- Historicidad de Moisés
- Hipótesis sobre el origen de su nombre
- Mitología de Moisés
- Moisés huye de Egipto a tierras de Madián
- Moisés expulsado de Egipto
- Recepción de las tablas de los diez mandamientos
- Travesía por la península del Sinaí
- El maná
- La fecha del Éxodo
- Fuente
Historicidad de Moisés
Algunos de los historiadores sugieren que Moisés nunca existió como figura histórica, y que su descripción en el Éxodo es un mito. Las referencias escritas sobre Moisés datan de muchos siglos después de la época en la que supuestamente vivió. Se trata de la tradición judía y de las citas de Flavio Josefo, Filón de Alejandría y Manetón en que hablan de él. Manetón, un cronista y sacerdote heleno-egipcio, afirmó que Moisés no era judío, sino un sacerdote egipcio resentido, y que en el Éxodo se narra, en realidad, la expulsión de una colonia de leprosos.
La hipótesis de Manetón de que Moisés era egipcio es absolutamente plausible. Se ha sugerido que pudo haber sido un noble o príncipe egipcio influido por la religión de Aarón, o simplemente un simpatizante de la cultura hebrea.
Hipótesis sobre el origen de su nombre
En el antiguo Egipto se colocaba el nombre de un dios antes de la palabra mses. Por ejemplo Ramsés significaba "engendrado por el dios Ra". Así que Momsés significaba engendrado por el dios Mo, o dios del agua.
Moses a su vez fue un nombre egipcio que significaba "hijo" y se utilizó a menudo en los nombres de los faraones, como por ejemplo en TutMoses.
Por otra parte, Moshe es una palabra hebrea que significa "rescatado de las aguas", pues antiguamente las clases más bajas abandonaban a veces a sus hijos en los ríos.
No existen datos históricos que fundamenten la existencia real de Moisés, pues todas las referencias a él son muy posteriores, cuando ya se había formado el judaísmo.
Mitología de Moisés
La Torá narra cómo Moisés lideró junto a su hermano sacerdote Aarón la salida de los hebreos de Egipto y recibió la Torá de manos del dios Yahvé en el monte Sinaí. La Torá narra la historia de la vida de Moisés y de su pueblo hasta su muerte a la edad de 120 años, que según algunos cálculos tuvo lugar en el año 1272 a. C.
Nacimiento
Según la Torá, el nacimiento de Moisés ocurrió en circunstancias en las cuales el faraón egipcio de la época ordenó que todos los niños varones de los esclavos hebreos, después llamados israelitas, fueran arrojados al rio Nilo, debido a que se estaban multiplicando muy rápido.
Iojebed, tía paterna y esposa del levita hebreo Amram, dio a luz a un hijo varón al que llamó Iekutiel, y lo mantuvo escondido durante tres meses. Cuando no pudo mantenerlo oculto durante más tiempo, pues existía un mandato real de dar muerte a los varones hebreos recién nacidos, en lugar de entregarlo a los soldados egipcios lo colocó a la deriva del Nilo en una pequeña cesta.
La hija del faraón, llamada Batía encontró la canasta con el bebé, lo adoptó como su hijo, y lo llamó Moisés. Moisés fue criado como un príncipe.
La princesa Batía buscaba una mujer hebrea que cuidara al bebé. Entonces Iojebed, su verdadera madre, se hizo cargo del niño y lo amamantó durante dos años. Cuando Moisés creció, fue entregado nuevamente a la hija del faraón.
La quema de sus labios
A la edad de tres años, Moisés estaba sentado a la mesa junto a sus abuelos adoptivos, el faraón y su esposa, la princesa Batía y los ministros. Moisés bajó del regazo de Batía y caminó hacia el rey. Quitó la corona al faraón y la colocó sobre su propia cabeza. Uno de los consejeros del faraón, Bilam, exclamó que se trataba de una acción profética y que Moisés le arrebataría el trono.
Por tal motivo, otro ministro sugirió que se colocase enfrente del niño un diamante y un carbón ardiente, para determinar su verdadera astucia. Moisés escogió la alternativa menos inteligente, agarró el carbón ardiente, lo llevó a su boca y se quemó los labios y la lengua. Moisés se salvó así de ser ejecutado, pero de ahí en adelante tuvo dificultad para hablar.
La tradición oral cuenta que el pueblo judío, sabedor de la incapacidad de Moisés para la oratoria, se hacía comprender por influencia divina.
Moisés huye de Egipto a tierras de Madián
Cuando Moisés se hizo adulto, visitaba asiduamente a sus hermanos esclavos. Al ver cómo un capataz egipcio golpeaba brutalmente a un supervisor hebreo de nombre Datán, mató al egipcio y ocultó su cuerpo bajo la arena, esperando que nadie estuviera dispuesto a revelar algo sobre el asunto. Al día siguiente, vio a Datán peleando con su hermano Avirám e intentó separarlos. Los dos hermanos, enojados por la intromisión de Moisés, lo delataron al faraón. Por tal motivo Moisés tuvo que huir a tierras del rey Madián en Canaán.
Moisés pasó de príncipe mimado a criminal perseguido, le esperaba la pena de muerte por matar a un hombre, por lo que huyó de Egipto y vivió tranquilo durante 60 años como pastor. Allí trabajó para Jetró durante cuarenta años como pastor, durante este tiempo se casó con su hija Séfora y nació su hijo Gershom.
Antecedentes a la expulsión de los judíos
El faraón no quería liberar a los esclavos hebreos, por lo que Yahvé desató 10 plagas sobre Egipto: el agua del rio Nilo se volvió roja, aparecieron insectos, ranas, ganado muerto, ulceras, langostas, granizo y oscuridad. Con la calamidad de la última plaga, la muerte de todos los primogénitos de Egipto, el faraón cedió y liberó a los esclavos hebreos.
Revelación en la zarza ardiente
En cierta ocasión Moisés llevó a su rebaño al monte Horeb y allí vio una zarza que ardía sin consumirse. Yahvé habló desde la zarza y le dijo que debía volver a Egipto y liberar a su pueblo de la esclavitud. Moisés obedeció y regresó a Egipto, donde fue recibido por Aarón. Aunque la opresión sobre los esclavos judíos era grande, lo más difícil fue persuadir al faraón para que dejase marchar a los hebreos. No obtuvieron el permiso para partir hasta que Yahvé envió diez plagas sobre los egipcios, que culminaron con la matanza de los primogénitos egipcios, lo cual causó tal terror entre los egipcios que el faraón ordenó a los judíos que se marcharan de Egipto.
Moisés expulsado de Egipto
Conseguida la liberación de los esclavos hebreos, Moisés de 80 años fue ungido como líder y legislador y condujo al pueblo elegido de Yahvé hacia Canaán, la tierra prometida. Después de una dramática marcha desde Egipto a través del mar Rojo y la peregrinación de 40 años por el desierto como nómadas, los judíos conquistaron la ciudad de Jericó y se establecieron en la zona agrícola de Canaán, tierra de la cual en la Torá se dice que manaba leche y miel.
División de las aguas del mar rojo
La gran caravana de los judíos se movía lentamente y tuvo que acampar tres veces antes de llegar a la frontera egipcia. Mientras tanto el faraón cambió de opinión y salió con un gran ejército a detenerlos. Atrapados entre el ejército egipcio y el Mar Rojo, Yahvé dividió las aguas del mar, y permitió que los judíos lo cruzaran con seguridad. Cuando el ejército intentó seguirlos, las aguas volvieron a su cauce y ahogaron a los egipcios.
Recepción de las tablas de los diez mandamientos
Durante la travesía en el desierto, Moisés subió al monte de Sinaí a recibir las tablas del pacto, y estuvo ahí 40 días. Yahvé le dio dos tablas de piedra escritas con su dedo.
Estas Tablas de la Ley recogían los diez mandamientos, las leyes básicas de obligado cumplimiento para todo el pueblo judío. Además de ello, le dio una serie de leyes menores que deberían ser también observadas. Cuando Moisés bajó a notificar a su pueblo, descubrió que en su ausencia habían fundido todo el oro y construido un becerro de oro, en representación del dios egipcio Apis y lo veneraban. Moisés montó en cólera, arrojó a su pueblo las Tablas de la ley, que se rompieron, e hizo refundir a lingotes el becerro de oro.
Esta perversión a los ojos de Yahvé fue castigada con la muerte de quienes lideraban estas prácticas paganas. Situaciones como esta se sucederían varias veces en el trayecto hacia Palestina.
Para guardar las Tablas de la Ley se construiría, al llegar a la tierra prometida, un altar y en él un tabernáculo donde albergarla.
Travesía por la península del Sinaí
La travesía de los judíos por una serie de parajes inhóspitos, era tan dura, que muchos empezaron a murmurar contra sus líderes Moisés y Aarón. Aducían que era mejor regresar bajo el yugo egipcio, que seguir padeciendo las penurias de la travesía. Moisés realizó innumerables milagros para aplacar la dureza de la travesía y demostrar al pueblo de Israel que Yahvé los guiaba.
Para alimentarlos, Yahvé hizo llover maná del cielo. Para beber, Moisés golpeó con su báculo una roca y surgió agua. Luchó y venció a los amalecitas. Además venció a Arad y a los amorreos liderados por Sehón. El pueblo judío fue organizado doctrinalmente por el sacerdote Aarón. Se les inculcó estatutos, mandamientos y por sobre todo la fidelidad a los convenios con Yahvé.
Ya cerca de la tierra prometida, Moisés envió a 12 emisarios a investigar y reportar las bondades de la tierra de promisión. Al volver, 10 de los 12 emisarios dieron un reporte sumamente desalentador sobre las gentes que moraban en estas tierras. Esto inculcó miedo en las huestes de Moisés y sobre todo desconfianza en las promesas de Yahvé.
Yahvé al ver el miedo de su pueblo elegido prohibió la entrada a la tierra de promisión, de todo varón guerrero mayor a 20 años, incluyendo al mismo Moisés, solo se les permitió verla desde lo alto del monte Horeb. Moisés, permaneció en el desierto con aquellos que no entraron a la tierra prometida y sabiendo que no estaba lejos la hora de su muerte, pasó el mando de sus huestes a Josué.
Ya estando cerca de Moab, Balac rey de los moabitas vio venir y temió al pueblo judío. Mandó a llamar a Balaam, un sacerdote de Melquisedec para que los detuviera y maldijera. Yahvé envió entonces a un ángel que se interpuso en el camino a Balaam y lo persuadió de bendecir al pueblo judío, cosa que hizo tres veces a pesar de los deseos de Balac.
Finalmente, tras cuarenta años de vagar por el desierto, los judíos a quienes no se les permitió entrar en la tierra prometida, murieron en el desierto.
Una nueva generación de judíos libres, nacidos en el éxodo, llegaron y entraron por fin a la Tierra Prometida guiados por el profeta Josué, y trayendo consigo los restos mortales de Jacob y José. Josué cruzó el río Jordán dejando atrás casi 40 años de permanencia en el desierto de Parán y una distancia recorrida cercana a los 1000 km, desde que dejaron a Pi-Ramsés en Egipto.
Cuando murió Moisés, a la edad de ciento veinte años, fue llorado por su pueblo durante treinta días y treinta noches, su sepulcro jamás ha sido hallado.
El maná
El maná no cae del cielo, sino del Fraxinus Omus, mejor conocido como el fresno, se encuentra en la zona de Castelbuono y Pollina.
Se conocía ya en la antigüedad, se menciona en la biblia. Con el maná los judíos saciaron su hambre en el desierto del Sinaí, durante el éxodo hacia la Tierra Prometida. El maná es un producto que tiene olor, sabor y gusto: minúsculo como una escarcha en la tierra, parecido a la semilla de cilantro, sabe a miel, las antiguas poblaciones lo hervían en ollas y con él hacían un pan casero. Actualmente se conoce por sus poderes taumatúrgicos excepcionales: es digestivo, laxante, alivia y regula el intestino, tiene efectos beneficiosos en el aparato respiratorio, es edulcorante natural, con bajo contenido de glucosa y fructosa, particularmente indicado para los diabéticos. Tiene como enemigo la humedad ya que se disuelve en el agua, así que las lluvias son una amenaza para la cosecha.
La fecha del Éxodo
La Torá da la fecha exacta del Éxodo. En Reyes se lee que Salomón comenzó a construir el Templo en el cuarto año de su reinado, 480 años después que los hijos de Israel salieron de Egipto. Según esto la fecha del Éxodo sería hacia el año 1446 a. C., cuando gobernaba Tutmosis III, sin embargo no hay ningún documento ni resto arqueológico egipcio que confirme este acontecimiento.
Fuente
http://es.wikipedia.org/wiki/Mois%C3%A9s
http://misteriosbiblia.com/la-historia-de-moises/.html
http://asociacionsina.org/2009/12/13/la-lactancia-materna-en-la-biblia/
http://html.rincondelvago.com/cercano-oriente.html
http://nosgustacomer.com/?p=342
Autor:
Rafael Bolívar Grimaldos