La transdisciplinariedad de la bioética conmina a la formación de otros saberes que participen de esa condición, y ella misma ha sido precedida de pensamientos totalizadores como tiende a ser la filosofía en la mayoría de sus salidas objetivadas en una toma de conciencia con relación a la naturaleza. Su relación cuasi íntima con el ambientalismo aunque privilegiada no es la única vinculación transdisciplinar, la necesaria salida práctica tanto de una como del otro pasan por la imprescindibilidad que la responsabilidad de la sociedad se exprese de forma pública y privada, colectiva e individual, a través de las plurales ciencias y del conocimiento común, de la conducta predominantemente racional y-o instintiva y una de las vías preeminentes la constituye la necesaria respuesta al problema por medio de la elaboración y ejecución de políticas públicas adecuadas.
Por supuesto, no puede excluirse la contextualización social de las políticas públicas, pretensión imposible en un mundo política y militarmente unipolar y de diferencias cuasi abismales entre élites y grupos absolutamente mayoritarios a nivel nacional y global, lo cual no quiere decir que ante riesgos que afecten a todos los seres humanos, aunque sea en plazos diferentes, no pueda y deba construirse una conciencia responsabilidad humana y planetaria y cambiar los paradigmas de comportamiento ante la naturaleza no humana. Precisamente, ha sido nuestro criterio constante que no puede esperarse para el intento de solución del problema ambiental la superación de la dicotomía entre los grupos sociales, lo cual dividió durante mucho tiempo a los rojos y a los verdes.[16]
Una conciencia planetaria no puede construirse sin una conjugación de multiplicidad de factores, de saberes transdisciplinarios; pero también de disciplinas específicas.[17] En efecto, consideramos que la autopoiesis pasa necesariamente por aparatos conductores y mediaciones que desempeñen un papel comunicativo y ordenador con los grupos sociales y con los individuos, en particular, con los gobiernos, para que estos adquieran una conciencia de grupo en contra de la destrucción del entorno que no es sólo el específicamente circundante, sino que concierne a la globalidad.
Ello implicaría el dominio de procederes que afecten globalmente, por lo cual a partir de posiciones correctas de determinados gobiernos, sus políticas respecto al ambiente podrán influir en los fora internacionales y su discurso público incidirá en el cambio de paradigma social hacia una tendencia ecológica, aunque aún contra la voluntad política de estos, sus posibilidades de consecución de cambios pasan indefectiblemente por su posición respecto al poder global.
La relación entre lo sustantivo y lo adjetivo que se traduce en los contenidos bioéticos y en los mecanismos políticos conducentes a convertir aquellos en códigos de comportamiento pasa por la relación teórica entre dos órdenes de saberes, el bioético y el correspondiente a la ciencia política. A su vez, las relaciones entre estos saberes en un plano cognitivo y formativo –axiológico general, sin excluir el valor de la cognición, sino reiterándolo en otra dimensión-, las encontramos en la metapolitología y en la metabioética.
En efecto, esa dimensión relacional del conocimiento bioético y en la ventana que se abre en relación con el análisis de su propia teoría e historia científicas o metabioética, encontramos como un elemento de peso preeminente, la actividad de la naturaleza agudizada
en la respuesta a la sistemática y creciente depredación humana.
Si algún saber posee especial y quizá íntima vinculación con la bioética es el saber ambiental, es más, las posiciones de la ecología profunda, de la ecología social y el ecofeminismo no se distancian entre sí respecto a la necesidad de un nuevo paradigma ecológico ante el existente de destrucción consciente o inconsciente del entorno, causado por el absolutamente dominante patrón antropocéntrico. Según he planteado anteriormente, "La pluralidad de grupos sociales existentes, incluidas las élites del poder a niveles nacionales, regionales, mundiales con sus conciencias plurales se enfrenta ante un reto inaplazable, no puede pensarse el mundo en los términos de la dominación preeminentes hasta el siglo XX, y una cuestión global y, a su vez, local, la sustentabilidad del medioambiente obliga a consensuar a todos, so pena de enfrentarse a un juez inapelable, para el cual el único supravalor es la búsqueda objetiva de su existencia y capacidad transformadora, en otros términos, su actividad avalorativa.
Tanto el saber ambiental como el saber bioético se ven conminados a buscar una salida eficiente en este estadío situacional global actual a través de la actividad comportamental de orden político de intención política que reúne la actividad social y jurídica de grupos progresivamente mayores de hombres, de colectivos especialmente activos no gubernamentales y gubernamentales y de individuos destacados por su conciencia bioética.
La relación entre la bioética, el ambientalismo y la ciencia política implica el establecimiento de una ecuación radicalmente diferente. Nos distanciamos del personalismo ontológico tanto como del sociobiologismo, no cognitivismo, utilitarismo y neocontractualismo. Ello se basa en la universalidad de la bioética y el ambientalismo, que incluye la bioética médica; pero que no se reduce a ella. Además la relación interactiva planteada toma en cuenta la vía de los procederes globales que debía representarse por la ciencia política, aunque la fundamentalmente en boga, en esencia occidental y resultado de la racionalidad clásica, se caracteriza por su exclusión de todo aquello que no convenga a dicho paradigma, con lo cual se priva de pluralidad, de unidad, de universalidad y totalidad.[18]
El carácter sintético de la ciencia política, su condición vehicular y comportamental la hacen imprescindible para producir cambios efectivos en la relación entre la sociedad y la naturaleza, principalmente, por constituir en la actualidad el motor principal del comportamiento social global, sólo que la propia ciencia política tiene que transformar el estado actual de su arte en función de mayor cognición y valoración, para lo cual la primera tarea es considerar el referente real en toda su complejidad, en su unidad planetaria, lo cual sólo sería posible si como primeros pasos se destierra el unilateralismo en aras del multilateralismo y la sociodiversidad.
Pero si se hacen ínnumeros esfuerzos en el campo de la ciencia política alternativa, habría que dedicar también espacios a la metapolitología que provocaría una vía privilegiada interactiva entre la bioética y el arte y la ciencia de la política.
¿Tiene futuro la metabioética? En mi criterio, es imprescindible su desarrollo, del propio modo que la metapolitología apoyaría la deconstrucción de las dimensiones excluyentes de la ciencia política actualmente dominante y en boga y la construcción de una ciencia política verdaderamente universal, por el valor epistemológico de ambas tanto en relación con la ciencia política como con la bioética, en un espectro amplio en el cual se privilegia la totalidad del tipo de saber y la posibilidad de pronosticación y de conducir conductas a nivel global.
La tarea de la construcción de la Metabioética, por supuesto, tiene que ser resultado de un trabajo de muchos científicos, ambientalistas y, considero que los filósofos, por su papel decisorio en la epistemología y, en algunas filosofías en el tratamiento de las totalidades, tendrán que desempeñar un papel protagónico.
El camino de la metabioética como epistemología de la bioética en estos sus inicios, abre enormes perspectivas investigativas: sus relaciones con la ética ambiental, con las ciencias biológicas, con la bioética médica produce una red de conceptos, categorías, métodos que a su sustantividad particular y comunicativa tiene que incorporar la propia a la zona del saber que origina el cuestionamiento y que posee su historia.
Existen ya en las políticas de la práctica médica y en las relaciones de lo orgánico , de lo terrestre y de lo planetario extraterrestre, muchas preguntas y formulaciones que demanda un análisis específico.
En la política de ejercicio de las ciencias médicas se ha producido un distanciamiento creciente entre la práctica asistencial masiva y la investigación de punta, a la vez que, de modo contradictorio, se acercan a través de los instrumentos que datan de las primeras vacunas para la salud pública. Ambas líneas son necesarias o, mejor aún, imprescindibles; pero sus vínculos no pasan sólo por la relación entre las ciencias médicas y biológicas, sino tienen que tomar en cuenta la metapolitología y la ciencia política y el derecho y su mediación respecto a la filosofía del derecho.
La disciplinariedad con que se formulan los planes de estudio universitarios, es asediada por las zonas de incertidumbre, por los vasos comunicantes, las necesarias generalidades y las especializaciones puntuales. Ello se refleja ahora en la prospectiva de crear planes básicos y dejar la ubicación específica a cursos de postgrado; pero estos padecen también de ausencia de la generalidad instrumental. Ambos términos parecen contradictorios; pero la necesaria solución de su utilización es lo que hace posible una comprensión correcta del modo de actuar de un especialista que, por otra parte, es cada vez menos especializado para trabajar con complejos holísticos y con un grado de incertidumbre que sólo la complejidad del cerebro humano puede abordar.
Otra cuestión que adquiere mayor relevancia en el mundo de hoy es la identificación-distinción entre la conciencia planetaria y la conciencia global. Junto a estos códigos, adquiere especial importancia en el tratamiento del holismo y de la totalidad y, en particular, si la categoría totalidad, posee un asiento especial en la metabioética o si sólo corresponde al sistema de las categorías en una de sus corrientes.
Otra cuestión sería la contextualidad de los fenómenos bioéticos, si dicha contextualidad se constriñe a una interpretación hermeneútica de dichos fenómenos, se reduciría más que a la relación del sujeto hombre-sociedad con la naturaleza, entendida esta en su sentido más amplio, al campo de la subjetividad y este tiene sentido sólo en relación con su opuesto, por lo cual la pretensa solución a la red sujeto-objeto permanecería en el primer elemento, con lo cual perdería el carácter relacional y se reproduciría la vieja cuestión gnoseológica del subjetivismo.
La contextualidad de que tratamos que da un lugar central a la hermeneútica filosófica no otorga un papel inferior al condicionamiento histórico-concreto de los fenómenos bioéticos que precisamente en su diacronía dieron nacimiento a su propia reflexión y autorreflexión, por lo cual, la bioética ha dado un nuevo relieve a la objetividad de la relación vinculante entre los fenómenos de la vida, su gradación subjetiva y a la vez el conocimiento y autoconocimiento de dicha red. La evaluación de la preeminencia de las relaciones materiales sobre las espirituales o viceversa, según los enfoques diversos, correspondería al segmento mediatorio meabioético, asi como la indiscutible objetividad de lo espiritual y el incremento de dicha dimensión hasta el extremo de poder atentar contra su origen.
La relación entre la vida y la conciencia que se expresa en las relaciones disciplinarias y transdisciplinarias entre las ciencias biológicas y la filosofía en sus diferentes formas tuvo su antecedente en la comprensión aportada por Marx de la determinación de lo material que en las sociedades clasistas la eleva al comportamiento de la determinación en última instancia de las relaciones supraestucturales por las relaciones económicas.
Posee apreciable valor heurístico para la metapolitología la idea de Hans Jonás que "壯n la continuidad de la mente con el organismo, del organismo con la naturaleza, la ética se vuelve parte de la filosofía de la naturaleza (兩. Solamente una ética fundada en la amplitud del ser puede tener significado."[19] Su extensión de la ética de la responsabilidad a la naturaleza como único modo de posibilitar la "continuidad indefinida de la humanidad en la Tierra"[20] también debe ser objeto de análisis en los predios metabioéticos, no obstante, a pesar de la belleza de la proposición, es nuestro criterio que dicha continuidad pasa necesariamente por la política, por la ciencia política y se imbrica en las metadialécticas, en este caso, en la necesaria comunicación cognitiva y comportamental de la metabioética y la metapolitología.
Universidad de La Habana, 15 de noviembre del 2008.
Las metadialécticas: metapolitología y metabioética.
Thalía Fung
En su ponencia, la autora aborda las metadialécticas como las mediaciones necesarias entre disciplinas como la ciencia política y el saber bioético y la filosofía. Asimismo valora la estrategia epistemológica y lógica de dichas aproximaciones al conocimiento del comportamiento político y de la ética de la vida como vías comunicativas para la asunción de préstamos metódicos, formación de conceptos y categorías, relaciones intertextuales, hermeneúticas, también en relación con otras ciencias hasta ahora llamadas particulares.
Privilegia la relación entre la metabioética y la metapolitología dado que la bioética no puede tener sólo salidas cognitivas y éticas, requiere del comportamiento activo de los grupos sociales, políticos, no gubernamentales y, en particular, de los estados y los organismos internacionales por lo cual, demanda un papel creciente para la ciencia política.
Sólo que la Ciencia Política actualmente en boga y diseminada por los centros mundiales de poder no se plantea entre sus objetivos prioritarios la solución de la problemática que enfrenta la especie humana y lo que hasta ahora ha sido considerada su otredad, la naturaleza. Por todo ello, propone la disertante la construcción de una Ciencia Política y de una Metapolitología alternativas, con un enfoque desde el Sur político, en las cuales los macrosujetos y los sujetos emergentes devengan actores políticos y en el sistema global a que pertenecen, se tome en cuenta, de forma priorizada, las respuestas avalorativas; pero contundentes de la Naturaleza.
Autor:
Thalía Fung
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