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El Padre Las Casas en la percepción de José Martí


Partes: 1, 2

    1. Desarrollo
    2. Conclusiones

    Resumen

    Se analiza el contexto en que José Martí escribe "El Padre Las Casas", dónde fue publicada, la significación que tuvo la revista La Edad de Oro y cómo Martí resalta la figura de este hombre que supo denunciar y enfrentar los horrores cometidos por los hombres de la época de la conquista y colonización.

    Desarrollo

    Una de las personalidades españolas que más admiran y respetan los cubanos es el Fraile español Bartolomé de las Casas. La defensa realizada a los aborígenes americanos, en un escenario adverso de conquista y colonización avaladas por la necesidad de la ampliación de las fronteras nacionales de la llamada acumulación originaria del capital, es meritoria, principalmente para todos aquellos que sienten en sí toda ofensa y maltrato a la dignidad humana.

     El texto "El Padre Las Casas" fue publicado por José Martí en el tercer número de La Edad de Oro (Nueva York, 1889). Esta revista fue para Martí de gran significación, en ella había cifrado sus anhelos como medio de formación del niño americano, una manera de preparar a la nueva generación de las tierras americanas para el futuro no lejano que avizoraba. Su desvelo por la primera etapa de la vida humana se convierte a través de la revista en la presentación de un universo considerable alejado de tradiciones, del que se consideraba adecuado a la imaginación infantil.

    La Edad de Oro es considerada un clásico de la literatura de América y específicamente, de la literatura concebida para niños y jóvenes, siendo publicada en una veintena de países y en el sistema Braille, traducida al inglés, francés, ruso, búlgaro, italiano, griego, holandés, estoniano, mongol y srilankés.

    Es interesante recordar el contexto en que Martí escribe este trabajo. Los años 1888 y 1889 son para el Maestro de una creciente actividad patriótica, aunque no abandona sus demás quehaceres. Muestra de ello es que en marzo de 1889 había publicado en The evening Post de Nueva York, con el título "Vindicación de Cuba", su carta respuesta a los artículos "¿Queremos a Cuba?" el día 16 y "Una opinión proteccionista sobre la anexión de Cuba" el día 21, ambos en el periódico neoyorquino The Manufacturer, el cual se hacía eco de las ofensivas ideas anticubanas.

    Para ese 1889 la conciencia antimperialista martiana había fructificado agudamente, su pensamiento estaba en una etapa de extraordinaria maduración.

    "El Padre Las Casas" es una semblanza biográfica de una de las personalidades, un sacerdote humilde, que dentro del sistema colonial español defendió a los nativos de los pueblos conquistados de América frente a la idea ridícula de la predestinación a la esclavitud, de boga en la época.

    Este opúsculo consta de diez divisiones y comienza con una sintetizada introducción donde esboza un retrato de las Casas.

    Posteriormente Martí comenta sus estudios en Derecho, la incorporación del sacerdote en los viajes y recrea las diferencias existentes entre los conquistadores españoles y su afán de enriquecimiento a toda costa (incluidas la grandes matanzas y sacrificios de la población indígena)[1] y Las Casas, español también y que Martí destaca "… se fue a consolar a los indios por el monte, sin más ayuda que su bastón de rama de árbol".

    Expone a continuación "su medio siglo de pelea" en las Américas; en Madrid; con el rey mismo y contra prácticamente la España toda. Refleja sus enfrentamientos contra el Obispo Juan Rodríguez de Fonseca y el capellán e historiador Juan Ginés de Sapúlveda, considerado un ideólogo del racismo y del colonialismo español[2], frente a las crónicas de Gonzalo Fernández de Oviedo y su lucha como Obispo de Chiapas.

    Concluye con su regreso a España, al Convento de San Gregorio, en Valladolid, donde donó la custodia de sus manuscritos, hasta su muerte.

    Llama la atención como se muestra en este trabajo la característica de Martí de incorporarle a otros sus cualidades[3], ejemplo de ello es cuando expone "El hombre virtuoso debe ser fuerte de ánimo, y no temerle a la soledad, ni esperar a que los demás le ayuden, porque estará siempre solo: ¡pero con la alegría de obrar bien, que se parece al cielo de mañana en la claridad!"[4]

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