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Interacción de la unidad mente – cuerpo en los procesos de salud. Enfermedad: esclerosis múltiple (página 2)


Partes: 1, 2

La corteza cerebral está compuesta por cuerpos neuronales principalmente. La conforman dos hemisferios cerebrales, conectados entre sí, por haces de fibras nerviosas (cuerpo calloso y comisura anterior), y se divide en lóbulos (prefrontales, frontales, temporales, parietales, occipitales, insular). Está directamente implicada en los procesos mentales superiores y en la recepción de información sensorial y el control motor (Kalat, 2004; OIT, 1998).

La médula espinal se aloja en el interior de la columna vertebral y se divide en cuatro segmentos (cervical, torácico, lumbar y sacro). Influye tanto en la conducta simple como compleja y es controlada por el cerebro, aunque ciertos movimientos reflejos dependen exclusivamente de ella. Toda información sensitivo-motora pasa a través de la médula espinal de la siguiente forma: los paquetes de axones que forman la porción dorsal de la médula espinal, reciben y transportan información sensitiva; la región ventral contiene células nerviosas que regulan la función motora transportando la información motora a músculos y glándulas; y la región media de la médula espinal dorsal se asocia a información de las funciones autónomas. Por ende, la parte posterior de la médula espinal, es sensitiva, en tanto la parte anterior es motora (Kalat, 2004; Kolb & Whishaw, 2006; OIT, 1998).

El tallo cerebral responde a los estímulos externos e interviene en la regulación de la temperatura corporal, el hambre y la sed, el ciclo vigilia-sueño, la respiración y la frecuencia cardíaca, entre otras funciones vitales para el organismo; y también en acciones complejas como la marcha y la conducta sexual. Principalmente se distinguen en esta estructura: el bulbo raquídeo, la protuberancia y la formación reticular. A través de los nervios craneales, el bulbo controla numerosos reflejos vitales (salivación, tos, frecuencia cardíaca, estornudos), que a la vez, controlan las sensaciones procedentes de la cabeza y sus movimientos musculares. En la protuberancia es donde la mayoría de axones se decusan, haciendo que los hemisferios tengan un control contralateral. Por último, la formación reticular controla las áreas motoras de la médula espinal y participa en el ciclo vigilia-sueño y la conciencia (Kalat, 2004; Kolb & Whishaw, 2006).

El cerebelo contribuye en el control motor, recibiendo información sensitiva y enviando mensajes motores esenciales para tal fin. Es responsable de la coordinación, el equilibrio y la temporalidad. Participa en la ejecución de los movimientos finos y se le concede además, participación en funciones cognitivas como la percepción visoespacial, la fluencia del lenguaje, los procesos de aprendizaje de patrones motores, y la regulación de funciones ejecutivas y emocionales (Kalat, 2004; Kolb & Whishaw, 2006; OIT, 1998).

El tálamo está formado por agrupaciones neuronales o núcleos, proyectados a un área específica de la corteza cerebral, permitiéndole transmitir información sensitiva a su respectivo destino; transmitir información intercortical; y transmitir información a otras áreas regiones cerebrales (tronco cerebral). De esta forma, envía a las áreas respectivas de la corteza cerebral, información sensitiva, sobre el movimiento, la actividad del sistema límbico, la actividad intratalámica y la actividad de la formación reticular del tronco encefálico (Kolb & Whishaw, 2006; OIT, 1998).

El hipotálamo se sitúa en la base del cerebro y "participa en casi todos los aspectos de la conducta motivada como la alimentación, la conducta sexual, el sueño, la regulación de la temperatura, la conducta emocional, las funciones endocrinas y los movimientos" (Kolb & Whishaw, 2006). Junto con la corteza límbica, las regiones límbicas del prosencéfalo y los núcleos autónomos del tallo cerebral, forman un circuito nervioso que regula el flujo autónomo y neuroendocrino, contribuyendo en la modulación del sistema inmune (Gómez & Escobar, 2008).

El hipotálamo controla las funciones endocrinas mediante conexiones con la hipófisis. De hecho, "es la conexión entre los sistemas nervioso y endocrino, y muchas de sus células nerviosas llevan a cabo funciones secretoras" (OIT, 1998). En él se producen las hormonas liberadas por la neurohipófisis (hipófisis posterior) y las que actúan sobre la adenohipófisis (hipófisis anterior), aumentando o inhibiendo la producción de hormonas que operan sobre otras glándulas (tiroides, suprarrenales, gónadas). Se encuentra conectado con otras regiones del prosencéfalo, mesencéfalo y sistema límbico (asociado a las emociones) (Kalat, 2004; OIT, 1998).

La hipófisis es una glándula endocrina conectada a los núcleos hipotalámicos por medio de neuronas, que sintetiza y libera hormonas a la circulación sanguínea, la cual les sirve de transporte para llegar a otros órganos (Kalat, 2004; OIT, 1998).

Los ganglios basales son un conjunto de estructuras subcorticales, situados hacia el centro del cerebro, bajo las regiones anteriores de la neocorteza; incluyen el putamen, el globo pálido, el núcleo caudado y la amígdala. Estos ganglios, constituyen centros importantes del sistema motor extrapiramidal, la planificación de secuencias del comportamiento y aspectos de la memoria y la expresión emocional (Kalat, 2004; Kolb & Whishaw, 2006; OIT, 1998).

Los ganglios de la base están relacionados con la corteza cerebral, ya que el núcleo caudado recibe proyecciones de la neocorteza, y envía sus proyecciones al tálamo a través del putamen y el globo pálido, y desde el tálamo hacia las áreas motoras corticales. Tienen además, conexiones recíprocas con núcleos nerviosos como la sustancia nigra (Kolb & Whishaw, 2006).

El hipocampo es una estructura rica en receptores para glucocorticoides (GC), ubicada entre el tálamo y la corteza cerebral, cuyas interconexiones con el resto del prosencéfalo le permiten posiblemente, participar en el ensamblaje de las piezas que facilitan la formación de recuerdos. Es así, como está involucrado en diversos procesos de memoria (declarativa, espacial, sensorial, contextual) (Gabriel. & Pieczanski, 2008; Kalat, 2004; Vélez, Rojas, Borrero & Restrepo, 2004). Además, participa en la finalización de la respuesta del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HHA) ante el estrés, puesto que "la estimulación de esta función cognitiva ante situaciones estresantes es crucial para descifrar posteriormente qué situaciones son peligrosas y cuáles no" (Gabriel. & Pieczanski, 2008).

"El estrés crónico produce atrofia del hipocampo, comprometiendo sus funciones y perpetuando la elevación de los corticoides. También se detecta una disminución de la ramificación dendrítica y del número de neuronas en el giro dentado" (Gabriel. & Pieczanski, 2008). Aunque estos efectos pueden ser reversibles en otras alteraciones en que también se ve comprometido el hipocampo (Cushing, trastornos depresivos), en el "estrés excesivamente severo y prolongado causa pérdida neuronal hipocampal" (Gabriel. & Pieczanski, 2008).

Finalmente, la Amígdala regula la liberación de hormona adrenocorticotrófica (ACTH) y cortisol; y se conoce como un área de integración de las respuestas emocionales, gracias a sus abundantes conexiones con la corteza y el tallo cerebral, con los ganglios basales, el sistema nervioso autónomo, el tálamo, el hipotálamo y el hipocampo. Estas respuestas pueden producir conductas de afrontamiento o de activación fisiológica que afecten el equilibrio corporal (como es el caso del estrés) (Gabriel. & Pieczanski, 2008; Santiago, 2001a). "Las conexiones bidireccionales entre la corteza prefrontal y la amígdala explican cómo los pensamientos están relacionados con las emociones y con la activación fisiológica" (Santiago, 2001a).

El sistema nervioso y el sistema endocrino (SE) tienen funciones integradas y recíprocas que permiten el control de los procesos fisiológicos y la homeostasis del organismo (OIT, 1998), constituyendo así, "los dos principales sistemas de comunicación y control del organismo en toda su extensión" (Bianchi, 2005).

El sistema nervioso se comunica pues, mediante la trasmisión de impulsos y la liberación local de neurotransmisores en las inmediaciones de las células blanco, produciendo una respuesta rápida y localizada. Mientras el sistema endocrino, induce una respuesta más lenta y menos localizada en las células, tejidos y órganos específicos, comunicándose mediante la liberación de hormonas que llegan al aparato circulatorio y son transportadas hasta las células u órganos blanco (Alzola, 2002).

1.1.3. Sistema endocrino

El sistema endocrino es un conjunto de órganos distribuidos por el organismo, que secretan mediadores químicos (hormonas) al torrente sanguíneo, y es regulado por el sistema nervioso. Estas hormonas actúan sobre órganos o células diana, donde cumplen una función metabólica determinada para la cual fueron liberadas (Bianchi, 2005; Carreño & Moyano, 2008; Garfield, 1986).

Las glándulas endocrinas como la hipófisis, el hipotálamo y las suprarrenales, regulan los procesos corporales a través de la síntesis de hormonas; aunque estas también pueden ser sintetizadas por células diseminadas en otros órganos como las células paracrinas y componentes endocrinos de glándulas con doble función (exocrina y endocrina) como el riñón o el páncreas (Carreño & Moyano, 2008; Garfield, 1986).

Las hormonas son sustancias con una estructura química definida, que varían en su composición dependiendo del lugar donde se originan. Pueden clasificarse en hormonas esteroides o lipídicas (testosterona, estradiol, cortisol, estrógeno, progesterona), hormonas derivadas de aminoácidos (tiroxina, adrenalina, noradrenalina) y hormonas proteicas o peptídicas (insulina, prolactina, paratohormona), pudiendo actuar a nivel local, general o en tejidos donde se encuentran sus receptores (Alzola, 2002; Bianchi, 2005; Kalat, 2004).

Una vez liberadas a la circulación sanguínea, las hormonas son guiadas por la pared vascular hasta el órgano o célula diana, donde llevarán a cabo su respectiva función (Alzola, 2002; Bianchi, 2005; Garfield, 1986). Cuando la función de alguna hormona resulta excesiva, se da un proceso de retroalimentación, donde algún factor relacionado con dicha función, retroalimenta la glándula endocrina, provocando un efecto negativo que disminuye la secreción, teniendo entonces la capacidad de autorregularse (Bianchi, 2005).

El tiempo de acción de las hormonas varía dependiendo de cada tipo, algunas tales como la adrenalina y noradrenalina son secretadas y utilizadas en segundos luego de su utilización, por el contrario otras tales como la tiroxina y la hormona de crecimiento pueden tardar meses en producir su efecto completo. Por lo tanto cada una posee su propio comienzo y duración de acción adecuados para ejercer su control especifico (Bianchi, 2005).

Por otro lado las glándulas endocrinas se encargan de sintetizar y almacenar las hormonas, y se encuentran distribuidas ampliamente por todo el organismo (Bianchi, 2005).

La hipófisis o glándula pituitaria produce diversas hormonas encargadas de regular el crecimiento, la reproducción y el metabolismo; se conecta con el hipotálamo a través del tallo hipofisario, y está dividida anatómicamente en dos partes. La adenohipofisis o hipófisis anterior secreta hormona de crecimiento (GH), hormona adrenocorticotrófica (ACTH), tirotrofina (TSH), prolactina (PRL), hormona folículo estimulante (FSH) y hormona luteinizante (LH). La neurohipofisis o hipófisis posterior, por otro lado, secreta vasopresina u hormona antidiurética (ADH) y oxitocina (OT) (Alzola, 2002; Bianchi, 2005; Kalat, 2004).

La adenohipófisis contiene diferentes tipos celulares, cada uno especializado en la síntesis de cada una de las hormonas: células somatotropas, corticotropas, tirotropas, gonadotropas y lactotropas. En el caso de la neurohipofisis las células que secretan sus hormonas no están localizadas en ella sino en dos grandes núcleos hipotalámicos: núcleo supraóptico y núcleo paraventricular, y desde allí son transportadas hasta la neurohipofisis (Bianchi, 2005).

La hipófisis también se conecta con el encéfalo mediante fascículos nerviosos, siendo irrigada por vasos que riegan al encéfalo, mostrando una interconexión entre sistema endocrino y sistema nervioso, permitiendo conservar el equilibrio fisiológico (Alzola, 2002). "De hecho, la secreción de casi todas las hormonas producidas por la hipófisis se encuentra bajo el control de señales hormonales o nerviosas provenientes del hipotálamo" (Alzola, 2002).

El hipotálamo es la región ventral del diencéfalo que rodea al tercer ventrículo y recibe señales de todas las fuentes del sistema nervioso. Es el centro de información encargado de censar el estado del organismo, dirigiendo las funciones vitales (temperatura, ciclo vigilia-sueño, actividad sexual) y otras funciones viscerales a través del sistema nervioso autónomo. Mantiene en circulación niveles hormonales constantes mediante un sistema de retroalimentación negativa, aumentando o disminuyendo la liberación de ciertas hormonas para que los niveles permanezcan en equilibrio. Los axones de su parte anterior constituyen el eje hipotálamo-hipofisario que termina en la neurohipófisis. (Alzola, 2002; Bianchi, 2005; Greca, 2008; Kalat, 2004).

El eje hipotalamo-hipofisario es donde convergen ambos sistemas (nervioso e inmune) y tiene a su cargo la regulación general a través de neurotransmisores (NT), neuromoduladores (NM) y hormonas. Los neurotransmisores son sustancias liberadas al espacio sináptico que generan respuestas rápidas de las células efectoras, mientras que los neuromoduladores son sustancias que generan una respuesta más lenta que modula el potencial de membrana de la neurona en respuesta a un estímulo determinado, y su actividad induce la liberación del neurotransmisor específico de la neurona involucrada (Greca, 2008).

Tanto los NT como los NM son sustancias de origen peptídico (neuropéptidos). Otros péptidos derivados del sistema inmunológico (citoquinas) actúan como neuroinmunotransmisores (NIT) y algunas de estas sustancias, juntamente con mediadores y hormonas son utilizadas simultáneamente por los sistemas neuroendocrino e inmune coexistiendo en el tejido linfático, el endocrino y el neural. (Greca, 2008).

Se ha demostrado "que algunos neuropéptidos se liberan en sinapsis convencionales y que algunos transmisores de pequeño tamaño pueden pasar al torrente sanguíneo" (Aréchiga-Urtuzuástegui, 1999), por lo que las diferencias entre neurotrasnmisores y neurohormonas se hacen cada vez más sutiles (Aréchiga-Urtuzuástegui, 1999). De hecho, existe un grupo de células intermedias, "que sin ser neuronas, poseen rasgos histoquímicos comunes entre las neuronas y las células endócrinas y producen substancias identificadas como transmisores o como hormonas" (Aréchiga-Urtuzuástegui, 1999).

Entre las hormonas reguladoras producidas por el hipotálamo están la hormona liberadora de corticotrofina (CRH), la hormona liberadora de tirotrofina (TRH), el péptido vasointestinal (VIP) y la dopamina (DA); además produce otras sustancias peptídicas reguladoras a distintos niveles como adrenalina, noradrenalina, serotonina, acetilcolina, GABA, vasopresina y oxitocina (Greca, 2008).

Además de controlar la hipófisis, el hipotálamo recibe también estimulación desde diversas zonas del SNC (información relacionada con las concentraciones plasmáticas circulantes de electrolitos y hormonas, y control del sistema nervioso autónomo); por lo tanto es el centro encefálico para la conservación de la homeostasia (Alzola, 2002).

De otro lado, la tiroides es una glándula de secreción interna, cuyos folículos tienen terminaciones ciegas de los vasos linfáticos. Esta glándula secreta tirosina, adrenalina y noradrenalina, y es activada por la TSH y regula el metabolismo basal. Las paratiroides suelen estar íntimamente ligadas a la cara posterior de la tiroides. Además elaboran y segregan paratohormona, que regula el contenido de calcio en sangre (Alzola, 2002; Mejía, 2007). "Existen algunos hallazgos que muestran una relación entre funcionamiento tiroideo y potenciación a largo plazo en estructuras hipocampales lesionadas por estrés" (Gálvez, 2005).

Las gónadas o glándulas sexuales son las encargadas de producir hormonas sexuales como estrógenos y progesterona (ovarios), y testosterona (testículos). Son las encargadas del desarrollo de los órganos reproductores y de las características sexuales secundarias masculinas y femeninas (Gandica, K. (2004).

Las glándulas suprarrenales (o adrenales) se ubican sobre los riñones y se constituyen por una parte más externa (corteza) encargada de secretar principalmente cortisol, considerado la hormona del estrés; y otra central (médula) encargada de secretar adrenalina (A) y noradrenalina (NA) relacionadas directamente con el sistema nervioso simpático (Bianchi, 2005).

El eje hipotálamo-hipófiso-adrenal (HHA) es inmuno-regulador y se activa tanto inmunológicamente como por eventos psicológicos. Libera corticotrofina (CRH) y hormona adrenocorticotrofa (ACTH) y tiene efectos directos en las vías de inducción de descarga de cortisol (Solomon, 2001), "una de las hormonas que aumentan durante el estrés crónico [y que] produce disminución de la plasticidad sináptica y atrofia de las dendritas en el hipocampo, alterando así los mecanismos de consolidación de la memoria y el control del bucle de retroalimentación hipocampo-hipotálamo-hipófiso-suprarrenal" (Santiago, 2001a).

El sistema endocrino tiene numerosas interrelaciones con otros sistemas (nervioso e inmune) y en su mismo sistema, lo que le convierte en un sistema complejo, cuyo papel principal es ser regulador (Bianchi, 2005). Junto con el sistema inmune y el sistema nervioso, forman un supersistema de control del organismo, donde coactúan sus moléculas (neurotransmisores, hormonas, citoquinas), simultanea y multidireccionalmente en todos los niveles, "donde la unidad formada por el sistema psíquico, el sistema nervioso, el sistema inmune y el sistema endocrino explican la unidad mente cuerpo" (Santiago, 2001b).

1.1.4. Interacción neuro-inmuno-endocrina

Como se ha mencionado con anterioridad, los sistemas nervioso, inmune y endocrino, se comunican entre sí de forma dinámica y compleja, a través de un lenguaje molecular compuesto por neurotransmisores, hormonas y citoquinas, intercambiando información en forma bidireccional como respuesta a factores corporales, ambientales o psicológicos, para favorecer el equilibrio del organismo; existiendo moléculas que desde el sistema inmune alteran las funciones neurológicas tanto a nivel central como periférico (Anaya, Shoenfeld, Correa, García-Carrasco & Cervera, 2005; Canelones, 2001; Eiguchi & Soneira, 2002; Klinger, Díaz, Arturo, Ávila & Tobar, 2002; Klinger, Herrera, Díaz, Jhann, Ávila & Tobar, 2005; Molina, 2001; Mustaca, 2001; Santiago, 2001a; Santiago, 2001b; Torrades, 2006; Trujillo, Oviedo-Joekes & Vargas, 2001; Vera-Villarroel & Buela-Casal, 1999).

"Es una comunicación bidireccional comprobada por los efectos neuropsicológicos de las citoquinas (modificaciones conductuales, cognitivas, emocionales y fisiológicas producidas por diferentes citoquinas), la activación inmune y los efectos inmunomoduladores del sistema neuroendocrino" (Canelones, 2001); por la acción directa que tienen las hormonas a nivel cerebral, por el papel fisiopatológico de las citoquinas en enfermedades psiquiátricas, y porque estados psicológicos como el estrés pueden influir sobre la función inmune o endocrina (Camelo, 2005; Gabriel & Pieczanski, 2008; Trujillo, Oviedo-Joekes & Vargas, 2001).

Pero, además de intercomunicarse, los tres sistemas se retroalimentan entre sí. De esta manera, el sistema inmune recibe señales del sistema nervioso a través del sistema nervioso autónomo y el sistema endocrino, y envía al cerebro esa información a través de las citoquinas. Esta retroalimentación es vital para el funcionamiento adecuado del organismo tanto en situaciones normales como en aquellas en las que el balance del organismo se rompe (estrés, consumo de drogas -terapéuticas o de abuso-, enfermedades infecciosas) (Caballero, Tamez, Rodríguez, Tamez, Weber & Gómez, 2001).

La relación entre los tres sistemas cuenta a estas alturas con notables evidencias en cuanto al intercambio de información que se produce entre ellos. Entre ellas encontramos: que funciones localizadas en el cerebro contribuyen a la emisión de la respuesta inmune; que la superficie de las membranas de algunos inmunocitos contienen receptores para una determinada cantidad de hormonas, neuropéptidos y neurotransmisores; y también que el timo, el bazo, los nódulos linfáticos o la médula ósea, que son controlados por fibras noradrenérgicas del sistema nervioso simpático, están también bajo el control del sistema nervioso autónomo. Las funciones del sistema inmune se ven afectadas cuando los mecanismos cerebrales encargados del feed-back están influidos por el estrés. Los estudios han mostrado cómo factores genéticos, el sistema neuroendocrino, el sistema nervioso, el sistema inmune, las emociones, la personalidad y la conducta, están implicados en las respuestas a las bacterias y las infecciones por virus (Oblitas, s.f.).

De estas evidencias se pueden observar, entre otras, las siguientes características de la intercomunicación intersistémica: los órganos encargados de producir y almacenar linfocitos T y B están profusamente inervados por terminaciones nerviosas; ciertas glándulas (hipófisis, suprarrenales) secretan interleuquinas u otras sustancias del sistema inmune; las hormonas y las células gliales (astrocitos) producen citoquinas que participan entre otros, en los procesos febriles; las células inmunes como los eosinófilos secretan neurotransmisores (serotonina), y hormonas peptídicas (prolactina y corticoides); las células del sistema inmune tienen en su superficie receptores para mensajeros bioquímicos tanto endocrinos como nerviosos (corticoesteroides, endorfinas, encefalinas, GH, ACTH, entre otros); algunas citoquinas producidas por el sistema inmune modulan variados aspectos de la conducta (Aréchiga-Urtuzuástegui, 1999; Zapata, 2003).

Todos estos datos se han establecido gracias a las abundantes investigaciones realizadas en las últimas décadas (para ampliar, ver Solomon, 2001 y Trujillo, Oviedo- Joekes & Vargas, 2001) y se pueden sintetizar de la siguiente manera: a) es posible condicionar la respuesta inmunológica; b) la estimulación eléctrica o las lesiones en determinados sitios cerebrales, pueden alterar la función inmunológica; c) los estados psicológicos y las enfermedades mentales pueden alterar el sistema inmunológico; d) las células de este sistema pueden sintetizar hormonas y neuropéptidos; e) el estrés altera la respuesta inmunológica y la susceptibilidad a enfermar; y f) la activación del sistema inmune se relaciona con la activación neurofisiológica, neuroquímica y neuroendocrina de las células cerebrales (Camelo, 2005; Canelones, 2001; Oblitas, s.f.; Samper, Angulo & De La Portilla, 2000; Trujillo, Oviedo-Joekes & Vargas, 2001; Vera-Villarroel & Buela- Casal, 1999).

Estas evidencias han llevado a considerar estos tres sistemas como uno solo, el sistema neuro-inmuno-endocrino. Sin embargo hay ciertas interacciones importantes entre sistema nervioso y sistema inmune, y entre sistema endocrino y sistema inmune que vale la pena tener en cuenta (Molina, 2001).

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