La agentividad sexual de las mujeres, una asignatura pendiente en el proceso de igualdad
Enviado por Consuelo Debón Hernández (Neus)
- Sinopsis
- ¿En qué se diferencian varones y mujeres respecto del placer y el deseo sexual?
- El conocimiento no es inmutable, es subjetivo, parcial, contextual e histórico
- ¿Cómo se inscribe y conforma la identidad sexual? ¿Qué instancias y herramientas sirven a la adscripción/aceptación del dimorfismo jerarquizado entre los sexos propio del sistema patriarcal?
- La España de comienzos del siglo XXI y la asimetría en agentividad sexual
- ¿Qué actitudes y conductas sexistas deben ser cuestionadas en la España del siglo XXI para favorecer la agentividad sexual de las mujeres favoreciendo a la vez la igualdad?
Sinopsis:
Desde el desvelamiento de los sesgos androcéntricos y etnocéntricos en las investigaciones relacionadas con los sexos y sus relaciones, se analiza el modelo sexual predominante: heterosexual y coital y las repercusiones del mismo en la salud física y psíquica de las mujeres. Centrando la mirada en la España del s. XXI se cuestionan algunas creencias y conductas que están enmascarando y obstaculizando la percepción de las mujeres sobre su derecho a la agentividad y la satisfacción de su deseo y placer sexual.
LA AGENTIVIDAD ERÓTICO-SEXUAL DE LAS MUJERES,
UNA ASIGNATURA PENDIENTE EN EL PROCESO DE IGUALDAD.
¿En qué se diferencian varones y mujeres respecto del placer y el deseo sexual?
Formular esta pregunta exige cuanto menos dirigir la mirada hacia las mujeres cuestionando el dominio focal androcéntrico, objetivo y universal de las ciencias. Responder esa pregunta demanda un somero recorrido por algunos de los vaivenes del conocimiento humano al respecto de los sexos y sus relaciones.
Hoy se acepta que la realidad es percibida subjetivamente, que "la ideología influye en todas las miradas y que las teorías científicas se han construido preñadas de significados no científicos (creencias, postulados, suposiciones,… que no han sido comprobadas, ni tan siquiera investigadas)". "Hay mucho más en lo que se ve que lo que descubre el globo ocular".(Chalmers). "La ciencia no es asexuada: es un hombre, un padre y también está contaminada…" (Virginia Woolf)
El conocimiento no es inmutable, es subjetivo, parcial, contextual e histórico.
Hasta mediados del siglo XX, los estudios de las ciencias humanas sobre los sexos y sus relaciones han estado afectados por dos sesgos fundamentales: el etnocentrismo y el androcentrismo.
La actitud prepotente y chovinista de l@s investigador@s occidentales respecto de las otras culturas ha impregnado de prejuicios las descripciones e interpretaciones de las culturas estudiadas. Esta mirada etnocéntrica fue denunciada por M. Mead y Lévi-Strauss; sus estudios fueron un ataque a la supuesta universalidad de los roles sexuales y de la naturalización de la división sexual del trabajo propios de la tradición europea y anglosajona.
El androcentrismo ha universalizado el sistema de relaciones patriarcal y burguesa (ha trasladado a cualquier sociedad la ideología dominante naturalizando y legitimando un sistema de valores jerarquizado en el que las mujeres eran engullidas dentro de la categoría hombre al tiempo que su papel y sus "peculiaridades naturales" eran devaluados, subordinados, criticados, envilecidos o invisivilizados, salvo milagrosas excepciones..
La "naturalidad" de la mirada androcéntrica dificulta su cuestionamiento. Con el paradigma crítico y el impacto del movimiento feminista de segunda ola, a partir de 1960, se activan las alertas que lograr visibilizar este sesgo en las ciencias y saberes científicos anteriores. Pierden validez algunos postulados relativos a los sexos y sus relaciones:
- Que la anatomía externa de los genitales determine la caracterización dicotómica de las personas en hombres o mujeres, siendo la categoría ‘sexo’ holística, innata e inmutable.
- Que la dicotomía sexual sea en razón de naturaleza.
- Que por la asignación a uno u otro sexo las personas desarrollen de manera natural universos simbólicos (creencias, valores, imaginarios, rasgos de personalidad, actitudes, capacidades, intereses y conductas) diferenciados sexualmente y desiguales.
- Que la aparente emergencia natural de conductas acordes a universos simbólicos dicotomizados sexualmente sea razón suficiente para justificarlos socialmente.
- Que la subordinación de las mujeres a los varones arranque en la noche de los tiempos y se justifique por su dependencia de la reproducción.
- Que la invisibilidad de las mujeres en los hallazgos y demás fuentes que se han manejado para la construcción de las teorías científicas, "describa" la irrelevancia de su papel social.
Bajo la mirada androcéntrica las mujeres han sido vistas como objetos pasivos de la historia, insistiendo en dos tipos extremos de androcentrismo, la invisibilidad de las mujeres y la misoginia. (Margrit Fichler, 1987).
Etnocentrismo y androcentrismo han contribuido a universalizar la desigualdad entre los sexos mucho más allá de las evidencia anatómico-biológicas. Etnocentrismo y androcentrismo han contribuido a naturalizar y legitimar la ideología sexista.
Desde mediados del siglo XX, con la emergencia del paradigma crítico y el cuestionamiento del estatus de neutralidad, objetividad y universalidad del conocimiento científico, se produce un magnífico trabajo impulsado principalmente por investigadoras feministas que ha permitido dotar a las ciencias sociales de un equipamiento conceptual, epistemológico y técnico capaz de enjuiciar y falsar los postulados de naturalidad de las diferencias entre las personas y la jerarquía por razón de su sexo asignado, por su adscripción sexual (dicotómica o ambigua) por su genitalidad externa. El desarrollo de la categoría género (Robert J. Stoller, 1968) ha permitido que las ciencias sociales se quitasen el androcentrismo sobre el que se había construido e interpretado la humanidad.
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