diferentes escuelas psicológicas y psiquiátricas.
Nuestro trabajo trata de unificar indicadores tanto de tipo clínico como de tipo psicológico en el estudio de pacientes que padecen este trastorno, para así lograr una visión más amplia y unificadora de este fenómeno. Nos interesa también este análisis desde los diversos subtipos de fobias.
No es posible comprender los trastornos neuróticos, y en particular la fobia, obviando en su génesis y desarrollo, el papel que tiene la personalidad, sus mecanismos así como los eventos vitales a los cuales se enfrenta. Por otro lado, una vez que aparece el trastorno, éste modifica los componentes personológicos. El objetivo de la monografía consiste en una revisión de los componentes clínicos y psicológicos de la fobia. Pasemos a una revisión de lo planteado en la literatura con relación a ambos componentes.
Indicadores Clínicos
Epidemiología:
Los Trastornos de ansiedad son considerados en la actualidad como el trastorno mental más común en los Estados Unidos y México. En algún momento de sus vidas se prevé que cerca del 25% de la población experimentará algún tipo de Trastorno de ansiedad. En un trabajo publicado de Echeburúa nos muestra que la prevalencia del Trastorno de pánico sin Agorafobia es de 0,8-1% y con Agorafobia es de 1,2-3,8%; la Fobia específica aparece con una incidencia de 4,1-7,7% y la Fobia social con 1,7-2%. En este sentido, y en concordancia con los resultados del Estudio de Actualización Epidemiológica (ECA), la fobia es la afección mental más común en los EE.UU. La Fobia específica encabeza la lista con tazas de prevalencia de 4,5 a 11,8 %. Dentro de este mismo estudio, la Fobia social alcanza el 1,9 –3,2 % con una media global de 2,4%. Estas cifras pueden variar dependiendo de los umbrales definidos para cuantificar el malestar clínico o la afectación de la actividad global del individuo, además de los tipos de situaciones sociales objetos de estudios (Echeburúa 1995, citado por H. Kaplan y B. Sadock, 1997).
Para J. Ayuso (1994), la Agorafobia representa el 60% de todos los estados fóbicos en los cuales se produce una búsqueda de tratamiento. Además, señala que esta es la fobia más incapacitante y la que ofrece mayor resistencia al tratamiento. En relación a la Fobia específica, y a pesar de que es bastante común en la población, este autor señala que los afectados recurren con menor frecuencia que los agorafóbicos y los fóbicos sociales a los servicios psiquiátricos, representando sólo el 17% del total de sujetos con este trastorno. La Fobia social por su parte constituye el 25% de todos los pacientes que solicitan tratamiento (J. Ayuso, 1994).
Aunque es frecuente en la población general, la Fobia específica raramente provoca un malestar o un deterioro general suficiente como para permitir realizar el diagnóstico. Las cifras de prevalencia publicadas en la literatura pueden variar según los umbrales empleados para determinar el malestar o deterioro general a que dan lugar y el tipo de fobias estudiadas.
En los centros asistenciales más del 95% de los individuos que acuden por Agorafobia presentan igualmente un diagnóstico (o historia) de trastorno de angustia. No obstante, debido a la dificultad de una correcta valoración clínica es probable que las cifras de los estudios epidemiológicos estén sobredimensionadas. Por su parte, la Fobia social rara vez constituye un motivo de ingreso hospitalario (J. Ayuso, 1994).
Las investigaciones actuales han caracterizado las fobias clínicas como desórdenes fundamentalmente femeninos. A pesar de la preponderancia de las mujeres en la literatura de las fobias, ha habido pocos intentos de explorar las variables relevantes a esta diferencia sexual.
En las investigaciones con pacientes agorafóbicas se aprecia un estilo de vida dentro de los límites de la casa, sentimientos de indefensión, y sentimientos de estar atrapado. En este sentido, algunos autores sugieren que las mujeres agorafóbicas son a menudo mujeres tradicionales y de rígidos estereotipos sexuales. Con pocas metas en sí mismas, esperan pasivamente que otros las cuiden o las dirijan. Frecuentemente se sigue el resentimiento, la depresión, la actividad restringida, pobre asertividad y baja autoestima. Estas conductas temerosas son después reforzadas por otros individuos significativos en la vida de estas mujeres (p.e, sus maridos) como consonantes de su rol sexual.
El miedo del mundo exterior tiene sentido cuando comprendemos que las mujeres han tenido sistemáticamente negada la entrada a habilidades que les permitirían enfrentarse con situaciones adultas comunes. Ellas carecen especialmente de una asertividad adecuada, lo cual es un déficit conductual que se correlaciona y está significativamente incluido dentro de la Agorafobia y de la Fobia social.
Otras fobias también tienden a reflejar la tendencia de las mujeres a verse a sí mismas como incapaces e impotentes. Un claro ejemplo de esto es la ansiedad ante los exámenes, más alta en las mujeres que en los hombres. Si se requiere la evaluación para entrar en una profesión, para cambiar de carrera, o subir a un nivel más alto en un trabajo, la ambición de una mujer puede estar limitada por este miedo. También la ansiedad a hablar en público, con más alto predominio entre las mujeres, puede ser uno de los factores más importantes que limita el ascenso profesional de las mujeres. En relación a esto, la CIE-10 (1994) plantea que la Fobia social se presenta con igual frecuencia en varones y en mujeres.
En investigaciones en el ECA, la incidencia sexual de esta fobia se relacionaba con que en general los que buscan tratamiento son los hombres porque este trastorno les impide desempeñar sus roles sociales adecuadamente, mientras que en el hogar las mujeres no requerirían tal intervención pese a sus deficiencias sociales. La frecuencia según el sexo también varía según el tipo de fobia específica. Aproximadamente el 75-90% de las personas que padecen fobia animal o ambiental son mujeres (excepto en el miedo a las alturas, donde las mujeres representan un 55-70%). De forma similar, cerca del 75-90% de los individuos que padecen fobia situacional son mujeres. Estas también constituyen el 55-70% de los individuos con fobia a la sangre-inyecciones-daño (H. Kaplan y B. Sadock, 1997).
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