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El zorro de arriba y el zorro de abajo y la excelencia artística de José María Arguedas

Enviado por Boris Carrillo


Partes: 1, 2

    1. Precisiones
    2. La conciencia artística del creador
    3. La estrategia discursiva: Composición, escritura y estilo
    4. Encuentros de zorros
    5. Una obra abierta
    6. CODA
    7. Bibliografía esencial sugerida

    David Antonio Abanto Aragón

    “Hablemos, alcancémonos hasta donde es posible y como sea posible”

    El zorro de arriba y el zorro de abajo

    1. Precisiones

    José María Arguedas Altamirano (Apurimac, 1911-Lima, 1969) goza de una amplia consagración internacional como el narrador peruano más representativo; como el que mejor ha sabido encarar la multiplicidad socio-cultural del Perú.

    No obstante, no suele reconocerse como es debido su excelencia artística, su maestría para plasmar los recursos expresivos adecuados para su visión de mundo, impregnada del idioma quechua y la cultura andina. Los mayores aportes suelen limitarse a un asunto capital, pero que no agota el terreno de la conciencia artística de Arguedas: la “pelea verdaderamente infernal con la lengua”, orientada a transformar el español incorporándole elementos del quechua, como han examinado con detenimiento Antonio Cornejo Polar, Alberto Escobar y William Rowe. Según han hecho notar Ángel Rama y Martín Lienhard, implica no sólo un puente entre los medios expresivos del español y el quechua (con efectos poéticos notables, conforme puntualiza Rowe), sino entre dos códigos culturales disímiles, el “occidental” y el “andino”. Esto se traduce en una estupenda labor de transculturación que, limitándonos a los componentes del lenguaje literario, modifica en profundidad (y no sólo en la superficie, como tantos virtuosismos técnicos de la “nueva novela” hispanoamericana, puestos de moda por el mal llamado “boom” de los años 60) el género “occidental” de la Novela, acercándolo a la narración “oral”, la canción, la danza, la literatura épica (aspecto planteado por Ariel Dorfman, Vincent Spina y Ricardo González Vigil).

    2. La conciencia artística del creador

    Lo que falta desestimar es la imagen de Arguedas como un escritor espontáneo, de escasa conciencia en lo tocante a las técnicas literarias, como si su única preocupación hubiera sido la “quechuización” del español y no los recursos expresivos a emplear. Esto es errado, Arguedas escribió con rigor y lucidez, y no sólo con sangre y pasión, corrigió y revisó escrupulosamente, sin eliminar la intensa impresión de vida que transmiten al lector sus escritos.

    Para José María Arguedas, la creación literaria —no podía ser de otro modo— es, de alguna manera, una cristalización de la experiencia humana y lo es con una intensidad y una hondura extraordinarias como en los creadores para los que escribir o crear, como acaece en el caso de Arguedas, es una expresión de la sangre, un acto de vida. Washington Delgado ha subrayado que, para Arguedas, escribir palabras no era un mero acto literario, de técnicas literarias; sino que era estampar sangre, vida.

    Su producción literaria, y sobre todo El zorro de arriba y el zorro de abajo, no lo era en tanto cumplía con las nociones de la teoría literaria contemporánea, que enfatizan la “organización autotélica”, la “autonomía” de la “realidad verbal”, la “función poética”, etc.; sino en tanto que atinaba a ser vida (“Yo vivo para escribir , y creo que hay que vivir desincondicionalmente para interpretar el caos y el orden”, afirma en el “Primer diario” de El zorro de arriba y el zorro de abajo).

    Al respecto consignemos una puntualización importante que hace José María Arguedas. La que distingue entre los que internalizan la vida urbana en su sensibilidad y saben hacerla aflorar en su virtuosismo técnico, y los que se quedan en la superficie de la imitación cerebral de las técnicas creadas por maestros europeos y norteamericanos, produciendo sin auténtica sensibilidad, con el frío oficio de un profesional.

    El magnífico alegato de Arguedas (“¡No es profesión escribir novelas y poesías!”, en el “Primer diario”) es, en primer término, una defensa del arte contra su reproducción mecánica no ya solo por la tecnología (por su reificación social y su conversión en mercancía vacía de conciencia), sino por su asimilación literal al mercado. Arguedas enfatiza que su sensibilidad es “a lo pueblo” y debe apropiarse de las técnicas reelaborándolas según su sensibilidad. La técnica debía corresponder al contenido, el arte en conexión con la vida, sin amor al artificio (o la ficción) por el artificio mismo.

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