Indice1. Prólogo del Autor 2. El retorno 3. Al Castillo 4. Traductor 5. El hombre dorado 6. Captación 7. El Libro Sagrado de los Monos
Esta es la primera parte de la novela históriográfica Kolón basada en la vida de Colon y con investigaciones históricas desconocidas hasta la fecha. La versión completa es de 320 páginas e incluye 250 ilustraciones. Agradeceré cualquier comentario a rlilloy[arroba]uncu.edu.ar.
"Uno ha sido enviado en realidad como la paloma bíblica, no ha encontrado ninguna rama verde y vuelve a deslizarse dentro del arca oscura." Franz Kafka
La nave como un fragmento de desierto ambulante encalló en una playa carcomida por las sombras. Un hombre derrumbado sobre cubierta, se elevó con el infinito desgano de un molusco náufrago. Sacudió el polvo que lo cubría y contempló en el horizonte, una torre fosforescente, erecta como una lápida .
Caminó por la playa. Apenas recordaba identidad. Se vio corriendo con su hermano por las orillas de un río marrón mientras se alejaba de una madre inmóvil que desde una ventana le regalaba miradas de preocupación. Sus ropas que alguna vez brillaron al destello del sol, ahora lo mostraban como un guerrero inmensamente derrotado, con charreteras sin flecos, pantalones carcomidos en las botamangas y pies llagados por las cortaderas de un sucio pantano. Un cochero que encontró en una crepuscular taberna lo llevó hasta el pueblo. El carro alejó la playa y dejó como algo remoto y quieto, entre la penumbra y la niebla a pescadores agachados, entre redes agonizantes y naves inclinadas . El carro avanzaba en terrenos que se elevaban, quebraban o hundían, formando un paisaje desolado. El cochero fingía firmeza al tomar las riendas con sus manos de langostino y su sonrisa, una mueca de dolor, parecía ocultar la vergüenza de ser viejo.
El cochero le dijo que el pueblo era como un pescado podrido rodeado de filosas escamas donde la brisa fresca de las estrellas no visitaba los entanales y que "..algunas noches, se escuchan gritos y aiamentos retumbando en los muros pero de nada vale cerrar puertas y ventanas, sellar toda hendidura o llenarse las orejas de algodón. "Solo los Caballeros Negros habitan la oscuridad sin temores. Ellos con sus antorchas y espadas, jineteando en sus corceles, garantizan el sueño de los iberianos. En la noche cuando advertimos el sordo rumor de los cascos de sus caballos, mi esposa sirve una sopa densa y humeante. En la cama apretamos nuestros cuerpos y cuando amanece, nos arrodillamos y oramos entre llantos y risas mientras contemplamos las ultimas brasas encendidas de la chimenea." En una de las lomadas del camino (ya faltaba poco para llegar), apareció de nuevo, como un ojo de luz suspendido en el vacío, la Torre Imperial y muy abajo, atravesando una densa capa de nubes verdes y amarillas, una ciudad cautivada por un elevado muro cuyos límites se perdían en la oscuridad. Esa noche el viajero atravesó las puertas de la ciudad flanqueada por taciturnos guardianes.
Humo Un humo vaporoso y fosforescente rodeaba las casas de la ciudad. El viajero llegó hasta un hotel dondeuna vieja con ojos de pescado, lo recibió . – ¡Mercedes, Mercedes! – gritó la mujer – !Oh! seguro que está durmiendo en las escaleras; a esta hora siempre se me queda dormida. – ¿Por qué hay tanto humo, señora ? – preguntó el viajero respetuosamente.
– Usted recién llega y ya le molesta el humo – contestó la mujer enojada -. Imagínese nosotros, !Estamos hartos del humo! Todo huele a humo y muchos han enceguecido por ese humo; hay que tener cuidado con las criaturas y los perros que son los que más aspiran esa niebla negra. El humo anuncia la caída del fuego y gracias a Dios ya falta poco. Hay días que no se ve nada, tanto que debemos caminar iluminados por faros en pleno día y estar muy atentos para no terminar bajo las ruedas de un carro o las patas filosas de caballos, que penetran como espadas en el cuerpo. Mire, es terrible desde una celosía oír el relincho, después el crujido de los huesos de la víctima arrollada y al final los latigazos cayendo contra el asustado animal que huye del lugar. A estos conductores prófugos, se los considera homicidas y el castigo es dejar existir para Iberia. Alguien se encarga de hacer desaparecer todo registro de su existencia. Los familiares deben hacer como si nunca existió. Al principio, es muy duro, pero después terminan por olvidarlo. A tal punto de creer que todo fue un sueño, una pesadilla.
Imperceptible, como un fantasma cansado, Mercedes se había deslizado hasta llegar al ultimo escalón. – Mercedes, porque no llevas al señor a un cuarto vacío – ordenó la vieja. Mercedes lucía un gastado manto azul bordado con seda y su rostro lo cubría una fina ceniza, como de un incendio reciente. Ya en la habitación, las tinieblas retrocedieron ante el avance del candil que ella sostenía . Había un lecho, un viejo ropero con las puertas abiertas, había un espejo sobre una pared, había una silla y una mesita en un rincón y en el aire un olor a húmedo, a madera fermentada, a sudor de inquilinos. Una incómoda y pequeña ventana daba a la calle y mirando por ella, el viajero advirtió que enfrente había también un hotel. Cuando el viajero concluyo su vistazo, encontró a Mercedes sosteniendo su blanda figura en el marco de la puerta, con una sonrisa casi imperceptible . – Se la ve muy cansada – le dijo él – ¿Trabaja todo el día en el hotel? – Voy de aquí para allá todo el día. En las mañanas en el Castillo y por las noches hasta el amanecer en la posada. En el Castillo trato que mi Emperadora, mi amada Emperadora, no conozca la suciedad con sus sagrados miembros; también ayudo en la cocina preparando la sopa, lavando la verdura o cortando con un hacha la carne. La Emperadora sabe lo trabajadora que soy y por eso no me llevan junto a las princesas del Templo. En las noches vengo a la posada y duermo en alguna habitación o a veces en los escalones, ya estoy muy acostumbrada, y entonces descansan mis encallecidas manos, mis adoloridos brazos y sueño que vuelo entre las nubes celestiales y allá arriba me habla Amaunac, mi Señor Todopoderoso y siento que llora por mi.
"Y al otro día todo mi cuerpo se ilumina y desaparecen mis callos, mis costras, mis dolores. Para mi Señor Todopoderoso, soy el ser que más ama y cuando en las mañanas despierto con el tañido de las campanas del Castillo, tomo mi sopa y siento el calentito recuerdo del Señor en mi corazón. Usted me va a ver siempre caminar serena con mi escoba y un balde. Y cuando llega la mañana y marcho al Castillo, me consuelo de solo ver a las Princesas del Templo volver a sus casas con ojeras azules, sus ropas almidonadas de semen y sus vientres hinchados. – ¿No tiene familia? – le preguntó el viajero que permanecía sentado en la cama, escuchando el relato, imaginando a Mercedes agachada y fregando su trapo como un esclavo remero en un barco pirata. – Mi padre era un pescador; una mañana fui con mi madre a recibirlo, yo tenía tres años. Corría un viento frío, la niebla inundaba las calles. Mi madre me llevaba cubierta de mantas y mis ojos negros casi escarchados se alcanzaban a ver como emergiendo de una madriguera. Y todo eso alegraba a mi madre, la llenaba de ternura. Nos cansamos de esperar y al atardecer el mar vomito trocitos de madera y un náufrago moribundo al que le habían arrancado la lengua y lucía dos perlas en el cuenco vacío de sus ojos." ¡Quién sabe! " suspiro mi madre." Si aquel sabor demasiado salado del mar no fuera la sangre de mi amado". Era muy raro que un pescador se perdiera y por eso mi madre desde nuestra casucha en la costa, miraba todas las mañanas, todas las noches, los atardeceres, las primaveras, los inviernos, los días felices y los tristes; como una estatua esperanzada a un mar espeso como la lava. Esa gigantesca inundación, nunca le devolvió a su amado y antes de morir, sus últimas palabras fueron: " ahora lo único que falta es que cuando muera tampoco encuentre a Dios."
Los ojos del viajero ya se habían cerrado y Mercedes lentamente lo desnudó y cubrió con mantas. Después como una oruga se deslizó hacia la puerta. Era de día cuando el viajero aspiraba lentamente un aire denso y abría sus ojos a un cuarto que derramaba imágenes de anónimos visitantes.
3. Al Castillo
"Ante todo pantalón y camisa limpia" Al otro día, mientras la ciudad desesperaba como un animal herido, el viajero sumergió su rostro en una palangana donde contempló en sus profundidades, un paisaje de naves hundidas y osamentas humanas diseminadas en el lecho marino. Desayunó en la taberna de la posada un caldo espeso de remolacha y marchó al Castillo.
El viajero rondó por calles empedradas que se cortaban abruptamente o se estrechaban hasta permitir que las viejas comadres de las ventanas altas se hablaran al oído. Un olor a trapo húmedo roncaba en las paredes de la ciudad. Imposible escapar al mal olor pero era un alivio, un orgullo para todos levantar la cabeza, en cualquier instante y contemplar el poderoso Castillo y sus torres que se enterraban en los cielos. Bastaba una mirada para que los rostros hacinados se tornaran puros y brillantes como el mármol que revestía las torres.
Llegó a la plaza central, colmada de parroquianos y mercaderes, niños y perros; impregnada con bullicios de campanas, balanzas, monedas y regateos; aromas a menta, lavanda, laurel e incienso. Venta de sesos de cuervo y gorriones; sangre de ganso y jabalíes; vestidos y calzados; joyerías de oro, plata y piedras preciosas; leña y carbón; hierbas medicinales y para comer; gallinas, perdices, codornices, palomas, anguilas, ocas y patos; también ciervos, gamos, liebres, terneros, bueyes, cabritos, corderos y loros que hablan, que cantan, que dicen malas palabras, que vigilan a la esposa y después cuentan todo. Mataderos improvisados y al lado mesas para saborear un exquisito garrón de cerdo o un cabrito con un vino. Un vino dulzón para solteronas estreñidas; los carnosos, para las carnes fuertes; los brillantes, para los casamientos o para acompañar faisán; los frutados para seducir y llevar a la cama a las muchachas en flor; los turbios y decrépitos para tener dolor estomacal y olor a muerto. Volvamos a las mesas que rodean los mataderos, en una encontramos a un hombre gordo comiendo un garrón de cerdo, con el jugo de la carne chorreando por sus brazos hasta llegar a los codos y de allí caer sobre la mesa y de allí al suelo. Manzanas, cerezas y duraznos abarrotan las mesas. Se venden también colores para pintores, cueros de venado teñidos en todos los matices. Seda traída del Imperio Chino es codiciada por toda mujer en edad de casarse o por toda mujer que se precie de tener bien vestido a su bebe.
Pasteles de ave y empanadas de pescado; pescados gordos y sabrosos; frescos y salados; crudos y guisados. Y no faltan en la plaza los adivinos: los que leen las líneas de la mano, los que tiran las cartas, leen las estrellas. La adivinación por el estómago que consiste en evocar los demonios y hacerlos penetrar en el estómago, desde el cual contestan a cuantas preguntas se le hacen con voz ronca, sin que el endemoniado moviese los labios. Están también los que examinan las entrañas de las palomas y los que hablan lenguas con los ojos entornados. ¡Pero, qué estamos viendo!!! Una legión de jinetes cabalga entre la multitud, pisando jabalíes, mesas, cabezas y espaldas. Un relincho precipita la navaja torpe del barbero en el cuello de un cliente. Los jinetes ayudados por la gente persiguen a un hombre. Ya lo tienen en sus manos. El hombre está petrificado. Los jinetes lo toman por los pies y la cabeza. La expresión del hombre es asustada y feroz. Los jinetes como si reunieran muchísima fuerza, lo arrojan al piso. Lo pisotean.. Lo golpean. . Se agachan para recogerlo. No se ha roto ningún hueso. Lo vuelven a golpear hasta que es un molusco.
Kolón siguió su camino y no supo más de ese hombre. Siguió su camino hasta detenerse ante la entrada al Castillo: una puerta de hierro macizo. Como emergiendo de la nada, algo con enorme espada, botas de hierro, coraza y escafandra de bronce se acercó hasta el viajero y le pidió identificación. El viajero exhibió unos papeles muy arrugados que decían: "Kristóbal Kolón, nacido en el Reino de Pierontus. Aprendió el oficio de traductor en diversas lenguas en el monasterio del Reyno. Firma de un escribiente real dando fe. Un sello de lacra del Reino de Pierontus." – De oficio traductor -gritó el guardián y como un eco el mensaje llega hasta la Torre Imperial. – Bienvenido al Castillo – tronó una voz en la Torre.
En el interior del Castillo Kristóbal, flanqueado por un guardia, camina entre lujosas edificaciones de piedra y mármol, con frentes donde se yuxtaponen círculos y triángulos; el bronce con el mármol; la columnas curvilíneas con las cuadradas; los jardines muy desordenados, donde el caos ha regido el verde y aquellos donde reina la armonía y las figuras geométricas. Por un largo pasillo llegan a un gran salón circular donde una muchedumbre de funcionarios van y vienen con papeles en la mano. Escritorios por todos lados y hombrecillos invisibles escribiendo con largas plumas de colores cosas que parecían muy importantes y que seguramente sostenían al Imperio.. Kristóbal y el guardia dejan el salón y suben por una crujiente y oscilante escalera de madera. Arriba los recibe el jefe de los Notarios del Imperio que le dice a Kolón:" así que Usted es traductor, mmm , eso esta por verse,demuéstremelo ahora mismo."
Y el Jefe Notario, hombre ya viejo, que fácil ha pasado los sesenta, le da un texto escrito en chino. Kristóbal lo va leyendo en iberiano:"Un día estallaron los cielos y un disco incandescente cayo sobre la ciudad; adentro del disco se encontraron estatuas de terracota. El disco fue limpiado y sirvió de templo para adorar a Amaunac." – Correcta traducción – le dice el Notario que está abrumado por la seguridad demostrada por Kristóbal, – realmente lo felicito… bueno desde mañana temprano lo quiero aquí para trabajar como traductor; la Emperadora es la que decide su nombramiento, pero con mi opinión favorable es un hecho. La lluvia encuentra a Kristóbal , ya en camino al hotel, muy contento, al sentir su vida atada a la ordenada y segura existencia del Castillo. – ¡Perdón señor ! ¿Lo rocé ? – le dice a un hombre que casi atropella. Y encerrado en su alegría no le importa pisar el barro y llenar sus botas de agua. "La Pantera Cae Sobre La Ciega…" Al llegar al cuarto se desploma vestido en la cama y sueña que navega como capitán de un barco en tormentoso mar. Ordena a los tripulantes bajar velas, pero nadie obedece. Kristóbal ante motín en ciernes se acurruca en su camarote como una babosa en la tempestad; pero los marinos derriban la puerta del camarote, lo toman de los pies y brazos y lo lanzan a un mar de materia negra, viscosa y untuosa. Kristóbal cae y desciende lentamente. Cuenta los peces que pasan a su lado. Sus manos son dos alas mojadas con olor a gallina quemada. El agua tibia y suave como la leche borbotea en su boca. Empujado por su cola de pez llega a la superficie y desde allí emprende vuelo con sus alas mojadas que sacude como si fuera un perro mojado. Pero un águila negra de cuello rojo lo agarra y lo picotea hasta comerle los sesos. Como un pájaro sin cabeza cae en el desierto donde una serpiente lo abraza y constriñe contra un cactus hasta secarlo. La serpiente se lo come y se duerme una siesta. Despierta en la oscuridad de una pantera de grandes alas y cuerpo escamoso.
La pantera merodea una casita rodeada de maizales que la revolotean aves negras. La pantera devora a unos niños que miran por una ventanita. La madre ciega, yace escondida en un horno pero no escapará a la pantera, a sus dientes, a un detallado morder, arrancar, triturar y comer. La sangre de la ciega blanca y dulce como la leche de sus pezones, es lamida por la pantera. La casa se hunde en las llamas y un monstruo negro de grandes pechos emerge de la casa para elevarse hasta ser devorado por una lengua del cielo. Kristóbal despierta con sus ojos mojados por una diestra gota de luz que anuncia el amanecer.
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