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La Psicosis según Lacan – Evolución de un concepto


Partes: 1, 2, 3

    1. Introducción – Acerca de Jacques Lacan
    2. La psicosis según Lacan – Evolución de un Concepto
    3. El Modelo Personal (1932)
    4. El concepto de la paranoia
    5. Es concepto de la paranoia de autopunición
    6. El modelo Complexuel (1938)
    7. El modelo Forclusivo (1955 – 1958)
    8. El Modelo Borromeo (1974 – 1976)
    9. Introducción

    10. Bibliografía

    Acerca de Jacques Lacan

    En su discusión acerca de la absoluta división entre el inconsciente y el consciente (o mediante el ello y el ego), Freud introduce la idea del yo humano o sujeto, como radicalmente dividido entre estos dos mundos, de lo consciente y lo inconsciente. Por un lado, nuestras habituales ideas del yo o la personalidad, están definidas por operaciones conscientes, incluyendo la racionalidad, la libre voluntad, y la autorreflexión. Para Freud y el psicoanálisis en general, sin embargo, las acciones, pensamiento, creencia, y los conceptos del "yo" están todos determinados, toman forma, gracias al inconsciente, y sus impulsos y deseos.

    Jacques Lacan es un psicoanalista francés. Originalmente entrenado como psiquiatra, trabajó en la década de 1930 a 1940 con pacientes psicóticos; en 1950 empezó a desarrollar su propia versión del psicoanálisis, basado en las ideas articuladas de la lingüística estructuralista y la antropología. Se podría pensar en Lacan como Freud + Saussure, con algo de Levi-Strauss, e incluso de Derrida.

    Pero su principal influencia/precursor es Freud. Lacan reinterpreta Freud a la luz del análisis de las teorías estructuralista y post-estructuralista, convirtiendo el psicoanálisis desde ser una filosofía o teoría esencialmente humanista a una post-estructuralista.

    Una de las premisas básicas del humanismo, como se recordara, es que hay de hecho un "yo" estable, que tiene todas esas cosas tan agradables como la libre voluntad y la autodeterminación. La noción de Freud del inconsciente fue una de las ideas que empezaron a cuestionar, o a desestabilizar, el ideal humanista del yo; fue uno de los precursores del post-estructuralismo a este respecto. Pero Freud tenía la esperanza de que llevando los contenidos del inconsciente al consciente, podría minimizar la represión y la neurosis. Hace de hecho una famosa declaración sobre la relación entre el inconsciente y el consciente, diciendo que "Wo es war, soll Ich werden": "Donde Ello estaba, estaré Yo". En otras palabras, el Ello (inconsciente) será sustituido por el "Yo", por la consciencia y la auto-identidad. El objetivo de Freud era fortalecer el ego, el "Yo" mismo, la identidad consciente/racional, de modo que fuera más poderosa que el inconsciente.

    Para Lacan, este proyecto es imposible. El ego nunca puede tomar el lugar del inconsciente, o vaciarlo, o controlarlo, porque para Lacan, el ego o "Yo" es tan sólo una ilusión, un producto del inconsciente en sí mismo. En el psicoanálisis de Lacan, el inconsciente es la base de la existencia.

    Mientras que Freud está interesado en investigar como el polimórficamente perverso niño forma un inconsciente y un superego y se convierte en un civilizado y productivo adulto (así como correctamente heterosexual), Lacan se interesa sobre cómo el niño forma la ilusión que llamamos un "yo". Su ensayo sobre la Etapa del Espejo describe ese proceso, mostrando cómo el niño forma la ilusión de un ego, de una conciencia unificada de sí mismo identificada por la palabra "Yo".

    En la concepción del ser humano de Lacan, encontramos la noción de Lacan de que el inconsciente, que gobierna los factores de la existencia humana, está estructurado como lenguaje. Basa esto en respecto a los mecanismos considerados por Freud, condensación y desplazamiento. Ambos son esencialmente fenómenos lingüísticos, donde el significado o bien se condensa en una metáfora, o se desplaza en una metonimia. Lacan advierte que el análisis de los sueños de Freud y la mayoría de sus análisis del simbolismo del inconsciente utilizado por sus pacientes, dependen en juegos de palabras; asociaciones, chascarrillos, que son principalmente verbales. Lacan dice que los contenidos del inconsciente se dan cuenta de la existencia del lenguaje, y en particular de la estructura del lenguaje.

    Y aquí sigue las ideas desplegadas por Saussure, modificándolas ligeramente. Mientras que Saussure hablaba sobre las relaciones entre el significante y el significado, relaciones las cuales forman un signo, e insistió en que la estructura del lenguaje es la unión negativa entre signos (un signo es lo que es porque no es otro signo), Lacan se centra sólo en las relaciones entre significantes. Los elementos en el inconsciente – deseos, imágenes -, todos forman significantes (y se expresan habitualmente en términos verbales), y estos significantes forman una "red de significación" – un significante sólo tiene sentido porque no es otro significante -. Para Lacan, no hay elemento al que se haga referencia con estos significantes, no hay significado detrás. Si lo hubiera, entonces el significado de cualquier significante particular sería relativamente estable – habría (en términos de Saussure) una relación de significación entre significante y significado, y la relación crearía o garantizaría algún tipo de sentido en él. Lacan dice que estas relaciones de significación no existen (al menos en el inconsciente): que al contrario, sólo hay relaciones negativas, relaciones de valor, donde un significado es lo que es por no ser alguna otra cosa.

    Debido a esta falta de significados, dice Lacan, la cadena de significantes –x=y=z=b=q=0=%=|=s (etc.) – está constantemente deslizándose, cambiando y circulando. No hay ningún ancla, nada que de un sentido definitivo ni estabilidad al sistema completo. La cadena de significantes está en juego constantemente (en el sentido de Derrida); no hay forma de detener el deslizamiento por la cadena, ninguna forma de decir, "oh, x significa esto", y tomarlo como definitivo. Al contrario, un significante sólo lleva a otro significante, y nunca a un significado.

    Lacan dice que así es como parece ser el inconsciente, una cadena que circula continuamente (o múltiples cadenas) formada por significantes, sin ancla o, para usar los términos de Derrida, sin centro. Esta es la traslación lingüística de la idea de Freud sobre el inconsciente como este reino caótico de deseos e impulsos constantemente cambiantes. Freud está interesado en cómo traer estos impulsos y deseos caóticos al consciente, de modo que puedan tener algún orden, sentido y significado: para así poder ser entendidos y manejables. Lacan, por el contrario, dice que el proceso de convertirse en adulto, en un "yo", es el proceso de intentar arreglar, estabilizar, detener la cadena de significantes. Así, el sentido estable de las cosas – incluyendo el sentido del "Yo" – se hace posible. Pero por supuesto, Lacan dice que esta posibilidad es tan sólo una ilusión, una imagen creada por la percepción errónea entre el cuerpo y el "yo".

    Freud habla acerca de las tres etapas de la perversidad polimórfica en los infantes: la oral, la anal y la fálica; son los complejos de Edipo y de Castración los que acaban con la perversidad polimórfica y crean seres "adultos". Lacan crea diferentes categorías para explicar una trayectoria similar, desde el infante al "adulto". Habla de tres conceptos, "necesidad", "demanda" y "deseo", que a grandes rasgos se corresponden a las tres fases de desarrollo, o los tres campos en que se desarrollan los humanos, lo Real, lo Imaginario, y lo Simbólico. El reino de lo Simbólico, que está marcado por el concepto de deseo es el equivalente a la edad adulta; o más específicamente, para Lacan, el reino Simbólico es la estructura del lenguaje en sí mismo, un mundo al que hemos de entrar para convertirnos en sujetos con capacidad para hablar, para poder decir "Yo" y que "Yo" haga referencia a algo que parece ser estable.

    Como en Freud, el niño en Lacan parte como algo inseparable de su madre; no hay distinción entre el yo y el otro, entre el bebé y la madre (al menos, desde la perspectiva del bebé). De hecho, el bebé (tanto para Freud como para Lacan) es una especie de burbuja, sin sentido del yo ni de identidad individualizada, y sin sentido tampoco de su propio cuerpo como un todo coherente y unificado.

    Este niño-burbuja se conduce por la necesidad; necesita comida, necesita confort y seguridad, necesita que lo cambien, etc. Estas necesidades son satisfechas, y lo son por un objeto. Cuando el bebé necesita comida, obtiene un pecho (o una botella); cuando necesita seguridad, obtiene un abrazo. El bebé, en este estado de necesidad, no hace distinción entre sí mismo y los objetos que cumplen sus necesidades; no reconoce que un objeto (como un pecho) es parte de otra persona completa (dado que aún no tiene concepto alguno de "persona completa"). No hay distinción entre ello y cualquier otra cosa; tan sólo necesidades y cosas que satisfacen esas necesidades.

    Este es el estado de la "naturaleza", que ha de ser roto para que las culturas se formen. Esto es cierto en ambos psicoanálisis de Freud y Lacan: el niño se habrá de separar de su madre y formar una identidad separada, para poder entrar en la civilización. Esta separación conlleva un tipo de pérdida; cuando el niño conoce la diferencia entre él y su madre, empieza a convertirse en un ser individuado, pierde ese sentimiento primario de unidad (y seguridad) que originalmente tenía. Este es el elemento de tragedia construido dentro de la teoría psicoanalítica (tanto Freudiana como Lacaniana): para convertirse en un "adulto" civilizado siempre conlleva la profunda pérdida de una unidad original, una no-diferenciación, un converger con los otros, particularmente con la madre.

    El bebé que todavía no ha hecho esta separación, que sólo tiene necesidades satisfechas, y que no hace distinciones entre sí mismo y los objetos que satisfacen sus necesidades, existe en el reino de lo Real, según Lacan. El concepto de lo Real para Lacan es más complejo de lo que parece: lo Real es un lugar (un lugar psíquico, no físico) donde se encuentra esta unidad original. Debido a esto, no hay ausencia o falta o pérdida; lo Real es todo plenitud y completitud, donde no hay necesidad que no pueda ser satisfecha. Y debido a que no hay ausencia o pérdida o falta, no hay lenguaje en lo Real.

    Lacan aquí sigue un argumento que hizo Freud sobre la idea de pérdida. En un caso que aparece en "Más allá del principio del placer" de Freud, Freud habla sobre su sobrino, de 18 meses de edad, que está jugando a un juego con un carrete atado con hilo. El niño arroja lejos el carrete, y dice "Fort", que en alemán significa "Se fue". Tira del hilo y acerca el carrete, y dice "Da", que en alemán significa "Aquí". Freud dice que este juego era simbólico para el niño, una forma de manejarse con la ansiedad de la ausencia de su madre. Cuando lanzaba el carrete y decía "Fort", repetía la experiencia de pérdida de un objeto querido; cuando lo retomaba y decía "Da", obtenía placer por la restauración del objeto.

    Respecto a este caso, Lacan presta atención al aspecto del lenguaje que despliega. Lacan dice que el juego fort/da, que Freud dijo que sucedió cuando su sobrino tenía 18 meses, trata sobre la entrada del niño en lo Simbólico, en la estructura del lenguaje en sí misma. Lacan dice que el lenguaje es siempre acerca de pérdida o ausencia; sólo se necesitan palabras cuando el objeto que quieres se ha ido. Si tu mundo fuera totalmente completo, sin ausencia, entonces no necesitarías el lenguaje.

    Así, en el reino de lo Real, según Lacan, no hay lenguaje dado que no hay pérdida, no hay falta, no hay ausencia; sólo hay una completa plenitud, necesidades y la satisfacción de necesidades. Lo Real está siempre más allá del lenguaje, irrepresentable en lenguaje (y por tanto irremediablemente perdido cuando uno entra en el lenguaje).

    Lo Real y la fase de necesidad, duran desde el nacimiento hasta algún lugar entre los 6 y los 18 meses, cuando la burbuja-bebé empieza a ser capaz de distinguir entre su cuerpo y el resto de las cosas en el mundo. En este punto, el bebé cambia de tener necesidades a tener demandas. Las demandas no pueden satisfacerse con objetos; una demanda siempre hace referencia al reconocimiento desde otro, al amor desde otro. El proceso funciona así: el bebé empieza a hacerse consciente de que está separado de su madre, y de que existen cosas que no son parte de él; así, la idea de "otro" es creado (nótese de todos modos que aún la oposición binaria entre "yo/otro" no existe aún, dado que el bebé no tiene todavía un sentido coherente del "yo").

    Esta toma de conciencia de la separación, o del hecho de la otredad, crea una ansiedad, un sentimiento de pérdida. El bebé entonces demanda una reunión, un retorno a ese sentido original de plenitud y no-separación que tenía en lo Real. Pero esto es imposible, una vez que el bebé conoce (y este conocimiento, recordemos, está sucediendo completamente a un nivel inconsciente) que la idea de un "otro" existe. El bebé demanda ser llenado por el otro, para regresar al sentido de unidad original; el bebé quiere que la idea de "otro" desaparezca. "Demanda" es por tanto la demanda de la completitud, de la plenitud, del otro que detendrá la pérdida que el bebé está sintiendo. Pero por supuesto esto es imposible, porque esta pérdida o ausencia, el sentido de otredad, es una condición para que el bebé se convierta en un yo/sujeto, un ser cultural funcional.

    Ya que la demanda es del reconocimiento por parte del otro, no puede ser realmente satisfecha, aunque fuera porque el infante entre 6 y 18 meses no puede decir lo que quiere. El bebé llora, y la madre le da una botella, un pecho, algo, pero no hay objeto que pueda satisfacer su demanda – la demanda requiere una respuesta a un nivel distinto. El bebé no puede reconocer las formas en que la madre responde y lo reconoce, porque aún no tiene una concepción de sí mismo como cosa – lo único que sabe es que la idea de "otro" existe, y que está separado del "otro", pero aún no tiene una idea de en qué consiste el "yo".

    Aquí es cuando sucede la Etapa Espejo de Lacan. A esta edad – entre los 6 y los 18 meses -, el bebé o el niño aún no han dominado su cuerpo; no tiene control sobre sus propios movimientos, y no tiene un sentido de su cuerpo como un completo. El bebé experimenta su cuerpo como fragmentado, en trozos – la parte que esté en su ángulo de visión está ahí hasta que el bebé deje de verlo. Puede ver su propia mano, pero no tiene el concepto de que la mano le pertenezca, la mano podría pertenecer a cualquiera, o a ninguno. Sin embargo, el niño a esta edad puede imaginarse a sí mismo como un completo porque ha percibido a otros, y los ha percibido como seres completos.

    Lacan dice que en algún punto en este periodo, el bebé se verá en un espejo, mirará a su reflejo, mirará de vuelta a la persona real – su madre o alguna otra persona – y de nuevo a la imagen en el espejo. El niño se mueve "desde la insuficiencia a la anticipación" en esta acción; el espejo, y moverse entre la imagen reflejada y la otra gente, le da una sensación al niño de que también él es un ser integrado, una persona completa.

    El niño, aún incapaz de ser completo, y por tanto separado de otros (aunque tiene esta noción de separación), en la etapa del espejo comienza a anticipar ser un todo. Se mueve de un "cuerpo fragmentado" a una "visión ortopédica de su totalidad", a una visión de sí mismo como un completo e integrado, que es "ortopédica" porque sirve como una muleta, como un instrumento correctivo, una ayuda para que el niño alcance el status de plenitud.

    Lo que el niño anticipa es un sentido del yo como un todo unificado separado; el niño ve que se parece a lo que "otros" parecen. Llegará un punto en que esta entidad que el niño ve en el espejo, este ser completo, será designado por la palabra "Yo". Pero lo que realmente está sucediendo sin embargo, es que esta identificación es un reconocimiento erróneo. El niño ve una imagen en el espejo; piensa, esta imagen soy "Yo". Pero no es el niño; es sólo una imagen. Pero otra persona (habitualmente la madre) está ahí para reforzar su reconocimiento erróneo. El bebé mira en el espejo, y vuelve su mirada a la madre, y le dice, "¡Sí, eres tú!". Garantiza la "realidad" de la conexión entre el niño y su imagen, y la idea del pleno cuerpo integrado que el niño está viendo y con el que se está identificando.

    El niño toma esa imagen en el espejo como la suma de su existencia entera, su "yo". Este proceso, de reconocerse erróneamente en la imagen de un espejo, es un mecanismo de creación del Ego, la cosa que dice "Yo". En términos de Lacan, el reconocimiento erróneo crea la "armadura" del sujeto, una ilusión o percepción errónea de plenitud, integración, y totalidad, que rodea y protege el cuerpo fragmentado. Para Lacan el ego o yo, o "Yo", siempre es de algún modo una fantasía, una identificación con una imagen externa, y no un sentido interno de entidad completa separada.

    Por esto es por lo que Lacan llama a la fase de la demanda, y la del espejo, el reino de lo Imaginario. La idea del yo se crea mediante una identificación Imaginaria con la imagen en el espejo. El reino de lo Imaginario es donde la relación alienada del yo con su propia imagen se crea y se mantiene. Lo Imaginario es un reino de imágenes, conscientes o inconscientes. Es prelingüístico y pre-edipo, pero muy basado en la percepción visual, o lo que Lacan llama imagen especular.

    La imagen reflejada, la persona completa que el bebé confunde consigo mismo, es conocido en la terminología psicoanalítica como un "ego ideal", un yo pleno perfecto sin insuficiencias. Este "ego ideal" se internaliza; construimos nuestro sentido de "yo", nuestra identidad, al identificarnos erróneamente con este ego ideal. Haciendo esto, de acuerdo a Lacan, nos imaginamos un yo que no siente falta, no tiene noción de ausencia o incompletitud. La ficción de un yo estable, completo y unificado que vemos en el espejo se convierte en una compensación por haber perdido la unidad original con el cuerpo de la madre. En breve, según Lacan, perdemos nuestra unidad con el cuerpo de la madre, el estado de la "naturaleza", para entrar en la cultura, pero nos protegemos a nosotros del conocimiento de esa pérdida al percibirnos erróneamente como no estando faltos de nada, como siendo completos en nosotros.

    Lacan dice que el autoconcepto del niño (su ego o identidad) nunca alcanzará a su propio ser. Su imagen en el espejo es más pequeña y más estable que el niño, y siempre es "otro" que el niño, algo fuera de él. El niño, por el resto de su vida, se reconocerá erróneamente como otro, como la imagen en el espejo que proporciona la ilusión del Yo y su maestría.

    Lo Imaginario es el lugar físico o fase, en que el niño proyecta sus ideas de "yo" sobre la imagen que ve de sí mismo. La fase del espejo cimienta una dicotomía "yo/otro", donde previamente el niño sólo había conocido "otro", pero no "yo". Para Lacan, la identificación del "yo" siempre sucede en términos de "otro". Esto no es lo mismo que una oposición binaria, donde "yo" fuera lo que no es "otro" y "otro" lo que no es "yo". No, realmente "yo" es lo mismo que "otro", en el reconocimiento erróneo con esta imagen percibida de un otro.

    Lacan utiliza el término "otro" de varias formas, lo que lo hace más difícil de entender. Primero, y probablemente el más fácil, es en el sentido de yo/otro, donde "otro" es el "no-yo"; pero como hemos visto, el "otro" se convierte en "yo" en la etapa del espejo. Lacan también utiliza una idea de Otro, con "o" mayúscula, para distinguir entre el concepto del otro y los otros reales. La imagen que el niño ve en el espejo es un otro, y le da al niño la idea de Otro como posibilidad estructural, una que hace posible la posibilidad estructural del "Yo". En otras palabras, el niño encuentra a otros – su propia imagen, otra gente – y entiende la idea de "Otredad", cosas que no son sí mismo. De acuerdo con Lacan, la noción de Otredad, encontrada en la fase Imaginaria (y asociada con la demanda), precede al sentido del "yo", que está construido sobre la idea de Otredad.

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