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Ecosistemas terrestres. Revista esfinge (página 2)


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LOS BOSQUES

Los bosques son los mayores productores vivientes de energía. Conservan la humedad, absorben energía solar, fijan la tierra y protegen nuestro clima y nuestros suministros de agua y tierra fértil. De hecho cualquier país tiende a recuperar su "paisaje original". Si se dejara sola Gran Bretaña, pronto se convertiría en un gran bosque como en tiempos del mítico Rey Arturo. Pero después de tantos años de agricultura, la gente tiende a pensar en la naturaleza de Inglaterra como la flora y fauna del campo, el prado, el seto y el jardín.

BOSQUES TEMPLADOS

Fuera de los trópicos, el tipo de bosque depende de la interacción estacional de temperatura y humedad. La franja boreal de pino, abeto y alerce que rodea el globo a modo de tonsura, está aún intacta en su mayor parte; pero la tala para obtener materiales de construcción y pasta de papel ha devastado las partes más accesibles en los países occidentales y en Siberia los científicos se muestran preocupados por los efectos de la tala indiscriminada, la inundación y la lluvia ácida.

Al Sur, donde los inviernos son más cortos y cálidos y la lluvia cae más uniformemente durante todo el año, crecen los bosques de hoja caduca. Pero la abigarrada capa de arces, hayas, encinas, álamos o nogales que en otros tiempos cubría las partes orientales de Asia o Norteamérica ha quedado raseada y rota. Y de los grandes bosques de hayas y encinas que se extendían como una ancha cuña desde Europa occidental a los Urales, sólo quedan fragmentos. Al ritmo actual, antes del año 2035 habrán desaparecido los bosques de gran parte de México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Gambia, Guinea, Sri Lanka y Tailandia.

En Costa Rica, en una sola hectárea de bosque se han contado hasta 269 especies distintas de aves, gran variedad de insectos, anfibios y otros animales. Pero cada año se despejan 65.000 hectáreas, muchas de ellas para crear pastos para ganado.

Los renos salvajes de Finlandia y Norteamérica están amenazados por la silvicultura, y su hábitat se ve progresivamente reducido por las talas. En Suecia, la desaparición de los bosques de hoja caduca en las tierras altas ha provocado la extinción del pájaro carpintero, y en Polonia un antiguo coto de caza de la nobleza se ha preservado como reserva natural.

El bosque, que tiene su clima propio, viene cuidando de sí mismo desde la Edad del Hierro. Su riqueza de vida silvestre es un recordatorio de lo que se ha perdido en el resto de Europa.

En Sri Lanka se asienta el bosque de Sinnaraja, que puede ser una reliquia viva del antiguo continente de Gondwana; clasificado como "reserva forestal", está en peligro. Sufre agresiones debidas al corte de caña, a la excavación ilegal en busca de piedras preciosas, al sangrado de las flores de la palmera y a la recolección de resinas y aceites de los árboles. Todas estas acciones, repetidas, constituyen una amenaza de claro deterioro. En 1972 se dieron concesiones para la tala, se abrieron 32 Km de carretera para permitir el acceso de los equipos y se despejaron 1.400 hectáreas de bosque. En 1978, de las 10.000 iniciales, las 2.000 que quedaban medianamente intactas se declararon protegidas.

En las regiones templadas, donde los inviernos son suaves y húmedos y los veranos cálidos y secos, se encuentra el chaparral, un bosque enano del que todavía quedan vestigios en California, Chile y Sudáfrica principalmente. Pero la franja más extensa en los países mediterráneos desapareció hace milenios.

Aunque una inmensa mayoría de los primitivos bosques autóctonos se ha perdido para siempre, ciertos programas de reforestación en vez de intentar ajustarse al original en la medida de lo posible, introducen una sola especie de rápido crecimiento, más vulnerable a las enfermedades y plagas o especies exóticas que a largo plazo tienen efectos perjudiciales sobre el suelo.

BOSQUES TROPICALES

Desde comienzos de siglo, la capa boscosa tropical se ha reducido casi a la mitad. La mayoría de las tragedias ambientales de los países tropicales (inundaciones, sequías, hambrunas, incendios, desertización) están directa o indirectamente relacionadas con la pérdida de los bosques.

Este tipo de bosques es millones de años más viejo que los bosques templados. Tienen junglas siempre húmedas y en perpetuo crecimiento, más ricas en especies que ningún otro ecosistema; pero el suelo es más pobre, ya que actúa como esponja, absorbiendo las partículas residuales y la lluvia y transpirándolas gradualmente, formando otra vez nubes y lluvia. Paradójicamente, este impresionante ecosistema es difícil de poner en marcha una vez que se ha parado. Si se destruye una zona de bosque lluvioso tropical, tardará unos 400 años en volver a recomponer sus millares de componentes. Esto se debe a que en estos bosques conviven multitud de especies cuyos individuos están muy desperdigados. Su polen y sus semillas dependen de los animales para dispersarse.

La diversidad de la vida que caracteriza la selva tropical es a un tiempo su fuerza y su debilidad. Una pequeña herida en la extensión verde se cierra rápidamente, pero las grandes heridas, como se ha visto, sólo tienen posibilidades de "curar" a largo plazo.

Los magnates urbanistas, madereros y ganaderos, acuden con presteza a los países "en vías de desarrollo", a menudo incluso invitados por los gobiernos. Despejan los bosques para construir carreteras, extraer maderas o crear zonas de pastos. Algunos de estos países ven así una buena forma de ganar dinero pero el saldo es la ruina a largo plazo… para ellos y para el resto del mundo.

Al ritmo actual de deterioro, entre 15 y 60 años tardarán en desaparecer los bosques tropicales. Ni siquiera parece que las reformas agrarias puedan hacer demasiado, puesto que los bosques desaparecen más deprisa que los cambios respecto a las políticas sobre la propiedad de las tierras. Quizá una solución para servirse de los materiales del bosque sin terminar de destrozarlo fuese la "Agrosilvicultura": es un sistema de cultivos consistente en utilizar árboles junto a las cosechas en terrenos marginales del bosque.

PRADERAS

En otro tiempo también ocuparon el 40% de la tierra firme, pero ahora sólo queda la mitad, a consecuencia del pastoreo y del cultivo. Praderas, pampas, sabanas y estepas surgen donde la lluvia es demasiada para que se creen desiertos, y escasa para mantener árboles de gran tamaño. Paradójicamente, el sistema se mantiene por dos factores; el fuego y la presencia de un número de animales herbívoros muy variado (las manadas de bisontes en Norteamérica y de ñúes en África, al pasar por ciertos asentamientos en sus migraciones, tardaban días enteros en cruzarlos), así como aves e insectos.

Los incendios queman los brotes leñosos, mientras raíces, yemas, tallos y semillas permanecen a salvo bajo el suelo. Esta vida oculta se nutre de los elementos liberados al quemarse sus predecesores, almacenando humedad y energía, para crecer en la estación propicia de los rumiantes. Como cada uno tiene sus propias preferencias, ninguna planta adquiere primacía sobre las demás a excepción de los brotes leñosos.

Los herbívoros emigrantes permiten que los pastos se recuperen con su ausencia, pero quemar los pastos para el uso de los animales domésticos supone una carga excesiva que favorece la pérdida de agua, la desecación y la erosión del suelo.

Las zonas de máxima erosión son actualmente Estados Unidos (por la excesiva presión sobre los suelos de las praderas), México, Brasil (con 40 millones de personas explotando tierras frágiles), al norte de África, el Sahel, y en Asia China pierde cada año cinco mil millones de toneladas de tierra.

Otra causa de la desaparición de las praderas naturales es la destrucción directa para cultivar el suelo. De toda la estepa euroasiática, tras siglos de cultivos, sólo quedan 100 km2 de tierra virgen llena de hierba… Han desaparecido dos tercios de las praderas canadienses, y la mitad de las de EE.UU. Las grandes praderas de Illinois han desaparecido para siempre; de los 145.000 Km2 de pradera silvestre que había hace 200 años apenas queda una docena sin invadir por la agricultura.

La estabilidad del ecosistema de pradera depende de los herbívoros. Si se eliminan los herbívoros, la hierba será sustituida por vegetación leñosa. Si aumenta el número de forrajeros, la pradera se transformará en un desierto.

DESIERTOS

Los desiertos ocupan la séptima parte de la tierra firme. Se encuentran en regiones donde la humedad es escasa y el aire frío, o donde la lluvia es alejada por altas presiones o cadenas montañosas. Pero también se puede despejar de humedad la tierra artificialmente, eliminando su vegetación, y eso es lo que hemos hecho en las zonas secas que rodean a los auténticos desiertos. Actualmente una quinta parte de la tierra está en trance de desertización.

Pocos desiertos están privados de lluvia y de vida totalmente. Incluso en el Karakorum, donde las dunas se desplazan 20 m al año, el agua estacional marca la época de crecimiento y reproducción.

Algunas plantas y animales quedan en estado latente para evitar la estación caliente y seca. Las plantas crecen y florecen después de la lluvia, produciendo semillas capaces de soportar años de calor y sequía hasta que el ciclo comience de nuevo. Pero los seres humanos sentimos la tentación de producir cultivos en el desierto abriendo pozos y llevando agua mediante tuberías. Sin embargo deberíamos prever la "respuesta del desierto". Éste se puede convertir en un "falso desierto", verdaderas zonas áridas y sin vida que se están creando al ritmo de 20 millones de hectáreas por año.

No hay muchos peces que vivan en el desierto. Los pocos que allí se encuentran son prueba de la tenacidad de la vida en este planeta. Aislados en los escasos reductos de agua desde la última era glacial, cada uno de estos pececillos representa miles de años de supervivencia solitaria. En el Valle de la Muerte en Nevada viven 9 especies de peces. Este valle, actualmente la zona más caliente de Nevada, fue en otros tiempos un gran lago, y estos peces son lo que queda de las especies acuáticas de dicha época.

TUNDRA

La tundra se extiende por el Norte, más allá del cinturón de coníferas. Es similar a los desiertos en la escasez de lluvias, pero está más condicionado por los fríos y la poca luz. Su principal característica es el "permafrost", la capa de tierra permanentemente helada bajo el suelo. La tundra ártica ocupa aproximadamente el 5% de la tierra firme, mientras que otras "tundras" que se encuentran en las montañas, por encima de la línea de bosque y en los bordes del Antártico, constituyen menos de la centésima parte del total.

El permafrost impide la agricultura y la edificación convencionales, por lo que la tundra aloja menos personas que ninguna otra tierra no cubierta por los hielos. Pero americanos y rusos han creado caminos, carreteras, pozos, oleoductos, instalaciones, fábricas y vertederos por todo el Norte, y los modernos vehículos y armas de fuego han convertido a las poblaciones nativas en supercazadores.

En la tundra viven menos especies de plantas que en ningún otro lugar. Debido al "permafrost" y a las bajas temperaturas y vientos abrasivos, el paisaje de la tundra es sumamente peculiar. La congelación y descongelación alternativa de la capa superior del suelo, el agrietamiento de rocas y la penetración de cuñas de hielo le confieren un micro relieve increíblemente variado.

Los abedules y sauces quedan reducidos al tamaño de arbustos, y el suelo es una masa de musgos y líquenes, hierbas y otras plantas blandas. La germinación de semillas es tan problemática que la reproducción es, en su mayor parte, germinativa.

La espesa capa de vegetación protege el "permafrost" y su destrucción implica que el suelo se descongele, favoreciendo la erosión de la tierra desnuda en cuanto el agua se canalice por las nuevas depresiones. Éste es uno de los riesgos de la tundra.

Las especies son también menos numerosas que en otras partes. Por fortuna, la explotación de los recursos en este hábitat sólo se ha adelantado unos años a la toma de conciencia pública. Quizás por una única vez el impacto humano se controle de manera sensata antes de ocasionar demasiados daños. Por ejemplo, el oleoducto de Alaska, que recorre 1.288 Km, ha sido diseñado para no alterar a los caribúes.

La principal invasión en la tundra ha sido debida a la búsqueda de petróleo, lo que ha provocado ciertos efectos en el paisaje, como basura acumulada que desfigura los grandes espacios abiertos, fuegos que destruyen la vegetación y vehículos pesados que han dejado huellas en el terreno, que durarán siglos. Además, los derrames accidentales de petróleo, han aniquilado grandes zonas de vegetación, y han penetrado en los sistemas naturales de desagüe, aumentando el peligro de incendio.

Éste es sólo un breve estudio de los efectos de nuestra sociedad contemporánea en los diferentes ecosistemas terrestres. Ojalá el peso de estas ideas sirva al menos en la conciencia colectiva para justificar el papel empleado en imprimir estas líneas.

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