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Sobre la necesidad de la mediación pedagógica de las tecnologías (página 2)


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Puesto que el instrumento no nos impulsará hacia formas superiores del espíritu, puesto que no asistimos a marejadas de aprendices dispuestos a pasar horas en busca del saber, puesto que la red se ha llenado de lo que el hombre ya es, cabe preguntarnos por el sentido de los llamados a una utopía tecnológica que nos hará casi ángeles, con prótesis digitales.

Vivimos en mi país una experiencia por demás dolorosa. Hacia el año 2000 fue abierto en Internet el portal EDUC-AR, nacido gracias al apoyo de un compatriota exitoso en el exterior, que donó 12 millones de dólares con una intención por demás ambiciosa: elevar la calidad de la educación a través de las posibilidades de la tecnología. A comienzos del 2004 se conoció una información que dio por tierra tanta aspiración: del dinero recibido no quedaba nada, se debían tres meses de alquiler de la casa donde funcionaba el portal, no había manera de pagar los sueldos de las más de 150 empleadas. Digamos, para aclararnos parte de este drama en el espacio de la educación, que la dirección fue confiada desde un comienzo a un hijo del expresidente De la Rua, quien con sus 24 años seguramente podía manejar tamaña empresa, ya que sabía algo de computación.

La cuestión no son las tecnologías, la cuestión es el proyecto que les da sentido, los seres a cargo de ellas, la mirada comunicacional y pedagógica capaz de orientar los aprendizajes.

No asistiremos a esa magia de la búsqueda del conocimiento por pura presencia de computadoras y redes, como si bastara la espontaneidad para lograr alguna empresa educativa.

Las tecnologías adquieren sentido desde un proyecto educativo, sin éste no hay, ni habrá, oleadas de seres desesperados por conocer más.

La mediación pedagógica

En 1987 iniciamos con Francisco Gutiérrez Pérez una experiencia en las Universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala, orientada a la capacitación de estudiantes y docentes en la modalidad a distancia. Trabajamos en ambas instituciones hasta 1993 y lo vivido en esos años nos permitió delinear una propuesta que englobamos dentro de la expresión mediación pedagógica. No es mi intención explicar lo que incluye esa iniciativa. Digamos aquí que nos propusimos con Francisco hacer un proyecto en el cual todo fuera pedagógico: el tratamiento de los contenidos, el tratamiento de las prácticas de aprendizaje, el tratamiento de la forma de los materiales, las relaciones presenciales, las búsquedas en el texto y en el contexto, entre otras posibilidades.

La mediación pedagógica nació de un encuentro entre dos seres que veníamos de la comunicación y la educación con el ámbito universitario y con la modalidad a distancia. La impronta comunicacional está presente por todas partes, tanto en los materiales de estudio como en las interacciones entre estudiantes y educadores.

Pues bien, no habrá camino posible a esa búsqueda del saber si no nos detenemos a conformar un proyecto educativo inclusivo de las grandes mayorías de la población, un esfuerzo de mediación pedagógica que permita ofrecer a niños, jóvenes y adultos sitios dignos para el aprendizaje por la información, la comunicabilidad y la capacidad de interacción que generen.

Si las ansias de aprender se van debilitando por condiciones económicas, por la miseria, por la falta de estímulos adecuados en el seno de la familia y a menudo en el de la escuela, mal podemos esperar que se relancen, que renazcan a la hora de entrar en contacto con las tecnologías.

Se aprende en condiciones humanas dignas y con los recursos necesarios para lograr el entusiasmo que parecería condenado a surgir espontáneamente. La promoción y el acompañamiento del aprendizaje significan una tarea de enormes dimensiones, porque conlleva el esfuerzo de un seguimiento de los aprendices a lo largo de sus estudios y de toda su vida. El ideal de una sociedad del aprendizaje depende directamente de lo que la sociedad ofrezca para que el mismo se incentive y se produzca. Sin esto no es difícil augurar que aún cuando se pueda acceder a un espacio digital, se tenderá a repetir en él lo que las condiciones de vida dictan.

Los viejos discursos

He insistido más de una vez en una expresión que vale la pena traer aquí:

Dime qué hiciste con las anteriores tecnologías y te diré qué harás con las nuevas.

La escuela, la universidad, el sistema educativo en su conjunto, han estado reñidos durante décadas con las tecnologías que podían apoyar el trabajo de enseñar y de aprender. Lo ocurrido con los viejos recursos audiovisuales en la década del 60 (colonizados por el discurso educativo tradicional, por la clase presencial y por la palabra del educador) no tiene por qué no repetirse en la actualidad. Es cierto que estamos ante una innovación con infinitas líneas de utilización, pero eso no significa que desde la educación se haya planteado una revolución por el mero hecho de su presencia.

Nuestra labor de capacitación de educadores universitarios, iniciada en Guatemala y continuada hasta el presente en otros países, nos muestra como una constante que la apropiación de las posibilidades abiertas por la digitalización no forma parte de la cotidianidad de la mayoría de nuestros docentes.

No está claro qué hacer con estas tecnologías, como tampoco estuvo claro qué hacer con las analógicas. No está claro cómo mediarlas pedagógicamente para sacarles todos el provecho que prometen. En experiencias de uso de la televisión en la escuela, de lectura crítica de mensajes, de capacitación de docentes, hemos llegado a lo siguiente:

-Se puede hablar de un todavía generalizado analfabetismo tecnológico de estudiantes y docentes en todos los niveles y establecimientos educativos.

-La característica más difundida con respecto a la tecnología es la de un consumo de productos tecnológicos, y de información y no de una comprensión, apropiación y uso de sus posibilidades.

-Se avanza hacia una sociedad de la información con gente que en general no está preparada para localizarla, procesarla y aplicarla a la solución de sus problemas cotidianos y laborales.

-El sistema educativo, en todos sus niveles, no se ha apropiado de las posibilidades de la tecnología en general y de las tecnologías de la información en particular, para mejorar sus procesos de enseñanza aprendizaje.

-El sistema educativo no ha desarrollado una capacidad, ni en sus docentes ni en sus estudiantes, de aprovechar las tecnologías para la solución de necesidades, tomando en cuenta el entorno de cada establecimiento y las posibilidades de sus integrantes.

Ampliemos el alcance de la expresión:

El primer grado de analfabetismo corresponde al cómo del funcionamiento de una determinada tecnología, desde las marchas de un motor hasta el sistema digital en el trabajo con la computadora. El segundo grado es el del lugar social de las tecnologías: ¿quiénes las producen, qué ganamos y qué perdemos con ellas, adónde nos lleva una innovación irrefrenable ligada a menudo a un consumo también irrefrenable? El tercero es el lugar que ocupan las tecnologías en nuestras relaciones y en la vida cotidiana, como recursos para el aprendizaje.

Alfabetización significa comprender esas lógicas, apropiarse de ellas, reconocerlas y evaluarlas en nuestra vida cotidiana y leerlas críticamente en las relaciones sociales.

Sin duda esto va cambiando a través de múltiples experiencias en distintos países en la región, con búsquedas de innovación en todos los planos del sistema, pero nos corresponde reconocer lo mucho que falta por recorrer.

La cuestión central es aquí la siguiente:

¿cómo mediar pedagógicamente las tecnologías si se está inmerso en un analfabetismo tecnológico?

Tensemos más la cuerda:

¿cómo mediar pedagógicamente si al analfabetismo tecnológico suele acompañarlo en muchas ocasiones el analfabetismo pedagógico?

Las variables dependientes

El camino hacia las sociedades del aprendizaje no pasa por la cantidad de equipos que pueda incorporarse, sino por el proyecto educativo que sostiene cualquier uso de tecnología. Y el proyecto educativo a su vez depende de las condiciones de vida de la población, de lo que se destina a asegurar una vida digna a las grandes mayorías.

Por lo tanto, no se transforman las sociedades con variables dependientes. El portal EDUC-AR apareció como una herramienta que mágicamente cambiaría la educación, cuando el problema estaba, y está, en la base económica, en el proyecto político, en el tipo de sociedad que se pretende construir. A pesar de todo lo que ha significado la revolución tecnológica, sigue siendo en nuestros países una variable dependiente. Esto no quiere decir que toca esperar a que todo cambie para remontar los analfabetismos; trabajar en dirección a su superación tiene sentido, pero siempre con la conciencia de que con ellos no se logrará avanzar hacia lo anunciado en relación con los horizontes abiertos por la digitalización.

Nos situamos, para cerrar estas reflexiones, en la práctica educativa, hablamos desde ella pero sin desconocer todo lo que en ella influye.

No me atrevo a aventurar una respuesta a todo el alcance de la pregunta planteada por CEDAL. Desde mi práctica profesional de los últimos años, llevo la pregunta en esta dirección: ¿Qué necesita la educación contemporánea en nuestros países de la comunicación y de sus mediaciones?

He venido anticipando las respuestas. Paso ahora a precisarlas:

-La educación contemporánea de nuestros países necesita una toma de conciencia de lo que significa la comunicación en todas sus instancias; necesita desarrollar una mirada comunicacional para comprender más a fondo la institución en su conjunto, la labor de educadores y educadoras, el valor de relación que puede establecerse desde los materiales, medios y tecnologías; la construcción grupal, la interacción con el contexto y la apropiación de las propias posibilidades para la expresión de lo aprendido.

-La educación contemporánea de nuestros países necesita un esfuerzo, planificado y sistemático, de mediación pedagógica, con fuerte base comunicacional, a fin de orientar todo el sistema a la promoción y el acompañamiento del aprendizaje. La mediación pedagógica tiene sentido en cualquier situación de aprendizaje, sea en la edad que sea; por lo tanto, hablamos de una necesidad que comprende toda la vida, desde los primeros años de la escuela hasta la educación permanente.

-La prometida sociedad de la información, del aprendizaje y del conocimiento, será posible no por la magia de una comunicación sin límites y en todas direcciones, sino por la capacitación para aprovechar las herramientas digitales. Se puede estar en desventaja ante ellas como se está en muchos de nuestros países en desventaja ante la herramienta del alfabeto. (En una investigación de la organización de Los Sin Techo, de la provincia de Santa Fe, realizada en 2001, se comprobó que hay en ese estado argentino más analfabetos que egresados universitarios, con lo que en la totalidad de la sociedad el peso, en términos culturales y de conocimiento, es hacia abajo y no hacia arriba).

-La capacitación tiene implicaciones pedagógicas y comunicacionales. No es posible enseñar lo que no se conoce, pero tampoco se puede aprender sin llegar a la expresión de lo aprendido. No nos asomamos a las inmensas posibilidades del mundo digital sólo para consumir su oferta o, peor, para balbucear a través de él.

Insisto en no colocar estas afirmaciones como fundacionales de una discusión en torno a qué hacer con la comunicación en la educación. Pero a la vez insisto en que no hemos avanzado lo suficiente en esa dirección, todavía es más lo que se predica que lo que se practica. Y la comunicación en el espacio de la enseñanza y el aprendizaje, o es una práctica o no es nada.

*INTERACCIÓN – Revista de comunicación educativa

Mendoza, Marzo de 2004

 

 

 

 

Autor:

Daniel Prieto Castillo

Especialista en comunicación social. Investigador, docente, periodista. Fundador y director de la Especialización en Docencia Universitaria (Universidad Nacional de Cuyo – Mendoza, Argentina).

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