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La Ley del Concejal joven Nº 28869 y los jóvenes en política en Perú (página 2)


Partes: 1, 2

No hace mucho alguien se preguntaba por qué los jóvenes habían abandonado la pasión política y habían optado por cruzar el umbral de la indiferencia ante el ejercicio político. Pues bien, la cuestión es fundamental, quizás vital.

Una inmensa mayoría de jóvenes alejados de la palabra política, indiferentes a su devenir, significa un fracaso de los que han tenido el bastón de mando hasta nuestros días. Se podrían citar numerosas causas pero éstas sólo nos conducirían a un razonamiento disperso, poco efectivo, y lo que se necesita hoy son puentes de reconciliación que unan ambas orillas de la historia.

Ahí reside el problema: los jóvenes miran a su alrededor y descubren un paisaje parco en diálogo, en consultas a la población, en democracia completa a fin de cuentas.

Y cuando alguien siente impotencia e imposibilidad de decidir sobre las cuestiones más cercanas, las que más afectan a la vida de su pueblo o país, o se deja llevar por la apatía o intenta cambiar el rumbo de la historia; y es evidente que esto último es mucho más complicado que hacer caso omiso de unos políticos que no escuchan a quienes les han dado el cargo con su voto y confianza. Por eso una gran parte de la juventud ha dejado a un lado la política.

Comentada la causa (quizás la más significativa) hay que plantear posibles soluciones. La que parece estar adquiriendo forma y cuerpo con mayor fortaleza con la dacion de la ley del Concejal Joven

El que la gente, y sobre todo los jóvenes, vea que no todo se decide el día de las elecciones sino que tienen el derecho de decidir y opinar sobre las cuestiones que determinarán aspectos de su vida es esencial para recuperar la salud de la democracia y completarla con una intensa aportación colectiva. Si a las personas se les pide consejo y aceptación a la hora de destinar determinada cantidad del presupuesto para lo que ellas consideren más oportuno se regenerará la política y ésta adquirirá por fin una razón de ser indudable para todos.

¿Cuántas veces uno no oye el argumento de que todos los políticos son iguales, van a lo que van, a ganar dinero, o que la política no sirve para nada? Claro, si las personas no deciden a qué destinar sus impuestos, en dónde invertir o cómo repartir lo común, la política deja de resultar atractiva y necesaria. La participación es imprescindible.

Deben ser los votantes los que no sólo cada cierto tiempo, sino durante toda la historia de su concejo, ciudad o país tengan voz y no sólo un colegio electoral al que dirigirse para depositar su voluntad dentro de una urna.

Aunque la gente joven se aleje por momentos de la política, eso no quiere decir que no haya cada vez más jóvenes dispuestos a trabajar por un mundo más justo, libre y en donde la paz no tenga sólo un sitio sino el trono del poder. Pero para que todo salga bien es necesario abrir las puertas de la política y dejar que la democracia tome aire y se renueve constantemente. Puede que no funcione pero tampoco se logrará nada si no lo intentamos.

LOS JÓVENES Y LA POLÍTICA.-

Una población joven abre la expectativa inmediata de un despegue nacional que sigue a la espera de las políticas públicas del Estado y de estrategias del sector privado que, hipotéticamente, habrían de detonarlo.

Sin embargo, en el terreno estricto de la participación política este bono demográfico no parece que vaya a concretarse en una forma promisoria.

Tal vez esto se trate de una impresión subjetiva, pero la idea que uno puede hacerse de las opiniones políticas de los jóvenes peruanos es que éstas expresan un profundo desencanto, no de la política, sino de los partidos y de las instituciones.

En efecto, lo que uno puede encontrar entre los grupos de jóvenes de distinta condición social y de distinto bagaje educativo es un rechazo casi instintivo a todo lo que signifique política formal de corte partidista.

Sería un error que esta lejanía con las opciones partidistas que está presente en los nuevos votantes nos llevara a considerarlos como apolíticos, e igualmente erróneo sería decir que el suyo es un desencanto con la democracia.

De hecho, como en otras épocas, los jóvenes peruanos están muy interesados en los problemas del país, y también como en otros tiempos manifiestan una gran indignación acerca de nuestros grandes problemas: pobreza, desigualdad, corrupción, inseguridad, discriminación, etcétera.

Sostienen también una valoración alta de los valores y principios del sistema democrático pero su rechazo va contra sus sujetos principales: los partidos políticos.

Son, ciertamente, los partidos políticos, con sus luchas internas, su falta de claridad, su beligerancia, su tendencia a generar cotos de poder reservados los que más rechazo suscitan entre los jóvenes.

Pero la razón que mayor rechazo genera es que ningún partido parece tener una política clara, sensata y estructurada para este sector decisivo de nuestra sociedad.

Se tiene la impresión de que subsiste en los partidos políticos la tendencia de afrontar la problemática de los jóvenes con el viejo reflejo de integrar sectores juveniles dentro de los partidos, como si los problemas de los jóvenes no se entrelazaran con los problemas generales del país.

Sin lugar a dudas la situación de los jóvenes peruanos constituye una preocupación central desde distintos ámbitos de la sociedad, ya sea porque conforman potencialmente un grupo de presión social, porque son considerados un grupo electoral necesario al momento de decidir elecciones o porque representan una masa consumidora de inmejorables proyecciones.

Sea por la razón que sea, los jóvenes son objeto de preocupación para las autoridades políticas, sociales, religiosas y económicas.

Para su desarrollo integral y armónico la sociedad actual necesita de la participación de los jóvenes; sin embargo, éstos se hacen visibles al conjunto de la sociedad a través de diferentes manifestaciones que no guardan relación con las expectativas que se tienen de ellos, ya sea por la desafección frente a la política, por el protagonismo que exhiben en actos de violencia callejera, por el excesivo consumo de alcohol y drogas, y/o por la apatía generalizada que aparentemente manifiestan frente al mundo institucional, etcétera.

El gran desafío de los jóvenes peruanos es relacionarse con una sociedad y un modelo económico que los seducen a consumir y a participar de las modernizaciones, de los éxitos económicos; pero al mismo tiempo los rechazan, los excluyen, los ignoran y/o los castigan por su condición juvenil.

Sin lugar a dudas, durante las últimas décadas el objeto teórico de "lo juvenil" ha presentado transformaciones que dejan una abismal diferencia entre el mundo juvenil de la década de los setenta y el de los noventa, pues la hipótesis de que los contextos históricos contribuyen a la conformación del modo de vivenciar "la juventud", es decir, no basta intentar comprenderá los jóvenes desde una sola dimensión.

Un paradigma explicativo: la imagen de un joven rebelde, revolucionario, estudiante universitario y politizado. Desde ese prisma se analizó e interpretó a los jóvenes, como si todos los jóvenes peruanos de la época hubieran respondido a ese perfil.

Fue así como se homogeneizó la idea de que a los jóvenes les interesaba la política, que militaban en los partidos y que luchaban por el cambio social. No queremos decir que esto no sucedió. Simplemente estamos afirmando que no todos los jóvenes estaban en esa perspectiva, que había muchos otros (anónimos) que no se pronunciaban al respecto o simplemente seguían la moda del momento.

El otro paradigma imperante y que hasta hoy se difunde hasta la saciedad, es el de un "joven Standard": un joven exento de conflictos y problemas, un joven que responde a un cierto prototipo físico, un joven consumidor en constante interacción con el mercado, relegando a segundo plano acciones de tipo colectivas, en constante interacción con el grupo de pares congregados en torno a un ideal común.

Un joven que llena su imaginario simbólico con las marcas de modas; los contenidos de sus conversaciones los proporcionan los partidos de fútbol o los aciertos y desaciertos de los deportistas de alto rendimiento.

Podríamos hablar de dos tipos de juventudes, una situada en aquel estrato social capaz de generar cambios y reivindicaciones si fuese necesario, y otra más bien marginal, imposibilitada de integrarse socialmente.

A este último tipo de juventud pertenecen aquellos sujetos que no poseen empleo, que provienen, en la mayoría de los casos, de familias disgregadas y que se encuentran tendientes a delinquir. "Los jóvenes en su mayoría consideran que no hay sitios para ellos en una sociedad cuyo desarrollo es limitado, llena de desigualdades y encontrándose en constante búsqueda de un espacio capaz de representarlos y de responder a sus demandas. En este sentido, para ellos la política se constituye en un mundo ajeno, en el cual los jóvenes no poseen representación ni injerencia y frente al cual no disponen de medios para generar cambios.

La juventud no posee las motivaciones para la creación de proyectos ni aspiraciones como grupo, reflejándose en ellos un alto grado de conformismo y aceptación.

Estas expresiones despectivas y desilusionadas, que no ofrecen en general distinciones ni matices en una visión pesimista del futuro, alimentan las salidas individualistas como única alternativa eficaz de evolución posible

En relación a lo anterior resulta necesario mencionar que los jóvenes se repliegan cada vez más hacia su vida privada, lo cual es razonable al considerar que la acción política, o más aún, la acción político-partidista, no posee legitimidad alguna al interior del mundo juvenil, sobre todo frente a la centralidad y eficiencia que presenta el mercado y la ausencia del Estado en materia de seguridad social.

La baja participación de los jóvenes ha dado paso a la construcción de un discurso social que se refiere al mundo juvenil como apático, en referencia privilegiada a la política. La retracción de la participación juvenil conlleva la revisión de instancias político-institucionales, para representar los intereses y motivaciones reales de los jóvenes.

La mayoría de las veces, la creación juvenil de nuevos canales que les permitan alternativas de participación, de nuevas formas asociativas, se genera a partir de intereses específicos, concretos, sin representación de cuestiones que trasciendan la respuesta a la demanda planteada.

La ausencia del ejercicio de la ciudadanía juvenil y/o la transformación del mismo plantean la necesidad de referirse a la construcción de ciudadanía en el mundo juvenil.

No hace mucho alguien se preguntaba por qué los jóvenes habían abandonado la pasión política y habían optado por cruzar el umbral de la indiferencia ante el ejercicio político. Pues bien, la cuestión es fundamental, quizás vital.

Una inmensa mayoría de jóvenes alejados de la palabra política, indiferentes a su devenir, significa un fracaso de los que han tenido el bastón de mando hasta nuestros días. Se podrían citar numerosas causas pero éstas sólo nos conducirían a un razonamiento disperso, poco efectivo, y lo que se necesita hoy son puentes de reconciliación que unan ambas orillas de la historia.

Ahí reside el problema: los jóvenes miran a su alrededor y descubren un paisaje parco en diálogo, en consultas a la población, en democracia completa a fin de cuentas.

Y cuando alguien siente impotencia e imposibilidad de decidir sobre las cuestiones más cercanas, las que más afectan a la vida de su pueblo o país, o se deja llevar por la apatía o intenta cambiar el rumbo de la historia; y es evidente que esto último es mucho más complicado que hacer caso omiso de unos políticos que no escuchan a quienes les han dado el cargo con su voto y confianza. Por eso una gran parte de la juventud ha dejado a un lado la política.

Comentada la causa (quizás la más significativa) hay que plantear posibles soluciones. La que parece estar adquiriendo forma y cuerpo con mayor fortaleza con la dacion de la ley del Concejal Joven

El que la gente, y sobre todo los jóvenes, vea que no todo se decide el día de las elecciones sino que tienen el derecho de decidir y opinar sobre las cuestiones que determinarán aspectos de su vida es esencial para recuperar la salud de la democracia y completarla con una intensa aportación colectiva. Si a las personas se les pide consejo y aceptación a la hora de destinar determinada cantidad del presupuesto para lo que ellas consideren más oportuno se regenerará la política y ésta adquirirá por fin una razón de ser indudable para todos.

¿Cuántas veces uno no oye el argumento de que todos los políticos son iguales, van a lo que van, a ganar dinero, o que la política no sirve para nada? Claro, si las personas no deciden a qué destinar sus impuestos, en dónde invertir o cómo repartir lo común, la política deja de resultar atractiva y necesaria. La participación es imprescindible.

Deben ser los votantes los que no sólo cada cierto tiempo, sino durante toda la historia de su concejo, ciudad o país tengan voz y no sólo un colegio electoral al que dirigirse para depositar su voluntad dentro de una urna.

Aunque la gente joven se aleje por momentos de la política, eso no quiere decir que no haya cada vez más jóvenes dispuestos a trabajar por un mundo más justo, libre y en donde la paz no tenga sólo un sitio sino el trono del poder. Pero para que todo salga bien es necesario abrir las puertas de la política y dejar que la democracia tome aire y se renueve constantemente. Puede que no funcione pero tampoco se logrará nada si no lo intentamos.

Además es necesario formar un Programa Permanente de Formación Política Juvenil, con el fin de formar a nuevas generaciones de políticos con temáticas como el sistema democrático, instituciones de la democracia, valores y prácticas democráticas, la modernización de los partidos políticos y gerencia política, es decir

Formar a una nueva generación de políticos conocedores del verdadero papel del Estado y de los partidos en una democracia, con comprensión y valoración de lo que es la democracia interna en sus respectivas organizaciones políticas y de la institucionalización y transparencia en las mismas.

CONCLUSIONES

Definitivamente, la daciòn de esta ley no hace más que otorgar el justo reconocimiento que los jóvenes tienen, pues es necesario admitir que no había muchas propuestas y puentes que los acerquen a las demandas y necesidades de este sector, para que ellos encuentren un espacio real de participación.

Además es menester decir que hay muchos jóvenes interesados en promover la política y empujar desde esas esferas cambios importantes para ellos, ya que como se dijo líneas arriba el espacio para la participación de estos, era muy reducidas y por ende la apatía de participar en política.

Asimismo los partidos políticos y el Estado a través de programas deben procurar formar una masa crítica de jóvenes líderes políticos con mecanismos, instrumentos y espacios para sumarlos a la vida política y a los procesos democráticos, así como familiarizarlos con el valor de un gobierno participativo, representativo y transparente con conocimiento pleno y respeto por procesos y prácticas democráticas que garanticen la gobernabilidad.

Esto es un reflejo de lo que pasa a nivel general. Hay una tendencia a no conectar la política con la vida cotidiana, a tener una visión individualista de los temas sociales y a vincular la política sólo con la corrupción. Y que, "Muy probablemente los jóvenes sientan que la información sobre temas políticos no tiene utilidad en sus vidas.

No hay un aprendizaje social de que la política repercute en la vida cotidiana y de que se traduce en consecuencias concretas para la gente

Esta ley será un aliciente para los partidos políticos se preocupen mas por capacitar a los cuadros jóvenes para de esta manera institucionalización la cuota requerida además de impulsar una renovación posterior de sus cuadros partidarios

Por lo tanto ya no solamente será cuestión de decisión, de los jóvenes, el participar, el ser el centro del cambio sino que la mencionada ley será la herramienta que asegurara la participación de los jóvenes en política.

Eddy Sernaquè Jauregui

Perú, Lima – 20 de marzo del 2007

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