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Democracia y política a la luz del pensamiento de Jacques Maritain (página 2)


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Cuando decimos que el hombre es una persona, queremos decir que no es solamente un trozo de materia (…) El hombre es un animal y un individuo, pero no como los otros. El hombre es un ser que se sostiene a sí mismo por la libertad y la voluntad; no existe solamente de una manera física; hay en él una existencia más rica y elevada, sobre existente en conocimiento y en amor (…) Esto quiere decir, en términos filosóficos, que en la carne y los huesos del hombre hay un alma que es un espíritu y vale más que todo el universo material.[4]

Siguiendo los términos antropológicos y metafísicos de Jacques Maritain, encontramos que "la raíz de la personalidad es el espíritu"[5]. Como hemos podido ver, Maritain dentro de sus profundas convicciones religiosas cristianas conoce el valor insustituible de la persona humana, pone al hombre como autor y responsable del ejercicio de la democracia, y por último reconoce que esta "personalidad individual" recae sobre las acciones de la sociedad, por eso, la democracia está orientada siempre al beneficio del pueblo, pero nunca puede pretender pasar o dominar la persona humana, fuente y elemento constitutivo del mismo pueblo.

También es válido apuntar aquí que la dignidad humana no es un derecho del hombre, sino que es el fundamento mismo de todos los derechos del hombre. Y es que en realidad no podemos entender una persona que se hace llamar libre, si no es valorada como ser humano. El valor de la persona, su libertad, sus derechos, surgen precisamente de ese carácter trascendental y metafísico que la persona humana posee por naturaleza. Así pues y dentro del ámbito cristiano, la persona humana tiene dignidad absoluta porque está en relación directa con lo Absoluto, y es en este Absoluto, Dios, en quien haya su plena realización y el sentido de su Ser.

Después de plantearse el valor absoluto de la dignidad humana, se fundan inmediatamente la libertad y su desarrollo en la democracia.

En este contexto, la libertad para Maritain es otro de esos valores insustituibles para el ejercicio de la democracia en el gobierno de los pueblos. Ante esta aseveración, alguien con un pensamiento un poco anarquista podría cuestionar la libertad desde el ejercicio de la democracia y la constitución de leyes que rigen la conducta de la sociedad. Es un hecho significativo que Maritain pone de manifiesto la necesidad de reglas y leyes que regulen la vida del hombre, porque él es puntual al advertir, como lo hizo también Rousseau en su momento, que "el hombre es un lobo para el mismo hombre".

Dicho de otra manera, es evidente para todos nosotros que si no existiesen las leyes y las normas, terminaríamos por acabarnos. Además, la ley y la norma no están puestas en nuestra sociedad como instrumentos opresores de nuestra vida, sino que las leyes y las normas nos cuidan.

Podríamos poner de ejemplo las leyes de tránsito: si no quisiéramos cumplirlas, sabemos que ponemos nuestras vidas en peligro. La ley no se hizo simplemente para someter al hombre sino que se constantemente se hacen para velar por el bienestar del mismo hombre que las elabora.

La democracia por tanto, debe velar para que esas normas que ella misma está elaborando, estén a favor del bien común y no de intereses personales o elitistas. Sin duda Jacques Maritain funda esta democracia en el cristianismo apoyándose de las palabras de H. Bergson: "la democracia es de esencia evangélica, y tiene por principio el amor"[6].

Evidentemente, la fe cristiana ya nos está poniendo un cimiento regulador del actuar humano, pues todo lo que se realice, debe estar encaminado en al amor. El amor evangélico que nos ha propuesto Jesucristo no es opresor ni roba la libertad humana, antes bien nos direcciona hacia el actuar bien y virtuosamente en favor de todos los hombres. Por eso, en esencia, "el ideal democrático va a contramano de la naturaleza, cuya ley no es el amor evangélico"[7], pero al amor en el ejercicio de la democracia está propuesto como "un esfuerzo para enderezar la naturaleza, un esfuerzo ligado a los desarrollos de la razón y de la justicia y que debe cumplirse en la historia"[8]. Así mismo, "el cristianismo ha proclamado que allí donde está el amor y la caridad, allí está Dios y que depende de nosotros hacer que todo hombre sea nuestro prójimo, amándolo como a nosotros mismos y teniendo compasión de él"[9].

El amor evangélico nos vuelve más humanos y nos pone a pensar no solo en nosotros mismos sino también en la comunidad.

Pasando a otro asunto, con esta ponencia deseo mostrar que para Maritain sí es posible hablar de una democracia fundada en los valores cristianos y humanos.

Aclaro que cuando estamos hablando de esta relación entre la democracia y el cristianismo en la actualidad debemos tener cuidado en 3 aspectos:

1) la palabra Democracia es entendida hoy en día en un sentido más amplio que en los tratados antiguos, porque hoy en día la democracia es mucho más que una simple teoría política, hoy en día "es una filosofía general de la vida humana y de la vida política, y es de igual forma un estado del espíritu"[10].

2) Independiente del régimen que cada país escoge, todas las formas de gobierno actuales deberían estar fundadas desde las bases esenciales de la vida común, el respeto de la dignidad humana y los derechos inalienables del individuo. Inclusive, el alma de la democracia es realizar la ley del amor fraterno y la dignidad de la persona humana en la vida temporal de los pueblos.

3) El cristianismo no se inscribe bajo ninguna forma política.

Sí esto llegara a suceder, el cristianismo estaría dependiendo del hombre y perdería su carácter espiritual. Es más, Jesucristo hace una seria distinción entre las cosas del César y las cosas de Dios.

También, si el cristianismo estuviese vinculado con las cosas políticas, caería nuevamente en la servidumbre temporal y en el manejo nocivo del poder. Pero por otro lado, no podemos entender una democracia desligada del cristianismo, pues la democracia surge en la historia como manifestación temporal del Evangelio. Solamente en el Evangelio es donde la democracia encuentra sus raíces humanas y donde concibe al hombre no como un medio sino como el fin.

Después de que los dirigentes de las naciones, los políticos y todo el pueblo reconozcamos la indisoluble y estrecha relación democracia-cristianismo, podremos hablar de la victoria del Estado Democrático.

Con esto no será necesario pensar en una reforma de la democracia ni cambiar su nombre, sino lo que necesitamos realmente es redescubrir su verdadera esencia y llegar a realizarla pero solo desde sus bases cristianas, pasando de una democracia burguesa a una democracia netamente humana, de la democracia frustrada que hemos vivido durante más de tres siglos, a una democracia real.

Todo este planteamiento humanista cristiano de la realidad desde Maritain puede parecer utópico o idealista, pero sabemos que sí es posible ejercer una democracia fundada desde el mismo Evangelio. No olvidemos que

el cristianismo anunció a los pueblos el Reino de Dios y la vida del siglo por venir; les enseñó la unidad del género humano, la igualdad natural de los hombres (…); la dignidad inalienable de cada alma creada a imagen de Dios; la dignidad del trabajo y la dignidad de los pobres (…); la inviolabilidad de las conciencias; la exacta vigilancia de la justicia (…)[11]

En pocas palabras, el verdadero centro y culmen de la democracia es el hombre. ¿Y quién aportará ese conocimiento del hombre a la democracia sino el cristianismo, ya que "es experto en humanidad"(?

En conclusión, sólo una visión cristiana de la realidad nos permitirá a todos los ciudadanos de esta nueva era vivir en la libertad y la justicia, construir como seres humanos la civilización del amor y la fraternidad, nos facilitará no solo buscar nuestros propios intereses sino el bienestar de la comunidad, y ante todo, ejerceremos una política democrática profundamente auténtica y humana, incluyente y eficaz.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Juan David Arias Ibarra

[1] Hablando del contexto en el que Jacques Maritain desarrolla su filosofía encontramos que a nivel social y político Francia estaba atravesando por los horrores de la primera y segunda guerra mundial. A su vez, Maritain recibe la herencia reduccionista del positivismo, el materialismo, del empirismo, del idealismo alemán y de otras corrientes filosóficas contemporáneas. Ante todas estas propuestas y circunstancias lucha intelectualmente nuestro filósofo francés al mostrarse firmemente como un neo tomista, analizando y proponiendo una visión cristiana del mundo y del hombre.

[2] MARITAIN, Jacques. Los Derechos del Hombre y la Ley Natural. Buenos Aires : Dedalo, s.f. p. 20

[3] Ibid., p. 20

[4] Ibid.

[5] Ibid., p. 14

[6] Ibid., p. 15

[7] BERGSON, Henri. Las dos fuentes de la moral y de la religión. Citado por: MARITAIN, Jacques. Cristianismo y Democracia. Buenos Aires : Dedalo, 1961. p. 74

[8] MARITAIN, Jacques. Cristianismo y Democracia. Buenos Aires : Dedalo, 1961. p. 74

[9] BERGSON, Op. Cit., p. 75

[10] MARITAIN, Cristianismo y Democracia, Op. Cit. p. 52

[11] Ibid., p. 41

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