Seminario de Informática y sociedad. El cuerpo y la técnica moderna
Enviado por Tomás González Canosa
- El juicio de Descartes
- El cuerpo poseído
- … Y ahora que nos portamos bien
- Las ciudades: masas de individuos solitarios
- La libertad del producto y la esclavitud del productor
- El delirio de sentirse observado
- Lecturas: Kafka y la bisagra; Burgess y la alternativa
- Los genes y usted: Cómo entenderse mejor a uno mismo
- Bibliografía utilizada
El juicio de Descartes
Érase una vez un hombre llamado René Descartes, que vivió entre los años 1596 y 1650. Francés dedicado a la filosofía, abrigaba gran amor a la sabiduría y a la comprensión de las cosas y del hombre. Con semejantes preocupaciones, preguntas fundamentales tocaron a su puerta: ¿Qué era el hombre? ¿Qué era la realidad? Para responder tamaños interrogantes meditó en busca de lo certero e irrevocable. Así comenzó el juicio de Descartes.
El punto de partida de Descartes fue la duda. Todo lo que este hombre tenía por cierto y verdadero pasó a ser falso hasta que se probara infaliblemente lo contrario. Los objetos que sus sentidos le mostraban y el cuerpo que sentía fueron puestos en tela de juicio. Así como ante un juez el acusado es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad, Descartes enjuició a la realidad y la existencia de su propio ser. Los acusados (la totalidad del mundo y hasta el propio Descartes) eran inexistentes hasta que se probara lo contrario.
Pensar es existir. Por más que se lo engañara y sus percepciones no fueran más que ilusiones inexistentes en la realidad, era necesario que el hombre existiera para ser engañado. Más aún, el sólo hecho de dudar de la propia existencia era un signo de esa existencia. El hombre para Descartes es "una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón." Desde este punto seguro Descartes se lanzó a la comprobación de la existencia de mundo que lo rodeaba.
Llegada la modernidad significó que la muerte estaba en todas partes. El mundo era sobre todo materia muerta, disponible para su utilización. Se trata de una perspectiva panmecanicista. Dice Hans Jonas, "El universo de la cosmología moderna, enormemente ampliado, es un campo de masas inanimadas y fuerzas que no persiguen finalidad alguna, cuyos procesos discurren según leyes constantes de conformidad con su distribución cuantitativa en el espacio." El mundo es desde ese momento abordado por coordenadas, reglas, cálculos y sistemas métricos. El mundo es sobre todo materia extensa. Y surge el problema: ¿Cómo es que hay vida? La vida es un ordenamiento particular de materia extensa en el mundo, un caso excepcional.
El alma inmaterial y superior es independiente del cuerpo, concebido este último como una máquina portadora de órganos y mecanismos, poleas y la bomba de sangre: el corazón. Las primeras disecciones oficiales comenzaron en el siglo XIV, para luego extenderse. Entonces el cadáver es el estado más comprensible del cuerpo, es la puerta de acceso al conocimiento anatómico del hombre. El cadáver es el cuerpo que puede ser desarmado y analizado, pues ya no hay alma que more en él. Es con los anatomistas y sobre todo con la obra de Vesalio De corporis humani fabrica, de 1543, que comienza a darse una ruptura. Si antes estaba prohibido hacer incisiones en el cuerpo, con el tiempo la práctica quirúrgica se abrirá paso y las ataduras mentales que prohibían la "violación" del cuerpo se irán aflojando hasta que el nudo se deshaga.
El cuerpo poseído
Según Le Breton, a partir de la década de 1960 surge un nuevo imaginario del cuerpo, que concibe a éste como un territorio a explorar y un socio del cual se requiere colaboración. Si en un primer momento el individualismo hace que la persona tome conciencia de sí misma "como figura determinada, bien delimitada, de la carne encerrada en ella", en un segundo momento se observa el surgimiento de una sensibilidad narcisista que rescata al cuerpo propio como valor. El cuerpo contemporáneo es la posesión más íntima del hombre, con la cual puede hacer lo que él desee y le haga sentir mejor. La intimidad, valor clave de la modernidad, se vuelca a su morada física: el cuerpo. El cuerpo es el socio al cual se le pide que nos haga quedar bien, que no se vea mal y que se corresponda con ciertos cánones estéticos. Surge el Body Building, o sea la construcción del cuerpo. Así como el hombre construye edificios, casas, plazas y automóviles, también puede construirse a sí mismo. Entonces las personas se encierran horas en un gimnasio a correr la cinta o a "hacer aparatos". Antes el ejercicio al menos era al aire libre. ¿Qué relación puede estar teniendo con el mundo alguien que corre la cinta automática y observa a través de la ventana de un edificio? Los gimnasios son empresas de modelación corporal que, como dice Le Breton, son funcionales a los ideales de circulación y no obstrucción de la ciudad, tratados más adelante. El cuerpo debe gastar energías, pero en un espacio fijo, donde no moleste.
El hombre se convierte en efecto del cuerpo: si se hace ejercicio, se toman los medicamentos adecuados, si se cuida el cuerpo; entonces se estará bien. En una tanda de propagandas de productos para la limpieza personal de varias marcas últimamente ha aparecido la leyenda "belleza es salud." El cuerpo sano, es también el cuerpo bello. La salud recompensa con la belleza corporal. "Todo comunica", decía Erwin Goffman. La forma en que nos vestimos, como hablamos, hacia donde miramos y hasta nuestros silencios, son formas de decir algo. El cuerpo es leído por el resto de las personas. Lo accesible al resto de las personas es nuestra fachada, lo que mostramos, que puede corresponderse más o menos con lo que queremos comunicar. El cuerpo es modelado por los cánones de época en cuanto a belleza: cuerpo esbelto, músculos definidos, estomago firme. El hombre concibe tecnologías para trabajar los diversos músculos y zonas del cuerpo. También la cirugía hace su aporte: implantes de pechos, extracción de costillas, liposucciones e implantes capilares permiten al individuo modificarse, rediseñar un aspecto corporal con el cual no están satisfechos. El cirujano es el nuevo ingeniero del cuerpo.
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