De la huelga general al triunfo de la clase patronal (página 2)
Enviado por Yunior Andrés Castillo S.
En la Huelga General de 1907 el anarquismo es puesto a prueba. Todos los métodos combativos y clasistas que son progresivos y que reivindicamos al 100%, son subordinados a una estrategia que reniega de la toma del poder, de la lucha política y de la construcción de un partido revolucionario. ¿Estaba esto planteado en Iquique? Seguramente no, pero estar armados con esta estrategia, hubiera permitido estar preparados para cada circunstancia de la lucha de clases. Por ejemplo, tener una estrategia de poder y autoorganización, permitiría que el Comité de Huelga no sólo administrara el hecho de la Huelga General, sino que se viera como un doble poder, embrión de un gobierno obrero. Aquella estrategia del anarquismo lleva inevitablemente a atarlo de pies y de manos cuando los patrones hacen política sobre la clase obrera, como la hizo Eastman en el balcón de la Intendencia presentándose como el libertador de los trabajadores. Los dirigentes anarquistas, pese a toda su combatividad y su genuino odio de clase, no pudieron responder ante este zorro patronal, dejándose a sí mismos las manos atadas. Y toda dirección del movimiento obrero que se amarre las manos a sí misma frente a los avasalladores ataques de los burgueses, le amarra al mismo tiempos las manos a la clase obrera, y esto se vuelve automáticamente en la crónica de una muerte anunciada.
La estrategia del anarquismo conduce así a la colaboración de la clase obrera con su clase enemiga: la clase patronal. Que es al mismo puerto al que conduce el reformismo, pero son vías radicalmente diferentes. Pues el reformismo busca concientemente la alianza de la clase obrera con los sectores "progresistas" de la clase patronal, traicionando así de manera abierta y siniestra los intereses del proletariado.
Frente al anarquismo y al reformismo, que conducen ambas –aunque por distintas vías- a la colaboración de clase, los trotskistas creemos que es necesario que la clase obrera luche con una estrategia de independencia de clase, es decir que no confíe en ningún sector patronal. Porque los patrones –todos- son el enemigo de la clase trabajadora. Y para ello creemos que es necesario valerse de una herramienta sólida y eficaz, es decir de un partido obrero y revolucionario, dispuesto a dar una lucha política contra todos los partidos patronales, desplazando de la dirección de la clase obrera a los partidos obreros reformistas o sujetos a la colaboración de clases, para poder de este modo tomarse el poder del Estado a los patrones, e instaurar un gobierno obrero y del pueblo pobre.
La tarde del Jueves, los miembros del Comité de Huelga y el Intendente realizaron dos reuniones. Nada bueno salió de ellas. El Intendente se mostraba duro y no estaba dispuesto a negociar. Pero se encontraba por dentro tembloroso ante una ciudad paralizada.
Los huelguistas tienen completa posesión del ferrocarril y han traído 5 o 6 trenes con carros planos cargados de hombres. Estimo que entre 6.000 y 7.000 han bajado de la pampa; y 2.500 trabajadores locales también han declarado la huelga. La situación empeora por el hecho de que todas las mercancías son importadas y como todas las operaciones de desembarco en los muelles están detenidas, nada puede ser desembarcado[25]
Y aquí se desprende una nueva lección: La clase trabajadora no puede confiar en los patrones ni en sus políticos patronales, que buscarán por todos los medios derrotar a la clase trabajadora.
El Intendente Eastman les exigió a los miembros del Comité que dejaran una comisión y que regresaran todos los trabajadores a la pampa, les dijo que o volvían a trabajar o no habría negociación. Los salitreros estaban firmes, no estaba dispuestos a dar el brazo a torcer y el Intendente debía representarlos firmemente. Si cedían ahora, el ejemplo de los obreros de Tarapacá se extendería por todo el país, incluso por otros países. Los empresarios veían amenazadas sus fortunas, sus minas, sus propiedades. No podían mostrarse blandos ante el movimiento obrero alzado. Al otro día saldría publicada una noticia en El Mercurio que diría:
"A la huelga que ha estallado en Tarapacá hay que agregar la de Antofagasta, iniciada ayer en la Oficina Ausonta. Los obreros de esta salitrera han declarado que ellos no piden nada y que abandonan el trabajo por espíritu de solidaridad"[26]. Las llamas comenzaban a esparcirse.
De la Huelga General al Triunfo de la Clase Patronal
VIERNES 20
Los trabajadores sufren del desengaño provocado por Eastman. Logran ver su verdadero rostro detrás del disfraz de "amigo del pueblo". La incertidumbre recorre nuevamente las calles de Iquique. ¿Qué plan tenían los dirigentes anarquistas? Frente al terreno al que empujaban los patrones de la derrota total, podía plantearse ofensivamente el triunfo total. Podría haberse planteado poner a producir las faenas y todo el aparato productivo bajo control de los trabajadores, demostrando así que podían dirigir sus propios destinos, y construir una Comuna Obrera en Iquique, que buscara avanzar sobre el resto del país, dejando un legado histórico, fuente de ejemplo, lecciones y enseñanzas para la clase obrera a la hora de sus luchas por su emancipación social y política, la lucha por el fin de la explotación y la opresión. Es decir, que ante el ¿quién manda? objetivamente planteado, podría haberse encontrado una resolución a favor de los trabajadores.
A horas de la tarde un grupo de provocadores montados a caballo llega a la Escuela, con sus trajes y sus corbatas llamaban a asaltar joyerías y bancos. Se necesitaba un argumento para reprimir a los huelguistas. Ningún obrero responde ante las provocaciones y el día transcurre extraño, silencioso… a la expectativa. Más tarde llega a la Escuela la noticia de que la tropa de Carampangue, al mando del teniente Ramiro Valenzuela, había disparado sus armas en Buenaventura matando a varios trabajadores e hiriendo a otros. El olor a pólvora de la clase obrera salitrera no sabía ahora qué forma adquirir. A las 22 horas se dicta el Estado de Sitio.
A. La Matanza
SÁBADO 21
"A las 7 horas, la población, soñolienta aún, fue despertada por el ruido marcial de las tropas que recorrían las calles con sus arreos de campaña"[27]. Las tropas ordenan a todos los obreros a concentrarse en la Escuela Santa María. A las 1.30 horas se forman en la Plaza Prat todas las fuerzas militares disponibles: el regimiento O´Higgins, el Rancagua, el Carampague, la marinería de los cruceros, las ametralladoras del "Esmeralda" y la artillería. Todas las tropas a cargo de su comandante en jefe el General Silva Renard, quien más tarde diría "calculé que en el interior de la escuela habrían unos 5.000 individuos y afuera 2.000 que constituían ciertamente la parte más decidida y exaltada. Aglomerados así oían los discursos y arengas de sus oradores que se sucedían sin cesar en medio de los toques de corneta, vivas y gritos de la multitud".
El Comité de Huelga estaba apostado en la azotea del edificio, como siempre. Y fue hacia allí hacia donde apuntaron las primeras metralletas. El General Silva Renard ordenó al regimiento O´Higgins apuntar hacia la azotea de la Escuela.
Las tropas se movían cautelosas. Instalaban sus artefactos de guerra en posiciones estratégicas. Los caballos se movían nerviosos y ante ellos, su General. A Silva Renard no se le movía un pelo, firme en su caballo blanco, se juraba hombre de guerra. Mientras los trabajadores expectantes, con el pecho en alto, ya sabían lo que habría de suceder. ¿Entonces por qué no se fueron? ¿Por qué no huyeron de la Escuela ante el movimiento de las tropas y la amenaza del General? Porque el que estaba ahí en la Escuela era el proletariado heroico, que ejercitaba sus métodos de lucha, que buscaba una salida para su situación paupérrima. Porque el proletariado salitrero el que estaba allí en la Escuela dispuesto a morir con la frente en alta por la defensa de sus derechos y sus intereses.
Cerca de las 3 horas, Silva Renard se acercó a hablarles. Se sintió digno de hablar con los huelguistas. No quiso ver que no lo era. Les exigió que volvieran a la pampa. Luis Olea, el destacado dirigente anarquista bajó de la azotea y desnudando su pecho se negó terminantemente en nombre de todos los trabajadores de Tarapacá a regresar a las faenas, y que si lo que querían era disparar, que disparar directo al pecho de un obrero que allí junto a sus compañeros luchaba por sus derechos. Silva Renard retrocedió, y volvió a su puesto de guerra.
El cónsul de Perú y el de Bolivia se acercaron a hablar con los obreros peruanos y bolivianos para sugerirles que salieran de la Escuela, pues algo terrible habría de pasarles. Los trabajadores peruanos y bolivianos se negaron a salir, "con chilenos iniciamos la lucha, con chilenos la terminaremos" dijeron.
Lo heroico de la clase obrera se ponía una vez más de manifiesto, y esta vez con más convicción que nunca. No se irían derrotados. De ser necesario morir, morirían. Allí en la Escuela, juntos "como un hombre que tiene mil hermanos". Pero no volverían a la pampa a morir solos en el cepo, no volverían a las precarias condiciones de vida y de trabajo.
La respuesta de los trabajadores fue terminante. La del General también, ordenó hacer fuego.
"El fuego fue graneado, fue tan vivo como el de una batalla, las ametralladoras producían un ruido de trueno ensordecedor y continuado (…) Callaron las ametralladoras y los fusiles para dar lugar a que la infantería penetrase por las puertas laterales de la escuela"[28].
La masacre había comenzado.
"Toda la plaza estaba inundada en sangre y la muerte vivía particularmente en la escuela. Algunos chicuelos, que miraban aferrados al alféizer de la ventana, se precipitaron a tierra. Otros corrían hacia una y otra bocacalle. El ruido de la muerte completa y de la muerte a medias llenó el espacio. Los Muros de la escuela estaban acribillados"[29].
La Escuela se vestía de matanza. En sus bocas, los cigarros permanecían prendidos. Tarapacá se vestía de matanza.
"La gente moría en la confusión. Ahora no había silencio, sino gritos, tantos gritos como si toda la ciudad, todo el país, todos los hombres del mundo (…) estuvieran reventando en alaridos que formaban remolinos de sangre que subían al cielo. (…) No era sólo la pampa quien gritaba. La pampa asesinada en la ciudad"[30].
Cuando las tropas terminaron por fin de disparar, se acercaron hombre a hombre a darle el tiro de gracia a aquellos obreros, a aquellas mujeres y a aquellos niños que aún permanecían con vida. Murieron entre 2.000 y 3.600 obreros. Nadie sabe cuál es el número exacto.
Cuando el General y sus tropas habían terminado su obra sangrienta, y en medio de hombres y mujeres temblorosos y empapados en sangre.
El gobierno ordenó la disposición de trenes para trasladar al resto de los obreros, sus mujeres y sus hijos. Eran trenes calicheros, con carros sin baranda, llamados "carros planos", en los que cargaban los sacos de salitre. Allí fueron hacinadas las familias. Apenas el convoy salía del puerto, era esperado por las guardias blancas, integradas por hijos de familias acomodadas, quienes parapetados detrás de los terrores de caliche, baleaban a la gente indefensa[31]
La lucha de los trabajadores del salitre en 1907 nos ha dejado importantes lecciones.
Nos ha mostrado en primera instancia, todo lo heroico de la clase explotada y cómo es capaz de salir a pelear por sus derechos y por sus intereses sin temerle ni a los patrones ni a la muerte misma.
Nos ha legado la experiencia de la organización mediante los comités y el empleo de los métodos propios del proletariado como la Huelga General, que muestra cuál es la verdadera clase productora y dónde reside su poder.
La experiencia de los trabajadores de Iquique que paralizó todas las faenas salitreras, y paralizó además el ferrocarril, los trabajos pesqueros, y toda la ciudad de Iquique, utilizando sus métodos propios, con su Comité de Huelga, nos mostró la posibilidad de alcanzar un gobierno obrero.
Nos mostró además la puesta en práctica de métodos como la huelga en solidaridad, que llevaron adelante los trabajadores de Antofagasta y una importantísima experiencia de unidad.
Nos dejó además como experiencia la necesidad del mitin, que se celebraba a diario en la Plaza Prat, para discutir y decidir sobre el curso de los acontecimientos.
Otra lección que los trabajadores de Iquique nos dejan, es la necesidad del internacionalismo, de la unidad de los trabajadores peruanos, bolivianos, argentinos y chilenos.
Y por su ausencia, nos enseña además la necesidad de la autodefensa desde el lugar de trabajo y de lucha, contra la represión patronal.
Pero quizás la lección más importante que nos deja la lucha de los trabajadores de 1907 en Iquique, es a no confiar en la clase patronal y en sus políticos porque muchos de estos métodos propios de la clase obrera en lucha, que incluso aquí se llevaron adelante, se esterilizan si son conducidos a confiar en un político patronal. Pues no se puede separar los métodos de lucha con la estrategia que debe guiarlos. Porque los patrones son parásitos de la clase trabajadora, que la explotan de sol a sol y que están dispuestos a todo con tal de mantener sus privilegios y defender sus intereses sobre la propiedad privada. Pues como vimos están dispuestos incluso a llevar adelante las más sangrienta de las masacres.
Y es que precisamente lo que los trabajadores del salitre cuestionaron –objetivamente- era la existencia de esta propiedad privada que los tenía hundidos en la miseria, que no les permitía vivir en buenas condiciones, que los tenía trabajando por fichas, que los mataba en los cachuchos con el caliche hirviendo, que los golpeaba todos los días.
¿Por qué no volvemos a cuestionar la propiedad privada capitalista? Y a demostrar que nosotros somos capaces de dirigir esta sociedad, sin necesidad de patrones explotadores.
¿Por qué no volvemos a levantar las banderas de la organización y de la lucha? Y a demostrar que los trabajadores somos capaces de unirnos y ser fuertes.
¿Por qué no volvemos a cuestionar este régimen de explotación? Y construir para ello un partido obrero y revolucionario, capaz de ponerse a la cabeza de la lucha de la clase trabajadora hasta su emancipación definitiva y la abolición de la explotación y la opresión.
Hoy, volvemos a escribir una nueva página en la historia de la clase obrera chilena… Y de nosotros depende, una vez más, como continúe esta historia.
Libros y Artículos:
AA. VV. "A 90 años de los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique" – Ediciones LOM
Devés, Eduardo, "Los que van a morir te saludan"
Donoso, Igor G., "La propaganda por los hechos en el movimiento anarquista"
Elizondo, Pedro Bravo, "Santa María de Iquique. Documentos para su historia"
González, S. Llanes, A., "Poemario popular de Tarapacá
González Miranda, Sergio, "Hombres y mujeres de la pampa"
Lenin, Vladimir I., "Lucha sindical y lucha política"
Manss, Patricio, "Chile, una dictadura militar permanente"
Miranda, Nicolás, "Historia Marxista del Partido Comunista", Santiago, 2001, Ediciones Clase Contra Clase
Pizarro, Crisóstomo, "La Huelga Obrera en Chile 1890-1970", Santiago, 1986, Ediciones SUR
Rivera Letelier, Hernán, "Santa María de las flores negras"
Teitelbom, Volodia, "Hijo del Salitre"
Valenzuela, Humberto, "Historia del movimiento obrero", Santiago, 1972
Vitale, Luis, "Interpretación Marxista de la Historia de Chile", Tomos V y VI, Santiago, 1998, Ediciones LOM
Vitale, Luis, "Contribución a una historia del anarquismo en América Latina"
Vitale, Luis, "Historia del movimiento obrero"
Vivanco, A. Miguez, E. "El anarquismo y el origen del movimiento obrero"
Periódicos:
El Mercurio
El Nacional
La Patria
El Pueblo Obrero
El Tarapacá
El Trabajo
Autora:
Dolores Mujica
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