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El zarco de la cascada

Enviado por jesus quiñones


    El zarco de la cascada – Monografias.com

    El zarco de la cascada

    Cuando la creatividad nace en el corazón, aquellas musas reflejan un sentimiento verdadero; se siente el placer de soñar despierto y llega el éxtasis de la inspiración. Pero cuando un sueño empieza a hacerse realidad, lo fascinante es que puede ser tan indecible, como separar nuestro espíritu, de Dios.

    Era un día martes treinta y uno de Octubre cuando por costumbre importada se conmemora el día de las brujas y brujos en todas partes, cuando a eso de las nueve y media de la noche después de haber repartido en casi todas las casas de mi barrio dulces a muchos niños que con sus voces infantiles y con su cántico inocente de "quiero dulces para mí y si no me los das se te crece la naríz" me dispuse a entrarme del ante jardín de mi casa por cuanto ya no pasaban más niños y niñas y en la cuadra sólo quedábamos esperando el paso de más niños, mi vecina Claudia Millán y yo, cuando sentí en el costado izquierdo del ante jardín de mi casa un ruido y al mirar me encontré con la presencia de un perro, al tratar de sacarlo para que se fuera a otro lugar el perro se quedó mirándome y pude darme cuenta lo que quería decirme con esa mirada triste y esperanzadora con que a veces miramos los seres humanos y pude leer que me decía: " no me saque don Jesús, yo no tengo a donde ir, soy un perro sin dueño y por lo tanto no tengo dónde dormir, déjeme pasar aquí la noche, prometo no hacerle ningún daño y tan pronto amanezca me tiro otra vez a la calle como lo vengo haciendo todos los días" me quedé asombrado de saber que podía interpretar el deseo o querer del perro y traté de llamar a mi vecina Claudia Millán para que mirase al perro y me dijese si ella también leía o interpretaba lo que el perro me decía con su mirada, pero ella ya se había entrado a su casa, por lo cual me quedé mirando al perro y trate de entablar un diálogo con él, lo primero que se me ocurrió preguntarle fue, cómo te llamas? A lo cual me contesto: no tengo nombre propio, unos me llaman canelo, otros me dicen zarco, otros me silban, otros me chasquen los dedos y así en fin en verdad no se como me llamo, pero a todos atiendo y nadie puede quejarse que no le hago caso u obedezco cuando me llaman o me echan de su casa; le pregunté de donde vienes, cómo llegaste a mi casa?; a lo cual me dijo: en primer lugar quiero agradecerle por hacerme pasar aquí la noche, pues bien parece que esta va a ser una noche muy fría y posiblemente hasta llueva, en segundo lugar me comprometo que tan pronto amanezca, saldré a hacer mis necesidades fuera de su casa para que no tengan nada que decir en cuanto a mi comportamiento, para que no digan que un simple perro como yo, que no pertenezco a las llamadas "razas finas", (como si la finura de un animal no fuera su comportamiento, su nobleza, su agradecimiento con quien bien lo trata, su alegría que expresa en el movimiento de la cola y sobre todo su lealtad y cuido de las propiedades de quien los quiere), no se sabe portar bien, yo le pregunto don Jesús, quien cree usted que cuida su casa en las noches cuando a los vigilantes Luis o Harold los vence el cansancio y el sueño;en cambio yo hago que duermo pero permanezco como dicen al pie del cañón dormitando detrás del carro de don Jorge, lugar del cual por cierto me han desplazado por que sin pensar en mi, han echado toda clase de tablas y hierros en el sitio donde solía descansar, así que me toca con toda incomodidad buscar donde acomodarme encima de tablas y hierros para pasar la noche, mientras ellos los que me desplazaron seguramente en sus casas estarán durmiendo arropados y en su cama, qué diferencia, verdad? , bueno pero usted me preguntaba cómo llegué aquí, pues bien voy a contarle la historia de mi vida hasta ahora, no pertenezco como le dije antes a ninguna raza fina tales como pastor alemán, doberman, bóxer, fisser, chiguagua, labrador, dálmata, rootweiler, pinscher, y que se yo otros más, soy un perro nativo puro criollo nacido en las laderas de Siloé, soy joven, apenas tengo como año y medio, en la casa de donde provengo me trataban muy mal, a toda hora era dándome patadas y comida casi no había para todos, pues en total éramos cuatro perros en esa casa, la comida escaseaba mucho y yo como era el menor de todos cuando los otros tres perros acababan de comer, venían por la comida que me habían dado a mí, además habían tres muchachos jóvenes que no hacían sino darme de patadas cuando me echaba a descansar un rato en la sala de la casa y si por casualidad me quedaba dormido, me despertaban con un grito o una patada y me decían "eche pa fuera", entonces un día sábado por la tarde que llegó el dueño de la casa con un pollo asado para comérselo ellos, es decir, con su mujer y los tres hijos, yo me eche como era mi costumbre debajo de la mesa del comedor para ver que caía o me tiraban algún hueso, pelao claro esta, cuando de pronto cayó al suelo toda la pechuga del pollo, como un resorte y como estaba atento, salté, la agarre y salí corriendo a la calle, no di tiempo para detenerme y por más que me gritaron seguí corriendo velozmente hacia la calle y ya en libertad cerca a un potrero me dí el mejor banquete que me había dado en toda mi vida, yo nunca había tenido una pechuga de pollo, toda pulpita para mí solo, así que la disfrute a mis anchas, cuando terminé trate de volver a la casa por algún hueso que hubieran dejado, pero como vi caras de pocos amigosen los señores de la casa, no quise entrar para no recibir el castigo de patadas y palazos por haberme comido la pechuga del pollo asado, asi que opte por quedarme afuera vagabundeando y me fui a dar una vuelta a la cuadra a ver si me encontraba afuera a "gaviota" una perrita blanca de la esquina que me paraba bolas pero que no habíamos tenido la oportunidad de llegar a algo en concreto por que su dueña, una muchacha de dieciocho (18) años de nombre Micaela la cuidaba demasiado y cuando gaviota estaba en calor no la dejaba salir, en cambio ella si salía todas las noches tuviera o no estuviera en calor, cosas de la vida, como gaviota no estaba por la calle, me regresé a la casa y me eche a prudente distancia por si los dueños de casa no les había pasado la rabia e insistían en darme palos y patadas, cuando vi que ya eran las once de la noche, quise entrar y Enrique el hijo mayor me recibió con tremenda patada en la boca que me hizo morder la lengua y salí aullando por toda la cuadra, así que decidí no volver, sin embargo por la madrugada me eche en la puerta de la casa, pues hacia mucho frio y llovía fuertemente a esa hora por ese sector, en la mañana del día siguiente cuando salían a trabajar, me había cogido el sueño cuando me despertó un baldado de agua fría que Enrique el hijo mayor del dueño de la casa otra vez en venganza me echó, eso me dolió tanto don Jesús, que tome la decisión de buscar otro destino, pues aunque Usted no me lo crea uno también tiene sus sentimientos y me puse a meditar y pensé: si hay tantos seres humanos que se rebuscan la vida de cualquier manera, pues mi Dios no desampara a sus criaturas y si todos somos hijos de Dios, yo también puedo rebuscarme la vida y sobrevivir en otra parte donde no me traten mal, donde no me den esta "vida de perros" que aquí me dan, me encomendé a Dios y me dije así como Dios protege a los árboles y a los pájaros y les proporciona alimentación y lugar donde vivir, a mí también me dará lo mismo y recordé aquel pasado bíblico de la mujer cananea donde con mucha fe dijo que se conformaba con las migajas que caían de la mesa, o algo así, y con mucha fe y seguridad sin conocer Cali salí a andar, el primer día no se cuanto anduve ni por donde, salí derecho y pude conocer y llegar a un lugar que llaman Cosmocentro desafortunadamente tan pronto entre un vigilante me saco y no pude conocer por dentro, me dirigí luego derecho y vine a parar al parque de las banderas cerca a lo que llaman el estadio san fernandino, según me explico otro perro de nombre cónsul que encontré en el camino, me hice amigo de cónsul y le pregunté si conocía restaurantes donde almorzar con los sobrados y me llevó a una venta de pollos asados llamado kokorico, allí me fue muy bien, pues me eche a cierta distancia de las mesas y pacientemente espere que los clientes o comensales del restaurante me tiraran los huesos que iban quedando a los cuales yo les daba la terminación requerida,en compañía de Cónsul que era un perro callejero de vieja data conocí la plaza de Caicedo, la ermita, la terminal de transporte y hasta el aeropuerto, pues ya podrá imaginarse todo lo que toco andar y las consecuencias y penurias que tuve que padecer, pero también tuve momentos felices como cuando llegué a un parque que le llaman "del perro", pues me atrajo su nombre, allí conocí un domingo a muchos perros de los llamados "de raza o perros finos" los cuales con sus dueños paseaban con collares lujosos y algunos hasta perfumados, entre ellos había una perrita blanca de raza phisser bien bañadita, con uñas pintadas, lazos en ambas orejas a la cual desde el lado donde me encontraba le mandé una mirada que la hice tambalear y quiso zafársele a su dueña para venir a platicar conmigo, pero fue imposible no la dejaron por que enseguida una señora gorda que era la dueña la alzó, la abrazo y la beso diciéndole " estrellita pórtese a la altura.", también habían perros altos, pequeños, gordos, flacos, jóvenes y viejos, pero todos con collares finos y sus respectivos dueños a quienes ponían a que los esperara hasta que terminaran de orinar e incluso había unos que ponían a los dueños a que recogieran en una bolsita la kaka que ellos hacían, de inmediato le dije a cónsul: vámonos de aquí, que estos perros son extracto CIEN y los creen la verraquera, ; salimos rumbo al sur y al llegar a la plaza de toros, por poco me agarra un bus azul de esos del transporte masivo que llama "mio", tal fue el susto que me dio que me quede sólo y le dije a cónsul: hermano, váyase que yo no tengo alientos de nada; como hacia una tarde maravillosa, buen sol de esos que me gustan para andar o descansar, me eché en la sombra de un árbol gigantesco que estaba en una esquina y dejé que cónsul se alejara rumbo al barrio agua blanca a donde me había invitado conocer y me quedé disfrutando del buen tiempo y la brisa que empezaba a aparecer en esa tarde del domingo, como quien dice me dispuse a gozarme una tarde caleña; me asombré al darme cuenta que habían pasado cuatro meses desde que salí de siloé, cómo pasa el tiempo de rápido don Jesús, menos mal que a nosotros no nos pasan las cosas de ustedes los humanos, que sufren de presión alta, depresión, bulimia, cáncer, próstata, y lo más grave: envidia, odio, rencor, codicia, maldad. Alcoholismo, tabaquismo, drogadicción y pare de contar, a nosotros lo más común es la diarrea que se la cura uno mismo comiendo hierbas que nos brinda la madre naturaleza, claro que actualmente el ser humano han trasladado todas sus molestias a algunos "perros finos extracto cien" y les tienen peluquería, veterinarios, clínicas, guarderías y muchas cosas más, asi que después de un buen descanso reanude mi camino y pase por la Universidad Santiago de Cali donde me encontré con otro perro que ya había conocido en la plaza de toros a quien le pregunté sobre un barrio bueno para vivir y me dijo: Pues hermano, siga derecho y llegue hasta el barrio " La Cascada", allá vive gente buena, caritativa, que trata bien a los animales, sobre todo a los perros, ubíquese en la cuadra donde prestan servicio de vigilancia Luis y Harold ellos son buenos amigos, claro que te ponen a andar todo el día y toda la noche de arriba a abajo, ellos en la bicicleta y usted hermano a pata limpia, pero, te tratan bien, te dan comidita que no te falta, allá hay señoras caritativas que te mandan tu comidita con mucho cariño como si fueran dueñas tuya y seguro te vas a sentir bien, así lo hice y en esa forma fue que llegue acá. Bueno, zarco, pues te voy a seguir llamando zarco, te gusta?; claro don Jesús; bueno pero lo de gente buena y caritativa del barrio "La Cascada" lo sabías por referencia, pero ahora que ya estas aquí, cuéntame cuánto hace que llegaste, cómo te han tratado, que gente te gusta y que gente no te gusta y por qué, quien te cuida y se preocupa por ti, cuantos amigos o amigas tienes, en fin todo lo que quieras comentarme de tu estancia aquí en el barrio "La Cascada". Con mucho gusto don Jesús, yo le cuento de todo eso, pero será otro día porque ya es muy tarde, fíjese que todo mundo ya duerme, hasta el vigilante, pues yo también me voy a dormir, CHAO. (continuará)

    EL ZARCO DE LA CASCADA

    II PARTE

    Pasaron varios días y no volví a ver al Zarco, pero como estaba intrigado de conocer la forma tan fácil cómo los perros nos entienden a los humanos, me interesé por continuar con el diálogo ( si así se le puede llamar) que había iniciado con él y por esa razón le pregunté al vigilante qué había pasado con el perro a lo que me contestó. Lo que pasa don Jesús es que ese perro mordió a Juan pablo el hijo de Lina y a otra Señora y por esa razón han dado la orden de sacarlo de aquí, pero él no se ha ido, lo que pasa es que también se encuentra enamorado de Nieves, la perrita de don Jaime y se mantiene por esos lados pero tranquilo que en cualquier momento llega. Efectivamente al día siguiente cuando salí a la puerta estaba Zarco echado al lado, al verme, enseguida empezó a mover la cola de manera rápida a saltar y a mirarme, por lo que comprendí que se alegraba de verme a lo cual le correspondí con unas caricias tocándole la cabeza y se echó al piso patas arriba en señal de la felicidad que sentía, entre a casa y saqué una porción del concentrado que le había comprado en los días que se había perdido y en poco tiempo dejó barrido el plato, luego se echó un rato bajo el carro verde de don Jorge y como vi que se levantó y buscaba algo, le traje un poco de agua y me miró como diciéndome "gracias don Jesús, cómo supo que necesitaba agua?, le dije pues es que nosotros las personas humanas casi siempre después de almorzar o durante el almuerzo tomamos algún líquido, bien jugo, gaseosa o agua, y por eso me imaginé que tu también necesitarías agua pata beber; me dijo así es, pero con la diferencia que nosotros los perros no tomamos ni jugos y muchísimo menos gaseosa, preferimos el agua que es más saludable, no cree?, así es le dije, nunca pensé que ustedes los perros no toman gaseosa por esa razón; pero cuéntame dónde has estado estos días, no te había visto desde la noche de brujas y creí que te habías ido de este barrio ; a lo que me contesto: no don Jesús, yo de este barrio no me voy por varios motivos; primero,por que como perro colombiano creo tener derecho al territorio y no me pueden despojar de las calles que son espacio público, pues la mayoría del tiempo me la paso en la calle, que es de todos, de arriba para abajo acompañando a los vigilantes en su recorrido, pues mientras ellos andan en bicicleta yo lo hago a pata limpia, sin quejarme, sin cobrarle nada a nadie y de todas formas hago una vigilancia a mi manera; en segundo lugar, porque en este barrio viven unas perritas muy lindas y bien cuidadas que son mis amigas, como lo es Nieves, Fiona, Violeta y otras que aunque sus dueños no las dejan jugar conmigo por temor a que nos podamos enamorar y ponen barreras entre nosotros por considerar o creer ellos que no soy de la misma clase social a la cual ellas pertenecen, se olvidan que cuando nace en un ser vivo la llama del amor nace con él y no existe barrera que se interponga, ya que el amor es uno solo en todos los seres vivos de la naturaleza y que nosotros los perros, también tenemos nuestros sentimientos; y en tercer lugar, y el más importante para mí, es por cuanto se lo juro don Jesús, no he conocido gente más buena, amable, cariñosa, solidaria, bondadosa, caritativa, que la de este barrio, claro que le cuento don Jesús, una noche vi a mucha gente reunida frente a su casa , al lado de la caseta del vigilante y como es mi costumbre me arrime y me puse a jugar al pie de uno de ellos, cuando de pronto escucho que hablaban de mí, como ellos creen don Jesús que uno no entiende lo que ellos dicen, cuando son ellos los que no lo entienden a uno, me hice el bobo y me quede por ahí escuchando y decían que : " tenían que echarme del barrio, que meterme no se en qué, pero de todas formas safarse de mí, porque dizque yo había mordido a un niño, a una señora, a no se cuantas otras, que voy a hacer mis necesidades biológicas a sus jardines, que me aprovecho de las perritas educadas del barrio para enamorarlas y que por esos motivos debían echarme del barrio como a un perro cualquiera y hasta propusieron pagarle a cualquier reciclador para que me llevara lejos y me matara", que cosa Dios mío !, afortunadamente para mí, salió en mi defensa el Señor Rubén quien se opuso de manera firme y decidida a semejante propuesta y me defendió gallardamente de tan injusta acusación expresando que no existía prueba alguna de haber mordido a nadie, que si ello fuera cierto, las personas lesionadas se habrían manifestado, que las necesidades biológicas que realizo las hago como todo ser viviente y tan poco hay prueba que lo haga en los jardines ajenos y los dejo calladitos y no volvieron a tocar el tema mío y se dedicaron mas bien a analizar el comportamiento de los vigilantes; como usted podrá darse cuenta don Jesús, yo no le hago daño a nadie, me mantengo durante el día en la calle que es una vía que nos pertenece a todos, o acaso existe un dueño de la carrera 64-A.?, duermo unas veces en su casa y otras donde me coge la noche, como cuando usted y otros vecinos me dan de buena fe la comida, como lo es doña Susana de Farfán, Eymi, doña Graciela y otras señoras a quienes quiero mucho, sin embargo don Jesús, como entre nosotros, es decir, mi raza de perros, no existe eso que llaman odio, rencor, venganza, sino sólo AMOR y agradecimiento, continuó batiendo mi cola que es la forma de demostrar mi cariño a las mismas personas que equivocadamente desearon echarme del barrio y les deseo a todos los residentes de la Carrera 64-A- de este barrio, incluyendo a los que no saben que existo y vivo aquí, a y a los vigilantes claro está (casi se me olvidan mis amigos) una

    FELIZ NAVIDAD

    y que vivan en

    PAZ Y ARMONIA.

     

     

    Autor:

    Jesús Humberto Quiñones M.