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El automóvil devora la ciudad

Partes: 1, 2

    1. El automóvil devora la ciudad
    2. Demasiados decibelios
    3. Planeamiento urbanístico y territorial
    4. Alternativas al transporte
    5. Las flores del campo
    6. El problema de la accesibilidad
    7. Tarifas políticas

    Hace falta más que un día sin coches para frenar uno de los más difíciles problemas ambientales. Aquí intentamos describir las razones para el cambio hacia una movilidad sostenible, con un uso menor del automóvil privado.

    El parque de vehículos en España hoy llega a los 24 millones, de los que 18 millones son turismos, cifra seis veces superior a la suma de los coches de India y China, países cuya población supera los 2.400 millones de personas, sesenta veces más que España. Nuestra motorización es 315 veces mayor que la de India y China. El modelo norteamericano, con 190 millones de vehículos para 275 millones de personas, no es viable, pues de extenderse al resto del mundo el parque automovilístico debería ser hoy de 4.000 millones, siete veces más que los 560 millones de vehículos que ahora circulan por las carreteras de todo el mundo. El modelo no es viable, pero todos lo imitan, y lo imitarán hasta que la crisis ambiental sea irreversible.

    En el mundo las emisiones del sector transporte ascendieron a 1.300 millones de toneladas de dióxido de carbono (el 17% de las emisiones antropogénicas o causadas por el hombre), 120 millones de toneladas de monóxido de carbono (60% de las emisiones), 35 millones de toneladas de óxidos de nitrógeno (42% del total), 25 millones de toneladas de hidrocarburos (40%), 9 millones de toneladas de partículas (13%) y tres millones y medio de toneladas de óxidos de azufre (3%).

    Si las emisiones actuales se multiplicasen por siete, que es lo que supondría la extensión del modelo norteamericano y de la Europa rica, la vida sería imposible y el barril de petróleo no estaría a sólo 25 dólares. Pero nadie tiene el derecho de negar a los chinos, indios, africanos o a los latinoamericanos, los bienes de consumo (automóviles o frigoríficos) que tiene la población de los países ricos. La extensión de tales bienes es imposible, pues su generalización desataría una crisis de recursos y de sumideros (ambiental) de proporciones inimaginables. Hoy el transporte absorbe la mitad del petróleo consumido anualmente. Si los pobres del Sur no pueden y nosotros, los pobres y los ricos del Norte, sí, ¿con qué derecho podemos pedirles que conserven los bosques tropicales y la biodiversidad, o los grandes mamíferos como el tigre, el panda, el gorila, el elefante o el rinoceronte y que no contribuyan al cambio climático o a la destrucción de la capa de ozono con sus frigoríficos y aparatos de aire acondicionado? Incluso con el escenario más realista, que no el más justo, donde los del Sur siguen siendo pobres excepto una pequeña élite y los del Norte ricos excepto una minoría de pobres cada vez mayor, con un incremento anual del parque de turismos en diez millones de unidades y de cinco millones el de autobuses y camiones, el número de vehículos llegaría a 1.000 millones en el año 2030.

    Ni el aumento de la eficiencia energética, ni los nuevos combustibles (con la excepción del hidrógeno consumido en pilas de combustible o la electricidad procedente de células solares fotovoltaicas), ni los nuevos materiales, impedirán la crisis ambiental. El llamado automóvil ecológico es una quimera de un hábil marketing sin ninguna base real. El coche que consumirá tres o cuatro litros por cada cien kilómetros, en vez de los nueve litros de media hoy en la Comunidad Europea, crea unas falsas expectativas de resolución de los problemas ambientales, sin reducir drásticamente el uso del automóvil. Como recuerda la propia Comisión de las Comunidades Europeas, «los usuarios que disponen de automóvil cubren más de cuatro veces el kilometraje recorrido por los usuarios que no lo tienen». Incluso unos hipotéticos automóviles que utilizasen hidrógeno o electricidad, obtenido a partir de células fotovoltaicas, no acabarían con los atascos ni la congestión y seguirían necesitando carreteras y un lugar donde aparcar. Las reducciones en los consumos energéticos específicos previstos, de 9l/100km a 7,8l/100km en el año 2010, no tendrán ninguna repercusión global, debido al aumento del parque automovilístico; en la Unión Europea pasará de 115 millones en 1987 a 167 millones de vehículos en el año 2010 (de 381 a 503 automóviles por cada 1.000 habitantes).

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